14 octubre, 2006

Echándole versos. II.

Estas preñadas flores, madre,
los montes albos que han tomado tus ojos,
esa risa inocente que te vuelve
de los años vencidos.
Se te adivinan mansos los recuerdos,
ya sin agraz su fruto,
ya mellado el dolor, los sobresaltos
enterrados, raudo el perdón.
Tu respirar, jinetes
lentos, cansados trazos
de tu paisaje, un rostro con encrucijadas.
Como aquellos jinetes
que me contaste un día,
no hace tanto, húmedos
de amaneceres, rígidos
de lejanía y nostalgias,
de compasión cegada y manos firmes.
Como aquellos jinetes y tú niña
y el aire detenido en la mañana
y los pájaros en su silencio
y las campanas mudas
y los hombres ausentes
y los jinetes trágicos
que al fin hoy compadeces
cuando vuelves a verlos
desde tu atalaya
de surcos, de misterio, de caminos,
indiferente, ajena, madre,
reina de todo el tiempo que te queda.

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