25 noviembre, 2010

Deprimente

(Publicado hoy en El Mundo de León)
Me he propuesto caminar una horita cada dos o tres días, por lo menos. Algo es algo. Pero lo que de bueno tenga para el cuerpo ese afán de paseante, lo va a tener de malo para el alma, me temo. O tendré que cambiar de rutas. Pues me ha dado por patear algunos barrios o pueblos de las afueras y se me cae el alma a los pies, precisamente. Sin ir más lejos, ayer recorrí con ganas todo Villaobispo, pues en Villaobispo viví dos o tres años hace una década.
Hay todo un poblado nuevo donde antes había prados y caminos por los que yo trotaba. Casas y más casas, asfalto, frío. Las calles son sombrías, la mayor parte de los pisos están orientados para que el sol no les dé a ninguna hora. Eran las cinco de la tarde y las aceras tiritaban desiertas, como en una ciudad fantasma. Cuando, cada tanto, aparecía un niño en bicicleta y se esfumaba otra vez en un recodo, era un sobresalto para el caminante. No vi tiendas, las cafeterías y los bares tenían las persianas bajadas, en bastantes ventanas se leía el cartel de “se vende”.
¿Qué pensábamos? ¿De dónde salió tanto parroquiano que compraba pisos? La población baja, la natalidad desciende y las ciudades se expanden. En efecto, será que las habitan los fantasmas, ahora se ve. El constructor era el héroe local, el modelo para los niños, el ejemplo para las generaciones de mañana. Y si no tenía estudios ni nada, mejor, pues nos anima mucho pensar que sin títulos y con sólo cuatro mañas cazurras pueden hacerse ricos los más pícaros. Ahora no sé dónde estarán esos benefactores de la humanidad, pero estos días he encontrado piñas enteras de casas acabadas y sin vender, con sus calles sin urbanizar , puro lodazal.
El pueblo no ve nada cuando está deslumbrado. Y los que sí veían, los que sin duda sabían que íbamos al garete y que no había más que espejismo, cobraban su mordida o evadían toda responsabilidad y disimulaban, como si el maná fuera a durar siempre, como si del timo de la estampita se pudiera vivir por los siglos de los siglos. Ésos sólo pensaban en ganar las elecciones siguientes y temían perder el amor del elector si éste caía de la burra. Ahora ya no hay ni burra, pero seguiremos votando a los mismos. No hay redención posible para esta tierra puñetera.

3 comentarios:

Javier dijo...

No la hay, profesor, no la hay. Somos cainitas hasta la sociedad, quiero decir saciedad...

Un abrazo.

un amigo dijo...

¿No es un poco duro el juicio?

Quiero decir, mucha de esa gente, que ha metido la pata hasta las corvas, con la hipoteca y demás ritos culturales - ha pagado un duro precio. Será la primera generación en muchos decenios en tener un nivel de vida inferior al de sus padres.

No quiero con ello justificarlos; carguen con las consecuencias de sus acciones. Pero de eso a darles caña de esta manera ...

Salud,

Rogelio dijo...

A riesgo de hundir una de las pocas industrias con futuro en este pais; la de los fabricantes de antidepresivos; voy a hacer público un eficaz remedio que he descubierto para pasar buenos ratos, sin echar pan a los patos.

Se coge un ejemplar de la Constitución Española, se abre por una página al azar, se escoge al azar también un artículo cualquiera, lees con detenimiento el artículo electo y esperas unos segundos; en ocasiones pueden trascurrir algunos minutos hasta notar los primeros efectos; tras los cuales es de esperar que las risas que se haga uno superen con creces a las que provocaría una sesión continua de Tip, Coll y Gila juntos.

En mi caso uno de los que me produce más hilaridad, aunque lo lea 10 veces al día es el Art. 47, que dice: "Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, ......."