Es un día divertido. Tristemente divertido o divertidamente triste. Me encontré por los pasillos a un par de colegas (funcionarios,
of course) que habían votado al cazurro cutre. Iban jurando en arameo, y con la risa que me vino casi se me olvida que yo soy funcionario también y me va a caer la rebaja. Me refiero a votantes zapateriles de segundas. Con los de la primera vez no me meto para nada. Con los repetidores, sí. Hace falta ser pardillo para no calar a ese pequeño cretino después de haberlo visto gobernar, mentir como un bellaco, engañar a todo zurrigurri, alentar las pasiones más bajas de la gente, dividir todo lo posible al país, ensañarse con los mejores de su partido, derretirse ante los cresos, aparentar y sólo aparentar con los símbolos y la palabrería más vacua. En fin, para que seguir. A fastidiarse todos. Es la democracia y así se acepta. La mayoría manda. Zapatero fue el más votado. Pues ya está. La temporada en el purgatorio la pasamos todos de la mano, los ciegos y los que, aun miopes, eran y son capaces de ver lo evidente: que el que con niños se acuesta meado se levanta y que el que vota a un indocumentado impresentable se arriesga a que su candidato preferido gane las elecciones.
Se acepta, repito, pero a veces pienso que hay gente que lo votó a sabiendas y nada más que para joder, por masoquismo y mala fe. El bueno de John Rawls ponía en la base de su teoría de la justicia el presupuesto de que los humanos somos autointeresados, pero no envidiosos; esto es, que cada cual busca maximizar su bienestar, pero nunca renuncia a grados de bienestar propio con tal de ver perder más al vecino. Yo, modestamente, después de observar a los votantes zapateriles de segundas -insisto, no me meto con los de la primera vez: había que verlo y comprobar lo que daba de sí, y veníamos de lo que veníamos; alguno de estos lodos viene también de aquellos polvos con bigote- me permito dudar de que Rawls tuviera razón: aquí hay gente que ha votado a Zapatero por el puro gusto de ver cómo el país se va a tomar por el saco, o con psicología de jugador de ruleta rusa: a ver a quién le cae el tiro de la pistola esa, cargada, que hemos puesto en manos del tonto del pueblo. Ahora, chitón y a aguantarse. RIP.
Pero volver hoy a la carga con la descripción de la incapacidad y la falta de categoría humana, moral, política e intelectual de Zapatero no tiene una maldita gracia y ya me arrepiento del párrafo anterior. Es como pegarle a un taradito. Aunque releo y vuelvo a lo que quería decir: que se chinchen mis compañeros de curro que lo votaron. Por ellos va el desahogo. Yo asumo por demócrata el resultado de lo que con sus votos nos trajeron, pero no tengo por qué callarme lo que pienso sobre su frivolidad y su descarriado entendimiento de lo que significa la izquierda. Porque manda cataplines votar a Zapatero con el argumento de que somos de izquierda y él es un izquierdista. Manda cataplines, vuelvo a decir. Rompetechos veía muchísimo mejor. Y manda narices votarlo porque no hay otro voto posible si no es el de Rajoy. Retrato en desnudo y con cagarrutias de lo que es la estulticia del llamado voto útil, que es el más inútil y lelo de los votos. ¿Que se ve usted izquierdista a tope? Pues vote usted a IU, querido/a amigo/a. ¿Que no quiere eso ni a Rajoy? Pues ahí tiene a UPyD, a los partidos nacionalistas o a cualquier partido testimonial. O no vote. O vote en blanco. O vote nulo. Pero anda que hay que tenerlos cuadrados para votar a Zapatero de segundas. Cuadrados y huecos. Así que hala, a sostenerla y no enmendarla. Apóyelo de nuevo a la próxima y a la siguiente. Con un par. De neuronas. Y nos vemos en la caverna comiendo sopa de ortigas, corazón.
Hoy es un día sombríamente gracioso y dramáticamente simpático. He pasado un rato mirando los comentarios de los lectores a las noticia del día en
El País y
El Mundo y está diciendo la gente unas verdades como puños sobre cómo y en qué se podría recortar gasto. Verdades como puños. Estaría bien hacer una pequeña antología aquí y a lo mejor lo intento más tarde, si me queda un poquitín de tiempo al final del día.
¿Cómo me siento personalmente, en mi condición de funcionario con muy aceptable sueldo? Pues trataré de explicarlo con el necesario pormenor. El trasfondo de la reflexión, cómo no, es esta crisis, con este paro del veinte por ciento y este endeudamiento público del más del once.
Si miro nada más que hacia mí mismo, no tengo nada que objetar a la rebaja de mi sueldo. Me alcanza para vivir cómodamente lo que ha de quedarme y sé de qué puedo recortar si vienen más apreturas. Ya se me ha quitado, en una hora, la tentación que me rondaba estos días, la de cambiar de coche para tener uno como el de mi amigo César. Mano de santo. Ojalá eso que voy a ganar de menos sirva para tapar un agujero de verdad o para socorrer a alguien que esté en apuros y no se lo embolse el cabronazo de un banco o, peor aún para mi gusto, un paniaguado de alguna Consejería nombrado a dedo por andarle con el dedo al Consejero o la Consejera. Tal cual.
