22 enero, 2014

El porvenir de mis estudiantes y el futuro de este país



Vaya por delante que esta entrada quiero escribirla con mucho tacto y con sincero respeto a todo el mundo, y en particular a mis estudiantes. Las consideraciones generales que haré son eso, consideraciones generales que resultan de la fría objetividad de los números y de algunas observaciones elementales, y en nada quieren ofender o dañar a ninguna persona en concreto, pues bien sé que en cualquier grupo humano hay de todo y que cada cual se debe a sus circunstancias y está marcado por su biografía.

En los pasados meses he impartido la asignatura Teoría del Derecho, correspondiente al Grado en Derecho, primer semestre del primer curso. Estudiantes recién llegados a la uni, pro tanto. Tenía doscientos seis alumnos matriculados, en dos grupos (¡ay, Bolonia!, convertida en Villamelones de Abajo). La materia objeto de examen final se la proporcioné yo por escrito en un elemental manualillo o apuntes por mí redactados y que recogen la esencia de las sencillas explicaciones de clase. Son ciento trece páginas de  redacción que pretende ser muy clara. El examen final constó de treinta preguntas que eran o de test con elección de respuesta, o de completar una palabra o de señalar verdadero/falso. Algunos de ejemplos de las preguntas:

- “Los requisitos de la analogía son: a).........................; b).....................” (Había que contestar: similitud entre el supuesto regulado y el no regulado e identidad de razón).
A esta pregunta, de 90 estudiantes, 22 contestan bien, 28 la dejan completamente en blanco y los otros responden erróneamente.

- “Las dos tesis centrales del positivismo jurídico son la tesis de ....................... y la tesis de ..............” (La contestación correcta era: tesis de la separación conceptual entre derecho y moral y tesis de las fuentes sociales del derecho -o del carácter convencional del derecho o cualquier otra manera equivalente de expresar la idea). De los 90 llamados a responder a esta pregunta, la contestan bien 12. Del resto, 36 sencillamente la dejan en blanco sin intentarlo ni escribir una sola palabra, y los demás contestan cosas generalmente muy chuscas. La cuestión era extensamente tratada en el texto de base y fue explicada en clase a lo largo de al menos tres o cuatro horas.

- “Alexy define las reglas como mandatos taxativos y los principios como........” (Respuesta: mandatos de optimización).
Esta pregunta les tocó a 90 estudiantes. Sólo 34 responden correctamente. De los otros, 36 dejan la respuesta en blanco y el resto, 20, ponen diversas ocurrencias.

- “Los jueces y Tribunales tienen el deber inexcusable de resolver en todo caso los asuntos de que conozcan, ateniéndose al sistema de fuentes establecido. Esto lo dice el artículo: a) 17 Código Civil   b) 4.1 Código Civil   c) 1.7 Código Civil   d) 25.1 Código Civil   e) 14 Constitución   f) 1.1 Constitución   g) 123 Código Penal  h) 16 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano” (Respuesta correcta: 1.7 Código Civil).
Esta pregunta les tocó a 89 estudiantes. De ellos, la contestaron con acierto 39. Por tanto, fallaron en esa pregunta 50 estudiantes. Dicha pregunta había sido formulada, con diferentes expresiones, en varios ensayos de examen y pruebas anteriores, siempre de carácter voluntario.
Todas las preguntas habían sido ya planteadas anteriormente en algún “control” voluntario de la correspondiente lección y de todas esas cuestiones se habló en clase por extenso.

Para que el amable lector se haga cargo de la situación, he de aportar algunos datos adicionales. En esta Facultad de León se entra en el Grado en Derecho prácticamente sin nota de corte, casi con un cinco pelado. Hay bastantes estudiantes que escogieron Derecho como quinta o sexta opción y que pidieron León como décimo lugar. Bien sé que algunos de estos jóvenes que llegan sin antecedentes brillantes acaban haciendo una buena carrera, pero no es lo más común.

Desde el primer día de mis clases les indico que la asistencia a clase es discrecional. Les voy dando el texto de estudio con bastante antelación y les hago exámenes voluntarios de cada lección, que cuentan para la puntuación por evaluación continua. Las preguntas que pongo en esos “controles” suelo repetirlas en el examen final.

Se aprueba la asignatura con un cinco sobre diez. Por actividades de evaluación continua se puede conseguir hasta tres puntos, que se suman a los del examen final. Quien en el examen final saque un tres y tenga dos puntos de evaluación continua, acaba con un aprobado, cinco. Ni la mitad de los doscientos hicieron algún amago de concurrir a alguna labor de las que cuentan para conseguir tales puntos y que fueron siete en total. De los doscientos seis, nada más que cincuenta y nueve tenían algún punto por evaluación continua.

Un ejemplo. Antes de las vacaciones de Navidad les dije que a la vuelta, en enero, tendríamos un debate sobre un librito de unas ochenta páginas en formato pequeñito, opúsculo entretenido, muy bien escrito y de tema jurídico de máxima actualidad. Dije que el que leyera el libro y me enviara por correo electrónico alguna observación, crítica o pregunta sobre el contenido ganaría puntuación para evaluación continua. A todos los que me mandaron algo los premié con 0,5 puntos (cada actividad bien hecha de evaluación continua se recompensó con 0,5 puntos, hasta un máximo de 3). ¿Cuántos fueron esos estudiantes que hicieron algo con el librillo? 27. ¿Qué pasó con los otros? No tuvieron ganas de leerlo, aunque para ello dispusieron de un mes.

Estos son los resultados finales.
- Estudiantes matriculados: 206 (unos 150 de nueva matrícula; los otros, repetidores).
- No presentados: 27 (13%).
- Suspensos: 107 (51%).
- Suma de no presentados y suspensos: 134 (65%).
- Superan la asignatura, con notas de entre cinco y diez: 72 (34%).
- Consiguieron algún punto por evaluación continua: 59 (28%).
- De los 72 que superan la asignatura, 49 tenían algún punto por evaluación continua. Sólo 23 aprueban sin haber concurrido a los ejercicios de evaluación continua.

Tremendo, sí. Pero al pedagogo oligofrénico que me venga con que el fracaso es mío le voy a soltar cuatro frescas y me voy a ciscar en sus muertos, pues ese tipo de desarrapados académicos son los verdaderos causantes de que estemos como estamos.

El día del examen final ocurre algo muy curioso. A aproximadamente la mitad de los estudiantes que concurren jamás los he visto o, como máximo, han pasado por las clases un día o dos al principio, para curiosear. Están en su derecho y no me parece mal en absoluto, sus exámenes los corrijo con el mismo baremo que los de los demás. Pero hay algo impepinable: de esos perfectos desconocidos y ausentes contumaces, el noventa por ciento suspende, y suspende con una nota estrepitosamente baja. No dejan de ir a clase para aprovechar el tiempo estudiando en clase o en la biblioteca, no.

Sin querer ser desconsiderado con nadie, repito, y huyendo de la exageración, creo que no es desatinado afirmar que por lo menos una tercera parte de los estudiantes que he tenido matriculados no estudia nada de nada de nada, nothing at all, niente, überhaupt nichts, ni palo al agua. Por supuesto que hay otros que sí se esfuerzan, unos con buen rendimiento y otros sin tanto éxito. Pero la duda que a mí me atormenta es ésta: ésos que no dan golpe y que de treinta preguntas del estilo de las que he mostrado antes contestan bien nada más que a cinco o seis, ¿a qué se dedican durante todo el curso? ¿Qué hacen? ¿Dónde están? ¿En qué gastan el tiempo? Por supuesto, si uno cruza sus datos con los de los profesores de otras asignaturas, ve que también en las demás cascan, al menos en aquellas en las que se califica con una mínima seriedad y sin pamplinas ni engañabobos.

Esa cuestión atinente a qué hacen ésos y dónde ven pasar los días merecería una investigación muy rigurosa y seria, pues es determinante para entender una parte del mundo que nos rodea y del futuro que nos espera. Un ingenuo podría creer que gastan mucho rato leyendo novelas o viendo películas o escribiendo unos poemas amorosos u hojeando los periódicos de información general o escuchando la radio; o hasta dándose al sexo, mira tú. Nada más lejos de la realidad, con las excepciones de rigor, por supuesto. Basta preguntarles cosas tan simples como cuál es el nombre del Ministro de Justicia, por qué andan los gobernantes europeos molestos con Obama en cuestiones de espionaje, qué le pasó a Hollande la semana pasada, cuántas Comunidades Autónomas hay en España o qué partido gobierna en la gallega o la extremeña, para darse cuenta de que carecen por completo de información general y viven radicalmente de espaldas al mundo que los rodea, en lo que no tenga que ver con su casa y los amigos con los que chatean o se mandan mensajes con el móvil. Eso sí, de fútbol lo saben absolutamente todo casi todos. Pero ni se nos ocurra interrogar sobre qué escritor es el autor de tal o cual novela, ni aún ofreciéndole medio aprobado en la asignatura al que lo diga bien. Usted les pregunta, por ejemplo, quién escribió el “Ulises” o “Tiempo de silencio” o “El jinete polaco” o “La colmena”, y el noventa y pico por ciento de los chavales y chavalas no tiene ni lejana noción.

