Rayos y truenos, cómo viene hoy el editorial de El País, periódico independiente.
Andaba un servidor preguntándose, por hablar de algo, si en el programa ese de la tele en el que la ciudadanía muestra cómo va el nivel cultural del país -país independiente-, habría estado mejor y más fino Zapatero o Rajoy. De los trozos que vi de uno y otro entendía malamente sus respuestas, de tan nervioso como me ponían los que formulaban las preguntas. Eso sí, recuerdo que el presentador, creo que apellidado Milá -milana bonita, recitaba Paco Rabal en inolvidable escena- insistió repetidamente en que iban a ser las dos últimas preguntas, sin prórrogas ni concesiones, pues el tiempo no daba para más. Esas dos las toreo Rajoy con verdadero arte, francamente; así que el Milá cambió de planes y dijo aquello de ahora la última pregunta de verdad y la va a hacer Puturrita. Y Putirrita le metió el pepinazo aquel de que cuánto gana un auxilar administrativo y no sé qué más, y cogió despistado al pánfilo gallego. Si se lo llega a saber, el Milá dice que otra más, pero ahora sí la última, palabrita del Niño Jesús, y le piden la lista completa de los faraones egipcios.
A lo que íbamos, que andaba uno preguntándose si habría brillado más Zapatero o el jefe de la leal oposición y hete aquí que hoy por fin me entero: ganó Rajoy por goleada, por lo que se ve. ¿Que dónde se ve? Pues en el editorial que hoy, domingo, le arroja El País, periódico independiente, al PP. Ya desde el título es elegante y talantoso: "Uncidos a la mentira". Pocas veces se habrá visto mayor virulencia -sin crispar, ¿eh?, eso no-, semejante saña. Uy, cómo se han puesto... Y si disparan así al acabar esta insulsa semana en la que no ha pasado nada de particular, tiene que ser por lo del programa del Milano, o como se lleme. No me digan que no.
Como puede que mañana ya no se acceda libremente a esta joya de la anticrispación, aquí mismo la copio en letra pequeña:
Uncidos a la mentira.
El proyecto regeneracionista enarbolado por el PP durante más de una década como instrumento para deslegitimar al PSOE, incurso durante los últimos años del Gobierno de Felipe González en sonoros casos de corrupción, ha terminado por mostrar en esta legislatura su auténtica naturaleza. Como la mayor parte de este género de proyectos, el regeneracionismo del PP no se proponía tanto moralizar la vida política como hacer política con la moral. Ni desde el Gobierno ni desde la oposición adoptó nunca como objetivo dotar al sistema institucional de garantías e instrumentos eficaces contra la corrupción, aplicándolos con rigor. Antes por el contrario, su regeneracionismo ha sido y es una variante específica de la propaganda, en este caso dirigida a convencer al ciudadano de que el PP es el partido que ostenta el monopolio de la virtud.
A los efectos de esta estrategia, la llegada al poder de Rodríguez Zapatero supuso un severo contratiempo, pues el PP se vio privado del principal recurso en el que se había concretado hasta entonces su regeneracionismo. Frente a una nueva dirección socialista que decidió hacer tabla rasa del pasado, unas veces incurriendo en flagrantes injusticias y otras en el error de prescindir de la experiencia, la reiterada apelación al expediente del "y tú más" se reveló como lo que había sido desde el principio, cuando lanzó la piedra de "la segunda transición" para luego esconder la mano: un intento farisaico de los populares de exculpar las faltas propias a través de las ajenas. El PP se ha visto obligado a cambiar de discurso en estos años, pero sólo para mantener las mismas actitudes y conceptos. El "y tú más" se ha transformado, así, en una insólita apelación a los ciudadanos "normales" y "decentes" para que se adhieran a sus políticas, como si no hacerlo les convirtiera en anormales e indecentes.
El juicio del 11-M está evidenciando que, en contra de lo que pretende, el PP no ostenta el monopolio de la virtud; y también que no es el dueño del criterio para definir la normalidad y la decencia, un propósito, por lo demás, más propio de una concepción sectaria de la política que de un partido democrático. Tras la truculenta declaración como testigo de quien era el jefe de la Policía en el momento de los atentados, Díaz de Mera, los ciudadanos han asistido entre sorprendidos e indignados, no a la constatación de que Aznar y algunos miembros de su Gobierno mintieron sobre la autoría. La sorpresa y la indignación proceden, en estos días, de que el PP no haya tenido escrúpulos en seguir alentando una especulación conspirativa, cuyo único propósito era ocultar aquella mentira con otras mentiras nuevas. También ahora el PP pretende esconder la mano, y algunos de sus líderes han tenido la osadía de retar a los ciudadanos y a los medios de comunicación que no se plegaron a su intento de manipulación para que encuentren declaraciones sobre una supuesta participación de ETA en el 11-M.