Ah, pero ¿ven?, en cuanto miro alrededor me voy calentando y acabaré echando chispas. Aticemos el fuego de la santa indignación.
Primero. Hasta ahora me dolía cobrar lo mismo, poco más o menos, que otros colegas cercanos o lejanos que no dan golpe, que ni trabajan ni dejan trabajar, que son unos sinvergüenzas y que fardan de profesores universitarios sin merecerlo ni justificar su puesto con el rendimiento correspondiente. Ahora me llevan los demonios al reparar en que a ellos no les van a rebajar los emolumentos más que a mí y que ellos seguirán a lo suyo y yo a lo mío, como antes. Eso sí, estoy segurísimo de que el grito en el cielo estos días lo pondrán ellos más que nadie. Yo con esos tipos no voy ni a huelgas ni a manifestaciones ni a comprar yogures, aviso. Yo solicito formalmente que fusilen a unos cientos de ellos; no sólo para ahorrar, también como escarmiento y para tener al menos un indicio de que la Providencia existe (es un lugar en las afueras de Gijón, con preciosas vistas sobre la bahía de San Lorenzo) y los dioses no nos abandonan.
Segundo. Bien está lo de la rebaja de los sueldos funcionariales, ya lo he dicho. Pero miro alrededor y veo gasto inútil a mansalva. ¿Por qué no empezamos por ahí? Ejemplifico con lo próximo a mí, pero cada uno que sepa algo de Administraciones públicas podrá establecer con facilidad las correspondencias. ¿Cuántos cargos hay en la universidad de León -o en la de Sierra Morena, da igual- en Rectorado, facultades y escuelas, departamentos, institutos universitarios, etc.? Sobran, sin ningún género de duda, dos terceras partes. Además, ¿a cuánto asciende en total de los suplementos que por los cargos se pagan? Ahora esos puestos puntúan para las promociones y para comprar leche pasteurizada en Carrefour, así que fuera pagas: un tercio de los cargos y sin compensación económica. Y si no aparece quien los ocupe, a cerrar universidades, facultades o departamentos. Se acabó el chollazo.
Les confesaré un secreto. Me lo guardan, por favor. También me tranquiliza el saber que, pela arriba o abajo, seguirán llegándome esos cholletes que vienen con sobresueldo: evalúa esto, informa sobre lo otro, asiste a aquella comisión con dietas. No soy de los que más ganan por ahí, ni con mucho. ¿Y saben qué? Inútil todo. Cuento. Cachondeo. Disculpas para atrapar euros extra. Fuera comisiones, agencias, y demás. Se ahorraría mucho. Y entonces, preguntará alguno, ¿cómo hacemos, por ejemplo, para asignar proyectos de investigación, para decidir cuál se financia con dinero público y cual no? Pues de cajón: por factores externos y con automatismo: número de tramos de investigación del investigador principal, más media de tramos del equipo, más algún otro índice objetivo (número de publicaciones indexadas, número de idiomas en que se ha publicado...). Y sanseacabó.
¿He dicho proyectos de investigación? Pues mire, prohibido gastar ni un euro de ellos en viajes y dietas. Los dineros son para aparatos y libros. Nada más. Insisto, que cada uno haga la equivalencia en otros campos. Por ejemplo, tengo amigos en el mundo de la Justicia que se lo pasan pipa -casi como profesores- de curso en seminario y de seminario en jornadas. A gastos pagos y para actualizarse, cómo no. Córtese ese gasto de raíz. O finánciese sólo el viaje y la estancia del que al final del curso apruebe un examen sobre lo tratado.
Pero ampliemos el horizonte del cabreo y pasemos al punto tercero. Echemos una mirada a ministerios, consejerías, ayuntamientos, diputaciones... Cuevas de Alí Babá. Cargos a porrillo, nombramientos a dedo, concursos amañados, parientes y conmilitones enchufados, multiplicación de puestos innecesarios y de plazas inverosímiles. ¿Solución? A la calle los de libre designación. ¿Más? Aplicación estricta del principio de mérito y capacidad. ¿Más? Nada de tarjetas institucionales ni de comidas de trabajo ni de dietas por desplazarse al ayuntamiento de al lado. Ni de bajas laborales por la cara. Y tantísimas cosas... Ah, y los liberados sindicales menos liberados: una hora a la semana. Y sobra, al menos en la Administración.
