30 septiembre, 2009

Una pequeña historia real y sin trascendencia

He vuelto a viajar a Colombia, ayer mismo. Esto ya debe de ser vicio. Los pasos habituales, sin gran novedad y sin misterio, aunque he de confesar que en esta ocasión escuché a dos azafatas comentar las novelas de Sgtieg Larsson. Palabra de honor. Pero nada más.
Al llegar al aeropuerto de El Dorado, en Bogotá, y mientras hacía cola para los trámites de control de pasaportes, tenía detrás a un varón español de unos cuarenta años que se desesperaba porque no conseguía hacer una llamada con su móvil. Pretendía comunicarse con un número colombiano y no salía la llamada. Le hice algunas sugerencias sobre prefijos y al fin lo logró. Quedó absolutamente exultante, pues la comunicación era con su amada. Como estaba tan feliz y tenía ganas de explayarse, me lo contó todo, en esa cola y luego mientras buscábamos los equipajes y hasta en la espera del avión de enlace a Medellín.
Me arrepentí de mi sociabilidad, como suele pasarme en estos casos, pero la historia tenía su gracia, aunque no era muy original. El hombre era divorciado y con algunos hijos. Ahora se había colgado locamente de una mujer que lo estaba esperando en Medellín con los brazos abiertos. Era la primera vez que él viajaba a Colombia y la tercera ocasión en que se veían. Me contó que su plan en este viaje era proponerle matrimonio. Así, ya, a casarse urgentemente. Reprimí las ganas de decirle lo de hombre, espera un poco, qué prisa tienes, piénsalo un rato más, trata de conocerla algo mejor, mira a ver qué tal en esto y en lo otro, dile que se vaya a España un tiempo y convivís informalmente... La experiencia enseña que el obcecado no admite consejos, sólo quiere compartir su entusiasmo y que le digan olé tus narices y como el amor no hay nada. También achanté en otro momento. Andábamos paseando por el aeropuerto y me preguntó algo sobre el cambio de euros a pesos. Yo le señale un cajero automático y le comenté que con una tarjeta de crédito o de débito podía sacar allí los pesos que necesitara. Me respondió que para qué, que total él no pensaba gastar nada más en este viaje y que estaba seguro de que su chica lo iba a mantener en Medellín, y a cuerpo de rey además. Lo miré muy serio, pero no debió de notarme nada. Además, yo qué sé y pasar, pasa de todo en cualquier parte.
En el avión conseguí zafarme un rato, pero ya me había picado la curiosidad. Aguardamos juntos la llegada de las maletas en el aeropuerto de Río Negro y me propuse ser un poco cotilla. El hombre estaba nervioso, comido por la ansiedad. Me repitió que se quería casar sí o sí con esa maravillosa mujer. Mi curiosidad crecía. Las maletas no salieron a la vez, una pena. La suya llegó antes y se despidió de mí precipitadamente. Corría hacia la puerta con el equipaje a cuestas. Yo dejé la cinta transportadora y lo seguí hasta la salida, con discreción. Sólo un cristal separaba de la sala en la que se aguarda a los pasajeros. Me puse a observar a las señoras que esperaban solas, tratando de adivinar cuál sería. De pronto, el compatriota dejó caer su maleta y se fue hacia una dama con los brazos abiertos. Era una gorda bien gorda que no salía en mi quiniela. Pero para gustos colores, y bien sé que por qué no va a haber gordas adorables. También soy comprensivo con las perversiones de todo género. Él se abalanzó sobre ella e intentó besarla en la boca. Ella aceptó su abrazo lánguidamente y puso un beso en la mejilla del hombre. Así estuvieron un rato, abrazados ya sin más. Es bonito el amor. Ella movía sus manos sobre la espalda de él, como si quisiera relajarlo con un leve masaje amistoso. Y allí seguían. Tal vez mi maleta había aparecido ya y daba vueltas sobre la cinta, pero yo no me movía de mi observatorio. En esto, tuve la impresión de que la mujer alzaba la vista y de que su mirada se cruzaba con la mía. Juraría que sutilmente alzaba su mano de la espalda del otro y me hacía una señal con el dedo pulgar levantado, como de esto marcha o ahí vamos y usted ya me entiende. Retrocedí y, en efecto, mi maleta ya había aparecido. Cuando salí, ya no estaban. No sé por qué, pero suspiré con cierto alivio.
Esta historia es real, yo no pongo ni quito ni juzgo ni califico nada. Puede que lo del dedo fuera imaginación mía, pero todo lo demás fue tal como lo cuento. Y ya está. ¿O no debería contarlo?

De nuevo sobre discriminaciones inversas y discriminaciones tontas

Anteayer venía en El País una columna de Almudena Grandes sumamente crítica con el propósito del Ministerio de Cultura de subvencionar con ventaja las películas dirigidas por mujeres. De tanto emplear a tontas y a locas la llamada acción afirmativa o discriminación inversa, acabarán enturbiando hasta su sentido en los casos en que sí puede tenerlo. Suele ocurrir cuando el lugar de la reflexión con buen bagaje intelectual lo ocupa la pura consigna y cuando la distinción bien fundada se reemplaza por el estereotipo o la caricatura.
¿Por qué hay que privilegiar a las directoras de cine frente a los varones directores? ¿Porque hay menos mujeres directoras? Por esa regla de tres, cuántos directores de cine hay negros o inmigrantes o gitanos o mancos o diabéticos y por qué no se les da trato de favor? Las políticas de discriminación inversa están generalmente reconocidas y admitidas cuando se trata de conceder a un grupo discriminado una ventaja comparativa que sirva para ir eliminando la situación de inferioridad social de dicho grupo y sus menores oportunidades en la competición social. Para que tengan sentido se requieren tres cosas: que exista esa discriminación previa del grupo en cuestión, que se trate de un asunto que tenga una relación relevante con las razones de la discriminación y de su mantenimiento y que la medida tenga alguna eficacia para superarla.
No siempre a ciertos efectos no hay paridad numérica entre dos grupos existe una situación de discriminación social como razón. En el baloncesto es mucho mayor la proporción de jugadores altos que bajos y resultaría absurdo, por ejemplo, subvencionar a los equipos que contraten jugadores por debajo del uno ochenta. Parece cierto que a día de hoy son más los directores de cine que las directoras. La cuestión decisiva que en aquí debería contar en el punto de partida es la de si, a día de hoy, las mujeres tienen más dificultades que los hombres para llegar a directoras, si son infravaloradas o peor tratadas por productores, público u organismos públicos que financian o cofinancian las películas. En el caso de que no hubiera tales inconvenientes mayores para las mujeres, habría que concluir que es puramente casual y contingente el hecho de que haya más hombres dirigiendo películas y la situación podría invertirse en cualquier momento sin necesidad de acciones afirmativas. Por tanto, el primer fundamento de la medida no puede ser puramente numérico, sino basado en análisis de las dificultades objetivas de hombres y mujeres a ese propósito. Que las mujeres, en su conjunto o por término medio padezcan discriminación no puede por sí ser razón bastante para que se otorgue trato más favorable, frente a los hombres, a cualquier subgrupo de mujeres. Por ejemplo, si un día constatamos que son más los hombres que las mujeres con un patrimonio personal de más de cien millones de euros, no tendría justificación el aplicar desgravaciones fiscales a las mujeres ricas con el fin de que en tal nivel de riqueza estuvieran varones y hembras a la par.
Que las mujeres han estado fuertemente discriminadas en esta sociedad y que aún lo están en numerosos aspectos es algo difícilmente discutible. Ahora bien, no resulta tan evidente que una mayor proporción de directoras de cine tenga algún efecto positivo frente a esa discriminación general o de partida. Se impone de nuevo ir más allá del puro fetichismo de los números y preguntarse qué efectos correctores o de mejora de la situación de la mujer tiene la mayor presencia de directoras. Es indudable, por ejemplo, que una política general de incentivo del empleo femenino o de la igualdad salarial de mujeres y de varones tiene tales efecto correctores de la discriminación de las mujeres. En cambio, ¿qué incidencia general cabe esperar de que las directoras que consiguen hacer una película sean treinta en lugar de diez, pongamos por caso?
Creo que la respuesta más común consistiría en sostener que a través de la obra cinematográfica de las mujeres se haría notar mejor socialmente la voz particular de las mujeres, su visión del mundo y de los problemas sociales. Pero esto supone una asunción un tanto arriesgada, la de que hay dos visiones del mundo o maneras de ser específicas y distintas, la de los hombres y la de las mujeres, y que esa diferente visión no es un producto cultural, precisamente de la cultura no igualitaria que se trata de superar. Además, llevaría a pensar que las películas de las mujeres, por expresar la perspectiva femenina, serían sobre todo películas para mujeres, puesto que son éstas las que, por compartir dicha perspectiva, mejor pueden comprenderlas; y otro tanto ocurriría con las de los hombres, que serían más que nada para hombres. Me parece que un elemental vistazo al cine de los últimos años permite descartar semejante compartimentación. Algunos más bien tendemos a pensar que lo que en muchas obras literarias o cinematográficas hoy puede traslucirse no es tanto el género de su autor como su clase social o la mayor o menor condescendencia con los poderes establecidos y que, por esa vía, sería mucho más recomendable una política que facilitara que los pobres, sean varones o féminas, puedan llegar a dirigir cine, escribir novelas, diseñar puentes o dictar sentencias. Quien mejor puede retratar o interpretar la situación vital de una mujer pobre no es necesariamente otra mujer, sino un hombre o una mujer que conozcan vitalmente la pobreza.
Por último, y sin extenderme más por ahora, me permito dudar muchísimo de que la subvención pública prioritaria de las películas hechas por mujeres tenga ni la menor incidencia para la corrección de las desigualdades sociales que aún se padecen, ni siquiera para la desigualdad entre hombres y mujeres en lo que ésta se mantenga. Si de luchar contra la desigualdad se trata, incluso contra la desigualdad por razón de género, esos dineros extra estarían mucho mejor empleados en becas para que puedan asistir a un excelente colegio o estudiar una carrera niñas gitanas o hijas (e hijos) de mileuristas de cualquier raza u origen social.