Otra pregunta del examen era así: según el art. 137 de la Constitución “el Estado se organiza territorialmente en .............................,, en ........................ y en las Comunidades Autónomas que se constituyan”. Eso estaba en los “apuntes” que se les entregaron y había sido explicado en clase al hilo de ciertos temas teóricos generales. Había que responder, obviamente, “municipios” y “provincias”. Si preguntamos a nuestro peluquero, a la pescadera, al repartidor del gas, al pastor de las ovejas, al dependiente del supermercado..., dan con la contestación, pues es humillantemente básica. De mis estudiantes, no llegan a veinte los que responden, la mayoría dejan en blanco esos espacios o dicen cosas tan peregrinas como “localidades” y “lugares” o “ciudades” y “pedanías” o "sitios" y "barrios". Palabra de honor.

¿Estoy insinuando que estos muchachos sean mala gente? Para nada. Bien al contrario, al tratar con ellos se comprueba que se trata, en su gran mayoría, de unos auténticos buenazos, almas cándidas. El problema está en otra cosa: la mayoría aterriza en la universidad con muy mala formación y sin el más mínimo hábito de trabajo. Insisto en que hay de todo, claro que sí, pero muchos no son capaces de entender lo que leen o lo que oyen, pues su léxico es limitadísimo. El otro día, en el examen, varios me preguntaron qué significa “atávico”.

Al principio del curso les dije que el que dedique una media de cuatro horas diarias al estudio serio, cinco días a la semana, consigue el título sin dificultad y hasta con notas brillantes, pero que me refería a horas de estudio cierto, no de estar en clase o en los pasillos de la Facultad o de hacer chorradillas como pasar apuntes “a limpio” e infantiladas así. Se levantó un rumor tremendo en el aula y, ante mí insistencia para que se explicaran, atentamente me hicieron ver que les parecía una desmesura tener que estudiar a tope cuatro horas cada día de lunes a viernes, poco menos que un escarnio y un atentado contra los derechos más básicos del ser humano. Contraataqué preguntándoles cuántas horas trabajaban al día su madre y su padre, ya fuera en la empresa, ya en la casa. Callaron. Y que cuántas horas les parecía que laboraba y por qué sueldo la limpiadora que veían en el pasillo de la Facultad o el que de vez en cuando encuentran limpiando los cristales o el que conduce el autobús en el que vienen al campus o el del taller al que llevan el coche a cambiar el aceite. Siguieron en silencio.

Cada curso hay tres o cuatro estudiantes ya entrados en años, desde alguno que trabaja como asalariado o que es autónomo y ha decidido estudiar una carrera, u otra carrera, hasta el que se ha jubilado o se ha quedado en paro y quiere ver qué tal es Derecho. No falla, éstos son los que sacan las mejores notas y los que no dejan de hacer ni una sola tarea y de hacerla con esmero. ¿Por qué será? Porque están acostumbrados a arrimar el hombro. Es más, suelen estos mayores comentar que nunca se habían imaginado que fuera esto tan fácil hoy en día y que no entienden a sus compañeros jovenzuelos que se quejan de agotamiento y que no hacen mayor cosa día tras día.

Vuelvo al tema que me inquieta, al de dónde están y a qué se dedican esos peculiares estudiantes jornada tras jornada. Por los pocos casos que puedo conocer un poco más de cerca, me hago mis hipótesis, pero tal vez yerro. Creo que la mayoría se levantará muy tarde, tipo once o doce, después de dormir unas trece horas, quizá alguna más. Tras un muy relajado desayunar tardío, se dan una vuelta por el campus y hablan un poco con algún amiguete, generalmente del partido de ayer o de si Messi merece el balón de oro más que Cristiano o no. Tal vez luego cae un cafetillo, con una partida al parchís o a las cartas, puede que un pequeño paseo. Después de comer procede una siesta o un par de horas de sofá viendo alguna cosa en la tele. De seis a siete se ordenan unos apuntes o se revisa el correo electrónico y se baja la lección que colgó el profesor de cualquier asignatura. A las ocho se ha quedado con unos amigos  para ver juntos el partido de fútbol de hoy y, entre pitos y flautas, te dan las doce despierto y te vas a la cama con síntomas de agotamiento. Otro día sin sexo, pero es que no queda tiempo para nada y anda uno exhausto. Además, al día siguiente acaba el plazo para presentar unos ejercicios de Derecho Romano y todavía no has mirado nada, con lo que pones el despertador para las diez de la mañana y confías en no desvelarte esta noche por culpa del exceso de ketchup que has tomado con la hamburguesa.

Cuando se habla de estas cosas entre “mayores”, siempre hay alguno que pregunta aquello de “y los padres qué dirán”. Me parece que hay que distinguir dos situaciones, siempre hablando de este treinta por ciento de estudiantes maulas. Por un lado están los que viven en la casa familiar. Hago una apuesta: de éstos que sacan malas notas, la gran mayor parte jamás ha echado en casa una mano a nada, están acostumbrados a tomar la sopa boba y que les pongan y les quiten el plato, les laven y planchen la ropa, les limpien los zapatos, les compren los calzoncillos o las bragas y baje el padre o la madre corriendo al súper a mercar natillas si al niño o a la niña no le gustan los yogures que hay en casa de postre para ese día. Parásitos que ven normal su vida y que se agotan hasta por respirar, pues jamás han tenido una sola responsabilidad. Cuando algún profesor en la escuela los suspendía, allá acudían los papás a ver al tutor y acababan poniéndole al infante un profesor particular, negándose siempre los progenitores a asumir la durísima verdad: ese hijito de sus entretelas, además de ser intelectualmente muy corto es un vago y un sinvergonzón, aunque majo de trato si no está bebido.

El segundo grupo lo forman los que moran fuera de la residencia familiar, en otra ciudad y en pisos compartidos o residencias. Todo el que alguna vez haya alquilado pisos a estudiantes o haya visto cómo le dejaron a un amigo el piso alquilado sabrá que hay una parte de tales inquilinos (otro tercio, supongo) que son unos auténticos marranos. Puede haber en una papelera del salón docenas de compresas usadas. En la cocina o la terraza llegan a apilarse bolsas de basura de más de un mes, nada más que por no tomarse el trabajo de llevarlas al contenedor. Bajo las camas, las pelusas se han solidificado, pues nunca pasó el inquilino una escoba por allí. Si apoyas un pie en la bañera, te quedas pegado, tan profunda y densa es la capa de roña. Y aquí apunto otra hipótesis que habría que comprobar con calma: dime cuán cerdo es ese estudiante o esa estudiante y, con muy poco margen de error, te diré cómo es su rendimiento académico. ¿Por qué? Porque a aquél al que le parece un esfuerzo sobrehumano bajar la basura o fregar los platos de la cena mucho más inverosímil le ha de resultar estudiar veinte páginas de Derecho Constitucional o de Economía. Mientras las familias no vuelvan a dar caña no salimos de esta miseria intelectual y moral y de esta pereza irrefrenable. Sobre el papel es muy sencillo: el que come en esta casa, ayuda a recoger los platos y a fregarlos o meterlos en el lavavajillas; el que quiera su ropa limpia, que ponga la lavadora o, al menos, que la eche al cubo de ropa para lavar. Aquel al que no le guste lo que tenemos hoy para cenar, que se haga él otra cosa o que se quede sin comer, nada de esa voz de madre que dice “¿quieres que te haga una francesita o un arroz blanco?”.

Es el efecto mariposa. Por haberlo dejado toda la vida tirar al suelo del salón los calzoncillos sucios que acaba de quitarse, resulta ahora que su hijo no es capaz de sacar más de un uno (sobre diez) en ningún examen; por haberle permitido levantarse toda su vida a la una de la tarde, no puede él ahora ponerse ningún día a estudiar a las nueve de la mañana, pero a las nueve de la noche tampoco, pues le viene el sopor y tiene que dormir sus quince horitas, mi sol pequeñín, mi bebecito guapo; por no haberlo obligado jamás a limpiar el agua que deja esparcida por todo el baño cuando se ducha, lleva esta lumbrera destruidos varios pisos de estudiantes y una habitación de residencia universitaria, mientras tú, papá tonto o mamá boba, crees que está esforzándose una barbaridad para sacar las ocho que le quedaron de primer curso.

¿Vamos los padres a cambiar? Por convicción o propia iniciativa, no. ¿Entonces? Sólo donde se pase hambre. Es muy curioso el destino de estas generaciones que ahora estudian. Los que peinamos canas hemos vivido mucho mejor que nuestros padres, pero ellos, nuestros hijos, van a vivir mucho peor que nosotros. Y en parte será por culpa nuestra. No sólo porque nosotros hemos robado todo lo que había y gastado cuanto se nos puso por delante, hasta lo que no teníamos, para sentirnos pijo-progres de nivel y expertos en vinos y sushi, sino también porque nos ha dado pereza educar a nuestros vástagos. ¿Que el jovenzuelo dejó mierda en el suelo del baño o echó la vomitona en su habitación? Vaya por Dios, ya lo limpiará la asistenta. No hemos sido tolerantes por amor, sino por pereza. Educar es jodido, cuesta esfuerzo y hay que mantenerse firme y hasta dar ejemplo. Y qué ejemplo das tú, querido amigo, cuando tu hijo se da cuenta de que esa baja laboral es tramposa o si capta que los muebles del despacho de tu casa los has cargado a la Administración falsificando unas facturillas. Y así.