Cuarto. Pero salgamos al fin de la Administración. Hay una crisis, vale. Y una deuda del copón, de acuerdo. Y congelamos las pensiones y el sueldo de los funcionarios, está bien. ¿Y las grandes fortunas del país? ¿Y las sicav? ¿Por qué las superpensiones vitalicias de los politicastros? ¿Por qué se salvó a los bancos que había que dejar caer? ¿Por qué ningún fiscal está investigando el dinero desaparecido en la Caja de Castilla-La Mancha y en otras? ¿Por qué la ley no permite meterle un paquete al partido político que se ha financiado ilegalmente o que ha seleccionado para sus listas ladrones profesionales? ¿Por qué se suprimió en casi todas partes, por cierto, el impuesto de sucesiones? ¿Por qué hasta hoy mismo se está pagando el llamado cheque-bebé lo mismo al hijo de desempleados que al nieto de Botín? ¿Por qué se regalaron por igual al pobre paupérrimo que al rico riquísimo aquellos cuatrocientos euros con los que el cazurro compró votos como si estuviéramos en la monarquía bananera en la que estamos, rodeados de feladores de bananas? ¿Por qué, maldita sea, en este país hay cada vez menos igualdad de oportunidades y no va a mejorar eso, sino al contrario, ahora que a mí me bajan el sueldo?
Quinto. ¿Y si miro hacia atrás? ¿Por qué, si la crisis la veía hasta un ciego, me han subido el sueldo el año pasado y el anterior y han seguido regalando cheques y descuentos y cuentos? ¿Por qué, durante la crisis y hasta ayer mismo, han seguido creciendo los puestos de funcionario y los cargos a dedo y los departamentos inútiles y los gastos estúpidos y las subvenciones ofensivas? Por cierto, puesto que me reducen el sueldo, exijo, que, en justa compensación, no haya un euro más para, entre otras cosas, los directores de cine, las galerías de arte inverosímil, las esculturas kitsch en las calles, la iglesia católica, los sindicatos verticales y los proyectos de investigación sobre las partes del clítoris o del prepucio, sean éstos míos, de Pajín o de s.p.m. Y si no se atiende mi petición, me lo voy a cobrar yo como pueda. Aviso.
Sigo mirando hacia atrás y me pregunto por qué hace dos años y hace dos días el cazurro felón nos dijo que no se iba a tocar el dinero para gastos sociales, y ahora atizan a las pensiones, nada menos; que no habría ajuste duro, y ahora toma ajuste. Y así sucesivamente. No digo en este instante que esté bien o mal lo de las pensiones -está mal, salvo en el caso de las verdaderamente altas, que son pocas- o lo del ajuste, sino que digo: ¿por qué consentimos que este cabroncete mienta de tal manera y como si nada? ¿Y ese mentiroso es el que decide recortarme a mí el sueldo y por su mala cabeza y su mala gestión del país y de la crisis voy a ganar menos ahora? Pues me cisco en sus antepasados, que en gloria estén, ya está. Advertí que me iría calentando.
Ah, pero por qué cambió de idea. Sexto. Atentos los defensores del orgullo patrio y los entusiastas del antiamericanismo. Llamó Obama ayer. Quieto parao. Firmes, ¡ein! Pero ¿no era este cantamañanas el que no se levantaba al paso de las tropas del Imperio? Corcho, pues ahora basta una llamada del Emperador y me encoge a mí el sueldo. Tócate aquello. También lo llamó la Emperatriz, la Merkel, lo llamó al orden en Bruselas. Yo no digo que falte razón o razones a Obama, Merkel, Sarkozy o el Lucero del Alba. Yo sólo pregunto: ¿qué clase de payaso con personalidad apabullante es éste que nos gobierna? ¿Quién manda aquí? ¿Para qué y para quién se gobierna aquí?
Eso sí, tenemos un gobierno de izquierdas y progresista que alucinas. Habrá quien aún lo crea. ¡Cielo santo! Recuperar la izquierda es lo que hace falta, ya lo creo que sí. Y rescatar un partido socialista que no haga escarnio de su nombre.
Séptimo, y último. Está bien, tenemos lo que merecemos para el país de descerebrados y pillos que somos. Pero estamos llegando a un excelente momento para volver a pensar un poco y para replantearse unas cuantas cosas. Es necesario cambiar de cabo a rabo el modo de organización y de funcionamiento de este Estado (o lo que diantre sea esta Cosa). Esto ya no puede volver a ser ni Jauja ni la cueva del pirata Morgan. Sobra Comunidades Autónomas o sobran las Comunidades Autónomas; y si no sobran CCAA, sobra Administración central del Estado. Sobran ayuntamientos y hay que reorganizar los que queden. No sé para qué diablos sirven las diputaciones además de para colocar a fracasados furiosos. Y no digamos la falta que hacen y lo que cuestan ciertos organillos consultivos y similares. A determinados gastos ha de ponérseles tope legal. Los trabajadores públicos han de ser reclutados con respeto escrupuloso a los principios constitucionales de mérito y capacidad. La Administración pública tiene que ser gestionada exactamente con el mismo rigor con que se gestiona la empresa privada eficiente.
Y lo más urgente: por el procedimiento que sea, hay que sacar de las Administraciones públicas, trátese de la estatal, la autonómica, la local o la institucional, a los inútiles que se han hecho fuertes en ellas; cueste lo que cueste; pase lo que pase. Y, mientras tanto, un nuevo lema: escupe al zángano y al enchufado. Y manda al carajo al que te insinúe que va a votar otra vez a Zapatero; por insolidario, fachorro y desalmado. El votante, digo.