23 enero, 2009

Pequeño manifiesto por una nueva democracia censitaria

Que no se me entienda mal ni se me eche a los pies de los caballos sólo por el título. Hay que explicarse. En los comienzos de lo que modernamente se llama democracia el voto no era universal, sino que solamente votaban los ciudadanos que disponían de cierto nivel de riqueza. Sostenía la doctrina de la época que sólo los mínimamente ricos tenían tiempo y maneras para pensar, para ilustrarse sobre la mejor conveniencia del país y para ponderar el interés general. Los otros, los menesterosos, eran fácil presa de la demagogia y podían obnubilarse en su desesperada lucha por la supervivencia, rehenes de políticos desaprensivos que tratarían de hacer su agosto engañando a las masas deprimidas y poco ilustradas. Tanto el sufragio activo como el pasivo constituían derecho privativo de los burgueses, de las gentes con oficio y beneficio.
Es obvio el propósito clasista y la manipulación de ese argumento. Pero puede que algo se pueda sacar en limpio si reformulamos la cuestión. Así como era una clase, casi una casta, la que antaño intentaba perpetuar sus privilegios a base de excluir al pueblo llano de la decisión democrática, hoy nos damos de bruces con una perversión paralela, pues son políticos de cierto tipo los que se han vuelto casta monopolizadora de la política y parásitos de la democracia: los políticos profesionales que carecen de otra profesión y de otro modo de vida que no sea el cargo, con su correspondiente sueldo. Trepan en el partido con una artera combinación de sumisión a los jefes y codazos a los compañeros, se agarran a los sillones con la desesperación del que no tiene más horizonte y fuente alternativa para ganarse cómodamente el cocido. Muchos que malamente saldrían adelante en el mercado profesional o que jamás ganarían su puesto en un concurso serio se aferran como posesos a la política como forma de vida. Para ello sacrifican los principios, prostituyen su ética, traicionan la historia de las siglas a las que se acogen e hipotecan su libertad de pensamiento y de expresión, todo en aras del afán de medrar y del miedo a tener que ganarse la vida como un currante del montón y en un curro de su nivel.
No son todos los políticos que vemos, desde luego que no, pero son muchísimos y se multiplican como replicantes. Hacen una pinza con la que en cada partido con posibles asfixian a cualquiera que se acerque con espíritu idealista, con una noble concepción de la política o con espíritu sincero de servicio al interés general. No hay más que verlos en parlamentos, ministerios y consejerías, disciplinados hasta la náusea, falsarios conscientes, serviciales con el que manda y fieros con el que les eche en cara las vergüenzas de su gremio. Basta observarlos cuando toca hacer las listas para unas próximas elecciones o cuando llega la hora de repartir puestos en un nuevo gobierno: frenéticos, ansiosos, maniobreros, aduladores, quemando los teléfonos, ofreciéndose impúdicos en las esquinas más oscuras de la sede, desmelenándose en halagos y promesas de eterna fidelidad al líder. Procónsules de baja estofa, mercachifles de la baratija política, mercenarios del sí-bwana.
Lo mismo sirven para un roto que para un descosido, pueden votar disciplinadamente cualquier ley, pues no se les escogió por entender de ninguna, pueden replicar a cualquier oponente con el argumento más artero, pues ninguno les plantea problemas de conciencia o de coherencia, ya que tienen claro su oficio y su razón de ser: estar ahí para lo que les manden y mantenerse a cualquier precio. No son todos, repito, pero son muchos; posiblemente la mayoría. Y aumentando. Saben que nadie les moverá su silla si ellos sujetan la del jefe, están convencidos de que Roma sí paga traidores, de que con la concepción personalista de la política que ahora impera, el juego consiste en que el electorado vota a éste o aquel líder “carismático” (con un carisma que manda pelotas, pero ése es tema para otro día) del partido y éste les premia a ellos con el mismo celo con que el amaestrador de perros les arroja un trozo de carne cuando han mordido donde debían. El fin de las ideologías es su medio natural, puesto que ellos no profesan ideología ninguna que merezca ese nombre, nacieron para esbirros, para mantenidos, para lameculos de secretarios generales y de organización.
En teoría, sería sencillo eliminarlos de un plumazo. Bastaría con una nueva versión de la democracia censitaria: que no pueda ser candidato electoral ni ser elegido para ningún cargo de libre designación política quien no haya cotizado un cierto número de años a la seguridad social fuera de la política, quien no acredite una profesión cierta y una aptitud para comer de otra cosa. Que tengan de qué vivir, para que no se empeñen en vivir de nosotros.
Si no se quiere hacer mucha sangre, que se instaure un régimen transitorio para que no nos quedemos hasta sin Presidente del Gobierno. Por cierto, ¿alguien sabe cuántos pleitos llevó Zapatero como abogado y en qué bufete? ¿Alguien sabe cuántos años fue profesor asociado a tiempo parcial en la Universidad de León y cómo llegó ahí? ¿Y el premio de quien le consiguió ese contrato? Yo sí lo sé, todo, pero lo cuento otro día, si a ustedes les apetece. Es una historia ejemplar. Ejemplar de narices
No sería la panacea esto que modestamente se propone, pero algo mejoraríamos, seguro.

