España se llena de nombres que quieren definir, aclarar. Ya era hora. Porque lo cierto es hemos vivido siglos en una cierta nebulosa, de forma inconsciente, con un punto de frivolidad, las gentes por las mañanas se desayunaban, se iban a trabajar al taller sin preguntarse qué eran en lo político, qué idioma hablaban, en qué creían. Y así nos ha ido, toda la vida con los reyes católicos y con Velázquez, nadie era capaz de mirar por encima de sus narices, ensimismados como hemos estado en nuestros problemillas particulares creyéndolos tontamente el centro del universo.
Esta situación de pereza intelectual se ha acabado. Ahora el español, sea de Córdoba, de Tarragona, de Albacete o de Astorga, lo primero que hace al levantarse es tomar postura ante su ser, mirarlo cara a cara, desafiarlo, zarandearlo. ¿Qué eres, condenado? No me seas esquivo y responde. Responde con firmeza, no te me escondas, es llegada la hora de encarar la verdad que nos hará libres.
Y ahora sí, ahora tenemos la respuesta: perteneces a una nación, tontuelo, no te quejes, menudo pisto te vas a dar con tu cuñado que el pobre es de una realidad nacional y encima no lo sabía. Pues ¿y el primo de pueblo, agropecuario él, preautonómico y con caspa hasta en los sobacos? Al fin, oh bendita Providencia, se empieza a poner a cada uno en su sitio, recuperando todos rangos y distinciones. Si Zeus, cuando sale en la Ilíada, es quien ordena las nubes, alabado sea quien ordena ahora las naciones y las realidades nacionales.
Con ser esto importante, lo mejor está por llegar. Pues vendrán otras denominaciones porque la España plural tiene sus exigencias y es preciso abarcarlas todas. Pronto sabremos que tal o cual lugar no es ni nación ni realidad nacional sino que tiene apariencia nacional o apariencia de realidad nacional. O la condición de nación o de realidad nacional. Esto puede sonar a broma pero no lo es y ya existen precedentes. Por ejemplo, los catedráticos de Instituto antiguos, aquellos que ingresaron en oposiciones de cinco ejercicios, con programas llenos de temas, una panda de franquistas, se convirtieron de la noche a la mañana en personas que tenían la “condición” de catedráticos, que no lo eran pero que albergaban en su seno algo así como la sustancia, la enjundia del catedrático. Como la vaca que no lo es pero que lo parece por las tetas y porque da leche. Pues lo mismo ocurrirá ahora con los territorios: usted tiene la condición de realidad nacional, y confórmese con ello, que hasta ahora no había pasado de ser una oscura provincia de Javier de Burgos, aquel carca de la época de maría castaña o de más atrás, cualquiera lo sabe.
“Vaya espabilando, amigo, está usted en el buen camino, un esfuerzo por su parte y llegará a ostentar por lo menos legitimidad nacional”. Menos da una piedra. No pierda el tiempo: búsquese unos derechos históricos, unos reyes belicosos, un territorio irredento, una lengua, un bardo melancólico, y así, sorbo a sorbo de la historia, se encontrará usted convertido en un ser moderno. No deje desaprovechar la ocasión, el bazar esta abierto.
Quienes tengan pocas aspiraciones se conformarán con ser taifa o tener la condición de taifa. “Mi pueblo tiene realidad de taifa” dirá quien hasta ahora creía que vivía en un lugarejo polvoriento cruzado por miles de camiones a toda velocidad. ¿Usted es de una veguería? Pamplinas, no le envidio, yo pertenezco a un califato.
Hace falta un entomólogo, pruebas para ejercer este oficio complejo. Y reconstruir blasones antiguos, por ejemplo, los burgraviatos y los margraviatos. En vez de alcalde, burgrave del Oriente, y en vez de consejero de Industria, margrave de Tierra de Campos.
Solo quienes se nieguen a participar en este gran festival quedarán marginados, convertidos en bandada, en rebaño. Usted, lector, haga como yo, que no soy sino miembro de una pandilla que juega al parchís pero estoy estudiando para escapar de esta lacerante condición histórica.
1 comentario:
Naciones porque lo dice un estatuto, realidades nacionales porque lo deciden unos partidos, reinos porque tuvieron rey, regiones, provincias o lo que sea porque así lo decide quien puede decidirlo... ¡Qué más da!
Todos tenemos que vivir en una tierra o en otra, o sobrevivir, y disfrutar si podemos, que son dos días y que nos quiten lo bailado
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