29 septiembre, 2009

Barroso y el Sacro Imperio Romano Germánico. Por Francisco Sosa Wagner

(Publicado hoy en El Mundo)
LA CONSTRUCCIÓN federal de Europa es el más noble empeño político de la hora presente. Este horizonte, vivo e iluminado, tiene para los españoles un especial valor porque sólo desde una Europa federal se puede corregir la frívola originalidad confederal en que se está convirtiendo España. Jean Monnet, en sus jugosas Memorias, se acoge insistentemente a la referencia federal lo que se explica porque él engendra su sueño europeo a la vista de la realidad norteamericana y de la impresión que le causa el funcionamiento de aquella República.
Es muy probable que si Jean Monnet no hubiera andado vendiendo coñac a los 20 años por tierras americanas, las instituciones europeas hoy no existirían. Para él se trataba -según su pensamiento tantas veces citado- de unir hombres, no simplemente coaligar estados y de «impedir la reconstrucción de los nacionalismos», el gran peligro del siglo XX, cuyas trágicas lecciones en España nos empeñamos en ignorar jugando como estamos a crear naciones y Estados de bolsillo.
Hoy, cuando el tiempo nos ha ofrecido ya sobradas muestras de sus modales tiranos, se trata de afrontar esa realidad europea esforzándonos por inyectar nuevas ambiciones al edificio que se ha ido construyendo en los últimos decenios. Porque, tal como explica en un reciente ensayo Amin Maalouf (Le dérèglement du monde, Ed. Grasset, 2009), «hemos entrado en el nuevo siglo sin brújula».
No se trata de despertar las viejas pesadillas milenarias sino de advertir que un mundo se apaga a nuestros ojos, que las luces que nos han iluminado temblequean y desfallecen, que el navío aparejado en tantas batallas cruentas a lo largo de los siglos de la modernidad se encuentra en buena medida a la deriva, falto de pilotos y falto sobre todo de una carta de navegación adecuada a los nuevos tiempos, plenos de desafíos. Por eso se producen movimientos formidables de adhesión a determinadas personas, caso de Obama, porque las poblaciones están ansiosas de identificarse con alguien que, con mano firme y gesto convencido, acierte a señalarles el camino.
Nos hallamos en una situación internacional en parte desconocida porque el mundo ha perdido el sistema aglutinador de los pueblos establecido en la pasada centuria. Los tratados de paz de Westfalia crearon las certezas por las que se condujeron los estados a partir del XVII como luego ocurrió con la obra que los diplomáticos pusieron en pie en Viena cuando pasó el vendaval napoleónico. El siglo XX tuvo que volver a zurcir un orden y lo hizo con la Sociedad de Naciones, saldadas con un enorme fracaso (las enseñanzas que ofrecen las Memorias de Madariaga nadie debería desoírlas), y la experiencia de su sucesora, las Naciones Unidas, ya emite señales de inequívoco abatimiento porque hay continentes que se desperezan y piden abono para asistir a las representaciones donde los grandes deciden la marcha del universo, y porque el mundo bipolar creado tras la segunda guerra mundial se evaporó cuando los alemanes pudieron saltar el muro, aquella jaula donde disfrutaron a sus anchas de los magníficos logros de la sociedad comunista.
El principio del equilibrio entre las potencias, ganado a golpe de sangre y después de finuras diplomáticas, ha sido arrinconado y, tambaleante, se halla a la búsqueda de una fórmula que le permita alcanzar de nuevo la posición erguida.
El genio humano ha de dar con ella, como ha de formular las nuevas utopías, sin las cuales el mundo no se concibe porque esas -las utopías- nos mueven e impulsan a la búsqueda de renovadas expresiones de la justicia, de la solidaridad, de la libertad, los grandes anhelos que, si nunca son completa realidad, es porque saben mantener, como una joven pudibunda, el poder seductor de lo inalcanzable. Sépase que sin utopías el mundo es una oficina donde se aplican reglamentos y se firman nombramientos.
El universo se organizará -se está organizando ya- en conjuntos amplios que han de acoger a países pletóricos, es de ahí de donde saldrá el orden internacional de mañana, ese en el que pensamos pero que no acabamos de ver ni de dar con sus claves secretas. Estamos ante una nueva estirpe de potencias que son económicas pero, además, y esto es lo singular, que aportan nuevos modelos de convivencia política con prestigio creciente en cuanto ofrecen fórmulas donde se emulsionan viejas recetas del capitalismo, que se asilvestra, con refinadas modalidades de dictadura política, enriquecidas por las filigranas que aporta la revolución técnica. No hay fin de la Historia sino inicio de una nueva historia, acaso la superación de la Prehistoria en la que hemos vivido hasta ahora sin saberlo.
Y Europa ¿qué pinta en todo esto? Pues Europa ha de buscar su puesto definiendo y definiéndose. Es decir, ha de buscar sus propias fronteras porque si Europa quiere ser todo, Europa no será nada. Europa ha de defender los valores que ha sabido crear en la incubadora de las revoluciones, de los libros que han escrito sus mentes lúcidas y de los sollozos de sus pueblos, y estos valores son la libertad, el imperio de la razón, la laicidad y la fraternidad, hoy concebida como solidaridad. Si Michel Rocard sostenía que Europa es «democracia más seguridad social», yo me permito puntualizar diciendo que es «democracia más servicios públicos».
Ostenta además Europa el privilegio de ofertar una cultura común viva y visible, tejida a base de contradicciones que es como se teje todo lo que merece la pena (¿qué es la vida sino la administración sabia de las contradicciones?). Contradicciones que se reflejan en su curiosidad intelectual, en su gusto por las aventuras planetarias, por la acción, también en su arrogancia y su brutalidad. Como ha escrito bellamente Élie Barnavi en una obra imprescindible (L'Europe frigide, 2008, editado por André Versaille) Europa ha llevado «la cabeza en las estrellas y los pies en la sangre» y de ahí nace la necesidad de que se acepte su legado histórico como un todo sin que nos veamos obligados a sentirnos fascinados por todas las partes de ese todo. Cada valor europeo contiene su negación y menos mal porque los valores, llevados a lo absoluto, nos deparan las peores monstruosidades. Goya acertó a expresarlo con la sencillez iconoclasta del genio.
EUROPA, en fin, ha de ser muy consciente de que no es una nación. Ni falta que le hace. Precisamente es de este déficit de donde ha de tomar fuerza e impulso para explotar a fondo la riqueza de sus influencias múltiples y desechar con displicencia -pero con pleno conocimiento de causa- esa pasión colectiva trufada de exclusivismos -y chorreante de sangre- que es la propia de los nacionalismos.
Si lo que tenemos delante es, por lo que he tratado de explicar, la última provocación de la historia, desanima ver la forma en que se ha elegido al presidente de la Comisión en el Parlamento europeo hace unos días. Contaba Barroso con el aval de la unanimidad de los jefes de Estado y de Gobierno. Se han comportado estos igual que lo hacían los príncipes en el Sacro Imperio Romano Germánico cuando de la elección del emperador se trataba: con pocas excepciones posaban su vista aquellos barbados y enjoyados varones en el menos molesto, el más mediocre y el que menos amenazaba sus poderes territoriales. Barroso es un emperador magnífico porque se pliega con exquisitos y camaleónicos modales a los intereses de los Estados. Yo he votado contra él porque el programa que presentó es un amasijo de palabrería funcionariesca.
El papel del socialismo europeo ha sido lamentable: nadie de sus bien abultadas filas ha aceptado el desafío de presentarse como candidato para explicarnos cuál es la Europa que los socialistas tienen en la cabeza frente a la flácida y oportunista de Barroso. Pues ¿qué decir del socialismo español, que va por el mundo con el uniforme progresista recién sacado de la tintorería, encumbrando a un comensal en las Azores después de lo que hemos oído por estas tierras?
Una ocasión perdida, un gobierno europeo que se formará con alambres de ambiciones y aires de músicas tartamudas. El Sacro Imperio al menos contaba con abades golfos y, sobre todo, con aquellas vistosas margravinas de ojos glaucos...

