13 noviembre, 2005

EL FRACASO DEL FRACASO ESCOLAR.

Sigamos un rato con los asuntos educativos. En este mundo mitológico de andar por casa que nos ha caído en suerte, el papel de los mitos de antes lo asumen ahora determinadas palabras. Vamos a menos. Pero sucede que son multitud los términos y expresiones que todo el personal escucha con veneración y que desde pantallas y púlpitos de toda laya pronuncian los sacerdotes de la religión posmoderna con gesto bobalicón y ojitos tiernos: consenso, multiculturalidad, diálogo, cultura, nación, derechos históricos, tolerancia, derechos. No, no estoy haciendo el glosario de ZP, el problema va mucho más allá. Todo eso ya estaba ahí, madurito, y simplemente ZP tiene buen oído y tararea de continuo y de corrido los cuarenta principales de la paraprogresía. Sólo eso.
En tema de educación la expresión-mito es “fracaso escolar”. La pronuncia cualquier subsecretario de los tres en fondo y se les abren las carnes a todos los que comen de la cosa pedagógica. Fracaso escolar es el nombre del enemigo, de la bestia del averno. La santidad educativa consiste en evitar el fracaso escolar.
Pero qué fracaso escolar ni qué niño muerto, precisamente. Qué nuevo engañabobos nos andan metiendo por el BOE y por las aulas. Qué es eso del fracaso escolar, vamos a ver.
Pues, al parecer, es un asunto estadístico. Sorpresa, parecía que andábamos en cuestiones tan humanas como la formación de los niños y la adquisición de los conocimientos, y no, la cosa va de números y curvas, queda fetén en el power point, que es a la religión posmoderna lo que la pila del agua bendita a la tradicional.
El fracaso escolar se mide por el número de alumnos que no rebasan los cursos o no obtienen el título final. A más suspensos, más fracaso; a menos, menos. Fantástico. De manera que si todos aprueban todo todo el rato el fracaso escolar es cero, no hay fracaso; lo que, digo yo, equivale a afirmar que es un éxito la enseñanza de marras en la que todos aprueben siempre, a ser posible sin examen, pobrecitos míos, mis bebés de quince años, tan absortos en actividades extraescolares y en el Marca. Muy bien, pues ya los jerifaltes de la bonoloto educativa han dado con la solución, hace tiempo: forcemos a los profesores a aprobar a todo Zeus y así no habrá fracaso. Somos los genios de la pedagogía y los nuevos liberadores de la humanidad. Quieto parao con nosotros, que no hay quien nos tosa. Y de progres, los que más. La revolución empieza en las aulas, viva la igualdad, abajo los privilegios de los listos o los currantes. Nadie tiene derecho a dejar de ser gañán. Gañanes del mundo, unios en nuestras aulas. Ale, ya está. Y en cuatro días más catedráticos. Jo, papi, qué ilu.
¿Que los profesores, esa aristocracia resabiada, esa clase opresora, esa oligarquía privilegiada, se niegan a aprobar a los más zoquetes? Pas de problem, los obligamos por decreto, je, je, que para eso somos demócratas y creemos en la autodeterminación de los centros educativos. Que no puedan impedir que pase al curso superior, y a la Universidad, qué caray, ningún cantamañanas con cerebro de mosquito y playstation de última generación. Y los chavales capaces y dispuestos que se aguanten, ¿o acaso sueñan con sentirse superiores, en esta sociedad en la que nadie es más que nadie, salvo el pedagogo y su primo Subsecretario, que son talmente Alá y su profeta?
Ah, amigo, pero la realidad es tozuda y, como bien sabía el Padrecito Stalin, la contrarrevolución acecha en cada esquina y en cada espíritu pequeñoburgués. Hace falta más madera, de la del otro Marx, y, así, vamos quemando la escuela, objetivo último de una enseñanza que tiene su ideal definitivo en que cada uno en la calle pueda enseñar al otro, sin violencia, coacción, esfuerzo ni discriminación, lo que sabe, exactamente todo lo que cada uno sabe: nada. Pero no nos pongamos utópicos, no se nos vaya a venir el pedagogo modelno, extasiado ante la perspectiva de que todo ciudadano conozca exactamente lo mismo que él. No pararán hasta que el fracaso escolar sea cero, la curva recta, la recta un punto, la pura ataraxia, el paraíso budista, la paz de la vaca que rumia con la mente en blanco, humanidad dichosa, dichosa humanidad.
Sale bilis, ya ven. Pero tratemos de hablar en serio, y no como pedagogos modernisisssimos. Hay una pregunta que me perturba, lo confieso. Es ésta: ¿pero no es más fracaso que aprueben, rebasen curso y pillen título los que no saben nada de nada ni quieren saberlo ni respetan al que pretenda enseñárselo? Pues al parecer no. En eso hay acuerdo general en las Facultades de Educación (¿Educación?) y en las Haltas Hesferas. Así que el cateto es un servidor, sin duda; y un reaccionario, también. O en el idioma de ellos: soi un rehacionario. Pásalo.
Y como reaccionario que soy (toda la vida creyéndome rojo y acabo así, oh destino ingrato) categóricamente afirmo esto, y para más inri lo sostengo con voluntad de respeto a la ortografía y a la sintaxis: EL ÚNICO FRACASO ESCOLAR, EL VERDADERO FRACASO ESCOLAR, ES QUE LOS NIÑOS Y MUCHACHOS CULMINEN SU TIEMPO EN LAS ESCUELAS Y LOS INSTITUTOS SIN COMPRENDER LO QUE LEEN (SI ES QUE PROPIAMENTE SABEN LEER, QUE ESA ES OTRA), SIN CONOCER QUIÉN FUE ALFONSO XIII O CUÁNDO OCURRIÓ LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y SIN PODER HACER UNA SUMA SIN LA CALCULADORA DEL MÓVIL. Item más, si ese es el verdadero fracaso, y lo es sin remedio, y eso no hay Rubalcaba que pueda negarlo (bueno, perdón, Rubalcaba sí puede, no hay que exagerar), se cumple igualmente la que vamos a llamar la LEY DE HIERRO DEL FRACASO ESCOLAR, que reza así: EL FRACASO ESCOLAR REAL ES INVERSAMENTE PROPORCIONAL AL FRACASO ESCOLAR ESTADÍSTICO, ése que mira sólo índices de aprobados y títulos.
O sea, que mientras no suspendan más estudiantes y no se nos estropee en condiciones la estadística esa que pone cachondos a Directores y Subsecretarios, no dejará de fracasar la educación; ni de ser la tomadura de pelo que es, especialmente para los más pobres. Por mucho que porfíen Sansegundo o Santacuartoymitad, el empeño en que todos sean Einstein por decreto y obtengan el título de tales conduce inexorablemente a que no salga en la puñetera vida aquí un Einstein. O que, si sale, se exilie a los tres años. No hay vuelta de hoja.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al parecer, en este ámbito, ser progresista equivale a ir para atrás.
Dice garciamado y estoy de acuerdo totalmente : " EL UNICO FRACASO ESCOLAR ...", se ruega un principio de solución para meditar.