Las maniobras para influir por medios espurios en el resultado de las próximas elecciones municipales, falsificando documentos relacionados con el voto por correo o intentando alterar los censos electorales, son los últimos episodios en los que se ha visto envuelto un partido que no es que diga estar en contra del sistema, sino que, paradójicamente, asegura encarnarlo en su estado más puro y ser su único y verdadero garante. El comportamiento adoptado ante estos nuevos casos de corrupción que le afectan, y de manera especial por algunos dirigentes como Acebes y Zaplana, no difiere del que siguieron tras el 11-M: una mentira inicial les unce a la mentira permanente, confiando en que, otra vez, la prensa amarilla les ayudará a crear la realidad virtual con la que esperan convertir a los ciudadanos en una especie de electores sonámbulos. La imparcialidad que el PP reclama para informar sobre estos hechos es una artera invitación a la equidistancia entre la verdad y la mentira. No existe equidistancia posible, porque la opción es la independencia. Precisamente para que nadie, ni en los medios ni en la política, ni tampoco en la sociedad, vuelva a caer en esa fraudulenta tentación regeneracionista de arrogarse el monopolio de la virtud o de dividir a los ciudadanos en normales y anormales, en decentes e indecentes.
A los efectos de esta estrategia, la llegada al poder de Rodríguez Zapatero supuso un severo contratiempo, pues el PP se vio privado del principal recurso en el que se había concretado hasta entonces su regeneracionismo. Frente a una nueva dirección socialista que decidió hacer tabla rasa del pasado, unas veces incurriendo en flagrantes injusticias y otras en el error de prescindir de la experiencia, la reiterada apelación al expediente del "y tú más" se reveló como lo que había sido desde el principio, cuando lanzó la piedra de "la segunda transición" para luego esconder la mano: un intento farisaico de los populares de exculpar las faltas propias a través de las ajenas. El PP se ha visto obligado a cambiar de discurso en estos años, pero sólo para mantener las mismas actitudes y conceptos. El "y tú más" se ha transformado, así, en una insólita apelación a los ciudadanos "normales" y "decentes" para que se adhieran a sus políticas, como si no hacerlo les convirtiera en anormales e indecentes.
El juicio del 11-M está evidenciando que, en contra de lo que pretende, el PP no ostenta el monopolio de la virtud; y también que no es el dueño del criterio para definir la normalidad y la decencia, un propósito, por lo demás, más propio de una concepción sectaria de la política que de un partido democrático. Tras la truculenta declaración como testigo de quien era el jefe de la Policía en el momento de los atentados, Díaz de Mera, los ciudadanos han asistido entre sorprendidos e indignados, no a la constatación de que Aznar y algunos miembros de su Gobierno mintieron sobre la autoría. La sorpresa y la indignación proceden, en estos días, de que el PP no haya tenido escrúpulos en seguir alentando una especulación conspirativa, cuyo único propósito era ocultar aquella mentira con otras mentiras nuevas. También ahora el PP pretende esconder la mano, y algunos de sus líderes han tenido la osadía de retar a los ciudadanos y a los medios de comunicación que no se plegaron a su intento de manipulación para que encuentren declaraciones sobre una supuesta participación de ETA en el 11-M.
Las maniobras para influir por medios espurios en el resultado de las próximas elecciones municipales, falsificando documentos relacionados con el voto por correo o intentando alterar los censos electorales, son los últimos episodios en los que se ha visto envuelto un partido que no es que diga estar en contra del sistema, sino que, paradójicamente, asegura encarnarlo en su estado más puro y ser su único y verdadero garante. El comportamiento adoptado ante estos nuevos casos de corrupción que le afectan, y de manera especial por algunos dirigentes como Acebes y Zaplana, no difiere del que siguieron tras el 11-M: una mentira inicial les unce a la mentira permanente, confiando en que, otra vez, la prensa amarilla les ayudará a crear la realidad virtual con la que esperan convertir a los ciudadanos en una especie de electores sonámbulos. La imparcialidad que el PP reclama para informar sobre estos hechos es una artera invitación a la equidistancia entre la verdad y la mentira. No existe equidistancia posible, porque la opción es la independencia. Precisamente para que nadie, ni en los medios ni en la política, ni tampoco en la sociedad, vuelva a caer en esa fraudulenta tentación regeneracionista de arrogarse el monopolio de la virtud o de dividir a los ciudadanos en normales y anormales, en decentes e indecentes.
