09 junio, 2008

País de masocas

Ayer, domingo, los periódicos leoneses daban cuenta del anuncio del presidente Zapatero en esta su tierra: de aquí al 2012 se instalarán en las carreteras españolas 1800 nuevos radares fijos y se espera que desde el Centro en Onzonilla se gestionen tres millones y medio de denuncias.
Lo que ha cambiado este país. Ahora reprimir y dar leña supone ganar votos. ¿Cuántas multas dice usted que me va a meter? Ah, más, por favor, qué bien. ¿Y que me va a controlar con radares a porrillo? Me muero de gusto, no pare, siga, siga. Con tanto paternalismo estatal, nos vamos quedando los ciudadanos en la tierna infancia, dependientes y sumisos hasta dar las gracias al que nos atiza. Si nos pegan, será porque nos quieren, no faltaba más. Luego un mimo de 400 euros y tan contentos. Palo y zanahoria. Ya cuando Franco se decía aquello de que a los españoles había que atarnos corto y que por eso sin dictadura acabaríamos en la anarquía. Pero no hay peligro, en democracia seguimos gimiendo placenteramente ante el castigo. Controles, admoniciones, avisos, advertencias, resta de puntos, multas, cárcel. ¿Para cuándo unos azotes? El pueblo goza y da las gracias, ofrece las posaderas al flagelador y se siente bien amado así. Voto al que más me regañe, cambio mi sufragio por un buen látigo que me zumbe.
Se dirá que de algún modo hay que poner coto a la lacra de los accidentes de circulación y qué mejor que vigilar y castigar. Vale. Pero resulta que también nos encanta que no nos dejen fumar, que nos prescriban un condón de esparto, que nos regañen por engullir hamburguesas y que nos amarguen la copita de vino, aunque en esto último fue el Gobierno a dar con las empresas y hasta ahí podíamos llegar. Que, si es por nosotros, ciudadanos en pompa, ya regaríamos el chuletón con agua sin gas para no contrariar al Ministerio de Sanidad.
Cuando los curas mandaban los enemigos del alma eran el mundo, el demonio y la carne. Ahora que imperan los progres de aguachirle, se han ido agregando pecados y prohibiciones, para que muramos con la satisfacción cierta de no haber disfrutado mayormente en vida, y así dará menos pena palmar. Hasta por una gracieta te puedes condenar, como cuando Franco. Entonces no podías hacer risas a costa del generalísimo pequeñajo y barrigón y ahora no debes contar chistes de mujeres ni de negritos ni de homosexuales ni de gordos ni de nadie que no sea del PP. Vivan las caenas.
Es cierto que la carretera mata demasiado, que el tabaco provoca cáncer y que el tocino te pone el colesterol como el Euríbor. Pero alguien debería también advertirnos de que el exceso de sumisión nos hace marionetas, beatos de la fe más insípida, ciudadanía light.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se nota que usted no tiene familiares o conocidos que han muerto en la carretera (o al menos si los tiene, seguro que NO eran queridos). No es de masocas desear que todo el mundo respete el código de circulación y así evitar el 90 y tantos % de muertes en carretera que se producen por cafrerías de unos desgraciad@s, simplemente es ser RESPONSABLES.

Anónimo dijo...

se nota que usted, anónimo (o anónima), no ha entendido bien el post que acaba de leer