17 febrero, 2007

Mocosos, papis y normas.

Lo que es noticia en un país señala el grado de estulticia de ese país. Aquí se nos llenaron esta semana los noticiarios con la medida legal que la Comunidad de Madrid pretende tomar: prohibir a los cachorros del pijo de papá usar el teléfono móvil en clase. Cuando lo evidentemente inconveniente hay que prohibirlo por ley y cuando esa prohibición es la comidilla nacional, señal de que hemos rebasado el límite de la estupidez tolerable, por la parte de abajo, claro. Por lo que parece, también se van a prohibir las videoconsolas en las aulas. Ay, y cómo va a amortizar mi Borja Alejandro la Sony de última generación que le acaba de reglar la abuela con lo que sacó de vender el torreón del pueblo. Y, sin el móvil, cómo va a retratar mi Jennifer a los compañeritos que se hacen pajas mientras la maestra les explica la reproducción de los helechos, vamos a ver; que si lo llego a saber no le compro el Nokia de seiscientos euros, pobrecita mía, mi niña, mi dulcísimo putón del mañana.
Constatamos que en la escuela rige el principio jurídico de que lo no expresamente prohibido por norma jurídica está allí permitido, pero sólo a los alumnos, eso sí. Los niñitos pueden hacer todo lo que la norma no les prohíba expresamente; los maestros sólo lo que la norma explícitamente les permita. Ley del embudo y progresía de pedagogos imbéciles.
Llega el legalismo a donde no podíamos sospechar y desplaza toda consideración autónoma de la moral, el decoro, el respeto o las buenas costumbres. Es curioso, mientras para los adultos cada vez es más dado el legislador a los tipos penales en blanco, para los mierdas de nuestras entrañas hay que especificar cada prohibición al detalle, pobrecitos, tan expuestos ellos a la inseguridad jurídica.
Antes, tanto en casa como en la escuela a los niños se les enseñaba a convivir a base de reconvenirles los comportamientos improcedentes y de mostrarles que hay acciones que deben evitar, porque dañan o molestan a los demás. Esos niños se socializaban así, y de esa manera aprendían a comprender que la convivencia es sacrificio común de los impulsos más rudos, egoístas y ordinarios. Con ello adquirían la base para entender más tarde el significado de la ley que castiga el delito, que proscribe el abuso en los arreglos privados o que estipula el deber de todos de colaborar al sostenimiento de los gastos comunes. Pero estos reyezuelos enanos de ahora, ¿qué ciudadanos maduros y solidarios van a ser mañana?
Las cosas han cambiado y el hiperlegalismo de las relaciones familiares y escolares con los niños acabará forzándonos a elaborar códigos inmensos con listas de prohibiciones, prohibiciones que de otro modo nadie se sentirá autorizado para imponer. Porque, a ver, ¿qué pasa si cuatro tarados de doce años se ponen a tirarse pedos en un autobús o se orinan en el aula durante la clase de matemáticas o en medio de un examen de inglés comienzan a cantar el himno del Betis? Nada, no pasa nada, salvo que los mayores o responsables que por allí anden tendrán que llamar a toda prisa a su asesor legal para que les explique si semejantes conductas se hallan entre las prohibidas por la Comunidad o si, por el contrario, se deben tolerar, mal que nos pese, porque están en su derecho esos retrasados con granos, ya que el legislador nada ha dicho todavía sobre ventosidades adolescentes en el transporte público, micción bajo los pupitres o himnos de manada en los exámenes.
Hay que verlo para creerlo, que para que un zoquete pequeñajo no pueda hablar en clase por el móvil tenga que prohibirlo la ley. A dónde hemos ido a parar, a dónde.
Si fuera maestro o profesor de instituto crearía un grupo clandestino y lo identificaría con las siglas JPH: Justicia contra el Pequeño Hijop... También puede ser Justicia por Herodes. Tendríamos células de información en todos las escuelas y colegios y espías en cada curso. Y a los más insoportables de los niñatos y niñatas los esperaríamos cada día en un callejón oscuro para pisotearles el móvil y la videoconsola y agujerearles las zapatillas de marca. Y luego nos iríamos a buscar a sus papis, esos papis que van al colegio, hechos una furia, a decir que al hijo ese que pasa por suyo (y que hasta puede serlo, pues lleva la misma cara de gilipollas) nadie le puede impedir hacer lo que le dé la gana. Y ahí sí nos despacharíamos con esmero, ahí sí. Salvo que la ley expresamente prohíba ensañarse con las babosas, claro.
Si esto es la selva, que lo sea para todos. ¿O no?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La propuesta de ley regional es en efecto una soberana estupidez, que conecta fatalmente -pero con impecable lógica- a los ciudadanos estúpidos a quienes su privado "hecho biológico" convierte en padres estúpidos de hijos estúpidos, y y a quienes su público "hecho político" convierte en electores estúpidos de legisladores estúpidos.

Para no ser todo negatividad, aunque la situación invite a ello, pienso que habría que trabajar en varias direcciones:

- una, relativamente banal, la tecnológica, limitando algunos usos del producto. Crear interferencias electromagnéticas para un espacio físico es bastante simple: se debería buscar la manera de imponer legalmente a los concesionarios de licencias de explotación del espectro que, a su costo, creen tambien las zonas de sombra en los espacios públicos que para ello se designen, donde interesa activamente a la sociedad (perdona, Margareta hijadeputa, allí donde estés, que mente algo para ti inexistente) que no haya señal. Estoy seguro de que no hay problemas de fondo para ello, salvo la evidente connivencia entre grandes empresas y poder político.