Me repito, pero no importa. Mi padre y mi madre, en el campo, se levantaban a las seis y se acostaban a las diez o las once. Comían a las dos, echaban una cabezadita breve y a las cuatro ya estaban otra vez en la tierra o con el ganado. Cenaban a las nueve. No había más pausa, ni una más, y así siete días a la semana y todo el año. No tenían vacaciones tampoco. Si se ponían malos, ajo y agua, tenía que hacer uno lo de los dos. Yo me crié ahí. Cuando no estaba en el colegio, como en fines de semana o vacaciones, a las siete me llamaban para echar una mano. Cuando estudiaba la carrera, al llegar por la tarde de la Facultad de Oviedo tenía que ir con mi padre a segar o a sacar patatas o a plantar alguna cosa o a limpiar el ganado o apilar el estiércol. Y, sobre todo, sabía que o estudiaba y me buscaba la vida rápido o trabajaba toda mi vida en el campo o de obrerete mal pagado donde se terciara. No había posibilidad de que me mantuvieran por mi cara bonita hasta los treinta y tantos o para siempre.

¿Cuántos de estos estudiantes míos de ahora que aciertan menos de diez preguntillas de treinta, en una materia tan sencilla y breve y con un examen como de juguete, cuántos, digo, han trabajado alguna vez en serio en alguna cosa? ¿Cuántos han leído algún libro que no sea uno de texto del colegio? ¿Cuántos se han hecho alguna vez su cama o se han planchado una camisa o un pantalón? ¿Cuántos se han levantado alguna vez de la mesa para ayudar a quien está recogiendo los cacharros de la comida? ¿Cuántos han tomado por sí una decisión importante de su vida? ¿Cuántos saben lo que es no tener dinero, ni un euro, para salir este fin de semana o para pasar las vacaciones? ¿Cuántos han probado a leer de vez en cuando un periódico para enterarse de lo que pasa en el mundo o de cómo puede ser su vida en este país dentro de dos o diez años?

Al no leer mayormente ni atender a los noticiarios, la mayoría de los protagonistas de estas historias desconocen cómo pintan por aquí las próximas décadas, esas en las que ellos se van a hacer treintañeros y cuarentones. Y si oyen de refilón eso de que ya salimos de la crisis y que vamos como motos, que no se dejen engañar, por favor. No volverán tiempos como los que hemos disfrutado sus padres. Porque vamos a ser un país de camareros con sueldos bajos y de obreros con contratos siempre inestables y cada vez más horas de trabajo y salarios más escuálidos. Porque se están acabando para siempre ciertos servicios públicos que funcionaban muy bien y eran un lujo en el mundo, empezando por la sanidad pública y siguiendo con la educación primaria y secundaria gratuita y no del todo mala. En adelante, de eso y de lo demás, de buena educación, buena sanidad, buenas zonas urbanas, buena calidad medioambiental, buena seguridad pública, etc. sólo va a poder disfrutar..., quien pueda pagar por ello. Y los que no pillen un trabajo de los importantes no van a poder pagar, aunque trabajen, porque lo de ser mileurista ya no va a ser la excepción, sino que es y será la regla, también para los que hayan estudiado una carrera o dos. Se van a salvar muy pocos y nada más que caben dos caminos para esa salvación y para una vida con algo de calidad: o la corrupción o el esfuerzo tremendo del individuo para vencer obstáculos. Y, a propósito de esfuerzo, no echemos en saco roto la opción de emigrar, después de haber aprendido idiomas y otras habilidades necesarias para hacer carrera en países que estén creciendo y no, como España, convirtiéndose en el antro en el que inviertan mafiosos y hagan su agosto las empresas con menos escrúpulos.

Mis queridos y sinceramente apreciados estudiantes y mis muy considerados padres y madres de mis estudiantes, esto es lo que hay. Quien tenga ahora algún hijo de entre cinco y veinticinco años ya puede ir espabilándolo y haciéndolo despabilarse. Porque los chollos se acabaron y ya no hay cabida para más enchufados ni van a salir montones de plazas de cualquier cosa. Para tener un porvenir que merezca ser vivido hace falta ya estar entre los mejores y, además, tener nervios templados y voluntad de acero. Por desgracia, a muchos de estos amables estudiantes que no hacen ni el más ligero esfuerzo, que se fatigan con la lectura de diez o veinte páginas, que no pueden dormir menos de diez horas al día, que aparecen a la hora del examen final sin que nadie haya tenido noticia previa de que estaban vivos, a éstos les espera una vida bastante jodida, salvo que les toque la lotería o aprendan a hacer la calle en algún partido político de los grandes o tenga papá una empresa potente que no vaya a quebrar el año que viene. Pero ellos no se dan cuenta, no lo ven venir, pues están alienados, ajenos, en la inopia, felizmente indocumentados, fervorosamente mecidos por el amor familiar y gastándose los últimos duros de la cartilla de los parientes más cercanos.

Por la misma regla de tres y con este país que tenemos, tampoco va a haber para pagarme a mí una pensión de jubilación con la que se pueda comer, ya lo sé. Pero al menos ya tengo en mi casa libros para leer hasta que me muera, sé cocinar y hacer de todo lo que haga falta y, sobre todo, que me quiten lo bailado.

38 comentarios:

Unknown dijo...


Llevo una semana metiéndome entre pecho y espalda sucesiones y familia, y hay que ser muy cabestro para enlatar todo éso en un cuatrimestre (que son tres meses) Antes creo que se daba en dos años...Será que se muere menos la gente y la familia ya no es lo que era.
Lo demás que comenta, pues va en línea con lo que ya dijo Sócrates sobre la juventud de su tiempo. Nada nuevo aunque a veces lo parezca porque es un cada vez que cada vez.

Buena parte de su análisis parte de un error conceptual, en mi opinión, pues compara usted a la generalidad veinteañera con su persona; pero es que usted no es la generalidad de su generación, sino una excepción. La generalidad de su generación iría por parecidos y colacionales derroteros si la examináramos.

Lo que si detecto, ahora que estoy estudiando, es el abismo, la diferencia inane del marciano que siento o de los que me cruzo. Compartimos espacios y símbolos pero no conectamos, no caminamos. Son otras vidas. Otros yo.

El otro, siempre el otro. Pero aún así...

Un saludo professor, ha sido grato leerle hoy. Vuelvo a ver que se cuentan los de la revocación y la deducción incansable. Normal que haya tanto lío con ésto de las herencias y los legados. El dinero ¡ésa sí que es la gran verdad de la vida!

Anónimo dijo...

Real como la vida misma, pero aún peor porque yo estoy en una escuela técnica. Las cabezas pensantes universitarias ya han puesto remedio: si usted no aprueba al menos a un 25% sí o sí, será inspeccionado, bajo la óptica gili-pedagoga que ustedes ya saben. Estos chicos no son de este mundo, están en ese planeta de algodones donde los hemos criado. Flaco favor les hemos hecho.

Anónimo dijo...

Tremebundo el darse cuenta de que en otra provincia, en otra titulación, en otra rama... cuecen las mismas habas que en la de uno.

Por aportar algo nuevo (creo): no estoy de acuerdo con la idea, bastante extendida, de que estas reflexiones no valen porque antes también pasaba lo mismo sólo que algunos profesores no nos dábamos cuenta o sólo comparamos ahora, cuando la cosa es incomparable. Pues no, porque si resulta que la conclusión es que ahora y antes y siempre ha habido la misma problemática, ¿de qué han servido los cuarenta años que llevamos de "modernización" a las espaldas?

Diego García Paz dijo...

Toda la razón, profesor.
Generaciones muy débiles, endebles frente una realidad cada vez más dura.
Aquí se sobrevive a base de esfuerzo y de pelear contra todos los elementos y a diario...desde luego con la forma de actuar y de responder de los universitarios que expone(siempre, sin duda, con las oportunas excepciones)se vislumbra un tenebroso futuro.
¿Cómo van a ser capaces de levantarse después de las caídas, de remontar el vuelo y de hacer frente a los problemas? Porque éso es la vida, académica, profesional y desde todas las perspectivas.
Su debilidad no les va a permitir disfrutar con la satisfacción de conseguir cosas con su esfuerzo, de resurgir de sus cenizas si hace falta y de insistir en su afán de alcanzar una meta.
En fin, muy certera entrada.
Un abrazo de un antiguo alumno.

Unknown dijo...


Disculpen que no fuera más concreto con lo que afirmaba, ando un poco embotado (sueño con cautelares viuditas alegres necesitadas de legitimarios saneamientos por evicción) por concretar, y abundar en que "nihil novum sub sole" cuatro ejemplos:

'Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos'. SOCRATES dixit

'Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible.' HESÍODO dixit

'Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos' Se le atribuye a un sacerdote egipcio de hace unos 4.000 años.

'Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura' Ésta es de un vaso de arcilla, por tanto apócrifa, de la antigua Babilonia, unos 4.000 años de antigüedad tiene...

Vamos, que abuelos cebolletas siempre ha habido y aquí seguimos, lo cual que tampoco quita veracidad solidaria con lo expuesto por el professor.

Otro saludo.

Anónimo dijo...

