Escribe hoy Arcadi Espada una columna que no sé si me reconforta o me deja más perplejo. Pues perplejo e intranquilo me tiene el asunto de los trajes de Camps.
Para empezar, me da no sé qué ponerme a opinar sobre ese caso. Digo más, cada vez se me quitan más las ganas de opinar sobre ningún asunto gobernado por la testosterona política. Dices esto o lo otro de un personajillo de un partido de un lado o del otro y, cataplán, se te viene encima la tropa de guardianes del Gran Primo y te pone de vuelta y media. Así que, paso de decir que es bueno o malo uno del PSOE o uno del PP, al menos mientras no me tope con algún amigo que simpatice con el PSOE y esté dispuesto a defender, aunque sólo sea una vez y un poquito, a uno del PP, o con algún seguidor del PP que esté dispuesto a decir que uno de su cuadra puede ser un felón. Ustedes ya me entienden. Paso de debates teológico-políticos.
Pero, como uno es incongruente hasta la médula, en esta última ocasión diré algo más. No me sorprendería ni lo más mínimo que Camps o cualquier otro pepero fueran unos corruptos de libro. Igual que no me sorprendería de cualquier figurón del PSOE. Si abundan más los sinvergüenzas a uno u otro lado de esa raya puramente imaginaria de las siglas, es tema que dejo para la gente de fe. A mí, en el fondo, casi me importan tan poco, a estas alturas de la película, como que gane el Madrid o el Barça el próximo gran partido que los enfrente. O sea, y dicho más claro para el caso de autos, que parece bastante evidente que Camps era amiguísimo de la pandilla de salteadores que pululaba por los mentideros -¿mentideros?- del PP y que cabe que entrara al juego del do ut des y del qué me regalas si te concedo tal chollo. Pero a lo que vamos es a lo del traje o los trajes, y pongamos que se demuestra -no parece difícil- que efectivamente se los regalaron, y que no se demuestra -eso habrá que verlo- que el regalo era a cambio de algo. Porque quedamos en que en Derecho penal no se puede andar con presunciones de culpabilidad ni con meras sospechas y que las cosas hay que probarlas como Beccaria y su séquito mandan.
Así que tenemos que probablemente los listillos de marras le regalaron unos trajes a Camps. Y tenemos que, o me pongo a estudiar Penal en serio, cosa que me da repelús con estos calores, o me creo a pelo que ahí, y sin más, además de mucha inmoralidad, hay auténtico delito, dizque de cohecho. Lo cual, si se da por sentado, me lleva a dos conclusiones francamente sorprendentes y una pizca estimulantes. Una, que, como dice el Espada, nos hallamos ante un auténtico subidón de la moral colectiva, de la ética pública y de la autoexigencia de esta sociedad que siempre gustó de entenderse a media luz los dos. Ojalá sea verdad. Otra, que conozco a un montón de gente que corre serio peligro de ser imputada por andar emputeciéndose por recibir regalos. Para no ir más allá de la prosa cotidiana, pondré solamente un par de ejemplillos de andar por casa. Hace unos meses mi señora y yo íbamos a irnos de viaje y ella descubrió, dos días antes, que tenía caducados el pasaporte y el DNI. Se fue corriendo al departamento correspondiente de la comisaría y el funcionario le dijo que huy, fatal, que eso lleva un trámite y un tiempo y que mire qué cola. Ella aplicó su mejor arte a la súplica y el funcionario transigió y uso su omnímodo poder para darle en cinco minutos carnet y pasaporte, nuevecitos. Y, agradecidas que son las leonesas, acudió mi chica a la confitería, compró un caja de bombones, de los caros, y se los entregó al buen señor. Vale, hay muchas diferencias, pues mi mujer no es sospechosa de andar amañando corruptelas rentables, pero... Otro caso. Tengo amigos en la guardia civil y me entero de que todos los años las aseguradoras de coches les organizan una opípara cena a los de tráfico. Supongo que será nada más que porque les resultan simpáticos y tal.