6 comentarios:
El cinismo carece de límites. Los de El País saben que lo propio es dividir a los ciudadanos entre progresistas de toda la vida, y reaccionarios de la caverna más tenebrosa, corrupta y guerracivilista. Y en ello están, sin perder puntada. ¿Quo prodest? Lástima de periódico.
Me gusta entrar en tu blog, tocas temas interesantes y muy bien expresados pero, sin ánimo de molestar, ¿no pdrías aumentar el tamaño de la letra?. En el caso de hoy "Pues va a ....", el tipo de letra normal es pequeño pero el texto en cursiva es superpequeño y supone un buen esfuerzo leer un texto tan extenso (e interesante) con una letra tan pequeña.
Ya digo, sin ánimo de molestar, pues cada cual es dueño idiscutible de su blog y en él puede exponer y expresar lo que quiera y como quiera. Y al que no le guste pues que pulse la tecla ESC.
Saludos Garciamado.
Yo no vi el debate (me abstengo casi radicalmente de ver televisión viva desde hace años, sobre todo desde cuando existe YouTube para ver algo que a posteriori sabes como interesante); he buscado transcripciones en internet, pero no las hay integrales por el momento, o no las encuentro. Y en la red está bloqueado por ahora; demasiada gente mirándolo, supongo.
Eso sí, la mayor parte de las evaluaciones que encuentro coinciden en que Rajoy usó netamente mejor que Zapatero su imagen, se movió por el escenario con más soltura y conectó empáticamente mejor con la gente, excluyendo cuestiones puntuales.
Con esa distancia suavemente analítica que te da no haberlo visto -y puedo dar por lo mismo un patinazo, ojo-, la insinuación que hace Juan Antonio sobre cuánto estuviera propiciada desde detrás de bambalinas esta famosa pregunta del sueldo (¿das a entender que fuera en tiempo de descuento, o me equivoco?) me parece un tanto dudosa: en primer lugar, es una pregunta de cajón de madera de pino (gallego), entrando en contacto con ciudadanos, y no puedo creer que los asesores de Rajoy no la hubieran previsto; en segundo lugar, si efectivamente hubiese habido una estrategia oculta para "buscarle un problema" a Rajoy con una pregunta "bomba", no parece lógico que la hubieran dejado al albur de un último minuto, de otra intervención que se alarga, etc. La hubieran planteado hacia el final del debate, pero dejando tiempo a que el resto del público se encarnizara. Otra cosa es que, como ocurre con todo, en pasándose de ... gallego ... haya ofrecido blanco para fáciles críticas. El dinero ocupa en la política europea -bastante evangélicamente, diría yo, si me permitís el chascarrillo sobre nuestras raíces- un poco el lugar que ocupa el sexo en la estadounidense.
Dejando cuestiones de imágenes. Yo, entre tantos vicios, tengo el de los contenidos, más que el de las formas (distinción ociosa, ya lo sé, yendo en profundidad ... ¿pero cuándo se va en profundidad en política?).
Me encuentro estas dos transcripciones parciales de respuestas de Rajoy.
1) Sobre la intervención en Irak y las famosas armas de destrucción masiva. MR: “El debate no era si había o no armas de destrucción masiva, el debate era si se debía intervenir o no”.
2) Sobre el tratamiento politico dado al terrorismo. MR: "En los tres años que llevo de Legislatura, llevo insistiendo que el tema no es la negociación con ETA, que a la gente no le importa la memoria histórica, sino que a la gente le ocupan sus problemas reales. Mis tres prioridades son economía, inmigración y la lucha contra la inseguridad ciudadana”.
¿Curiosas, no? Esperemos a que circule una transcripción fiable, y las seguiremos comentando.