Estimado profesor, sé que su intención no ha sido dañarnos en ningún momento, pero como alumna suya la verdad me he sentido bastante insultada, sólo quiero decirle que porque muchos hemos suspendido su asignatura, y si, me encuentro entre ese grupo de "burros" no somos unos descuidados ni unos guarros, ni mamá y papá nos lo dan todo, ya que yo, con mis 21 añitos, no he podido entrar antes a la universidad por estar trabajando para pagarme su acceso, y yo, que soy una "jovenzuela" vivo sola y comparto piso, si quiere un día le invito para que vea que no vivo entre bolsas de basura de hace cuatro meses, y que las pelusas que tengo bajo mi cama no hay que ponerles nombres, también si quiere le invito a comer, que también se cocinar más allá de unos espaguetis. Si de verdad no "generaliza" debería molestarse en conocer a sus alumnos, incluso a los suspensos, al menos aquellos que tienen la intención de estudiar Derecho, ya que no todos hemos entrado en la facultad de Derecho de rebote, sino por vocación.
Para acabar quiero decirle, por si le interesa, que me levanto todos los días a las 7 de la mañana para repasar una hora antes de ir a clase, que leo libros, es más, me encanta leer, que mis padres si suspendía, la bronca me la comía yo, no los profesores, y que porque tenga una nota tan baja en su examen, no significa que no me interese estudiar, sino porque a lo mejor he tenido algún problema antes de su examen ya sea de salud o de tipo personal, no que no todo se basa en ser un vago y dormir 13 horas.
Atentamente, una alumna suspensa de su clase de Teoría del Derecho.

Juan Antonio García Amado dijo...

Estimada alumna:
Vuelvo a decir que no era mi intención ofender a nadie ni, mucho menos, menospreciar a ningún suspenso. Pero si usted ha entendido que estoy afirmando en mi texto que todo el que suspende, o suspende con una nota muy baja, es un descerebrado o un sucio, tiene serios problemas de comprensión lectora o ha mirado mi escrito con algo de precipitación.
Disculpe que se lo explique un poco más. Si yo digo que en el barrio B de no sé qué ciudad viven muchos delincuentes y que muchos delincuentes de esa barrio llevan al cuello un pañuelo de cuadros, NO estoy sosteniendo: a) que todos los de ese barrio sean delincuentes; b) que todos los que llevan un pañuelo de cuadros sean delincuentes. Usted me diría: profesor, yo vivo ahí, llevo un pañuelo de esos y jamás he delinquido. Y yo le replicaría: vamos a ver, no me sea creída, yo no hablaba en particular de usted. Para hacer ver que EN LO QUE EN VERDAD AFIRMO no tengo razón, usted ha de darme datos que muestren que: a) es falso que en ese barrio vivan muchos delincuentes, o más que en otros barrios; b) es falso que haya un número importante de delincuentes de ese barrio que vistan tales pañuelos.
Me gustaría haberme explicado y que me hubiera entendido ahora, para que no se tome como personal con usted lo que con usted personal no puede ser, entre otras cosas porque no sé quién es usted.
En cualquier caso, la felicito de corazón por ser una persona así de esforzada y espero que en adelante su fruto esté al nivel de su esfuerzo.
Con mis cordiales saludos.

Anastasya M. dijo...

Selección natural, profesor.
Ha sido dura pero efectiva y de ahí dichos resultados, pero es lo que se debe hacer con para evitar que "esos desechos de la juventud" de los que habla usted (no los que hayan suspenso por otras razones ajenas a nuestro conocimiento), aprueben con facilidad; lo digo estando entre sus "cinco raspados".

Como escritora aún novata, sé lo difícil que es no generalizar y sé que no ha sido su intención, (señalar, que no me he sentido ofendida). Pero quizá le alegraría saber que entre los jóvenes ni-nis o que caen de paso en una carrera universitaria, hay personas, chicos y chicas que SÍ desean tener un futuro fuera de casa de sus padres.
Estoy segura que puede ver que la juventud cada día está más desbocada como caballos salvajes sin intención de autodomarse (alcohol, 12 horas diarias de sueño, y volviendo a generalizar yo también) pero aquí donde me ve, (a mí y a las excepciones que hacen posible que la regla se cumpla) prefiero sentarme y leer un libro, escribir un poema o reflexionar para después, también escribir, antes que meterme en un cuchitril donde todos beben y se magrean bajo la luz parpadeante o se quedan por las esquinas más borrachos que un alcohólico. A día de hoy, para estar en su clase y en la Facultad, se podría decir que he sacrificado/invertido toda "mi propina" desde niña y también gracias a las becas para pagarme la carrera. Ayudo en casa, hago mi cama cada mañana, la comida en ocasiones; ayudo a mi hermana y a mis compañeros con esas asignaturas dificultosas, hago mis deberes y me centro en mis estudios; oigo el telediario y a mis recientes 18 años, he tomado decisiones importantes y casualmente, me sobra un poco de tiempo para charlar con mi pareja y pasar un rato íntimo y relajado una vez en toda la semana.

Esperaba el final de este semestre para comentarle, profesor, y me alegra que haya sido en una entrada dedicada al curso donde yo me encuentro, a pesar de la crudeza de los datos, yo, lo agradezco; ha sido una amena e interesante lectura. Ahora, aprobado mi primer semestre integro, leeré, escribiré en mi Blog y ayudaré a esos mis compañer@s que tienen un poco más de dificultades, para que puedan "espabilar", pues la Universidad es otro mundo diferente al instituto.

Att, una alumna aprobada en su clase de Teoría del Derecho.

Anónimo dijo...

Viendo cómo escribe la esforzada alumna que se ha sentido ofendida debido a su incomprensión lectora -¿seguro que lee tantos libros?-, no sabe uno si quedarse definitivamente en la cama (para siempre) o hacerse el hara-kiri con una patata...

Unknown dijo...

Anónimo:

No debe ser cuestión pues, de pasar muchas páginas de novelas de elfos y trasgos al bies sino de leer bien lecturas de cierto empaque y enjundia. Lo tan repetido en esta barra de la excelencia y el esfuerzo, siquiera mental.
Ambas cosas son absolutos desconocidos, como bien recuerda el professor, para tantos como los que por aquí arriba se andan excusando.
Ahora que si se pusiera la asignatura de Derecho del deporte o Comodatos y mandato en los programas de subasta...
Que igual el problema es que no ilustran los manuales y así no hay manera...Hagan el favor de poner dibujitos y colorines en los manuales, hombre, que se cansa uno de tanta letra.

Saludos varios.

Diego 11 dijo...

Excelente entrada, y una pena la opinión de la alumna suspensa. Yo estoy estudiando en otro país y me he encontrado con lo mismo, yo creo que las personas se toman a la ligera eso de ser padres o más bien de ser progenitores, no saben que hacer con sus herederos de ignorancia.

Los alumnos no saben valorar lo que pasa en estos días y lo que tienen.

Anónimo dijo...

Qué divertida entrada!Con ella ando entusiasmada!

Siempre me ha producido cierto regocijo la manifestación del ego, en sus más amplias variantes. Como ésta. Como sus palabras, profesor.
Yo estudié derecho hace ya unos años, y de mi grupo de amigos acabamos todos en el tiempo establecido.
Cada uno con sus aficiones, con sus perezas, con sus asignaturas insoportables, con sus asignaturas favoritas, con nuestros debates políticos, lingüísticos, etc.
De mi grupo, muy variado en cuanto a calificaciones, NINGUNO ha conseguido un TRABAJO DIGNO. Y por trabajo digno entiéndase, ocho horas diarias, salario mínimo de mil euros. No me refiero a un trabajo GOZOSO como el de "profe" de la "Uni".
Usted no habla en su artículo de que ocurre con aquellos jóvenes que sí estudian, que sí leen, que sí se informan, que si se esfuerzan, que sí se sacrifican, por acabar una carrera con buenas notas. Que además estudian un master, o dos, o tres a la par que idiomas por hacerse un hueco en un mercado laboral salvaje. Por mi experiencia, la mayoría de los alumnos se esfuerzan, y estudian, llevando una vida ordenada con algún que otro desmadre. De los que usted habla, de esos que no aparecen en el curso son los menos. Otra cosa es que su asignatura sea insoportable, y el sólo pronunciamiento produzca sopor a sus alumnos.
Expresa un menosprecio a los estudiantes algo injustificado,carente de fundamento y de razón. Yo no he conocido a ningún joven (estudiante o no) de los que usted ha mencionado ¿Usted si? O es que tiene el vicio oculto de ver "Hermano Mayor" y es ese programa la base sobre la que se sustenta toda su entrada?
Seguiré leyendo su blog, aunque ya me imagino la tónica. Aquél que habla alumbrado de verdad y razón, dignificado por el esfuerzo que empleó cuando era joven, y que ahora le da derecho a menospreciar y generalizar a la juventud actual.
De lo que está por venir no se puede responsabilizar a la juventud, que recién ahora empieza a despertar. De lo que está por venir, los responsables sois vosotros. Vuestra generación. Aquella generación miedica y cobarde que aceptó una transición con derechos reales. Aquella generación que no ha luchado NADA, ni por educar a sus hijos, ni por dejarles un mundo mejor. ¿Y ahora venís a decir que si los jóvenes beben, que si los jóvenes duermen? De aquellos barros estos lodos, Profesor.

Anónimo dijo...

Por supuesto: la generación de ahora no tiene culpa de nada. Ni responsabilidad en nada. Mola.

Anónimo dijo...

Que digo yo que un profesor que ve pasar a doscientos alumnos por año tiene más datos estadísticos para sacar conclusiones que un alumno que sólo ve a su grupo de compañeros durante una vida entera.

Si a eso se le añaden otros muchos profesores en distintos puntos del país viendo lo mismo, se multiplica el efecto.

Anónimo dijo...