A mí mismo nunca me ha caído el famoso jamón, pero una vez acabé convenciéndome, en uso de mi libertad de juicio y sin otra razón, de que un pobre estudiante, burrillo pero esforzado, debía aprobar pese a que no le alcanzaba la nota. En la revisión le subí la calificación, se marchó todo contento y, al cabo de unos días, recibí unas botellas de vino con una nota en la que él y su familia me calificaban de rumboso y ejemplar profesor. Ahora me pongo a recordarlo y tiemblo. O quien sabe si me estoy autoinculpando y en cualquier momento llama un juez a mi puerta y me dice que me va a caer el escaso pelo. También me contaron que en tiempos era relativamente frecuente que, cuando un cátedro estaba en un tribunal de cátedras y votaba al menos competente y éste triunfaba con tal voto, dicho cátedro benefactor era recompensado con un aluvión de conferencias bien remuneradas en la universidad del afortunado y en otras en las que mandaba la misma escuela. Cosa, dicho sea de paso, que el cátedro de marras ya sabía y esperaba al votar así. Otras veces ocurría al revés: el que iba a formar parte de un tribunal era casualmente invitado a dar unas conferencias pagadas en la universidad de alguno de los candidatos. Puro azar.
Dicho todo lo cual, ni justifico las actitudes de la dirigencia del PP en este caso ni me importa un pimiento el destino político de Camps, y me trae al fresco que dimita o que se abanique con las obras completas de Von Liszt. Sólo afirmo que hay que ver cómo evoluciona el Derecho penal y que, ahora que vemos tantos funcionarios y carguetes cómo le pelan las barbas al valenciano, más nos vale ir echando a remojar las nuestras.
No sé si me he explicado.
Para empezar, me da no sé qué ponerme a opinar sobre ese caso. Digo más, cada vez se me quitan más las ganas de opinar sobre ningún asunto gobernado por la testosterona política. Dices esto o lo otro de un personajillo de un partido de un lado o del otro y, cataplán, se te viene encima la tropa de guardianes del Gran Primo y te pone de vuelta y media. Así que, paso de decir que es bueno o malo uno del PSOE o uno del PP, al menos mientras no me tope con algún amigo que simpatice con el PSOE y esté dispuesto a defender, aunque sólo sea una vez y un poquito, a uno del PP, o con algún seguidor del PP que esté dispuesto a decir que uno de su cuadra puede ser un felón. Ustedes ya me entienden. Paso de debates teológico-políticos.
Pero, como uno es incongruente hasta la médula, en esta última ocasión diré algo más. No me sorprendería ni lo más mínimo que Camps o cualquier otro pepero fueran unos corruptos de libro. Igual que no me sorprendería de cualquier figurón del PSOE. Si abundan más los sinvergüenzas a uno u otro lado de esa raya puramente imaginaria de las siglas, es tema que dejo para la gente de fe. A mí, en el fondo, casi me importan tan poco, a estas alturas de la película, como que gane el Madrid o el Barça el próximo gran partido que los enfrente. O sea, y dicho más claro para el caso de autos, que parece bastante evidente que Camps era amiguísimo de la pandilla de salteadores que pululaba por los mentideros -¿mentideros?- del PP y que cabe que entrara al juego del do ut des y del qué me regalas si te concedo tal chollo. Pero a lo que vamos es a lo del traje o los trajes, y pongamos que se demuestra -no parece difícil- que efectivamente se los regalaron, y que no se demuestra -eso habrá que verlo- que el regalo era a cambio de algo. Porque quedamos en que en Derecho penal no se puede andar con presunciones de culpabilidad ni con meras sospechas y que las cosas hay que probarlas como Beccaria y su séquito mandan.