28 septiembre, 2009

Absurda universidad

Ruego al amable lector que se imagine qué nos parecería esta noticia. El Real Madrid, convencido de pronto de que está muy bien rejuvenecer su plantilla, ofrece a los jugadores de más de veintiocho años la posibilidad de jubilarse con el cien por cien de su salario. Ante la objeción de que muchos de los futbolistas con esa edad están en lo mejor de su rendimiento y en su plena madurez como deportistas, el presidente del equipo contesta que también hay que mirar que así las arcas del club se ahorran unos buenos dineros, pues el grueso de la jubilación lo paga la Seguridad Social y ellos sólo ponen la diferencia. En resumen, que es buen negocio que, por ejemplo, se acoja a la jubilación Casillas, que acaba de cumplir los veintiocho.
Pensaríamos que esos dirigentes se han vuelto locos y que su equipo irá de cráneo. Entonces, ¿por qué nos parece tan estupendo y tan natural que las universidades españolas –como la de León- estén ofreciendo prejubilaciones con el cien por cien de la remuneración a los catedráticos o profesores titulares con más de sesenta años? ¿Por qué, después de mucho invertir medios públicos para su larga formación como investigadores y docentes, se les muestra la puerta de salida justo en el instante en que tocaría sacarles su mejor rendimiento? Respuesta que desde los rectorados se da: porque así se ahorran unos euros, ya que económicamente trae más cuenta contratar a un licenciado mileurista o encargar las clases a un profesional que cobre por horas y se largue luego a lo suyo. O sea, como si el Madrid dijera que es más rentable despedir a Raúl o Casillas y fichar por cuatro reales a unos cuantos del equipo de casados de Ciempozuelos; o que, si se quedan sin porteros, juegue de guardameta algún delantero centro que sobre.
¿Por qué los equipos de fútbol no lo hacen y las universidades sí? Porque a los que rigen la educación universitaria, del Ministerio hasta el último mono, la calidad real de las universidades y de su enseñanza e investigación les importa un bledo. Y a la sociedad menos aún. A diferencia del fútbol. Primero inflaron las plantillas sin tasa ni control y ahora se deshacen de los más expertos al grito de aquí sobra gente y hay que economizar. La monda.
PD.- Articulillo enviado para la columna del próximo jueves en El Mundo de León. La extensión de la columna no da para más, pero podemos aquí debatir lo que haga falta sobre matices y diferencias.

26 septiembre, 2009

Arrepentimiento por ser buena gente

Una pregunta para este selecto auditorio: ¿ustedes nunca se han arrepentido de aquella vez que fueron buenos o de aquel tiempo en que andaban tan mansos? Yo sí. Sin ir más lejos -pero yendo bastante lejos-, me pongo de muy mal café cada vez que me acuerdo de lo buena gente y lo bonachón que era en mi adolescencia, sobre todo en el colegio.
Va de autobiografía, ustedes disculpen. Llegué a aquel colegio de curas con diez años. Resultó que los burguesitos se gastaban una mala leche y una agresividad considerables. En Ruedes nunca había peleas en la escuela, al menos en la época que a mí me tocó, de los cinco a los diez años. Y hasta jugábamos juntos al fútbol y sin mayores incidentes los niños y las niñas. Éramos unos adelantados a nuestra época, aunque con “madreñes”. Luego, en aquel colegio, no había niñas, pero ése es otro tema. Lo que sí había eran los habituales matones que practicaban lo que hoy se denominaría con una palabra inglesa muy rara, pero que entonces se llamaba abusar mecagoensuputaprognie. Y ahí viene la sensación que me corroe casi cuarenta años después.
No es que de mí abusaran mayormente, pues solían ensañarse con otros de carácter (aún) más débil y constitución más endeble. Pero digamos que yo, apocado que era, me sometía a la disciplina general de aquellos cabrones y ni se me ocurrió nunca defender a alguna de sus víctimas. Qué miseria. Y no crean que no hubiera podido. Ahora está uno hecho una calamidad física y todo flojo, de tanto darle al ordenador y tanto libro sobre sistemas autopoiéticos, pero en aquellos tiempos era de los altos de la clase (dejé de crecer a los catorce años) y, sobre todo, mi tiempo libre no lo pasaba jugando a las máquinas de petacos ni a la chapas, sino que no era tiempo libre: tocaba currar muy duramente en el campo. O sea, que estaba como un toro o, al menos, como un ternero bien fornido. Y, sin embargo, nunca les solté la mano a aquellos berzotas. Mal hecho, muy mal hecho. Ay, si se pudiera dar marcha atrás en el tiempo, cómo me gustaría decorarle a más de uno los morros con un buen puñetazo. Ni diálogo de civilizaciones escolares ni consenso ni talante ni leches, hostión y tente tieso.
Si hubiera hecho a su tiempo eso, lo debido, seguro que hoy tendría un carácter mejor y no andaría todo el día buscando otras peleas que ya ves tú para lo que valen y qué arreglan. A lo mejor hasta me caía bien Zapatero y me parecía listo y con una personalidad apabullante. Lo que pasa es que me pongo como una moto porque recuerda a aquel pelotas de los curas que luego copiaba en los exámenes y pegaba a los pequeños por debajo de la mesa. Clavadito. Si al menos tuviera un muñeco hinchable con su jeta para darle así y así...
Perdonen el desahogo, pero ya me siento mucho mejor.