Estimado profesor, he de decirle que en algunos aspectos de su texto puedo estar de acuerdo en cierta parte, sin embargo me parece que usted solo se ha quedado con las peores cosas que hoy en día nos definen a nosotros los jóvenes, y una definición muy poco acertada. Que hay de esos jóvenes que para pagar su matrícula trabajan, aquellos que tienen a cargo a algún familiar, a los voluntarios que participan en cualquier tipo de organización benéfica, los que se esfuerzan a diario y no obtienen los mejores resultados,los interesados por la lectura y los sucesos a su alrededor, los que de verdad buscan y confían en un mejor futuro... ¿ellos no cuentan ? ¿esos no representan la juventud?
Usted que opina que no estamos preparados para el futuro, si de verdad lo cree así, debería ser el que nos alentase, nos diese ese impulso para lograr un futuro mejor, al fin y al cabo un profesor es esa persona que no solo ha de impartir su materia sino educar en todos los sentidos.
Sinceramente creo que debería plantearse el hecho de conocer mejor a sus alumnos antes de precipitarse a hablar.
Atentamente un saludo.

Autodidacta dijo...

Estimado profesor,

Si bien la lectura del texto me ha llamado poderosamente la atención, quería ver si era posible pusiera a disposición de sus humildes lectores que no son sus alumnos el "elemental manualillo" redactado por usted para el examen final de la materia en cuestión, para echarle una leída y ver que tal.
En todo caso, un cordial saludo

Anónimo dijo...

Por favor, donen sangre, también en Ávila. Hoy, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, ya no hay ejemplares de "El Economista". ¿Por qué?

Un abrazo, profesor.

David.

Anónimo dijo...

Que digo yo, que en todas la carreras hay asignaturas insoportables a las que el alumnado le cuesta aprobar. Que no van a esas clases, y que cuando van, cuando preguntan, el profesor se ríe de ellos. El que produzca asombro no conocer el significado de atávico, no puede implicar otra cosa que, desconocimiento absoluto del nivel lingüístico usual y común. Yo voy a contrarrestar lo que ha dicho el Profesor, y voy a preguntar a personas de todas las edades y niveles culturales el significado de tal palabra.
Por cierto, en cuanto a que la generación actual NO TENGA CULPA DE NADA, no es cierto. TODOS somos parte integrante de la actual sociedad, y el señalar a los jóvenes como una panda de vagos,perezosos, incultos y caprichosos, para mi opinión es desacertada. Al anónimo que respondió a la 13.50, quién mejor que saber las costumbres de los jóvenes que una joven. Vuelvo a repetir, que las personas que se dedican a una vida ociosa sin ocupación por placer, son un porcentaje inferior a aquellos que luchan por labrarse un futuro, con cultura o sin ella. Extrapolar los datos obtenidos por los resultados de los alumnos en una asignatura en concreto, y llegar a la conclusión de que la mayoría son unos incultos y unos vagos, no me parece del todo acertada.

Anónimo dijo...

El nivel de los comentarios y su relación con la entrada está decayendo a un ritmo exponencial. No sé si es más deprimente la situación descrita en la misma o leer según qué respuestas...

Perplejo dijo...

Unas cuantas apreciaciones.

Amigo Juan Carlos: los entrados en años siempre han abominado y siempre abominarán a los jóvenes, por una mezcla de sensatez, envidia y miedo. La cuestión es si esta generación es, comparada con las inmediatamente precedentes, especialmente vaga. Y lo es.

1) En primer lugar, porque han vivido en condiciones infinitamente más holgadas que las dos o tres generaciones precedentes. Y el lujo, ay, fomenta la molicie.

2) En segundo lugar porque los padres (por muchas razones que sería tedioso enumerar) los han educado entre algodones.

3) A esto se añade que, como alumnos, han pasado por el modelo LOGSE y ahora cursan carrera en universidades masificadas. La obligatoriedad de estudiar hasta los 16 años se ha basado en el "facilismo pedagogista" y el "igualitarismo a la baja" (también por una serie de razones que sería largo enumerar). Modelo que, por supuesto, a acabado llegando a la demencialmente masificada universidad.

Me conozco bien el paño porque, además de profesor, he sido y sigo siendo estudiante.

El ejemplo que pone el profesor García Amado es elocuente. La cantidad de materia y los criterios de evaluación de su asignatura están diseñados para que apruebe hasta el más incapaz de los estudiantes. Que no haya superado la asignatura ni el 50% de los estudiantes, con esas condiciones, es sencillamente bochornoso.

Por supuesto, los pedagogos y los altos cargos universitarios culparán de ellos al profesor. Es mucho más sencillo maquillar la realidad que responsabilizarse de ella. Empujando al profesor para que apruebe, "se acaba" con el problema. Una espiral que ya ha destruido la educación Primaria y la Secundaria y que acabará (si es que no está ya acabada) con la Universitaria. Hay que entender que el sistema de enseñanza público es un trampantojo, un máquina expendedora de títulos inútiles: en España, quien quiera formarse de verdad, deberá pagarse la enseñanza en instituciones de prestigio.

Atiéndase también a las reacciones de los estudiantes: su inmadurez aprendida. Ven como un obstáculo casi insalvable unas asignaturas hechas para ser aprobadas con el sin esfuerzo. Están acostumbrados a la mínima exigencia, eso lo sé bien. Ignoran incluso en qué consiste una generalización.

En definitiva, son víctimas de un sistema diseñado para masificarlos. Pero tienen ya edad de darse cuenta y de actuar en consecuencia.

Estudiantes: vuestro enemigo no es el profesor "exigente" (me da la risa al suponer que pueden quedar profesores exigentes), sino el sistema (y la educación) que os ha entontecido e inutilizado. Vais a pasarlas muy pero que muy putas si no afiláis vuestras únicas armas: la disciplina, la inteligencia estratégica y el conocimiento. Si pensáis que el profesor García Amado ha escrito un texto duro e injusto, si creéis que aprobar su asignatura es labor complicada es que estáis muy pero que muy jodidos.

Espabilad, coño.


Perplejo dijo...

Y disculpen los cortes en el texto, ese "abominar a" y el "a acabado". La injustificable pero inevitable prisa.

Anónimo dijo...

Amén, Perplejo. El ver a algunos alumnos quejándose de que la asignatura es un peñazo (¿y eso qué significa exactamente para un alumno de universidad, es decir, mayor de edad? ¿Es que esperan que la vida no sea un peñazo o, si no, protestarán?) en lugar de pensar en que les están avisando de lo que pueden tener que enfrentar como no espabilen, es de lo más clarificador.

Perplejo dijo...

Sólo un apunte más.

Dejando aparte su resentimiento, anónima entusiasmada, en algo tiene toda la razón: las generaciones precedentes son mucho más responsables que los estudiantes. Son los "mayores" de hoy quienes han perpetrado el sistema de enseñanza actual y quienes maleducan a la muchachada.

En efecto, de aquellos polvos estos lodos. Pero el lodo está hoy sobre los jóvenes y sobre los viejos que dependemos y dependeremos mañana de esos jóvenes. A todos nos conviene tenerlo en cuenta.

Si no me equivoco, el texto del profesor García Amado no es una explosión de su ego, sino una alerta, una llamada de socorro.

Y con razón.



Unknown dijo...

Sr. Profesor, soy la madre de una alumna a la que usted describe perfectamente. A la vez yo también soy estudiante de Derecho, pero en la Uned (mi única forma de poder seguir estudiando a distancia al vivir en una zona alejada).

Permítame felicitarle porque ha hecho usted una exposición brillante de sus alumnos.

Mi hija, afortunadamente, aprobó su asignatura, aunque no tenía ninguno de esos famosos "positivos" que usted, muy generosamente otorga. Y digo generosamente porque estos chavales no son conscientes de las facilidades que se le da en una universidad presencial.

Yo también tengo exámen de Teoría del Derecho el día 6 de febrero en la Uned y, créame, que, aunque estoy familiarizada con el mundo jurídico por mi trabajo, me está costando muchísimo su asignatura.

Ojalá tuviera la posibilidad de asistir presencialmente a alguna de sus clases; lo único que he podido hacer es ver los enlaces a algunas de sus conferencias que me ha proporcionado mi hija.

A pesar de las críticas que vierte en su blog, cualquier mínimo observador puede apreciar que tiene usted una gran vocación como profesor, y eso es algo de admiración en los tiempos que corren.

Pienso que mucha culpa de la escasa formación con que llegan estos nuevos universitarios la tienen los que les han ido "formando", sin ninguna vocación. Se han convertido en "funcionarios tipo", de esos que sólo entienden de días de asuntos propios y del contenido de su nómina mensual, sin tener en cuenta de que esas "personillas", que están a su cargo durante la adolescencia van a sufrir las consecuencias de su falta de vocación.

Le reitero mi enhorabuena y ojalá yo pudiera disfrutar de un profesor como usted

Gracias Sr.

Anónima Entusiasmada dijo...