16 comentarios:

macias.garcia.daniel@gmail.com dijo...

Esta medida expulsaría del gremio a un alto porcentaje de políticos y les cerraría las puertas a otros tantos que están por llegar. Sería injusta con algunos ya que se quedarían en el camino; con un buen trabajo y un buen sueldo, no todos querrían seguir su camino hasta llegar a la política. Pero sería una buena forma de "filtrar" toda esa morralla venidera.

Anónimo dijo...

¿Cuánto ha cotizado a la Seguridad Social Rosa Díez? Es pura curiosidad.

Anónimo dijo...

Pues pareciéndome justa su propuesta creo que podemos/debemos profundizar algo más en el concepto de democracia.

Insisto en mi duda, transmitida a la Moncloa a través de varios correos electrónicos y sin respuesta a día de hoy:

¿ Como puedo participar directamente en la decisión de que petardo/a debe abandonar la casa de gran hermano y paradójicamente no puedo participar en las decisiones que me afectan y me importan ?.

¿ Como puedo participar directamente cada día en múltiples cuestiones tan banales como por ejemplo si la polca que se marca Ortega Cano supera con mucho el vals de Julio Salinas y en cambio soy un convidado de piedra en la decisión del edil de mi pueblo de pavimentar sus calles con marmol de Carrara, a razón de 500 euracos de vellón el m2 ?.

¿ Como se me niega la posibilidad de participar en la decisión de si nos sumamos a la guerra contra el imperio del mal de turno, porque así lo decida un imbécil con bigote o un subnormal con más ceja que cerebro, si es a mi hijo al que le puede tocar morir o matar ?.

Quizás es que uno no dé más de sí, pero simple y sinceramente no lo entiendo con la cabeza y no me gusta con el corazón.

Anónimo dijo...

Venga, Profesor, anímese y cuéntenoslo.

Anónimo dijo...

Magnífica propuesta: elegante, concisa y eficaz.

Y por favor, anímese y cuentenoslo...

Anónimo dijo...

¿dónde hay que firmar el manifiesto de rogelio?

Anónimo dijo...

A mí si que me gustaría saber cómo llegó ZP al profesorado y qué premio le otorgaron al que lo propició.

Anónimo dijo...

Si, si, por favor, cuéntenos lo de Zapatero, que siempre me ha parecido un misterio...
Criaturilla

Chuki dijo...

cuanto aprendo con usted,
tanto como me amplia horizontes...

un saludo

Emilio dijo...

Excelente blog, acabo de descubrirlo y comparto muchas de sus opiniones. Solo felicitarlo y animarlo a seguir escribiendo porque creo que transmitir estas reflexiones y hacer pensar a la gente es un buen punto de partida para iniciar los cambios que tanto necesitamos. Ánimo y suerte!

Anónimo dijo...

Querido D. Garci:

Aquí, en plan 2.0, intento ayudar a responder la duda que plantea el primer anónimo sobre si Rosa Díez pasaría el corte.