25 septiembre, 2009

Las fotos de Zapatero y sus hijas con los Obama, nada menos

Oigan, ¿a ustedes no les pasa de vez en cuando eso de no saber qué pensar de una noticia o de un debate que se oye por ahí? A mí sí, cada vez con más frecuencia. Se queda uno diciéndose que depende, que hay que distinguir y matizar, que como te digo una cosa te digo la otra, que nada es verdad ni es mentira, sino que tal, que hay días y días, que para gustos colores. Yo qué sé. Esta mañana me ocurre con lo de las fotos de las hijas de Zapatero. No consigo quitarme la puñetera foto de la cabeza, pero me he propuesto muy seriamente concentrar ahí mi buena obra del día: no hacer ni una guasa ni empezar con las pedorretas. Que no, y punto.
Bueno, y si no nos descojonamos por completo de qué podemos hablar, ¿eh? Quizá de torpezas y de burlas. Torpeza me parece lo de andar poniendo a las niñas ante los fotógrafos de un acto oficial, de una recepción oficial, y luego exigir que no se dé publicidad a la foto. A lo mejor nuestro Presidente y su family pensaban que eran fotos privadas. Me las mandáis por mail, ¿vale? Cosas más raras se (le) han visto.
No digo que no esté pero que muy bien proteger la imagen de los menores de edad. Pero..., ahora que lo pienso, tampoco tengo tan claro por qué. Debo de tener un lapsus grave. No me refiero al caso particular de las hijas de Zapatero, caso en el que pueden concurrir razones adicionales para la ocultación (¡quieto! ¡dijiste que no lo harías! Respiro hondo.... Ya está), sino en general. Hablamos de fotos que aparecen en algún medio público, pero que no son fotos en bolas, ni en actitudes o posturas extrañas, como pegándole al abuelo o cosas así.
Supongan que a mí me dan la noticia de que mi universidad me jubila hallándome aún en estos años mozos y con semejante gana de marcha; que yo, para celebrarlo, organizo un fiestorro en la cafetería del campus; que llevo a mi hija y que en pleno jolgorio un fotógrafo de prensa –no mi tía Maruchi, no, un fotógrafo de prensa- nos hace una foto que sale mañana en el periódico bajo el titular, “Así de contentos se van los profesores a tomar por el saco”. En la foto se me ve a mí haciendo la señal de la victoria y a mi hija comiéndose un calamar sin gluten. ¿Debe el periódico borrar la parte de mi hija? ¿Ha de velarle los ojos en la imagen? Y, sobre todo, ¿por qué? ¿Porque mi hija es mía? ¿Porque no me pagan por ponerla a posar para la prensa? ¿Porque, de tan guapa, puede excitar a algún pervertido? (No sería el caso de las fotos que hoy se comentan; o sí..., jeje. Psssst..., dijiste que no lo harías. Vale). No sé, no sé, no sé. Será bienvenida una buena explicación de los amigos de este blog que saben de Derecho.
En el ejemplo anterior se trataba, al fin y al cabo, de una fiesta privada en un local público. Pero ahora imaginen que un año de estos a un servidor le dan el Premio Príncipe de Asturias de las Malas Artes y que me voy para Oviedo a recogerlo, acompañado de mi hija, que para entonces tiene diecisiete años y medio, y de mi mujer, que tendría los mismos de ahora. Después de los discursos, foto para la posteridad: los premiados –moi-même-, las autoridades... y mi hija, porque nos hace mucha ilusión que pose en momento tan inolvidable. Además, la niña se ha comprado con nuestra pasta un vestido del copón y va hecha un brazo de mar, no como otras (Pssssst..., no sigas por ahí). Por no hablar de su mamá, con ese escote que se gasta y esas piernas rectas que tiene, no como otras (¡y dale!). Supongan, incluso, que hasta a mí se me ha puesto mirada inteligente en ese instante, no como otros (...). Fotos por aquí, fotos por allá, de frente, de costado, serios, sonrientes, saludando al orbe o al alcande, etc., etc., Y esa misma noche voy yo –o mi secretario/a, leches; ya puestos a inventarse hipótesis de escuela...- y llamo a los medios de comunicación del Principado y del mundo mundial: que nanay del peluquín y que la niña de mis ojos no sale en las fotos que se publiquen, porque mi niña es mía na más y tengo yo que velar por sus derechos y qué es eso de andar haciéndole fotos sin mi permiso, ¿eh? ¿Adónde me mandarían o deberían mandarme? Exacto, a tomar... vientos. ¿Con qué argumentos? Con éstos: “Oiga, don Juan Antonio, su churumbela y usted posaron igual de encantados y a sabiendas de que las fotos no eran para el álbum familiar, sino para la prensa, coño”. ¿Y yo que les puedo responder? “Oigan, pues vélenle un poquito los ojos por la parte de la pupila, que es la parte que más le quiero proteger”. “¿Y el ombligo con el piercing se lo dejo, don Juan Antonio?” “¿Y las botas?, ¿con las botas de trekking qué hacemos, don Juan Antonio? (Jeje... Psssst). “Ummm, no sé, no sé, esperen un par de meses mientras consulto la jurisprudencia ad hoc”. Sí, un cachondeo. Pues eso.
Ahora bien, ahora bien, ahora bien. No sabemos cómo es la situación legal; porque no lo sabe nadie y para eso hay jueces, para que el Derecho sea una tómbola como la vida misma. Pero asumamos que a papá José Luis lo ampara la ley completamente, además de su buen criterio al no andar mostrando por ahí..., bueno, la ley, lo ampara la ley. Es decir, que cuando de la Moncloa, de su Secretaría o de donde sea que no sea la casa de Los Otros (jejejeje...; para mí que me vengo con todo si esto sigue así) llaman a la Agencia EFE o a la Agencia KA para decir que fuera niñas de la foto y que además ocupan mucho (jajajajaja. Lo dicho...), no está ordenando algo porque a él le sale de las pelotinas chiquitinas, chiquitinas, sino exigiendo un derecho en toda regla porque sus hijas son suyas y tiene que cargar con ellas (...). Bien, pues si está en su derecho, ¿cómo es que esta mañana anda media España tronchándose con las hijas y la foto y está internet al borde del colapso con tanto chiste, tanta coña y tanto retoque de la condenada foto? ¿No se puede publicar la foto? Entonces, ¿por qué la publican El Mundo y varios diarios digitales –en algún caso sin pixelar (o como se llame) los ojos- o porqué El País, por ejemplo, en su edición digital pone enlaces a páginas de Twitter o Menéame en las que aparecen las fotos y, de propina, un recochineo guapo?
Para esto último sí tengo la respuesta: porque entre todos y poco a poco vamos consiguiendo que el Derecho sea un perfecto cachondeo. Que si mira este principio de aquí, que si fíjate en aquel valor de allá, que si pondérame un poquito este caso por la parte de la sisa, que si espera, que ese juez lo pongo yo para que te jorobe a ti, que si viva la justicia del caso concreto y ahora mismo le pregunto a mi cuñado qué hay de lo suyo... Creo que no existe en este preciso instante un maldito jurista español que pueda dictaminar con cierta fiabilidad qué pasaría si Zapatero y su santa se fueran hoy a los tribunales para meterle un buen rejón a El Mundo o El País, por ejemplo. Sí, claro, nos pueden leer el artículo no sé cuantos de la Ley de la Cosa o el párrafo quinto de aquella sentencia de cuando el Constitucional, pero de lo que pudiera pasar en los tribunales no tienen, o no tenemos, ni pajolera idea. Entre otras cosas, porque para cuando el caso tuviera su resolución definitiva vaya usted a saber quién habría nombrado a los magistrados del Supremo o si aún estaría el Constitucional estudiando la sentencia del Estatuto y sin tiempo para nada, hija, Maritere, que va una con la lengua fuera y la ven así y piensan lo que no es.
Una vez expresadas todas estas dudas por este que suscribe, están ustedes a punto de asistir a un momento histórico –ahora el momento que no sea histórico ya ni es momento ni es nada- para este blog: voy a apoyar a Zapatero. Tiene toda la razón y yo en su lugar haría lo mismo. Disculpen que no les pueda explicar por qué. Ya saben que las promesas hay que cumplirlas.