Hay asignaturas peñazo, novios peñazo, amigos peñazos, y la vida, en ocasiones, también es un peñazo. Y a veces me conformo, y a veces protesto.
Y con esto no quiero decir que existan malos profesores (Que sí, y muchos). Con más precisión diría que el atractivo de una asignatura no tiene que ver siempre con las aptitudes y actitudes del profesor (que la mayor parte de las veces también).Sencillamente, que no toda la temática existente en este mundo tan variado interesa por igual a todo el mundo.
Que España tiene un problema con la educación, SÍ. Que hay un defecto en el sistema desde parvularios, SÍ. Que todos los españoles contribuimos a la constitución de la sociedad española, SÍ.
Que los jóvenes son más vagos que anteriormente... Yo creo que serán como en toda la historia de la humanidad. Ni más, ni menos. No creo que el fracaso escolar vaya asimilado a una mejor condición económica, ni a más comodidades, más bien lo contrario, por lo que a mayor comodidad, mayor éxito educativo.
Los que decís que es la peor generación de jóvenes de toda la historia...los más vagos, los más incultos y ociosos, me alegráis demostrando vuestros conocimientos milenarios de estudio exhaustivo de la humanidad. Con sus estadísticas y todo, oiga. El porcentaje de aprobados de una asignatura de primer año, sirve para vaticinar todo un futuro negro y oscuro del país. Pues como siempre coño, o ¿este país ha tenido en algún momento brillante?Profesor, por favor, ilumíname con algún pasaje digno de recordar de la historia española, donde hombres y mujeres, cultos y valientes luchaban por valores dignos. Que alguno de los aquí presentes facilite a mi ociosa mente (propia de una veinteañera)una lección de historia de España. Una lección que no olvide, y que me haga cambiar de opinión. Y si no sois capaces, sólo demostráis la capacidad tan estúpida de juzgar a una generación de manera ociosa, con la única finalidad de sentiros mejores que ellos.

Perplejo dijo...

Alumna entusiasmada,

Permítame recomendarle que ponga su entusiasmo al servicio de causas más noble que la condescendencia y el sarcasmo.

Nadie ha afirmado que la actual sea "la peor generación de jóvenes de toda la historia"; pero sin duda que es más vaga y más ociosa que las inmediatamente anteriores. Situación más sangrante teniendo en cuenta las mejores condiciones sociales y económicas de las que han gozado. En buena parte, por supuesto, debido a la irresponsabilidad de las generaciones precedentes (que también tienen lo suyo).

Algunos datos, más allá de la experiencia personal, sin ánimo de ser exhaustivo:

1) Según el informe PIACC, el nivel medio en competencia lingüística y matemática en España experimentó un progresivo y espectacular ascenso en las generaciones posteriores a la guerra civil. Un progreso sólo comparable al de Corea del Sur, dentro de la OCDE.

2) Ese progreso se trunca en la generación nacida a finales de los 70 (la que padeció la implantación del modelo LOGSIANO), pese a la universalización de la enseñanza hasta los 16 años, la multiplicación de universidades y el significativo aumento del nivel de vida y de la inversión en la educación.

3) Más aun: la generación de los 90 presenta un nivel educativo inferior a la de los 80 y los 70, pese a que la inversión en educación se ha incrementado en un 35% durante la última década.

4) España destaca significativamente dentro de la OCDE no sólo por sus malos resultados medios, sino por la casi inexistencia de alumnos y exalumnos de nivel "excelente". Ante esta triste realidad, en España se presume de "equidad" (lo que viene a significar que tendemos a la igualdad en la mediocridad); pero incluso en esto hay malas noticias: los informes PISA demuestran que también la equidad ha bajado en España en la última década. Mediocres y, encima, desiguales.

5) Otrosí: según el informe PIACC, los bachilleres españoles obtienen 10 puntos menos de media que los del resto de la UE. Y los titulados universitarios, ¡ay los universitarios!, obtienen la puntuación más baja de la OCDE en competencia lingüística, superados incluso por los titulados de FP de grado medio de varios países.

6) La tendencia a la baja de las últimas generaciones es propia de la mayoría de los países de la OCDE y especialmente virulenta en nuestro país, pese a que nunca se dedicaron tantos recursos, tantos estudios y tantos pedagogos a la Enseñanza.

Ahí tiene algunos datos. Y hay muchos más. No seré yo quien se los facilite; estaría fomentando la irresponsabilidad que me alarma. Luego, haga con ellos lo que desee; pero no haga demagogia. Por la cuenta que nos trae a todos.

Para quien le interese:

http://foros.piensa.org.es/viewtopic.php?f=4&t=3503

Anónimo dijo...

Le felicito profesor, vierte usted su pesimismo por el mundo que le rodea y sus pocas expectativas en el futuro de este país de una manera muy entretenida, sin duda cualquier persona que lea su entrada estará mas o menos de acuerdo, pero de acuerdo al fin y al cabo, pues bien, yo quiero decirle que no tiene usted razón.

Le explico por qué, porque convivo día a día con estas personas de las cuales habla y de un modo u otro conozco mejor que usted las circunstancias personales de cada uno, aunque solo sea un poco. Y es que como profesor no debería usted de tratar a sus novatos alumnos como si fueran masa, son personas como usted y como yo; muchos están aquí por vocación, y los que no, porque era la mejor opción entre las peores lo que es mas razón para animarlos en vez de dejar su moral por los suelos.

Los resultados si, son un desastre, usted dirá que propios de una panda de vagos, yo le digo que son los resultados de unas personas que se ven por primera vez en la Universidad, que ven por primera vez Derecho, y lo que es mas, que en su mayor parte están solos, no tienen ni idea de donde se han metido y no saben hasta donde van a llegar en un futuro incierto.

Lo que vengo a decirle, profesor, es que veo innecesaria la crueldad con la que está viendo usted a estos muchachos, y la razón que yo le quería quitar no es la de que sean mas o menos vagos, quería quitarle la razón diciéndole que sus alumnos no necesitan que les juzgue, necesitan que les anime.

Supongo que por ser usted Catedrático puede permitirse muchas licencias, pero también es usted profesor, no lo olvide; me permitiré yo la licencia de darle un consejo, aunque no deba: Si quiere dejar de ser profesor para convertiste en maestro, intente ver personas en vez de números.

sonriente dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Perplejo dijo...

El profesor García Amado tendrá que perdonar mi irritante tendencia a responder por él; pero no puedo resistirme. Gloso el comentario del último Anónimo, no por cuestión personal, sino por lo sintomático de sus planteamientos:

"Le felicito profesor, vierte usted su pesimismo por el mundo que le rodea..."

Es irrelevante el estado anímico de JAGA; lo que importa es la pertinencia o la impertinencia de sus afirmaciones.

"Le explico por qué, porque convivo día a día con estas personas de las cuales habla y de un modo u otro conozco mejor que usted las circunstancias personales de cada uno, aunque solo sea un poco."

Incluso si así fuera, esa íntima convivencia no aporta más solidez a sus argumentos de la que pueda darles su adecuación a la realidad.

"Y es que como profesor no debería usted de tratar a sus novatos alumnos como si fueran masa..."

Diría que eso mismo es lo que hace JAGM, exponer los hechos desde la convicción de que sus alumnos universitarios no deberían ser masa, como se empeñan en comportarse buena parte de ellos.

"...son personas como usted y como yo..."

Obvio.

"... muchos están aquí por vocación, y los que no, porque era la mejor opción entre las peores..."

Irrelevante.

"... lo que es mas razón para animarlos en vez de dejar su moral por los suelos."

Un alumno se matricula, voluntariamente, en una carrera universitaria (no precisamente imposible de superar) y esa voluntaria decisión le permitirá formarse durante unos años. ¡Y es preciso animarlos! Toda crítica, fundada en hechos incuestionables, es susceptible de provocarles además desmoralizaciones colosales. Alucinante. Por el cotrario, es este paternalismo rampante, esta educación entre algodones, este to(n)talitarismo mosquitamuerta es uno de los principales responsables de la desmoralización y el infantilismo imperantes. Estimado anónimo: si los alumnos sufren tanto por la "durísima" vida del universitario (que siempre ha sido de las mejores épocas de la vida), tienen otras opciones... A ver si en esas tienen con ellos tantos miramientos.

Perplejo dijo...

"Los resultados si, son un desastre..."

Esta es la cuestión, sí.

"... usted dirá que propios de una panda de vagos..."

En efecto, en la mayor parte de los casos, los malos resultados son producto de la vagancia. Imposible poner las cosas más fáciles para aprobar.

"... yo le digo que son los resultados de unas personas que se ven por primera vez en la Universidad, que ven por primera vez Derecho..."

Una universidad y un Derecho que han elegido estudiar. Y vive Dios que en la facultad se ponen las cosas fáciles para que aprueben. A las buenas o a las malas. Quien hoy no obtiene su título es, literalmente, porque no se deja aprobar.

"... y lo que es mas, que en su mayor parte están solos..."

¿?

"... no tienen ni idea de donde se han metido...."

Si está usted en lo cierto, su argumento no hace sino confirmar los de JAGA...

"... y no saben hasta donde van a llegar en un futuro incierto."

Con estas premisas, no hay que ser adivino para imaginarlo...

"Lo que vengo a decirle, profesor, es que veo innecesaria la crueldad con la que está viendo usted a estos muchachos..."

Al contrario: si no me equivoco, les hace ver la enfermedad porque le alarma. Crueldad es hacerle creer al enfermo que está sanísimo y que "todo va a salir bien".

"... y la razón que yo le quería quitar no es la de que sean mas o menos vagos..."

Pero, ¿no quedamos que la razón de los malos resultados no era la vagancia, sino el desconcierto ante una universidad desconocida y feraz?

"... quería quitarle la razón diciéndole que sus alumnos no necesitan que les juzgue, necesitan que les anime."

Por supuesto que necesitan que se les juzgue; sobre todo, cuando presentan síntomas tan preocupantes. Algo que no es incompatible con la transmisión del entusiasmo por el conocimiento: la mejor "animación" que conozco para el estudiante. Que un adulto universitario necesite permanentemente la "motivación" (palabra mágica de los pedagogos) extrínseca, por supuesto, dice mucho del estado de nuestra Enseñanza.

