30 octubre, 2008

El género de la víscera

Ayer me di una vuelta por las partes de los periódicos que me suelen pasar desapercibidas, ésas que te ponen perdidos de pelos y polvo, de humores corporales y de recetas para pasarse las políticas de género por el forro de los euros. No conviene transitar a menudo esos andurriales, pues uno se imagina que vive en un mundo demasiado diferente, en otro planeta.
Por ejemplo, me enteré de lo que a cambio del divorcio le ofrece Madonna a su marido, un tal Ritchie, del que desconozco el oficio pero me lo puedo imaginar al ver el beneficio por beneficiársela. Pues por el papelito de nada ella le quiere dar unos veinticinco millones de euros. Fruslerías. Con esa pasta se reflota un banco entero en León, uno de ésos que han visto acortarse dramáticamente sus beneficios de tropecientos millones de euros a tropecientos millones menos diez céntimos. Y el caso es que el tal Ritchie responde que nones y que es mucho amor el suyo como para tasarlo tan bajo.
Voy a confesar un vicio nefando mío, uno de tantos (o, como escribiría algún colega en sesuda monografía, voy a confesar un vicio, nefando mío). Tengo la horrible costumbre de calcular en polvos las indemnizaciones (o como leches se llamen) por divorcio. Es muy sencillo, primero se averigua cuántos años duró el bendecido ayuntamiento, luego se hace un promedio de polvos por año y se procede a una sencilla multiplicación. La conclusión suele ser aplastante y contraria a cualquier política de familia y de conciliación de la vida laboral y familiar: si la víctima se lo hubiera gastado en amores mercenarios, habría ahorrado un pastón y seguramente tendría experiencias más variadas y sorprendentes, amén de evitarse largos berrinches y el vudú de la suegra.
No sé cuántos años habrá durado el matrimonio de la jata ésta que dicen que canta y el paisano que dicen que cobra, pero pongamos que fueran diez, por decir algo. Como son de la farándula y se meten cosas, calculemos que tuvieron sexo compenetrado cuatro días a la semana, como promedio y tal. Tampoco son unos chavales como usted, querido lector. Con eso salen unos doscientos ocho caliqueños al año, que, multiplicado por diez, da 2080 durante el dichoso matrimonio. Así que ahora dividimos veinticinco millones de euros entre dos mil ochenta, y sale... doce mil diecinueve euros por casquete, algo más de dos millones de las antiguas pesetas de aquí. ¿Cómo se les queda el cuerpo? Me refiero al cuerpo suyo de usted, amigo lector.
Como la que va a pagar es Madonna, la pregunta tenemos que hacérsela a ella: ¿qué no podrías haber hecho tú, corazón, para darle al body gusto variado e intenso con un presupuesto así? Sí, lo sé, sé lo que me van a replicar algunos: que el matrimonio no es sólo encame, que también se ha de valorar la parte sentimental y emotiva. Desde luego que sí, y más en uno que acaba en divorcio y pleitos: qué pasión en la contienda, qué discusiones, qué insultos y cuántos desplantes. Y resulta que eso no desgrava a la hora de sacar las cuentas finales.
Por estos pagos suele ser el marido el que suelta la mosca a le ex. Todavía me acuerdo del mareo que pillé cuando leí hace años lo que le había dejado Amancio Ortega, el de Zara, a la que fue su señora, como compensación por la enorme pérdida sentimental. De todas maneras, supongo que a don Amancio le habrá quedado para financiarse consuelos a su nivel, pero el común de los varones divorciados descubre lo carísimo que está el desfogue amoroso cuando la nómina no alcanza para alivios, una vez descontadas pensiones y compensaciones a la santa avara. O de cómo imponer judicialmente la castidad a los machotes.
Sobre ese tema habrá que hablar algún día en serio y uno, que no es feminista, sino feministo, tendrá que adoptar la perspectiva correspondiente, que es el de la defensa de las mujeres y su status desde el punto de vista de la igualdad y todo eso. Pero aquí quiero acabar con otra noticia que me llena de gozo: Berlusconi quiere fichar para su tele a la Victoria Beckham, prestigiosa intelectual y polifacética dama, orgullo de su género y de diversas especies. Según se cuenta, le ofrece trece millones de euros para que aparezca en un “reality” de ésos y cuente los apasionantes pormenores de la mudanza familiar a Milán. Interesantísima peripecia que hará las delicias de millones de televidentes italianos. Yo tampoco me lo quiero perder. Cómo no va a votar la gente a Berlusconi. De cajón. De nuevo la igualdad genérica realizándose a tope: mientras su maridito cobra otro tanto por dar patadas a una bola, ella también tiene un digno oficio y una nómina aceptable.
A mí me encantaría aún más un programa español, a ser posible de una televisión pública, en el que la digna y sacrificada esposa del presidente de algún gran banco de los nuestros nos contara cómo organiza la compra diaria ahora que casi no llegan a fin de mes y tienen que mendigar a la puerta de la Moncloa. Qué ternura nos despertaría ver a la muy sufrida dama remendando los pantalones de sus hijos o echándole muchas patatas al puchero para ahorrar en carnes y otros productos que se están poniendo por las nubes por culpa de la dichosa especulación. Además, eso daría a los nuestros tantos votos o más que los que va a sacar Berlusconi con su vil explotación de la honesta familia Beckham.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, que tal.

Soy lector más o menos habitual de este blog, y escribo simplemente para comentarle a su autor que Guy Ritchie, marido de Madonna, es un director de cine de cierto renombre, autor de películas como Lock and Stock o Snatch, cerdos y diamantes.

Se lo comento no con ánimo quisquilloso, sino para que lo sepa, por si entiende oportuno completar o rectificar su post.

Felicidades por el blog y un saludo.