De cualquier manera, la trascendencia de la comparecencia de Rajoy en un programa tiernamente banal me parece bien poca. No olvidemos que quien nuestro educado anfitrión llama misericordiosamente el "pánfilo gallego" (en la calle se va mucho más lejos, como todos sabéis, y no sólo entre el electorado de la parte opuesta) fue ungido como candidato en el 2003 por dos razones fundamentales: su lealtad (¡bienaventurados los pánfilos!) al lider máximo, y el hecho de tener pelo, contrariamente a Rato -fundamental para las fotografías y vídeos de campaña. Reúne pues dos taras gravísimas: la una, haber medrado en un sistema partítico (con perdón; excusad que lo mencione a mañana avanzada, ya poco antes de la hora de comer) (tara que comparte, innecesario es decirlo, con el presidente del Gobierno); la segunda, haber sido ascendido a los estratos superiores de detrito flotante por gracias venidas de lo alto (tara que no comparte Zapatero, y que le supone y supondrá a este último una ventaja importante, en cuanto atisbo de recorrido meritocrático, aunque se refiera a la meritocracia pérfida y maniobrera que hay dentro de los partidos). A mí me da la impresión de que Rajoy sea un cadáver político desde aquella famosa víspera de los idus de marzo, tres años ha; sólo una renovación radical del PP hubiese preocupado sinceramente al PSOE. Ni ha ocurrido, ni hay ya hay tiempo para el 2008. Veremos para el próximo ciclo. Por una vez, estoy de acuerdo con parte de los espumarajos recientes de Federico "Queipito de Llano", a saber, que la existencia simultánea de Gallardón y de "los otros" (cinematográficos, eso sí) dentro de un partido está abocada ... a la división de dicho partido.
Ideológicamente, el PP actual se ha vuelto insostenible. No puedes tener dentro de la misma estructura a una derecha europea y moderada -que es la que históricamente ha hecho que el PP ganase las elecciones en 1996 y 2000; valorémosla, a ojo de buen cubero, en al menos 6-7 millones de votos, aunque yo creo que son más-, y a gentona que, sintiéndose jaleada por su base mediática y por su sector del partido, organiza manifestaciones como la del matrimonio civil, la de los archivos de Salamanca, ... a gentona que flirtea con el desaprensivo de Alcaraz ... a gentona que se ve forzada a defender los "tribunales" del franquismo ... a gentona que se niega a responder las preguntas de un juez de la Audiencia Nacional sobre su actividad como Director General, ... a gentona que se hace expulsar por demasiado bronquera de una sesión del Congreso de los Diputados. No puedes tener parte de tu electorado que lee el ABC -luego razona- y otra parte que escucha la COPE. (Del triste destino del téorico rival de El País, abocado a suerte paralela de la que aquí comenta por extenso Juan Antonio -con mi sustancial acuerdo, a propósito-, ni hablaré; sólo decir que su estrambótico y risible director, junto con Rajoy mismo, son a mi juicio los grandes activos de la estrategia electoral del PSOE). El único pegamento de un conglomerado tal era el poder, el puritito poder. Ahora se aproxima la rendición de cuentas.
Fijaos simplemente en un detalle (aun siendo bien poco platoniano, a fuer de antiautoritario, considero que las sombras dicen muchas veces más que las imágenes). Desde buena parte del espectro político español -incluyendo a muchos independientes, pero sobre todo desde la oposición- se están lanzando venablos sin cuento sobre Zapatero. Permitidme que hoy no entre en juicios de valor, y que lea sólo las sombras: es inevitable concluir que el asaeteado está haciendo cosas que ponen verdaderamente de los nervios a los asaeteadores. Mirad la sombra de Rajoy. Poco o nada le llega, en comparación. Deduzco que no preocupa mucho a los que tendrían en teoría que estar lanzándole un arsenal de proyectiles. (El talante, como la crispación, no hace sombra alguna).
Saludos festivos a todos (hoy estoy de vacaciones),
Ya nadie lee el abc.
UN AMIGO DIJO...
Como siempre tocando los cojones con palabreria facilona y mucha demagogia...
Asi no hay manera de encontrar análisis sosegados de la gente de izquierdas, van a la brocha gorda y sin base real Y SIN ORIGINALIDAD.
Una pena, pues es cierto que la oposición del pp es una verdadera kaka... PERO LA LLEVAMOS TRES AÑITOS CONLA MISMA CANTINELA...
Oigan!! que los que tienen que gobernar son los de su cuerda!!
En fin paciencia, mucha paciencia.
saludos a todos
Para Tumbaíto:
ABC es el tercer periódico de España, tanto en tirada como en difusión, con confortable ventaja sobre el cuarto, que es La Vanguardia.
Enero-Diciembre 2006: tirada promedio 318.792, difusión promedio 240.225.
(http://www.introl.es/f_news.htm)
Para Anónimo:
Si algo le irrita, pruebe a no quedarse en la simple expresión de la irritación. Argumente algo, que será un placer escucharlo.
Saludos a todos,
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