08 abril, 2014

Emoticonos. Por Francisco Sosa Wagner



Confieso que me he enterado hace poco del significado de la palabra “emoticono” que es, según la Docta Casa, un “símbolo gráfico que se utiliza en las comunicaciones a través del correo electrónico y sirve para expresar el estado de ánimo del remitente”.

¿Para qué usar palabras si con un dibujito basta para decir a nuestro interlocutor que estamos sufriendo un cabreo denso y oscuro, o vivimos un estado de felicidad propio del cristiano que está a punto de yacer con odalisca, o de ansiedad cercano al que transmite la Esposa del Cántico de san Juan de la Cruz?  Unos simples y fáciles trazos resuelven el compromiso y eso está muy bien porque así tenemos tiempo para otro afán, por ejemplo, para seguir poniendo sms o “guasapes” o enviar una autofoto (selfie, otra novedad) de Lupita en el preciso momento en que compra una pizza de cuatro quesos. La única objeción que pongo es que el emoticono ya viene confeccionado por la industria que ha fijado su plantilla convencional y no es el producto de la gracia como dibujante del remitente. Esto es de una vagancia intolerable y signo de muy poca imaginación. A mí me suspendían de manera porfiada y perseverante en la asignatura de Dibujo cuando estudiaba el bachillerato pero me atrevería a dibujar una cara que exprese alegría o tristeza y, aunque es verdad que no me saldría la paloma de Picasso, sí algo presentable y desde luego inteligible.

¡La cantidad de emoticonos que circularán por las redes en todas las direcciones lanzados como botellas de náufragos! Al meditar sobre ello, me tortura la idea del emoticono como objeto de espionaje transatlántico y el aspecto que tendrá el espía de emoticonos. En las películas hemos visto a estos, a los espías, haciendo fotos de un documento comprometido en medio del sigilo y de la tensión de la situación que crea el espionaje rectamente entendido. Pero no logro imaginarme a ese mismo espía llevándose un emoticono a su archivo oculto de agente secreto y tejiendo conclusiones de relevancia política o comercial para venderlas luego a un Obama lejano y jupiterino. ¿Tendrá el KGB personal especializado para la interpretación de los emoticonos como Freud tenía el sofá para interpretar los sueños de sus pacientes y aventurar hipótesis sobre sus insatisfacciones? ¿Tendrán los generales de la OTAN sus emoticonos para anunciar una misión de alto riesgo? ¿Alguien imagina a Hitler mandando un emoticono a su colega polaco avisándole de que empezaba la segunda guerra mundial?

Ahora bien, fuera de estas inquietudes preciso es convenir que el emoticono está bien porque refleja las ideas sencillas con las que hoy circulamos: o se está feliz o se está disgustado. O se está inflamado de amor o se cultiva un odio fanático. Hay poco lugar para matizar los estados de ánimo y expresar entereza ante el infortunio, aplomo, espíritu de servicio, entrega a una causa noble, frugalidad, parsimonia, ascetismo etc pues para todo ello es necesario seguir recurriendo a la palabra, esa reliquia del pasado, ese vestigio remoto de una época antigua y felizmente caducada.

Veo que hay poetas que empiezan a usar los emoticonos en lugar de la métrica y ya solo se espera que nos traduzcan a emoticonos los versos de Jorge Manrique o de Gerardo Diego. Así será más fácil leer sus obras. Tenemos que saberlo: el emoticono, primo de la siglas y cuñado de las abreviaturas, es hoy la nueva palabra en germen porque la antigua, la clásica, irá siendo borrada poco a poco y quedando reducida a una ligera espuma, a la ligera espuma del mar de los emoticonos.   

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que ya SOBRAN emoticonos...

Anónimo dijo...

Ahora, junto al metro de Ciudad Universitaria, en la Universidad Complutense de Madrid, hay un autobús de donación de sangre de la Cruz Roja. Donad sangre.

Y leed el ABC de vez en cuando, majos.

Gracias, profesor.

David.

Javier Tizon dijo...

No sobran emoticones porque son lenguaje universal sobran leyes que no se refunden, excesivas y pijoteras. Sobran regulaciones y tasas judiciales. Sobra jerga de letrados, chaquetas, corbatas y togas. Faltan profesores de Derecho en los colegios y que los niños aprendan a respetar las leyes justas.