24 septiembre, 2009

Multiculti

25 de septiembre de 2030. El País Semanal.
En los próximos días aparecerá la sentencia del Tribunal Supremo que se espera con inusitada expectación. El asunto, la posible demolición de la catedral de León. ¿El motivo? La demanda presentada hace años por la asociación islámica Un Sólo Dios Verdadero. Las alegaciones de los demandantes se resumen en que su sensibilidad religiosa resulta gravemente herida cuando, al circular por el casco antiguo de León, se ven obligados a contemplar la catedral, ese símbolo de una fe que no comparten, que ha sido durante tantos siglos opresora de las libertades, y muy en particular de la libertad religiosa, y que, ante todo, representa un monumento a una divinidad que no tienen por suprema o por verdadera.
Todo comenzó hace ya algunas décadas, cuando numerosos musulmanes exigieron la retirada de crucifijos de los edificios públicos españoles, tales como escuelas u hospitales. En ese momento, muchos de los intelectuales que daban abundantes conferencias sobre multiculturalismo y lo que se tercie apoyaron tales pretensiones, pero no aduciendo que en un Estado no confesional tales imágenes tenían difícil encaje, sino apelando a la sensibilidad delicada de las minorías culturales y religiosas. Fue la misma época en la que los mismos intelectuales orgánicos de su propia conferencia manifestaron también su total rechazo a unas caricaturas de Mahoma que se habían publicado en un periódico danés, pues, decían, dichas caricaturas atentaban contra los sentimientos de quienes abrazan la fe del Islam y tienen perfecto derecho a que los símbolos de su credo sean respetados por todos y no resulten puestos en cuestión por nadie.
Por entonces hubo algún cristiano que solicitó que en las escuelas públicas de Arabia Saudí se retirasen los símbolos religiosos, pero fue ahorcado por impío antes de llegar a los tribunales. Tanto el gobierno Saudí como la autoridad religiosa saudí como los tribunales saudíes, que son los mismos, puesto que la separación de poderes es un asqueroso invento occidental y marica, expresaron con contundencia su razón: si el Estado saudí es confesional, como ha de serlo cualquier Estado decente, a qué viene andar pidiendo que se recojan los emblemas de la verdadera fe. Aquellos intelectuales españoles encontraron básicamente correcto el argumento. Si España ha sido confesional durante el franquismo, por qué no han de serlo también los países árabes cuando les dé la gana, afirmaban. Incluso fue demandado por islamófobo un señor de Cuenca que un día protestó en la calle a voces porque en Irán habían ahorcado a un homosexual por ser homosexual. “Parece mentira que, con nuestro turbulento pasado y cuando aún no hemos pagado a esos pobres países árabes una indemnización por las Cruzadas, pueda haber españoles que todavía cuestionen las señas de identidad básicas de esas culturas”, declaró en 2011 a la Agencia EFE Francisco de Marcos, catedrático de Metafísica de la Universidad de Barcelona.
Pero, ahora, con el asunto de la catedral de León las opiniones están mucho más divididas. Ya no es que una mayoría silenciosa piense que mecagoentossusmuertos pero no diga nada, sino que los propios intelectuales que pueden hacer oír su voz en los periódicos y las revistas de pensamiento no se ponen de acuerdo. Unos se expresan a favor de la demolición, si bien proponen salvar las famosas vidrieras y donárselas a alguna asociación de maridos saudíes, mientras que otros plantean esconder la Pulchra Leonina bajo un gran toldo, a fin de que los musulmanes que paseen por León con su chilaba o las musulmanas que pasen con su velo no se sientan incomodados por esa obscena representación de la fe enemiga. Además, de ese modo los fieles católicos podrían seguir asistiendo a misas en la catedral los domingos, previa autorización de la Delegación del Gobierno y con estricto control de sus identidades por la policía nacional.
Lo que vaya a decidir el Supremo sigue resultando a día de hoy muy incierto. No se ve cómo puede la Sala llegar a una decisión por mayoría, dado que los magistrados de cuota islámica se muestran favorables a la demolición, las magistradas de cuota femenina están divididas entre la idea de demoler sólo el altar y la de derribar la catedral entera y levantar en su lugar un monumento a las esposas maltratadas en España, los magistrados propuestos por la sección del PP el CGPJ son partidarios de dejar la catedral como está pero organizar una novena por las almas de los infieles con turbante y los magistrados del PSOE prefieren conservar algún trozo de la catedral pero alzar en él una escultura en recuerdo de los abuelos de León asesinados por las tropas de Franco. Desde su retiro en las costas de Venezuela, el expresidente Rodríguez Zapatero ha declarado que lo peor ya ha pasado y que el problema se puede resolver con el esfuerzo de todos. Mientras, en la Conferencia Episcopal española la propuesta de que los obispos se pusieran en huelga de hambre fue rechazada por unanimidad porque no estamos en época de vigilia ni nada y no se quiere que la Iglesia pierda peso.
Un alto responsable del Cabildo de la Catedral ha declarado hace poco que lo que en realidad les preocupa es que el asunto pueda llegar al Tribunal Constitucional pues, en ese caso, es de temer que la catedral se caiga por sí sola antes de que el litigio se resuelva en sus términos jurídicos. El Secretario Técnico de TC ha emitido una nota en la que se disculpa porque él no puede hacer nada mientras no se renueven las doce plazas vacantes por la lamentable muerte de todos los magistrados anteriores. Precisamente, los grandes partidos han decidido no proponer nuevos magistrados para ese órgano vacío mientras no se haya solventado adecuadamente ese problema de la catedral. "En cuanto no esté pendiente la decisión de ese asunto, propondremos a los nuevos integrantes el Tribunal para que puedan decidirlo", han dicho en rueda de prensa conjunta los secretarios generales del PP y del PSOE la pasada semana.
Varios promotores inmobiliarios de León se han puesto en contacto con la Delegación del Gobierno para hacerse con las piedras de la catedral en caso de que sea finalmente derruida, a fin de usarlas para la construcción de una nueva mezquita en los terrenos que en tiempos fueron del campus universitario leonés.