"Supongo que por ser usted Catedrático..."

Irrelevante argumento "ad hominen".

"... puede permitirse muchas licencias, pero también es usted profesor, no lo olvide"

Si lo hubiera olvidado, no invertiría el tiempo que invierte en este blog, dedicado a su disciplina, a la crítica de la Enseñanza universitaria y a la propuesta de alternativas.

"... me permitiré yo la licencia de darle un consejo, aunque no deba: Si quiere dejar de ser profesor para convertiste en maestro..."

Los maestros dan clases en Primaria. Los profesores, en Secundaria y en la Universidad. Imagino que utiliza usted la palabra "maestro" en el mesiánico y pedagógico sentido de "conductor de almas". Otro de los horrores que nos han traído adonde estamos. Por lo demás, primero le recrimina que olvide su condición de profesor para recomendarle, a continuación, que se olvide de ella para ser "maestro"...

"... intente ver personas en vez de números."

Precisamente, la insistencia pedagógica en ver "personas" en lugar de "estudiantes" (como si al tratar a alguien como estudiante lo cosificara) uno de los principales estímulos para que esas "personas" dejen de ser estudiantes. Lo que hace JAGA es, precisamente, alertar a sus alumnos para que no se conviertan en números: esto es, en estadísticas a mayor gloria de rectores, politicastros y demás pastoreadores de votantes satisfechos con su burricie.

***

No he intentado una andanada personal, sino una réplica a sus argumentos. Me he permitido el tono irónico precisamante porque son anónimos y significativos de la realidad que el artículo de JAGA denuncia.

Unknown dijo...

Perplejo:

Cómo de usual, su boca dice grandes verdades.
La contundencia de los datos que ha aportado deja en nada mi alegato.
La sensación, no obstante, persiste. Yo no creo que sean peores los jóvenes, en general, hogaño que antaño.
Sí creo que los tiempos, ésos que andan cambiando, son peores ahora. Creo que la vida es peor y empeora.
Aunque, curiosamente, me va dando más igual a cada día según se entra.

Otro saludo.

Anónimo dijo...

De verdad, que el recurso de tantos alumnos (y pedagogos, y cargos docentes) a que tienen que ser motivados, ilusionados, excitados casi empieza a cansar un poquito mucho. Vamos a ver, señores: que son ustedes mayores de edad y han elegido voluntariamente el estudiar en la Universidad. Que no estamos hablando de la primaria ni de la secundaria. Tienen que venir ustedes motivados de casa, exactamente igual que tendrán que hacerlo en cualquier puesto de trabajo o en cualquier otra labor que, como personas adultas, elijan realizar. ¿Que hay profesores malos? Por supuesto, como en todas las profesiones. Pero aún no he escuchado a ningún alumno decir que hay alumnos malos, cosa que, evidentemente, también es cierta.

Y la generación actual no es peor que las anteriores. Lo que es peor es su preparación y su capacidad de motivación, disciplina y esfuerzos internos, por causa de todo lo que ya se ha dicho aquí. Y sí, como resultado tenemos la generación peor preparada de la historia, como también se ha puesto aquí de manifiesto con algunos de los diversos informes internacionales que se conocen. La que tiene más títulos, pero la peor preparada. Cualquiera de un par o tres generaciones antes que haya tenido la oportunidad de cursar alguna asignatura universitaria junto a personas de esta generación conocerá la diferencia.

Y encima van y se cabrean cuando se les dice en dónde están metidos y se les pide (como debería ser su obligación) que hagan todo lo posible por salir y no sucumbir ante la trampa que les han impuesto. Muy desmoralizante, sí.

Perplejo dijo...

Amigo Juan Carlos.

Le respondo con las palabras del último anónimo (qué lío de anonimatos...):

"la generación actual no es peor que las anteriores. Lo que es peor es su preparación y su capacidad de motivación, disciplina y esfuerzos internos, por causa de todo lo que ya se ha dicho aquí."

Por otra parte, tampoco es que "los tiempos" o "la vida" sean peores. Sobre todo porque uno no sabe en qué consisten términos tan vagarosos. Son las decisiones políticas colectivas que hemos tomado (y las "mores" en que se basan y las instituciones a las que dan lugar) las que han empeoreado. O la "biopolítica", término que quizá agrade a un espritu foucaultiano como el suyo. ;)

Veremos si la situación a la que hemos llegado sirve como reactivo o propicia un hundimiento aun mayor. Está en nuestras manos. A menos que uno se apunte al determinismo de los ciclos históricos impersonales; y entonces nada hay que hacer o decir, sino solamente padecer.

No hay que añadir que uno está libre de toda tentación nostálgica. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Sobre todo porque uno no tiene aún tanto pasado que añorar y se encuentra, al menos generacionalmente, más cerca de los alumnos de García Amado que del propio profesor.

Juan Antonio García Amado dijo...

Agradezco de verdad a todos sus observaciones, tanto a los defensores como a los críticos. Que hay alguna chifladura, también es verdad, pero no pasa nada.
Pero permítaseme en un tono muy tranquilo aclarar algunas cosillas muy elementales.
Imaginemos que yo hubiera afirmado en una entrada que muchos matrimonios son un infierno y que hay cónyuges que se aguantan porque no tienen dónde marcharse o no se atreven a dar el paso de separarse. Supongamos también que yo digo que me parece, como pura hipótesis, que serán lo menos un diez por ciento de los matrimonios los que así estén.
Esas afirmaciones mías pueden tener sólida base o ser solemne tontería. Se pueden discutir los argumentos con que yo me las respalde o se me puede contraargumentar con otros datos y consideraciones. Obviamente.
Pero, si se trata de debatir en serio y entre personas con seso:
a) No viene a cuento que me digan cosas del tipo "pues si a usted le va mal en su matrimonio, fastídiese y deje de juzgar a los demás". Aquellas afirmacione mías sobre lo que considero que les pasa a una parte de los casados son absolutamente compatibles con que mi matrimonio marche de cine y con que haya otros muy felices. Yo aventuré que tal vez los desgraciados eran un diez por ciento de los casados. Decir "creo que un diez por ciento de los casados lo pasan mal en su vida matrimonial" no equivale a decir "todos los casados lo pasan fatal en su vida matrimonial". Yo aquí no he escrito que todos los que suspendieron mi asignatura con una nota muy baja sean unos zánganos y unos sucios. Dije que, por encima, calculaba que un tercio de los suspensos claros seguramente no estudiaban ni un pimiento. Los que estudiaron y suspendieron no eran, por tanto, aludidos por ese aserto mío. También aventuré que los guarros en su piso o vagos e insolidarios en casa solían ser también zánganos en el estudio. Lo que no implica ni que todos los guarros sean malos estudiantes ni que todos los malos estudiantes sean guarros. Da un poco de vergüenza extenderse sobre estas cuestiones de elemental comprensión lectora.
b) Tampoco parece muy presentable que se me dijera algo así como "lo que necesitan los casados que sufren es que les den apoyo y aliento, no que les recuerden que su vida es una porquería y su relación casera una castaña". Mis tesis no habrían tenido el propósito de ofender a los casados con mala vida, sino el de exponer algo sobre el matrimonio en nuestros días. Es como si un médico cuenta que la gripe este año ha afectado o va a afectar duramente al veinte por ciento de la población y, además, lo dice para que nos vacunemos. Será acertado o no el dato, pero lo que parece tonto es replicarle que lo que les faltaba a los griposos, que les anduvieran recordando lo enfermos que están o que se pueden poner. Esa réplica es de bobos, lo siento mucho.
c) Si alguien, ante aquella tesis mía, dijera que lo que pasa es que hay parejas que viven en casas muy feas y pequeñas, habría que reconocer que seguro que eso influye en que haya crisis matrimoniales, pero que eso no quita la verdad, si la hay, de lo que se ha sostenido: que algunos matrimonios se llevan fatal y se soportan por falta de alternativas o cobardía. Relacion con la discusión sobre este post: claro que hay profesores universitarios malísimos, eso lo he dicho yo aquí docenas y docenas de veces. Eso lo he dicho yo más que nadie, si me apuran, y bastantes problemas me he buscado por esa razón. Pero ello no impide que pueda ser verdad, en su caso, otra tesis: que también hay estudiantes malísimos o algo vagos. Cada palo tiene que aguantar su vela. La pregunta buena es ésta: y si por casualidad el profesor es bueno y el estudiante no estudia, ¿sigue siendo la culpa de los profesores malos que ese estudiante tenga? Si, supóngase, yo fuera buen profesor, ¿los que no estudiaron mi asignatura actuaron así porque hay profesores malos? Puesto que hay profesores malos, ¿debo yo dejar de sostener que algunos estudiantes no dieron golpe en mi asignatura?

Juan Antonio García Amado dijo...