Así que tenemos que probablemente los listillos de marras le regalaron unos trajes a Camps. Y tenemos que, o me pongo a estudiar Penal en serio, cosa que me da repelús con estos calores, o me creo a pelo que ahí, y sin más, además de mucha inmoralidad, hay auténtico delito, dizque de cohecho. Lo cual, si se da por sentado, me lleva a dos conclusiones francamente sorprendentes y una pizca estimulantes. Una, que, como dice el Espada, nos hallamos ante un auténtico subidón de la moral colectiva, de la ética pública y de la autoexigencia de esta sociedad que siempre gustó de entenderse a media luz los dos. Ojalá sea verdad. Otra, que conozco a un montón de gente que corre serio peligro de ser imputada por andar emputeciéndose por recibir regalos. Para no ir más allá de la prosa cotidiana, pondré solamente un par de ejemplillos de andar por casa. Hace unos meses mi señora y yo íbamos a irnos de viaje y ella descubrió, dos días antes, que tenía caducados el pasaporte y el DNI. Se fue corriendo al departamento correspondiente de la comisaría y el funcionario le dijo que huy, fatal, que eso lleva un trámite y un tiempo y que mire qué cola. Ella aplicó su mejor arte a la súplica y el funcionario transigió y uso su omnímodo poder para darle en cinco minutos carnet y pasaporte, nuevecitos. Y, agradecidas que son las leonesas, acudió mi chica a la confitería, compró un caja de bombones, de los caros, y se los entregó al buen señor. Vale, hay muchas diferencias, pues mi mujer no es sospechosa de andar amañando corruptelas rentables, pero... Otro caso. Tengo amigos en la guardia civil y me entero de que todos los años las aseguradoras de coches les organizan una opípara cena a los de tráfico. Supongo que será nada más que porque les resultan simpáticos y tal.
A mí mismo nunca me ha caído el famoso jamón, pero una vez acabé convenciéndome, en uso de mi libertad de juicio y sin otra razón, de que un pobre estudiante, burrillo pero esforzado, debía aprobar pese a que no le alcanzaba la nota. En la revisión le subí la calificación, se marchó todo contento y, al cabo de unos días, recibí unas botellas de vino con una nota en la que él y su familia me calificaban de rumboso y ejemplar profesor. Ahora me pongo a recordarlo y tiemblo. O quien sabe si me estoy autoinculpando y en cualquier momento llama un juez a mi puerta y me dice que me va a caer el escaso pelo. También me contaron que en tiempos era relativamente frecuente que, cuando un cátedro estaba en un tribunal de cátedras y votaba al menos competente y éste triunfaba con tal voto, dicho cátedro benefactor era recompensado con un aluvión de conferencias bien remuneradas en la universidad del afortunado y en otras en las que mandaba la misma escuela. Cosa, dicho sea de paso, que el cátedro de marras ya sabía y esperaba al votar así. Otras veces ocurría al revés: el que iba a formar parte de un tribunal era casualmente invitado a dar unas conferencias pagadas en la universidad de alguno de los candidatos. Puro azar.
Dicho todo lo cual, ni justifico las actitudes de la dirigencia del PP en este caso ni me importa un pimiento el destino político de Camps, y me trae al fresco que dimita o que se abanique con las obras completas de Von Liszt. Sólo afirmo que hay que ver cómo evoluciona el Derecho penal y que, ahora que vemos tantos funcionarios y carguetes cómo le pelan las barbas al valenciano, más nos vale ir echando a remojar las nuestras.
No sé si me he explicado.
8 comentarios:
Propongo echar (sin derecho a readmisión ni indemnización alguna) a Cháves y Camps.
Lalala lalito, limpio a los politiquillos corruptillos.
Ya lo dijo un tipo hace años: "Para que el mal triunfe basta con que los hombres de bien se queden cruzados de brazos.”
Por cierto, su burrillo estudiante, hoy en día, está metido en política, sin duda. "Anda queee!
Un cordial saludo.
Creo que ya da todo igual, la nave está tocada y hundida, va a ser cuestión de tiempo.
Lo siguiente será ver a la gente en la calle, sin acabar de creerse , ni comprender todavía lo que está ocurriendo, pero muy hastiada, con mucho miedo y con mucha rabia larvada.
Pero en Castaña tenemos sobrada experiencia en pasar de la gran secada a la gran remojada y de estar con los brazos cruzados pasamos a dar hostias como cosa tonta, en menos tiempo en que mi Imelda tarda en mercarse unos zapatos.
Chaves, Camps, Pototo y el de la Moto deberían irse a su casa, a cascarla incluso, para empezar desde el subsuelo una profunda profilaxis de un pais que llorará por lo que pudo haber sido y por la terapia a aplicar.
Ya metidos en harina y puestos a prejubilar, desearle un feliz retiro, que de lo de dorado ya se han encargado otros, a Maikel Sumaje, porque para no arbitrar, ni moderar ya me dirán que pintan, y para hacer portadas ya tenemos a la Esteban, que es más de andar por casa.