"Rosa Díez (...) trabajó como funcionaria en la Administración Civil del Estado (telefonista en la Diputación Foral de Vizcaya) desde 1973, afiliándose al PSOE y a UGT en 1977. En estas organizaciones ocupó distintas responsabilidades internas tales como la Secretaría Confederal de Administración Local de UGT, Secretaría de Movimientos Sociales y la de Política Institucional en la Comisión Ejecutiva del PSE, o miembro del Comité Federal del PSOE".

Fuente (por decir algo): http://es.wikipedia.org/wiki/Rosa_D%C3%ADez . O sea, que puede tener de cierto un 20% aprox.

Peeero si es cierto, entonces son CUATRO AÑAZOS CUATRO (como mínimo) de cotización a la Seguridad Social como telefonista antes de chupar de la teta partitocrática. Si con eso se cumple el requisito, ya no sé decirle.

¡Y me batiré en duelo singular con quien dude que si UPyD falla, Rosa D'España volverá a su puesto de telefonista en la Diputación con los bolsillos limpios y la frente alta, copón ya! Nada de Lobbies ni nada por el estilo.

Juan Antonio García Amado dijo...

Uy, mecachis, se me había olvidado controlarle el currículo a Rosa Díez. Si lo sé no lo escribo. No me di cuenta de que antes de hablar de estas cosas conviene mirar si cumplen las exigencias que a uno le gustarían los políticos que le parecen más chulis.
Es que todavía no he pillado el hábito de pasar mi reflexión por el tamiz de la disciplina, aunque sea de la disciplina mental. Maldito indisciplinado.
Menos mal que los independientes siempre están al quite para recordarle a uno lo importante que es la coherencia. ¿Me estaré convirtiendo en un pensador orgánico y, encima, incongruente?
Nada, nada, un día de éstos borro
ese post, cuyas ideas de fondo tan difícilmente se sostienen.
En adelante me didicaré nada más que a comparar los programas y las políticas concretas con que los partidos las realizan. Lo importante es la fidelidad, que para eso somos pensadores independientes del copón.
Saludos cordiales.

Anónimo dijo...

No me sea susceptible, Don Garci. Usted ha sido quien ha publicado su criterio. Y me parece razonable. Yo lo he empleado en no pocas ocasiones (como con el peluquero Auvetero). No vale que quepa criticar a todos los políticos menos a Santa Rosa de España. Eso sí sería "fidelidad al partido", meines Erachtens.

Y como usted -bien lo sabemos- sólo es fiel a sí mismo y no a disciplinas partidistas (dice el periodista "partidarias"), sé que es bienvenido mi disenso al respecto en este foro, por más que le parezca erradísimo.

Ya sabe que a mí Dª Rosa me parece más de lo mismo, pero encima dando lecciones. Mujer del aparato sociata justo-justito después del fin del franquismo, treinta años de Apparat, consejera sociata incluso a medias con el PNV, exiliada dorada en Bruselas hasta que por allá pintó como pintó.

Y hoy, con alianzas estratégicas con la caverna, como si para los fines considerados justos por ella fuese lícito hacerle el caldo gordo a un Losantos.

Prof., que qué quiere que le diga. Que tiene razón. Que joder qué tropa.

Anónimo dijo...

¿Alguno de ustedes conoce si existe relación entre licenciarse en derecho y acabar como político?
Por cierto, Rajoy fué registrador de la propiedad durante 1 año +/-

Un cordial saludo

Hans dijo...

Muy atinado, Don Garciamado.

Anónimo dijo...

Yo propongo una alternativa. Para que cada uno de los políticos pueda ser elegido, que en las elecciones se vote personalmente a los candidatos y no por listas como es ahora. De forma que cada uno de los candidatos a diputados tendrían que defenderse a si mismos ante los votantes, tendrían que exponer sus ideas y sus objetivos, tendrían que venir avalados por su trabajo anterior, bien en otro ámbito o bien en la propia política, por las leyes que han impulsado, por las propuestas que han lanzado en el parlamento. Y no como ahora que las listas son las que son y son nombradas a dedo por el partido, de forma que solo pueden ser elegidos los que ya han sido elegidos por el partido.
A mi me gustaría mas una política mas personal que de partidos, donde todos y cada uno de ellos tuvieran que dar la cara ante sus votantes.
En definitiva, listas abiertas para las elecciones.