- otra, mucho más importante, preparándonos (psicológica y jurídicamente) a vivir en una sociedad (perdona de nuevo, Margareta cabrona y rapaz) transparente, donde no existe privacidad: cualquier cosa que hagas/digas puede ser grabado o fotografiado o interceptado. Curiosamente es el modelo social que, con muchísima menos tecnología, proponían los puritanos del siglo XVIII (subsisten aún hoy trazas de esta mentalidad: por ejemplo, en la mayor parte de los Países Bajos, llama la atención la costumbre de que los salones de las casas privadas, por la noche, están iluminados y con los visillos descorridos); está por ver si lograremos combinarlo con una visión social teóricamente basada en la tolerancia. Y no carece de ventajas: cuando uno se ha liberado de los relativos complejos, qué duda cabe de que correrse aullando voces guturales a pleno pulmón es más placentero que hacerlo mordiendo la almohada, por aquello del qué diran los vecinos del 4º izda.

- la tercera, y quizás más importante de todas (por lo que es obvio que es casi imposible que se haga) es revisar los fundamentos del contrato didáctico, entiendo por tal el acuerdo, casi siempre implícito, que se establece entre quien quiere aprender una cosa y quien se ofrece a enseñarla. Las reglas, dentro del marco de la ley general, las define quien enseña; si no, el contrato simplemente no funciona. Deberíamos recordar este simple hecho a la parte adquiriente el servicio. El padre gilipollas del Nokia de 600 patacones quizás se preocupa porque su Jenny grabe las proezas espermopirotécnicas de sus compañeritos de clase, enguarrinándose el costoso teclado si algún chisguete se desvía, que suele ocurrir; lo que tendrá que comprender algún día es que la Jenny va a clase, a fin de cuentas, a aprender a sumar y restar, y a hacer la "o" con un canuto, y que si tiene en mano el Nokia, la maestra o maestro van a sonreirle angélicamente, si no tienen otro instrumento para imponer disciplina, pero desde luego que van a pasar a la grande de corregirle sus cuentas, o de sugerirle que se saque el canuto de entre las piernas y lo vuelva a apoyar sobre la planilla.

Saludos a todos,

Juan Antonio García Amado dijo...

Oiga, "amigo", me ha gustado e interesado mucho su comentario. Pero andamos ya más de uno mosqueados con esa Margareta a la que le atiza. A mí me viene a la memoria aquel poema de Paul Celan, "Leche negra del alba la bebemos al amanecer..." (http://www.fmh.org.ar/revista/7/fuga.htm), donde se habla de Margarete. Pero no estoy nada seguro.

Anónimo dijo...

Gracias por la apreciación. Por supuesto que me refiero a la ínclita Margareta Hilda, a la Baronesa del Coño de Escayola, a.k.a "There is no such thing as ‘society’", por escoger uno de sus nombres de guerra más intelectualizantes.

Anónimo dijo...

A propósito: tremenda, tu otra Margarita.

Pero, si perdonas la pijería, no me convencen del todo algunas elecciones de la versión que citas; te mando ésta ligeramente diversa de un conocido mío.


Fuga de muerte

Leche negra de la madrugada la bebemos al atardecer

la bebemos al mediodía y de mañana la bebemos de noche

la bebemos y bebemos

cavamos una tumba en los aires allí se yace sin estrechez

Un hombre vive en la casa que juega con las víboras que escribe

que escribe cuando oscurece a Alemania tu cabello de oro Margarita

lo escribe y sale ante la casa y parpadean las estrellas silba llamando a su jauría
silba a sus judíos que salgan manda cavar una tumba en la tierra

nos ordena tocad ahora a baile

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche

te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos al atardecer

te bebemos y bebemos
Un hombre vive en la casa que juega con las víboras que escribe

que escribe cuando oscurece a Alemania tu cabello de oro Margarita

Tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una tumba en los aires allí se yace sin estrechez


Grita picad más hondo en el reino de la tierra los unos los otros cantad y tocad

echa mano al hierro del cinto lo blande sus ojos son azules

hincad más hondo las palas los unos los otros seguid tocando a baile
Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos al atardecer
te bebemos y bebemos
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarita
tu cabello de ceniza Sulamita él juega con las víboras
Grita tocad más dulcemente a la muerte la muerte es un amo que viene de Alemania
grita rasgad más sombríamente los violines luego ascenderéis como humo en el aire

luego tendréis una tumba en las nubes allí se yace sin estrechez 


Leche negra de la madrugada te bebemos de noche

te bebemos al mediodía la muerte es un amo que viene de Alemania

te bebemos al atardecer y de mañana te bebemos
y bebemos
la muerte es un amo que viene de Alemania su ojo es azul
te hiere con bala de plomo te hiere certero

un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarita

nos azuza su jauría nos regala una tumba en el aire

juega con las víboras y sueña la muerte es un amo que viene de Alemania


tu cabello de oro Margarita
tu cabello de ceniza Sulamita.