04 agosto, 2010

Vaselina en la universidad

(Publicado el pasado 15 de julio en El Mundo de León)
El lunes este periódico encabezaba una información con este titular: “Las universidades públicas de la Comunidad se suman a una red mundial de conocimiento”. Me sobresalté, pues yo creía que, al ser “universidades”, ya estaban conectadas al conocimiento mundial, sin falta de más tejemanejes. Pero resulta, según el subtítulo, que “Fomento prevé crear una malla académica regional y conectarla a la nacional, RedIris”. Conectados a tope ya estamos, tanto en las universidades como en la mayoría de las casas, por lo que mi curiosidad no hizo nada más que crecer.
Es como cuando se empieza a mentalizar a la pareja para que acepte el divorcio sin dar mucha guerra: que si has sido importante en mi vida, que si sé que no encontraré jamás a alguien como tú…, pero voy a intentarlo, compréndeme y no te enfades. En realidad yo voy a sufrir más que tú con esta separación inevitable. Pues lo mismo aquí, aunque no lo parezca a primera vista. Pues de entrada te cuentan que se pretende que los investigadores de estos pagos puedan conectarse instantáneamente con sus colegas de cualquier lugar del mundo. Estupendo, pero eso ya está, para investigadores y para pueblo en general. Cada vez que viajo lejos, hablo gratis con mi familia y la veo, nada más que con ayuda del ordenador y un programita que se descarga sin coste. Luego te dicen que la documentación de cualquier universidad de de esta Comunidad va a poder consultarse desde las otras. De cajón, lo raro es que aún no sea posible, a estas alturas.
Pero todo eso son los juegos preliminares, es la captatio benevolentiae, el masaje previo a lo que sí va a doler. Porque hay gato y está encerrado en estos parrafitos: “el número uno de cualquier disciplina podrá dar clase a miles de alumnos a la vez” y “desaparece el espacio físico y se consolida la universidad on line”. Ah, era eso. Todas las universidades serán universidades a distancia. Sobrarán profesores y muchos de los que hay quedarán de tutores y puros burócratas. No digo que esté mal ni bien, son los tiempos. Lo que me hace gracia es que mis colegas en el Claustro no se enteran y siguen tan felices soñando con cátedras y aulas. Les va a doler bastante, por mucho que nos anestesien.

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