08 julio, 2006

Madrid me mata. De horror.

Entre los más insondables misterios del cosmos se cuenta el gusto que le encuentran los madrileños a vivir en Madrid. Bueno, pensándolo bien, también hay desviados a los que les chifla que les pinchen con imperdibles las tetillas o que les pongan morado el culo a puros latigazos. Seamos respetuosos con el libre desarrollo de la personalidad de cualesquiera criaturas y ciñámonos a los hechos que me tienen esta mañana somnoliento y con el talante de aquella manera.
Ayer me tocaba actuar en tribunal de tesis doctoral en Madrid y el lunes andaré en las mismas en San Sebastián. Así que con mi pareja había planeado vueltecilla de fin de semana, con pernocta rural en algún paraje llamativo y norteño de la opresiva Castilla. Tuve que cambiar el plan a la carrera, debido a la hospitalización de mi madre. De modo que me compré un billete de avión Asturias-Madrid, con ida a mediodía de ayer viernes y regreso temprano esta mañana de sábado.
Tesis en universidad privada, mi primera experiencia. Por cierto, se les ha olvidado preguntarme que qué se debe de lo del viaje y tal. Tal vez consideran que con el honor ya voy bien remunerado. Pues sí, vaya plan. Porque la tesis... dejémoslo. No tengo los ánimos estos días para montar broncas en solitario, y el resto de los estimadísimos colegas a los que jamás había visto y de los que nunca había oído ni mu eran receptivos al castigo, bienaventurados por mansos y propicios al proceso de paz doctoral. Me juro a mí mismo que dejo de aceptar nombramiento para tales tribunales, salvo cuando me dé plenas garantías el nombre del director y la pinta del doctorando. O sea, ya casi nunca, otra cosa que se acaba. La cena de primera, eso sí.
Pero vamos con Madrid, que es tema que me compromete menos con lo más granado de mi gremio, sector proletario asalariado. El viaje del aeropuerto al hotel, en taxi, creyendo que me lo pagarían. Ay, alma cándida, no aprenderás. Al metro, que en la privada tratas con currantes, hombre. Y con empresarios. Así que al metro para la próxima... que no habrá. El viaje en el taxi una eternidad, porque está Madrid guapa, una delicia, puro relax.
El clímax, esta mañana. Me levanto a las seis y cuarto para llegar con tiempo al aeropuerto, como nos gusta a todos los aldeanos. Mi hotel estaba en Alberto Aguilera. Al irme, el recepcionista ya me advierte que lo del taxi, difícil, difícil, pues, al parecer, evitan los taxistas esa zona a esas horas porque el personal retorna cocido a sus madrigueras y no se muestra muy tratable con los sufridos trabajadores del transporte más caro. Y que los del radio-taxi o no cogen el teléfono o te engañan prometiéndote en vano que pasarán a recogerte en media hora, poco más o menos. Sin poder dar crédito, salgo a la calle y veo montones de brazos extendidos preventivamente, pese a que ningún taxi se divisa con la luz verde. Me quedo cinco minutos al quite y asisto a la violentísima discusión de una pareja muy engalanada, cuyos miembros/as se imputan mutuamente la responsabilidad por la falta de taxis. Antes de verme incriminado por no auxiliarlo a él por la inminente agresión violenta que iba a padecer, me alejo, pues desconozco los detalles de la nueva legislación sobre el género.
A la vista de la fatídica pertinacia de los hechos, decido caminar hacia el metro. Oh, maravilla, la línea más directa está cortada, pues las obras capitalinas tocan también el subsuelo, el mismísimo underground. Treinta y cinco minutos de metro, y porque estoy de suerte y pillo los trenes casi al vuelo. Ya en Barajas, el problema es la T4, esa mancha enorme en medio del desierto manchego, prodigio de arquitectos y campo de entrenamiento para corredores de maratón, fondo y medio fondo. Toca esperar el bus que enlaza con la hermosa terminal infinita después de hacer una amplia circunferencia. El paisaje se muestra tan bello que me pregunto al instante cómo puedo estar blasfemando para mis adentros en presencia de tanta belleza natural e ingenieril. Menos mal que no llevo maleta y solvento lo de la tarjeta de embarque por vía automática, pues las colas en los mostradores quitaban el hipo. A seguir pistas y letreros en busca de la lejana puerta de embarque. Siempre me recuerda la mili, cuando nos soltaban en el monte con un mapa y una brújula. Aquellos eran tiempos, y ni sofá con tele y videojuegos había en los montes aquellos, qué penurias. Ardor guerrero. Como el que me invade cada vez que disfruto las delicias madrileñas.
Arribo al fin a la esquina más alejada de la Tortura-4 y, albricias, se anuncia retraso en la salida del vuelo. Iberia, genio y figura. Por cierto, pobres pilitos, humillados y ofendidos siempre, lumpenproletariado. Arriba, parias de la tierra, a seguir subiendo hasta alcanzar la altura de crucero. Al fin en el avión, mi vecino de silla resulta ser un fiel exponente de la fobia al desodorante, esa plaga que nos tiene la pituitaria en máxima alerta todo el día. ¿Será una libre opción personal la de ir apestando? ¿Será porque volvemos a los usos de marca del territorio, ahora que retornamos al simio medio? ¿O tal vez no se dan cuenta y se piensan una maravilla para los cinco sentidos?
Ya en casa en Gijón, por fin, y concediéndome un mínimo descanso antes de salir para el hospital, pienso en León y comparo con Madrid. Mi casa, una casa grande, en las afueras, con campo y todo y poco hormigón alrededor, está a diez minutos en coche del centro de la ciudad y a cinco de la Facultad donde diserto para fanáticos de Orfeo, cubro impresos y asisto a comisiones y juntas. Y me costó lo que un apartamento de treinta metros en Vallecas. Qué dicha, oiga. Madrid para los madrileños. Deberían pedir la independencia. León sólo, y capital Astorga, qué güevos. Y T-4, agua.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Como usted, me veo obligado (esa es la palabra) a desplazarme a Madrid periódicamente, penoso deber que he venido cumpliendo con desgana, frustración y, últimamente, irritación. Su post no puede ser más oportuno para mí: el lunes me toca, y esta vez empiezo a sentir síntomas de orden físico (palpitaciones, insomnio...), por lo que no pierdo la esperanza de que a la próxima ya pueda alegar "matritofobia", y pelear en los Tribunales por incluirla como enfermedad profesional en la Seguridad Social.

