19 marzo, 2013

Si les gusta, por qué se quejan



                La mía, cuando llegue, va a ser una vejez jodida. Jodida para los demás, digo. Aunque todavía está uno de buen ver, noto que la intolerancia crece con cada nueva capa de canas. Ya no hay margen para aguantar pelmazos y cantamañanas, aunque falte media vida por disfrutar. O por eso.

                Hoy me tienta tratar brevemente de un vicio nacional, o de una epidemia, no sé: la queja por estar donde se desea y hacer lo que se ha escogido. Estoy verdaderamente ansioso porque un día me pase lo siguiente. Llego a cualquier parte donde hay gentes conocidas, doy los buenos días y me responden con un hola, cómo estás, cuánto me alegro de verte y mira, ven, te vamos a enseñar esto y lo ponemos a tu disposición. Cortesía, protocolo, fingimiento, pero estaría bien, tampoco hace falta ser sincero todo el día, y menos con las visitas.

                Imaginemos que viene a nuestra casa un amigo al que hemos invitado a merendar, y que en cuanto le abrimos la puerta empezamos con la retahíla: mi niño no me come, mi mujer no me atiende, la asistenta se ha ido con los del cuarto C, ha salido una gotera en el baño y se han secado los geranios de la terraza, el perro tiene cagalera y a mi amante se le han llenado de granos los muslos. Y dale que dale. ¿Qué pensaría nuestro invitado? Que pies para qué os quiero y que ni atado vuelve. Porque si estás de malas, no lo convides, y si lo llamas, que no sea para hacer de él tu paño de lágrimas. Porque, ¿acaso tiene culpa tu amigo de que tengas una mala pareja, te haya salido un hijo pillo, te hayas comprado por un dineral un perro con pedigrí y, en consecuencia, retrasadillo como si estirpe real tuviera, o de que seas tú mismo un cenizo sin remisión? No. Por qué le pasas a él la factura, pues.

            Bien, ahora pasemos a la cruda realidad cotidiana. No conozco a ninguno que ejerza un cargo político o académico por imperativo divino o por humana coacción.  Mírenme a mí mismo, no tengo ninguno porque llevo años rechazándolos, tantos, que ya ni me los ofrecen. Por cierto, este último dato también sería motivo para común paranoia que otro día glosaré. Aun cuando lleve lustros diciendo que nada quiero dirigir y que bajo ningún concepto presidiré cosa alguna, sería de lo más trillado que me pusiera a pensar que cómo han nombrado subdirectora de parques eólicos municipales a Fulana en lugar de proponérmelo a mí para que yo lo rechazara, o que a cuento de qué han puesto a Mengano a presidir la Fundación para la Sostenibilidad Sobre un Pie, si yo soy bípedo y guapo de cara y el cabrón ese está operado de cataratas. Pero esa dolencia, también frecuente, la trataremos otro día.

                Te llama el director del Área Universitaria de Eventos Inconclusos. Que si les das una charla de una horita en el curso de Conclusiones Provisionales para Emprendedores Emergentes y que son cuarenta euros y un diploma. Como tú también eres medio gilipollas y además ves a tus colegas más críticos apuntarse a las sesiones de Alimentación Equilibrada por si Mañana hay que Reacreditarse, dices que sí para prostituirte el currículum por lo que pueda pasar. Así que en el día y hora señalados apareces por los despachos de los de Eventos Inconclusos en el Edificio de Usos Múltiples Equilibrados. Oye, y allí están los cinco: el Director, el Subdirector, el Secretario, el Cuota y un Becario de Por Ahí. Tú llegas con la sonrisa de hetaira sobrevenida y ¿cómo te reciben ellos? Con unas quejas. ¿Quejas? Sí. Veamos.

                Saludas la mar de amable y hacendoso: buenas tardes, vengo a lo del workshop. Ellos: ah, hola, no hay derecho, fíjate que nos han quitado cinco sillas de las trece que teníamos y se las han dado a los de Contornos Indefinidos, que, para colmo, tienen una secretaria de nivel veintisiete y cobran dietas de merienda. Unos quince minutos así, golpeándote con sus agravios político-burocráticos: que ya no logran descuento en el gimnasio del campus, que a posta les matriculan en sus cursos alumnos con faltas de ortografía, que el otro día llovió para la inauguración, que mira cómo cojea esta mesa y el vicerrector me ha dicho que Oslo es la capital de Noruega, que tengo un primo con hemorroides y a esta gente le da igual porque aquí todo da igual, que tócame el escroto aquí y verás que está como macilento, que la puñetera de la doctoranda se ha echado un novio de Albacete y ya me dirás ahora, que llevo tres domingos sin ir a misa por cuadrar el presupuesto, que el atontao de becario se ha puesto a estudiar francés y no sabe usar el Excel, no me digas que no es para tirarsde de los pelos, que dicen que nos van a quitar el  complemento de asimetría y entonces sí que lo mando todo a tomar vientos…