(Sigo)
Miren, ya puestos, voy a dar otro dato, para los de fuera de esta Facultad mía: Mi relación con mis estudiantes, con los que suspenden y con los que aprueban, es extraordinariamente buena, yo diría que inmejorable. Claro que a alguno le caeré mal o que alguno puede no resultarme simpático a mí, pero nuestro trato, por ejemplo este año, es exquisito, amable y, para mí, sumamente satisfactorio en lo personal. En lo personal pongo la mano en el fuego por cada uno de los que he conocido un poco. Ahora bien, que sean o me parezcan buena gente no significa que no pueda haber una parte de ellos que beba en exceso o que se saque moquillos en los semáforos o que robe las lechugas de la huerta de su vecino. Lo dejé bien claro en esta entrada y lo repito ahora: ni uno sólo de los estudiantes que he tratado este año me parece mala persona o me ha resultado en algo molesto o desagradable, ni uno. Pero algunos no han estudiado nada, igual que otros han estudiado mucho y otros han estudiado bastante pero no les ha cundido el esfuerzo, por las razones que sean. Y más digo: cuando hablo con ellos -y hablo con muchos- los que estudian poco me suelen reconocer sin problema lo poco que estudian. ¿Debería yo, en aras de la paz y la bondad universales y dado que digo que son todos buena gente, afirmar que son todos unos grandes estudiantes o, al menos, abstenerme de sostener que algunos estudian poco o casi nada? No veo por qué. Si yo soy mal profesor, ¿debería el estudiante que no tenga nada personal contra mí abstenerse de decir que soy mal profesor? ¿O es que podemos decir de los profesores malos que son malos, pero no de los malos estudiantes que sean malos estudiantes? ¿Por qué? Se puede ser pésimo estudiante y, a la vez, gran persona o muy caritativo o cooperante en tres ONGs o persona sumamente piadosa o un extraordinario cocinero o tío que cuida cada sábado por la noche a sus sobrinos. ¿Qué tiene que ver el culo con las témporas? Si un futbolista juega fatal, ¿deberíamos, antes de afirmar que es un poco paquete, averiguar qué tal se porta con sus abuelos o si da limosnas en su parroquia o si andará bajo de ánimo esta temporada p si el presidente de su club es decente o como la mayoría? ¡Qué cosas!
En resumen, asumo y me hago responsable de todo lo que he dicho, pero nada más que eso. El que no sepa entender o quiera aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, pues allá se las componga. El que se sienta personalmente ofendido como parte de algún grupo (los estudiantes, los jóvenes, los de tal generación, los que toman yogures desnatados...), pues que sepa que lo lamento, pero que el problema lo tiene él en sus entendederas. Pues en mi entrada no hay ni una afirmación del tipo "Todos los X son Y", sino unas cuantas del tipo "Hay cierto número de X que son Y". Pero el que se pica ajos come. El X que se me ponga a gritar "No sé por qué dice usted que yo soy un Y" se hace, él solito, un retrato a medida. No es mi problema su problema, aun cuando nada malo le deseo, más bien que se mejore.
Si alguien me dice que muchos asturiano son unos tontos y yo, que soy asturiano, reacciono gritándole a mi interelocutor que eso me lo dice usted en la calle, so imbécil, estoy aportando un dato más, pero bien valioso, a favor de la tesis de él. Si alguien sostiene aquí que los profesores escriben fatal y yo, profesor, cuestiono esa afirmación con un texto lleno de faltas, errores sintácticos y pésimamente puntuado, le doy la razón a aquel al que se la quiero quitar. Así de triste es la vida a veces, mecachis.

Etelvina Valladares dijo...

Querido Juan Antonio: el problema radica en que tu generación y la mía pasaron por dos preselecciones que no experimenta (¿todavía ?) la generación actual.
La primera, como bien señalas, era la económica. Sólo un pequeño porcentaje de las familias podían permitirse el lujo de enviar a sus hijos a la universidad. Y ellos, dado el ambiente "patriarcal" y el modelo de familia autoritaria de la época, estaban más motivados para estudiar.
La segunda preselección era académica, y el vago o el incapaz perecía en ella para el estudio. Yo sufrí el examen de ingreso de bachiller a los 10 años, la reválida de cuarto a los 14, la de sexto a los 16 , y el PREU a los 17 . Además, el primer curso de carrera era selectivo y no podías pasar al segundo hasta haber aprobado todas las asignaturas.
Con el desarrollo económico más familias pudieron enviar a sus hijos a la universidad, la sociedad se hizo más permisiva ( lo cual estubo muy bien siempre que no se confunda el tocino con la velocidad) y los políticos de uno y otro signo se contagiaron de la manía de copiar sistemas extranjeros que ya estaban desprestigiados en sus países de origen (el sistema Bolonia es un buen ejemplo). Ya no hay una selección académica en ningún nivel medianamente seria y así. Nos va. Y lo que es más grave, subvencionamos con nuestros impuestos a una serie de vagos y/o ineptos (ojo, no todos lo son), entre el 70 y el 80 % del importe de su matrícula.
Como mal de muchos consuelo de tontos te contare que en mis tiempos de la Universidad Autónoma de Madrid se me metió en la cabeza que nadie podía aprobar el cuarto curso (derechos reales e hipotecario) sin saber los requisitos del tercero hipotecario, clave en esa materia. Así qué el primer día de clase les decía que esa pregunta entraría en el examen y que si la respuesta no era correcta, no seguiría corrigiendo. Así se lo repetía machacona mente a lo largo del curso, y el último día de clase, cuando algunos aparecían por primera vez para preguntar en qué iba a consistir el examen. Sólo pude mantener este criterio dos cursos, pues, de hacerlo, escasamente aprobaban el 10%. Y, como decía sabiamente un compañero, si el Ministerio me manda a 200 alumnos no es pare que suspenda a 180. Y, ¿quien soy yo para enmendarle la plana al Ministerio?.
Un abrazo

Perplejo dijo...

Estimada Etelvina,

"Sólo pude mantener este criterio dos cursos, pues, de hacerlo, escasamente aprobaban el 10%. Y, como decía sabiamente un compañero, si el Ministerio me manda a 200 alumnos no es pare que suspenda a 180. Y, ¿quien soy yo para enmendarle la plana al Ministerio?"

Me duele decir, como profesor, que este tipo de argumento (y las actuaciones que comporta) es una de las causas de que las cosas estén como están. La batalla comenzó a perderse cuando los profesores empezamos a "pasar la mano", a someternos al imperativo de las estadísticas. No recuperaremos la autoridas para exigir que nuestros alumnos cumplan con sus responsabilidades hasta que nosotros mismos empecemos a cumplir con las nuestras. O, como mínimo, hasta que reconozcamos públicamente que no cumplimos con ellas.

Antonio el currante dijo...

Buenas yo nací en el 66, perdonen si me meto donde no me llaman, no tengo muchos estudios, en mi época hice 3 veces 3º de BUP sin aprobarlo y hace 5 años he hecho un FP, técnico superior, donde he sido el alumno nº 1 de la clase, efectivamente, me desvivía por hacer todos los trabajos que nos encomendaban los profesores y estudiaba para sacar la mejor nota posible, todo en busca por supuesto de adquirir los mayores conocimientos y ojalá mis obligaciones laborales y familiares me hubiesen permitido seguir estudiando. Cuando tuve la edad de estudiante creo que también era un vago y casi también (menos) un guarro en pisos compartidos con currantes de mi empresa. Ahora veo a los chicos y chicas en edad de estudiante muy ignorantes en cuanto a conocimientos generales, más que cuando me tocó esa época a mi, a pesar de mis pocos estudios hablo a veces con alguno de ellos y me da la sensación que yo podría ser físico nuclear a su lado (es broma).
Creo que el profesor que inicia este blog está en lo cierto y no quiere más que motivar a los/sus alumnos para mejorar el nivel cultural de su/nuestra sociedad, motivar explicándoles lo mal que lo están haciendo a ver si reaccionan y lo intentan hacer mejor. Es difícil motivar a los alumnos para que estudien, yo recuerdo en mi época que todo el mundo me decía lo bueno y lo importante que iba a ser para mi futuro estudiar, y yo incluso llegaba a entender que tenían razón, pero inevitablemente se imponía la ley del mínimo esfuerzo y no daba palo al agua, ni siquiera llegué a la universidad, y en mi subconsciente siempre había una voz que me decía que debía continuar los estudios y sacar una carrera universitaria, pero eso requería mucha disciplina, de la cual yo carecía. Cuando tuve 25 años tuve un atisbo de lucidez y después de una prueba para mayores de esa edad inicié estudios universitarios, precisamente de Derecho, que abandoné a los 3 meses pues aún no había madurado y seguía careciendo de la disciplina que tan ardua empresa requería. La vagancia en los jóvenes/estudiantes hoy es, quizá más dañina, pues las oportunidades ni siquiera los mejores las pueden lograr, solo los mejores entre los mejores alcanzarán lo que se propongan. De esta situación no es única y responsable la actual generación de estudiantes, sino compartida diría que al 49/51% entre padres, maestros y profesores (49) y ellos mismos (51), ya que esta vida tan placentera en cuanto tener todas las necesidades cubiertas y a la inabarcable oferta de ocio (incluyo vaguear), hace que no se planteen esforzarse demasiado para conseguir lo que quieren y están en la creencia que todo de una u otra manera vendrá rodado.
Estamos en una época con dos aspectos antagónicos, por un lado la falta de oportunidades laborales y por otro la falta de motivación para prepararse a fondo para alcanzar oportunidades, eso es un cóctel que no sé en que acabará, pero no tiene buena pinta.
Desde mi experiencia animo a los jóvenes estudiantes a que luchen con todas sus fuerzas contra la pereza, que tomen cuanto antes responsabilidad sobre sus vidas, y no me refiero a que se busquen ya un trabajo, sino a que se preparen al máximo, porque inevitablemente la vida hará que el momento de la disciplina y la responsabilidad, en mayor o menor medida llegue, pero cuanto más tarde en llegar ese momento, peor se posicionarán en "la cadena alimentaria" (disculpen la metáfora).