11 febrero, 2007

Ellas los prefieren imperfectos.

Sigue el auge de una nueva disciplina, la psico-sociología de la chorrada. Hay que ver en qué investigaciones tan profundas y difíciles se gastan las neuronas los científicos. En cualquier caso, los resultados de la que les voy a contar serán consuelo de más de un solitario y lenitivo de más de cuatro varones con el corazón partío.
Acabo de encontrarme en el periódico colombiano El Tiempo una de esas noticias que dan fe de lo barato que está el papel y de lo poco que tienen que hacer los periodistas. El titular me provoca de entrada una síntesis de curiosidad y sofoco: “Las mujeres prefieren hombres que no lo tengan todo cuando buscan una pareja estable”.
Por deformación profesional, lo primero que se me ocurre es que ese rótulo parece redactado por nuestros legisladores, de tan equívoco, trufado de ambigüedad sintáctica y semántica. Pues me lleva a preguntarme si las hembras que tal prefieren son las que buscan pareja estable o si serán los hombres que pretenden pareja estable los que no deben tenerlo todo para gustarles a las señoras. ¿Y qué me dicen del “todo”? ¿De qué ha de faltarle al varón para que ellas lo coloquen en su punto de mira? ¿Habrá llegado la edad de oro de los lisiados? ¿Estarán triunfando los escuchimizados al hilo de la nueva moda otoño-invierno? ¿Abundarán a partir de esta sesuda investigación sexuda los mensajes que ofrezcan acortamiento de pene a distancia? ¿Ligarán más y mejor los que hablen como don José Luis?
Así que, diablos, cómo no leer la noticia por entero. Y ahí me voy aclarando. Resulta que ellas “piensan que los hombres guapos y adinerados gracias a su triunfo profesional son "menos de fiar" y los consideran "demasiado buenos para ser verdad"”. Acabáramos. Nuestro gozo en un pozo, compañeros.
De todos modos, no echemos en saco roto la novedad. Si es usted uno de esos varones que lleva meses o años sin poner una pica en Flandes, pese a un considerable gasto en colonias y ungüentos, a haber probado todo tipo de posturas en la barra y a haber depurado sus técnicas de acecho y acercamiento, no se desanime, hombre, que a lo mejor lo que pasa es que ellas lo ven demasiado triunfador, caballero que transpira éxito, glorioso cuerpo imposible, inalcanzable macho para su modesta alma de extrarradio. Pruebe a engordar un poco, aparque en el armario sus zapatillas de marca y cálcese unos mocasines del Carrefour, abandone los perfumes que se anuncian en diciembre y embadúrnese de Varón Dandy, libere el sobaquillo de la mordaza de los desodorantes y procure que su camisa lleve el aroma excitante de las bolillas alcanfor. Y si la conversación comienza y la niña de sus ojos le pregunta a qué se dedica, dígale que está en el paro y no deje de sonreír, como si no le importaran mayormente las alegrías de este mundo. Ligará un montón. Ya te digo.
Cuando la cosa avance, que avanzará, gracias a sus postizas imperfecciones y a tanto disimulo de sus méritos, y llegue la hora de encontrarse en el lecho como por un casual, déjese de posturitas y perfiles y fínjase modesto de atributos, sin que por ello se le note atribulado. Despertará en la dama pasiones sin cuento y la convicción profunda de que un tirillas así, sin oficio ni beneficio y más torpe que ministra de Cultura, es el hombre de su vida, su media naranja for ever, lo que estaba esperando y no encontraba, harta ya de ir a dar con consejeros de banco, constructores, futbolistas de primera, metrosexuales varios y magistrados de altas cortes que le hacen la corte como patanes glamurosos. Si a los otros no los quieren, porque les parecen demasiado buenos para ser verdad, de usted se enamoran seguro, convencidas de que una birria así no puede ser mentira.
Pero no se fíe, ¿eh?, que ellas también tienen lo suyo. Mire cómo acaba la excelsa noticia: “Esa elección se debe, según el director del informe, Simon Chu, a que los guapos y ricos atraen también a otras mujeres y es más probable que busquen relaciones pasajeras en lugar de alianzas estables”. Sí, ya sé, usted preferiría muchas pasajeras de ésas. Pero es lo que hay, amigo mío.
A este Simonchu que dirigió la investigación habría que verle las pintas. Seguro que barre para casa, el muy pillín. De todos modos, rigor no ha de faltarle, pues menudo trabajo le tomó el experimento, que luego publicó en la revista Personality and Individual Differences para hacer curriculum y tal. El trabajo lo hizo en la universidad de Lancashire (para que luego nos descojonemos/despotorremos de las nuestras) y consistió en entrevistar nada menos que a 186 chicas estudiantes, menudo curro.
Yo de mayor quiero ser científico, como Simonchu. ¿Por qué no salimos de bares una noche de éstas y vamos preguntando?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aháaaa, saBÍIIIIa que también usted iba a caer en el rollito progre del os/as. Ciertamente, con más ahe, porque no está mal eso de "descojonarse/despotorrarse"... pero a fin de cuentas, cayó.

(Espera... pero está hablando de una encuesta hecha a 186 mujeres... ¿con esto no estará siendo sexista, por no integrador? ¿O será, por el contrario, un rollo de affirmative action, como los que lleva defendiendo Garciamado toda la vida? Ay, qué complicada es la Garciamadología...).