                Póngale media hora de esa guisa, quizá cuarenta minutos. Y tú allí, con los pies fríos y preguntándote quién diablos te mandó apuntarte a psicoterapia con pardillo visitante. Luego haces lo tuyo en media hora, en lugar de los sesenta minutos previstos, y disertas sobre la provisionalidad de toda conclusión en el avatar jurídico posmoderno, y medio te frustras porque no te dio tiempo a extenderte sobre la función del azar en el neoconstitucionalismo postpositivista y endomerífico, que es lo que andas investigando ahora para un congreso internacional en San Pedro de Sula, Honduras, donde volverás a verte con Henedina, la de Derechos Humanos y Tercer Milenio.

                Bien, y ahora con apariencia más seria: ¿por qué se quejan y nos quejamos todo el rato cuando no hacemos nada más que lo que queremos? ¿Que ese cargo suyo es un rollo o sus superiores no se enrollan? Pues déjelo, alma cándida, déjelo. Hablamos de funcionarios básicamente, no se olvide. ¿Que no le apetece nada hacer ese trabajo que le ofrecen o escribir ese artículo que le piden? Pues diga que no, mujer de Dios, y quedará como una reina y hasta parecerá que tiene mucho que hacer o que se cotiza una barbaridad. ¿Que está a disgusto en esa reunión donde todos son medio tontainas y cuentan unas trolas como campanas de grandes? Pues no asista, caray, o auséntese en cuanto vuelvan con sus manías y sus zunas. ¿Que no le apetece asistir al cóctel de inauguración de los nuevos jardines colgantes sobre la nada con JCR? Bueno, pues no vaya, quién diantre le obliga. Y así.

                Lo que ya no se aguanta, o no soporta uno, es ver al que se partió el pecho por el cargo o la encomienda y a los tres días te cuenta a ti, que ni vas ni vienes ni te importa una boñiga el cargo susodicho o su eventual titular, que fíjate cómo sufro y que no sabes cómo es esto y, el colmo, que qué bien vivís los irresponsables. Mecagoensusputosmuertos. Me disculpo por la comparanza, pero es como si te lo topas tirándose a tu pareja y te comenta que jolín, qué pesadez de tía (o tío, si fuera el caso) y que no está nada buena y que él lo hace por ti y para aliviarte el débito. ¿Será posible?

                Yo todavía no soy capaz, pero voy a intentarlo de nuevo. ¿Qué cosa? Pues decirles lo que merecen: que si no están a gusto se marchen y que si se quedan no toquen más las narices. Así de simple. Aunque no vuelvan a llamarme para visitar observatorios o para hacer seminarios sobre los derechos humanos de la lombriz común o sobre el comercio justo en los todo a cien.

                Ah, y por cierto y para concluir: yo pondría de patitas en la calle a todo profesor universitario de, por ejemplo, Química Física que se pase ocho o diez años como director del área de Coníferas del Campus y que, para más inri, se queje de que no lo valoran en su departamento y de que los concejales no lo saludan en el fútbol. Sí, a tomar vientos y a pedir a la puerta de la catedral. Por vocacional del meneo de trasero y porque no le gustan nada sus laboratorios.

1 comentario:

roland freisler dijo...

lo que tienen q aguantar en Francia
El partido de ultraderecha francés Frente Nacional (FN) pidió que Karim Benzema sea excluido de la selección nacional de fútbol por no cantar "La Marsellesa" antes de cada partido de los 'bleus'. El delantero del Real Madrid ha reconocido en la emisora francesa 'RMC' que nunca ha cantado el himno pero aseguró que eso no afecta a su compromiso con el combinado nacional.

"No he cantado nunca el himno y no lo voy a empezar a hacer ahora. Y por cantarla no voy a marcar un hat-trick, pienso yo", aseguró el delantero, que pide que no se exagere el asunto pues otros ídolos, como Zinedine Zidane, y mucho aficionados tampoco entonan los versos del cántico. "Para mí es un sueño jugar para la selección de Francia. Zidane, por ejemplo, no cantaba obligatoriamente 'La Marsellesa'. Y hay otros. No veo dónde está el problema. Incluso hay aficionados que no la cantan", explicó el delantero en la entrevista.

El delantero del Real Madrid, nacido hace 25 años en Lyón, en el seno de una familia de origen argelino, señaló que si no canta La Marsellesa al inicio de un encuentro y hace tres goles en el partido, nadie daría importancia al hecho de no entonar el himno nacional.