23 septiembre, 2009

Crisis financiera: soluciones con sustancia. Por Francisco Sosa Wagner

Por fin desde Italia, de donde proceden tantas noticias rocambolescas en los últimos tiempos, nos llegan la razón y el buen sentido. Y es que en el sistema bancario de aquél país se ha decidido aceptar el queso parmesano como garantía de crédito. En efecto, un banco ofrece préstamos por un plazo de veinticuatro meses, que es el tiempo que tarda uno de esos benditos quesos en “añejarse”, y da a los productores hasta el 80% del valor del producto según los precios del mercado.
No se toman a broma el queso parmesano en Italia, una exquisitez que viene de la Edad Media, allá en el siglo XIII, que es cuando se empieza a producir. Cada pieza suele pensar más de treinta kilos y es marcada con un número de serie con el fin de que pueda ser buscada si es robada por algún desaprensivo, que los hay, pues los carabinieri detuvieron hace poco a los componentes de una banda en el momento en que se disponían a rallar una de esas ruedas magníficas, astuta operación con la que se hubiera perdido su rastro. Y es que el parmesano rallado, al tener un valor alto, sirve también para las fechorías.
¿Es preciso subrayar la importancia de esta práctica bancaria y más en el momento de crisis económica y financiera en la que nos hallamos? Sabemos que varios bancos de campanillas se han desplomado, incluso en los USA, porque han creado unos “productos” que no han funcionado y han llevado a la ruina a millones de familias. Se llaman obligaciones convertibles, bonos negociables, obligaciones subordinadas, swaps, warrants, títulos basura, bonos estructurados, bonos amortizados indiciados, bonos inversos ...
¿Alguien creía que con estos nombres, con estas enrevesadas denominaciones, se podía ir a alguna parte? ¿No estaba cantado el desplome del sistema? A mí, lo único que me extraña es que haya tardado tanto tiempo. Porque desde la época en que un crédito era un crédito y un monte de piedad era el sitio donde se empeñaba la máquina de coser, han pasado años que -ahora lo vemos- han sido aprovechados para dedicarlos al enredo financiero y a un embrollo tergiversador de importante factura. Estas son las consecuencias de haber creado las facultades de ciencias económicas, que sustituyeron a las escuelas de comercio, más comedidas en sus pretensiones y por tanto más fiables.
Siempre hemos dicho que carecer de sensibilidad literaria y acuñar términos apestosos nos lleva a consecuencias apocalípticas. Si tuviéramos presente que el lenguaje cuidado, la prosa tersa y la sintaxis impoluta son los fundamentos de un pensamiento ordenado y de una acción responsable no incurriríamos en estos gigantescos desaguisados. De un “bono inverso” no puede seguirse más que un estropicio y un “swap” debería contentarse con ser una inocente bebida refrescante. Al querernos hacer los listos es cuando todo se desconcierta.
De manera que volvamos a los usos tradicionales y tengamos como medida de las cosas serias a los productos de la buena cocina. Los italianos nos transmiten la enseñanza del queso parmesano, nosotros por nuestra parte ¡tenemos tanto que aportar! Ese aceite de oliva que es como una copla perfumada, ese jamón, violín macizo, esos besugos a los que quisiéramos felicitar siempre las navidades, esos garbanzos que son las cuentas de un rosario pleno de eternidades, esos dulces de las monjas rellenos de bendiciones papales... estos son los únicos títulos que deberían ser aceptados en el tráfico de un sistema bancario ordenado. ¿Alguien piensa que pueden de verdad hablarse como iguales un warrant y una ristra de chorizos? Un poco de seriedad, señores financieros.

22 septiembre, 2009

Sigo alucinando con el nuevo periodismo de este país

Increíble, pero cierto. Inmediatamente después de escribir en un momento la entrada anterior y de colgarla, se me ocurre llenar cinco minutos libres echando un vistazo a la versión digital del Diario de Galicia, por puro azar.

Creí que me había equivocado de página, pues me encuentro en los titulares la siguiente foto. Vean.

Casi me caigo de espaldas, pues durante unos segundo pensé que Zapatero había nombrado alguna nueva ministra para dar un golpe de imagen de ésos que tanto le gustan. Pero no,Cursiva menos mal. El titular de la suculenta información rezaba así: "Nueve pasos para transformar emociones positivas en negativas". No pude evitarlo, claro, y pinché para ver de qué se trataba. Y se trata de una mentecatez de autoayuda completamente impropia de un periódico que se pretenda medio serio.

¿Adónde vamos a parar? Nada más lejos de mí que la pacatería y vaya por delante que la señora de la foto es digna de detenida contemplación. Pero, caramba, cuando uno abre un periódico busca periodismo serio, información de verdad y comentarios con fundamento, no quincalla y baratijas para descerebrados o pajilleros. Para eso hay otras páginas y otras revistas, se supone.

Para colmo, el estilo y ciertas faltas del texto me hicieron pensar que estaba fusilado de otro lado. Habla de "la Red Sanar, la ONG más importante en el país en asistencia gratuita en salud mental". ¿Del país? ¿De qué país? ¿Y quién es ese al parecer famoso doctor Roberto Re que dice semejantes chorradas? Y acierto, claro. Con Internet ya no hay secretos. Es como cuando un estudiante te presenta un trabajo y rápidamente localizas el original en El Rincón del Vago. Se ve que también hay rincones para periodistas vagos... o que ponen la mano por de lado

Porque miren, la tal Red Sanar es argentina, y basta echar un vistazo a su web para comprobar que es una secta para atracar a despistados y hacer negocio a costa de indocumentados. Y, pásmense, la noticia está fusilada enterita de páginas aparecidas en días anteriores a hoy. Por ejemplo en ésta; o en ésta, donde la "información" es del día 16 de los corrientes. Lo que el Diario de Galicia aporta es la foto de la buena moza, eso sí.

Si al copión no lo echan del periódico, apaga y vámonos. Vámonos a hacer cualquier cosa que no sea leer periódicos. Ah, y que se investigue cuánto le pagaron al periodista o al periódico los de la mafia esa de los demonios por colar a lo disimulado esa publicidad vomitiva. ¿Es legal ese tipo de publicidad?

¿Promiscuidad sexual en las universidades?

Asombroso, cómo está el mundo. Casi me da un soponcio al leer en una publicación para universitarios el titular que sigue: “El 41% de los universitarios norteamericanos practica sexo con su profesor”. De infarto. Lo primero que se le ocurre a uno, que es profesor universitario, es que cómo podemos aquí estar tan atrasados. ¿En qué porcentaje andaremos nosotros? Por lo que sé de mí y por lo que conozco a mis compañeros, me parece que aquí no se come un rosco nadie, al menos con el alumnado. Me apresuro a añadir que ni falta que hace y que por fortuna, menudos líos se podrían organizar. Como si hubiera ya pocos enchufes, recomendaciones y favoritismos.
¿Cómo se lo montarán en las prestigiosas universidades gringas? ¿Estará allí bien visto una tutoría tan personal y personalizada que acaba con encamamiento y explicando el profe o la profe, durante el cigarrillo de después, la diferencia entre legado de cosa mueble y legado de cosa inmueble, entre capacidad jurídica y capacidad de obrar o entre el iusnaturalismo teológico y el racionalista? ¿Formaran parte tales métodos del paquete de Bolonia que se nos viene encima? ¿Será que los pedagogos de aquí han montado todo ese cisco desconcertante para poder tirarse tranquilamente a los/as alumnos/as más macizos/as y resultones/as?
Cómo no seguir leyendo, la curiosidad era intensa y morbosa. Mira que si aquí estamos igual y soy el único que no se ha enterado... Lo más que recuerdo es el caso de dos o tres profesores que ligaron con alumnas suyas, sí, pero que rápidamente se casaron con ellas y formaron familias cristianas en las que se repite a la descendencia que no hay que andar follando por ahí sin ton ni son. Y, en lo que se refiere a mi experiencia puramente personal, toda de cuando era muy, muy joven (lo juro), a lo más que llega es a algún baile muy apretado en alguna fiesta de fin de carrera o a algún encuentro posterior con antigua alumna, cuando, pase lo que pase, ya no puntúa para la encuesta, pues ya no era alumna, sino antigua.
Así que, medio angustiado, continúo la lectura y la expectación se torna cabreo. Rediez, cómo está el periodismo. Miren cuál era el truco. Para empezar, la encuesta de la que se toma la noticia la ha hecho Playboy, que viene a ser como el CIS de aquí, pero más caliente e igual de certero. Y, para seguir, vean que estupidez, qué manipulación y qué poco seso tiene el personal que escribe estas cosas. Resulta que lo preguntado a los estudiantes norteamericanos en la encuesta era lo siguiente: “¿Ha mantenido usted relaciones sexuales con algún profesor o sabe de algún alumno que lo haya hecho?” El 41% contesta que sí. ¿Que sí qué? Pues que sí ha mantenido esas relaciones o sabe de alguien que lo haya hecho. Resultado y titular abracadabrante: el 41% de los estudiantes ha tenido relaciones sexuales con algún profesor. La leche en bote.
No hace falta explicar el burdo truco amarillento, pero por si acaso. Pongamos que en una universidad hay mil estudiantes y, de ellos, uno ha tenido sexo con un profesor y todos los demás, los otros novecientos noventa y nueve, se enteraron. Así que a la pregunta de marras todos contestan que sí, pues o bien se han encamado (es el caso de uno solo de ellos) o bien saben que uno se encamó (es el caso de todos los demás). Titular inmediato para atontados: en la universidad tal todos los estudiantes tienen sexo con los profesores. Así estamos y así se forma la opinión pública libre, independiente y bien informada.
Para colmo, miren la foto con que se acompaña la noticia. ¿Ésa qué es, profesora o alumna? Anda ya, hombre.

