El sábado a las siete de la mañana voy a tomar el avión y veo a G. Me muestra la testuz como bóvido mal encarado, pero, con todo, al caer a su lado en la fila para el control de embarque digo un "buenos días" que encuentra un sonido gutural y seco como respuesta. Pienso: vaya, no muge, gruñe. Mi fuerte nunca fueron las especies. Tampoco los géneros.
Ya me lo temía y, en efecto, ocurre. Llego al país C., me desplazo a T., y estaba allí. Iba a lo mismo que yo. Fastidiado, me digo que tampoco voy a rehuir ni el encuentro ni la mirada de quien no sé por qué me tiene tan atravesado. Al fin y al cabo, no creo que lea ni este blog. No creo que lea. Así que seguimos cruzándonos y continúa su cara de estreñimiento mental compulsivo. Acaba resultándome divertido. Se le desatan los humores cuando me divisa, qué pasión. Varios colegas de distintos mundos me dicen que ahí hay alguien de mi universidad española, yo pongo cara de circunstancias y, sin más, ellos dice que sí, que que carácter, que cómo está el mundo y que por qué la gente no se meterá algo para aplacar los furores. Otorgo callando.
Nunca en la vida he hablado con G. Me odia desde antes de conocerte. Creo que porque tenemos amigos comunes, entre ellos algún tarado del que aquí hablé a veces y en cuyos muertos sí me cisqué en alguna ocasión, harto ya de tanta trola y de tanto timo. Creo que alguna vez ha invitado a G. y a su consorte a dar una conferencia remunerada en Viana do Bolo o algún sitio así, y, claro, eso lo agradece mucho la yunta. Pero me gustaría saber qué bolas les contó de un servidor mientras les sobaba el lomo y les lamía su autoestima maltrecha, pútrido cátedrolingus.
Que los dioses nos den enemigos y no mindundis en celo. Esto podría ser de Cavafis, ciertamente, pero se lo acaba de inventar un servidor. De nada.
En fin, por lo demás bien. También vi cabras, ovejas y un par de cerdos, aunque éstos estaban en una carnicería y colgaban abiertos en canal. En el mundo no todo es injusticia y desproporción.
2 comentarios:
Todos tenemos enemigos: es el precio que se paga por ir cumpliendo años. Dios me los dé inteligentes.
Estupendo palabro, el de cátedrolingus. Y descriptivo como pocos.
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