Hombre, D. GA: no es imposible que tres órganos jurisdiccionales y dos fiscalías se hayan equivocado en la valoración del caso en vez de juzgarlo como los bomboncitos de su Santa, pero es poco probable.
1. La propia normativa administrativa establece que existe un margen de dádivas admisible; y eso vincula a la interpretación del Código.
2. Aquí eso nos ayuda a interpretar el término "en atención al cargo". Se trata de dádivas que pretendan "estar a bien" con el cargo para ulteriores contactos y puedan comprometer la imparcialidad. Si DESPUÉS del contacto con el funcionario y cuando éste no se va a repetir le hacen regalos por importe de 12.000 euros, pues mire: raro, pero ná más. Pero si CONSTANTE EL CONTACTO con el funcionario o autoridad, y existiendo riesgo de atentado contra la imparcialidad, lo acepta, ya es otra cosa. ¿A que vería usted muy raro que el alumno le regalase al profesor ANTES DEL EXAMEN 12.000 euros en bebestibles?
(¿Y si además viese usted que el alumno aprueba en todas las asignaturas donde agasaja a los profesores con 12.000 euros... y a sus ayudantes con Jaguars... y a sus tesoreros con 300.000 en billetes de 500?).
3. En lo de las cátedras no puedo sino darle la razón: siempre prevaricación y cohecho. Más prevaricaciones que cohechos. Lo que no entiendo es que lo equipare usted a la botellita de marras o los bombones de rigor. Dicho en plata: ninguno de los prevaricadores universitarios vería problemas en admitir en público la botellita del doctorando o la plaquita de los alumnos de último curso (no arriesgan la imparcialidad), pero JAMÁS admitiría en público incurrir en los vergonzosos enjuagues que sostienen nuestro sistema de asignación de plazas universitarias.
Joer, acabo de entender el título...
Por cierto, un clásico sobre cohechos, esta vez con un policía: "¡Qué escándalo! ¡Acabo de enterarme de que en este local se juega!".
LA ÚLTIMA BOLOÑESA:
AQUÍ
y con el póster completo
AQUÍ
(Eso sí: grave error en la noticia de Público. Dicen que las braguitas son rojas, cuando en realidad son negras).
Y yo que una vez le regalé a un político (bueno entonces no se dedicaba a la política) una lata del mejor aceite de oliva extra virgen del mundo. ¿Cometimos un delito?. Por favor, respóndame que vivo sin vivir en mí ...
Otra cosa, ¿menos seria?, es este artículo .
DE GARZÓN...
Rafael del Barco Carreras
Otra astracanada, o enchufando su particular ventilador... un insulto a los que hemos sufrido la corrupción de DERECHA E IZQUIERDA... ¿cuantos le pagaron a él en Nueva York?.
En este momento en que alegremente los de LA CAIXA anuncian querellas para septiembre con BILLONES DE LAS ANTIGUAS PESETAS perdidos por acreedores y ahorradores, INMOBILIARIA COLONIAL SA... que también se anuncia por fin el juicio por la corrupción de LA DELEGACIÓN DE HACIENDA DE BARCELONA con delitos de HACE VEINTE AÑOS... y corrupción... tras corrupción... con el SISTEMA FINANCIERO ESPAÑOL...podrido... y la JUSTICIA otro tanto...y jugando a los trajecitos...
Ver www.lagrancorrupcion.com y www.lagrancorrupcion.blogspot.com
Eso sin tener en cuenta, en las épocas navideñas, las Cestas de dos pisos, las Patas Negras de 10 Kg. y demás menudencias, que llegan a las antesalas de Alcaldes, Concejales (de Urbanismo fundamentalmente), Consejeros Autonómicos, Jefes de Gabinete de los anteriores, Directores Generales, Gerentes de Empresa Públicas, Ministros, etc....
Ah!!! y se me olvidaban las anchoas (hmmmm!!!) de Revilla a ZP.
(¿La terminación, por fin, de la A-67 a finales de Julio tiene que ver con las anchoas?)
Si es que todos tenemos un poco del Lazarillo de Tormes, y llevamos los genes de Rinconete y Cortadillo, en el fenotipo, el genotipo, el tipo, y sobre todo la jeta.
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