21 septiembre, 2009

El país sorprendente

Sigo alucinando. Veo el editorial de hoy de El País y me froto los ojos, pese a los antecedentes. Trata de la reunión del Comité Federal del PSOE este fin de semana y vuelve a poner a Zapatero de chupa de dómine. Las expresiones son ya mucho más rotundas que las que solemos encontrar en editoriales de ABC o La Razón, por ejemplo. Vean estas muestras:
- (E)s anuncios corroboran la imagen de improvisación que transmite el Gobierno: que su presidente haga pública una nueva medida en cada comparecencia no es prueba de una inagotable capacidad de iniciativa, sino de una irreflexión elevada a la categoría de estrategia"
- "La opción de elevar la carga fiscal de una economía que destruye masivamente empleo entraña el grave riesgo de contraer aún más el consumo y la inversión, ahondando las causas que han dejado a cuatro millones y medio de ciudadanos en el paro. Y si este riesgo se materializase, el culpable no sería ningún oscuro poderoso sino el Gobierno, responsable de la política fiscal".
Tremendo. Y, por lo que en ese mismo escrito se insinúa, los tertulianos de la SER también están poniendo de vuelta y media a Zapatero. No escucho prácticamente nunca ni la SER ni la COPE, pero que la primera se ponga a denostar al Presidente me choca tanto como si me cuentan que los de la segunda andan tachando de irresponsable y cachondo a Rouco. Inimaginable.
Aunque me divierte muchísimo meterme con El País, por la misma razón que antaño era entretenidísimo enseñarles revistas con señoras en bolas a los que volvían de los ejercicios espirituales del cole, la reflexión que el caso merece va mucho más allá de los tejemanejes político-económicos de prisas y cebrianes. El problema serio de verdad y que afecta a muchos más periodistas y medios podría enunciarse así: esos llamados formadores de opinión -editorialistas, tertulianos, periodistas que escriben sonados reportajes sobre la situación presente...- resulta que, por lo que se ve, tienen su opinión vendida al jefe, el cual se pone en pompa ante el mejor postor; o sea, y en sentido inverso: el que paga, la madame y la puta rasa.
Un gobierno es bueno o malo según lo que en cada caso convenga a la empresa. Eso se entiende bien bajo la óptica puramente empresarial, como criterio aplicado por el gerente o el director general, pero que la línea editorial de un periódico extraordinariamente influyente cambie del modo más abrupto de un día para otro y en función del momento exacto en que el gobierno decide dar a unos u otros el chollo de una tele o de la transmisión de unos partidos de fútbol debería darnos mucho más que pensar y llevarnos a poner entre paréntesis a tanto opinador que no es más decente ni más libre que una ramera bien controlada por su chulo, y perdón por la insistencia en la evidente analogía.
Me dan mucha pena y muchísima risa los paisadictos que deben de tener ahora mismo la conciencia política hecha un auténtico lío, los pobres. Esos que siempre comienzan su parlamento con un "dice El País que..." en este momento no sabrán si dar prioridad a lo que El País en sus editoriales decía hace seis meses (que muy bien y tal Zapatero) o a lo que sostiene estos días (que fatal, horrible y espantoso el ZP de las pelotas).
Conclusión desazonante: no hay periodismo independiente. Deberíamos tomar nota muy en serio. A lo mejor no es tan mala cosa que los periódicos se vayan al carajo y no los compre o los lea ni su tía. Al menos mientras no cambien y no se adecenten un poquito.

