27 enero, 2009

Jornada laboral universitaria

El “Borrador del Estatuto del Personal Docente e Investigador de las Universidades Españolas”, que el Ministerio del ramo somete actualmente a discusión, dispone en su artículo 28 que la jornada de trabajo del personal docente e investigador funcionario con dedicación a tiempo completo tendrá una duración máxima de treinta y siete horas semanales. Nada se dice de cuántas de esas horas semanales podrán pasarse en casa o de paseo.
En la universidad actual un buen número de profesores dedica ese tiempo, y más, a las labores propias de su oficio. Incluso mucha de la investigación del profesorado se hace a base de robar horas al descanso diario o al fin de semana. Pero también existe otra figura más frecuente de lo que debería, la del profesor ausente al que raramente se localiza en su puesto de trabajo y que tampoco compensa con grandes rendimientos investigadores su escasísima presencia. Llega con el tiempo justo para unas horas de clase cuando toca y, despavorido, retorna a sus lares, a sus quehaceres personales y a sus pasatiempos. Las excusas son variadas, pero predominan tres tipos de ellas. Hay quien alega sus reservas frente al ambiente y los compañeros, razón suficiente, al parecer, para quitarse de en medio sin remordimientos. Otros ponen sus obligaciones familiares como eximente incontestable, pues han de atender a su familia con dedicación total, sin conciencia de incompatibilidad ni reparo para cobrar el sueldo íntegro. Es un caso extremo de conciliación de la vida personal y laboral, pues se resuelve dejando casi de trabajar, pero sin merma de la remuneración.
Comentario aparte merecen los profesores cuneros, aquellos que mantienen su casa en ciudad distinta y alejada de la de la universidad que los alimenta. Tampoco éstos tienen reparo en hacer ver que el cambio de residencia les supondría grave quebranto y que, por consiguiente, es lógico que concentren sus actividades profesorales un día o dos a la semana, en el mejor de los casos, a fin de quedarse el resto del tiempo donde están mejor y más calentitos: en su casa lejana. ¿Algún otro funcionario se podría permitir tal lujo?
Parece que la política que viene trata de aumentar los incentivos para que el profesorado se esmere en sus tareas. Pero ¿alguna vez se va a controlar mínimamente o a poner en su sitio a los que cobran sin dar palo al agua y sin dejarse ver apenas?
(Publicado en Gaceta Universitaria)

4 comentarios:

Antón Lagunilla dijo...

Aúuuuuuuuuuuuuuu¡
(como diría el Hermano Lobo)

macias.garcia.daniel@gmail.com dijo...

¡Bravo!
A eso se le llama: poner a cada uno en su sitio.

Anónimo dijo...

Siempre dije que la ilusión de mi vida es fichar, para dejar de hacer unas cuantas cosas, entre ellas, corregir los domingos y fiestas de guardar. Por otra parte, estaría bien eso de dividir equitativamente las famosas treinta y siete horas entre investigación y docencia, de modo que si no da tiempo a preparar clases, atender alumnos o dar notas, ah, se siente, ya se han consumido las 18 y media correspondientes. Y eso sin buscar médicos que sólo atiendan en mi horario de ficha, un suponer.

Lopera in the nest dijo...

¿Me permite responder a la pregunta que hace al final de su post?.

NUNCA!!!!

Pero "alma de cántaro" (perdón por la familiaridad), ¿que Rector, Decano o Director de Departamento se va arriesgar a perder las siguientes elecciones?.
Pongamos un ejemplo para que lo entendan aquellos que están fuera de "alma máter".
Imagínense que en un Corte Inglés al gerente lo eligen los trabajadores. Y que en unas elecciones se presentan dos candidatos, uno de ellos propone que se trabaje duro para que se venda mucho y así obtener beneficios, y el otro propone que no se va a crontolar a nadie en los horarios de trabajo, que no se van a medir rendimientos, y cosas así. ¿Quién ganará las elecciones?. Pues eso...