26 febrero, 2008

Nostalgia (ma non troppo)

Recibí hace unos días un libro que me envía Don Armando Torrent, un libro sobre “Fundamentos del Derecho Europeo”. Me vino con él un vaho de nostalgia. Será que se acerca la astenia primaveral o será que seguimos siendo algo humanos entre tanto guantazo.
Armando Torrent fue mi profesor de Derecho Romano en la Universidad de Oviedo y el que a mi grupo le dictó la primera clase que recibió. Era el año 75 (¡del siglo pasado!) y algo más de un mes después murió el dictador. Mejor dicho, murió un dictador, Franco, aunque quedaron muchos. Uno de los últimos se resiste esta temporada a morir, igual que se resistía Franco. Son pertinaces y duros. Pero ya caerá y que se preparen en el Averno para sus discursos. No va a aguantar allí ni el diablo, o tendrá que hacerse jinetera hasta Belcebú.
Recuerdo aquellas primeras clases en aquella aula Clarín, enorme y atestada de estudiantes. Qué tiempos, qué masas. Hijos de familias que todavía no le habían echado candado al aparato reproductor, pues, por paradójico que parezca, no les había llegado el Estado del bienestar, ése que mata el hambre y las ganas de alimentar hijos. El profesor Torrent fumaba cigarrillo tras cigarrillo, mientras explicaba sentado y nos mencionaba autores rarísimos para nosotros (Arangio Ruíz, Koschaker, Volterra, Fuenteseca...) y que vuelven a ser exóticos ahora en nuestras facultades, pues ya no se lleva citar doctrina ni citar nada: mola más comentar el periódico y hacerse unas risas con los estudiantes a la boloñesa. Al final de algunas clases era difícil divisar al profesor desde la mitad del aula para atrás, pues también los estudiantes fumábamos y aquello era una neblina más densa que ignorancia de pedagogo.
Notable curso aquel. Nos explicaba Derecho Natural Elías Díaz y yo me dije: de mayor quiero ser como ese señor. Supe a qué quería dedicarme, una vez que ya era bien marcada mi vocación primera, la de desertor del arado. Hablaba con tanta pausa como contundencia, con tanto compromiso, y hasta riesgo, como buen talante (él sí, no como otros). Su condición progresista no era ni impostada ni alimenticia, sino estructural, biológica casi, no como tantos que después aprendieron a fingirla para alcanzar prebendas, vivir del cuento y dárselas de puros y santos, que manga güevos. Elías Díaz invitaba a conferenciantes, otra cosa que acabó siendo insólita, y, para más sorpresa, se llenaban a rebosar los mayores salones para oír a hablar a Renato Treves o Juan José Linz, que son los que más recuerdo. Con lo que cuesta hoy que asistan más de cuatro gatos matriculados. Convocas a una conferencia y te piden un crédito o sospechan que vas a preguntar algo de eso en el examen. Sólo van por esas causas nobles; si no, no. Alguna excepción hay, ya sé.
Antes era diferente, pues los entonces jóvenes pensábamos dos cosas bien curiosas: que el mundo convenía cambiarlo y que echándole ganas se podía cambiar. Ahora ya no se opina así. Los jóvenes no ven por qué se ha de cambiar lo que tan bien les da de comer y de beber, y los viejos hemos constatado que no se podía cambiar gran cosa, más allá de la superficie y el barniz. Y así andamos los unos y los otros, viendo debates de campaña igual que las vacas miran pasar el tren: por hacer algo mientras se rumia.
En las aulas surgían asambleas para tratar de asuntos políticos e ir organizando la revolución. Llevaban la voz cantante unos chicos de gabardina y unas chicas de anorak que luego acabaron casi todos en el PSOE, y algunos hasta en el PP. Ellos vieron antes que nadie que la revolución no era posible, pero se habían acostumbrado a ser vanguardia, del proletariado o de lo que tocase. Ahora están con lo que tocase. Los demás seguimos donde entonces, en la retarguardia y a ver qué nos cuentan, ellos que saben. Como con nosotros ya no se hablan, los escuchamos en la tele. Uno de aquellos líderes innatos era Álvaro Cuesta, que lleva de diputado del PSOE más tiempo que la rosa en el puño. Lo que hace una vocación, oiga.
En fin, que nadie se desanime. Al fin y al cabo, si de los entusiasmos de entonces acabó saliendo lo de ahora, por qué no pensar que de la indiferencia de ahora acabe naciendo algo bueno. Al menos los jóvenes de hoy ni engañan tanto. No es mal comienzo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡oh¡ Fabio estos que ves ahora mustio collado, fueron en su día Italica famosa.
La melancolía no es más que el regreso a la ilusión pasada disfrazada de almibar.

El observador dijo...

ñ

Anónimo dijo...

Es cierto:
“¡Hojas del árbol caídas,
juguetes del tiempo son;
las ilusiones perdidas
¡ay! son hojas desprendidas
del árbol del corazón!”

También lo es:
"Porqué donde unas cuencas vacias aparezcan, Ella pondrá dos piedras de futura mirada"

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Puestos a contar historias de Primero (nocturno), mis recuerdos son éstos, quizá algunos hasta tergiversados:
- Romano, el titular era Torrent pero quien impartía era Rascón, que ahora está ahí en León. No recuerdo gran cosa. Creo que nos hicimos un lío con tantas acciones y con la legis actio per vindicationem. Como era el último año de Torrent antes de ir a Salamanca, casi aprobado general. Buen recuerdo.
- Historia, a cargo de D. Carlos Prieto, hombre prudente y educado. No se metía en películas. El Fuenteseca y punto y el que lo estudiara aprobaba.
- Político, creo que no se llamaba todavía Constitucional, a cargo de Ignacio de Otto, hombre brillante, qepd. El libro de texto era LA NOCIÓN DEL ESTADO de Paserin de Entreves, que todavía lo ojeo alguna vez, un libro extraordinario que nunca oí citar a nadie fuera de aquel curso.
- Natural, a cargo del profesor Barrio, que nos dormía. La asignatura era áspera de carallo, pero con el tiempo (la aprobé estando en tercero, con segundo aprobado) me acabó gustando.

Anónimo dijo...

un pequeño homenaje al insigne Sr. Torrent (una pena que ahora se dedique el "derecho europeo" con un presunto abando del derecho de roma) aquel cuyos libros alguien aviesamente me raptó y no he vuelto a recuperar, en los que se leía aquello de las virtudes "propedéuticas y didascálicas" del derecho romano... que tiempos aquellos donde todo era posible! y que decir de Elías Díaz, tan insigne y buena persona que lleva toda su vida en el PSOE.. sin que jamásle hayamos visto en el pesebre, pese a que estaba muy por encima de todoslos que han estado en primera fila de la política...