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo.

Aunque lo ponga en mi carnet de identidad, acostumbro a decir que yo era de Madrid. He apostatado.

Encuentro Madrid aceptable para visitas de fin de semana largo -tengo familia que me alberga-, pero para vivir me parece una pesadilla hipertrofizada que, en todos los órdenes, dista mucho de valer lo que cuesta.

En cuanto a la T-4, es un proyecto que contradice el sentido común; sólo ha servido para exaltar la vanidad de unos cuantos, ... y para licitar 6.000 milliones de euros, se me olvidaba.

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Para la universidad privada reservo la misma sonrisa no beligerante. Sacrosanto derecho, el de montar algo y llamarlo universidad. Pero que a mí no me coopten en sus pretensiones; con su pan se lo han montado, con su pan se lo coman.

Salud a todos,

Anónimo dijo...

Olvidaba una anécdota insignificante, pero que ilustra la particular perspectiva de los madrileños. Dejé Madrid con la tinta del título universitario aún fresca; han pasado unos cuantos años, y la ciudad era entonces decididamente menos invivible de lo que es hoy en día.

Pues bien, durante bastante tiempo, en mis periódicos regresos, mis amigos madrileños no me preguntaban "si pensaba" volver a Madrid, sino "cuándo" iba a volver a Madrid.

Me hacía gracia, y me sigue haciendo, que ni siquiera considerasen necesario enunciar la total y absoluta desiderabilidad de Madrid como lugar de vida; para ellos era ocioso, autoevidente, fuera de cualquier posible discusión.

Achab dijo...

Dado que mucho me temo que, dada la ubicación del hotel, se trate de mi universidad algo debería decir en su defensa. algo del estilo de "tan malos no somos" u ofrecerme como contraejemplo.

Pero la verdad, me da pereza, para un día de descanso que tengo no lo voy a emplear en pelearme con nadie.

Anónimo dijo...

Aparte de Madrid, también mata Afganistán, hoy , uno de los nuestros, un bravo soldado ha caído.
No es un puto político, pero solicito a los amigos del blog que cada uno guardemos un sentido minuto de silencio (cada uno cuando mejor se lo permita sus quehaceres)para honrar la memoria de un hombre que cumplió con su deber. Pero sin tristezas, pues está en mejor vida o su energía transformada, según creencias, sino como ejemplo para aquellos que su problema es una hipoteca de mierda.

IuRiSPRuDeNT dijo...

"yo me bajo en Atocha, yo me qudo en madrid"

Anónimo dijo...

Vistas las pistas geográficas, y el color del cielo sobre Madrid, yo también he pensado en lo mismo, amigo Achab.

Pues resulta que esa universidad en la que ambos estamos pensando y de la que ninguno diremos nada es de lo mejorcito del sector privado. ¡Figurémonos las otras!

Anónimo dijo...

UN RESPETO A LAS VÍCTIMAS

Anónimo dijo...

Achab, viendo como escribe seguramente se trate de su universidad...

Juan Antonio García Amado dijo...

Oigan, Achab y Amigo, no se trata, para nada, de la Universidad que están pensando. Esta era una que está mucho más lejos y próxima a un puñado de otras de idéntico espíritu empresarial. Y yo no dije que fuera mala, que conste, jeje.

Anónimo dijo...

Qué pena, venir tanto a Madrid, con tanta desgana y tan poco acierto. Qué tiempo más mal empleado. Espero que no vuelvas nunca más, que gente como tú es la que sobra en Madrid.