La familia,olala

La familia es la institución más antinatural, de eso no cabe duda. Yo quiero mucho a la mía, pero las cosas son como son. Por eso la familia es célula básica de esta sociedad, por eso. Porque si no fuera por la domesticación que de la libertad y el gusto se hace en la familia, el personal no iba aguantar ni la cuarta parte de lo que aguanta a jefes, guardias o telediarios. Es en la familia donde aprendemos a pasar por el aro, concretamente por el aro ardiendo; y sin rechistar. Luego ya puedes actuar en cualquier circo y plegarte, moviendo la colita, a lo que ordene el rector, disponga el secretario general o se le ocurra al presidente de la comunidad de vecinos. Ya tienes holgura, como quien dice, y las órdenes y los caprichos ajenos te entran sin dolor. Vamos, es que ni lo notas.
No me refiero a los efectos perdurables de la educación infantil. Eso se pasa, se olvida. ¿O acaso seguimos de mayores haciendo algo de lo que nuestros padres trataron de inculcarnos? Raramente y sólo si padecemos elevados grados de complejo de Edipo o del de Electra, según toque por razón de género. No, no, la familia sí nos educa, pero de mayores. Digo educar por decir algo.
Vean si no la situación de un ser humano adulto y en la flor de la vida. Puede ser mujer u hombre, da igual, pero yo voy a ponerlo en masculino porque me cae más cerca. Ese varón tiene por ejemplo sus treinta años, ha pillado un trabajo que le da buenos cuartos, se ha montado su propia casa, es el dueño de su vida y de su tiempo, con leves concesiones al horario laboral. Por no hablar, ay, de cómo se lo puede montar en cuestión de nefandos placeres de la carne. Y ahí comienza la presión social porque no tiene familia. Digo más, es cuando empieza la traición de los allegados. Los padres: “Hijo, nos gustaría tanto tener nietos, esos nietos que serían consuelo de nuestra vejez y orgullo por la perpetuación de nuestra sangre”. Caray. Los amigos que han sucumbido, que son siempre los peores y más ladinos: “Chico, qué quieres que te diga, todo tiene una edad, pero después de los veintitantos el cuerpo ya te pide una estabilidad”. Mentira cochina, el cuerpo no te pide eso. A ellos tampoco se lo pedía, pero fueron víctimas de otros amigos. Esa amiga de los viernes: “¿Te importa si dejo el camisón en tu armario por si vuelvo el próximo fin de semana?” Ella también está sometida a muchas presiones, hay que entenderla antes de decirle que no de mala manera y que viva la anarquía en el hogar y camisón para qué. El compañero en el curro: “No sabes qué bonitas vacaciones hemos pasado en la playa y en familia, menos mal que me he quitado de los trasnoches y los excesos de antes, pues estaban acabando conmigo”. Falso de toda falsedad, el muy cabronazo tiene una nostalgia de tres pares de narices y ha vuelto con esa urticaria por pasar veinte días en la costa entre llantos infantiles y reproches de la parte contraria, formada por la suegra, el cónyuge, los cuñados y los propios niños, que no soportan ver a un progenitor tan sumiso y también ellos se ensañan con el más débil.
Total, que el sujeto feliz acaba convenciéndose de que tanto goce seguro que no es más que disfraz de su alienación y de que tiene que buscarse urgentísimamente una novia que comparta sus gustos. El problema es que se trata de un imposible conceptual, pues cuando el gusto de uno se comparte deja de ser gusto porque se torna disciplina y orden. Gusto no hay más que uno, para placer, el propio. Lo demás es renuncia y resignación.
En menos que canta un gallo tenemos al protagonista de nuestra historia echándose una novia y quemando sus agendas entre contenidos sollozos. Y llega la boda, que, ya puestos a complacer al mundo y para librarse para siempre de la etiqueta de bicho raro y asocial, celebra según los cánones establecidos: tarta nupcial y legión de invitados cuyo nombre ni recuerda y que, para colmo, le cortan la corbata cara y se desahogan cantándole procacidades y que se besen, oé.
Nuestro hombre (que también podría ser mujer, insisto) se ha dicho a sí mismo muchas veces que su convivencia matrimonial puede ser muy diferente de lo común y que todo se puede hablar si hay confianza bastante. Pero no. Durante el noviazgo aún no era tiempo para delicadas confidencias y a partir de la boda ya pasó el plazo. Con todo, piensas que a dos y sólo dos también puede ser intenso el disfrute y allá te vas la mar de animoso. Hasta que se descubre que no han terminado las presiones normalizadoras, la jaula de los estándares oficiales.
Antes se encargaba la religión de ponerte en tu sitio y en tu postura. Estabas con tu consorte en pleno desmelene erótico y, de pronto, sonaba aterradora la voz de tu conciencia, que era la voz del párroco: ¡así no! ¡apaga la luz! ¡por ahí no es! A amoldarse tocan. Ahora es peor la represión y más sutil el engaño. Pongámonos en situación. Es viernes por la noche y estás con tu señora, solos los dos y a media luz. En una mano la copichuela, en la otra el porrete (bueno, hoy ya sería hazaña un simple cigarrillo), en la tele la peli porno y desparramada sobre el sofá una batería de condones de sabores. Cielo santo, es verdad que no es tan mala cosa el matrimonio. Y, de repente, esa voz, que puede salir de la boca de tu pareja o de la conciencia ambos, convenientemente trabajada por conocidos y familiares: ¿no será ya buen momento para ir pensando en tener unos hijos? Te lo han repetido en las comidas familiares de los domingos, en la oficina y en el bar: oye, mira, mientras no vienen los hijos hay como un vacío, los hijos te colman, te compensan, te llenan de felicidad y vosotros estáis en el momento ideal para ser padres.
Repárese en cuál es la noción social de “momento ideal para ser padre”: cuando tienes un buen trabajo y dinero suficiente para darte unos lujos, cuando puedes viajar, comprarte de todo y concederte los caprichos soñados, cuando te llevas estupendamente con tu pareja y te lo montas de cine con ella. Tanta felicidad no puede resultar impune y para eso están los amigos, que te insisten en que ellos no vieron la luz hasta que no tuvieron tres churumbeles y que no te imaginas qué satisfacción al verlos gatear o montarse en el primer triciclo. Cabrones. Los amigos, digo.
Un día de ésos llega la decisión a dúo: sí, vamos a buscar descendencia, mi amol. Es el principio del fin, pues desde el comienzo cambian cosas: no fumemos, no sea que se dañe el semen; deja ese vaso de ron, que a lo mejor se nos desorientan los espermatozoides; así no, que en los cursillos prematrimoniales le han dicho a mi prima Cuqui que si te retuerces te puede salir la descendencia miope; hoy tres veces aunque sea sin ganas, que me he tomado la temperatura y creo que toca; quita ese vídeo, que debemos concentrarnos en la poesía del momento. Robots reproduciéndose, fabricación de niños de granja.
Preparto, parto, postparto y cuarentena. Volverán las cosas al fin a ser como antes, igual que vuelven las oscuras golondrinas. No, no vuelven. Ni golondrinas ni leches. Los puntos duelen dos años, mes arriba o mes abajo. Los amigos empiezan a sincerarse, a buenas horas. La familia extensa monta una delegación en tu casa, más que nada por echar una mano. La criatura desarrolla en cuestión de meses un prodigioso sexto sentido que le indica que debe llorar exactamente cuando acababa de dormirse y tu mujer al fin ha accedido a probarse aquel salto de cama que habéis reencontrado después de mucho buscar por estantes y cajones llenos de pañales y toallitas. Y si no llora da igual, pues justo entonces se le va a caer al vecino de arriba un vaso y los dos papás creéis que el pequeñín se ha bajado de la cuna y salís despavoridos para allá, malamente cubiertos con una sábana. O suena el teléfono a esas horas y es tu tía para interesarse por el catarro del bebé y que si te acordaste de darle Apiretal y que no vuelvas a dejarlo dormir destapado.
Como todavía hay buen rollo de pareja, aunque parezca increíble con la que está cayendo, lo habláis, decidís que no puede ser y os animáis a volver a salir con los amigos un sábado al mes. Un sueño: charlar animadamente, tomarse unas traguitos, echar unos bailes y regresar a casa como de novios comidos por la pasión. Pero los amigos os están esperando agazapados. Tremendo cambio en el ambiente. Los varones le cuentan al reciente papá que menudo peñazo lo de los niños, las damas le explican a la mamá que cuánto estrés esto de la maternidad y que vaya esclavitud. Sí, sí, son exactamente los mismos que os decían aquello de que en tu vida falta algo muy serio si no tienes niños y que los hijos dan sentido y plenitud a la existencia. Cabrones. Tú respondes que vale, pero que esta noche habéis salido a romper y a relajar y que viva la fiesta. ¿Y con quién habéis dejado al bebé?, os preguntan. Si contestas que con los abuelos, que como se te ocurre, que los malcrían y luego no hay quien los domine; si dices que con una canguro, te sacarán de inmediato la lista de crímenes perpetrados por cuidadoras; si has colocado a tu hijo con unos vecinos, que a ver si el señor va a ser pedófilo y su mujer una meretriz vengativa. Resultado: regrasáis a casa mucho antes de lo previsto, cargados de angustia, con un remordimiento paralizante y sin ganas de juergas de alcoba.
Ése es, poco más o menos, el momento en que tomas una decisión terminante: buscas algún amigo soltero, quedas con él para tomar unos vinos y, justo cuando comienza a contarte su último viaje de placer con un par de novias de Cádiz que se agenció vía internet, lo paras y le sueltas eso de, chico, yo también era así, hasta que me di cuenta de que se trataba de una vida vacua que no me llevaba a ningún lado y que sin una familia propia está uno incompleto y engañándose a sí mismo, pues no hay placer comparable al de darle el biberón a tu bebé por la noche o al de ver con él un capítulo de Pocoyó y comentárselo. Y le explicas cómo es Pocoyó y qué simpático Pato y cómo te ríes con Ely y cuánta dicha hogareña disfrutas. Urge convencerlo y que se joda bien jodido. O qué se ha creído el muy cretino.
Por eso la familia subsiste pese a la crisis de la religión y el descrédito de los curas: porque para eso están los amigos.

20 septiembre, 2009

Aló, Presidenta, aquí el Presidente.

Septiembre de 2015. José Luís R. Zapatero anda por su tercer mandato como Presidente del Gobierno. Ganó las últimas elecciones con cierta holgura, pese a las desfavorables predicciones. Le vino bien la concesión a PRISA de una cadena de estancos especializados en cigarrillos con bajo contenido en alquitrán que podrán ser fumados en todos los locales donde está prohibido fumar, y también que EL País revelara, tres semanas antes de las elecciones, que Rajoy se olvida a menudo de tirar de la cadena después de hacer pis y que una vez intentó practicar con su esposa el sexo anal. Esto último, en particular, provocó una airadísima reacción del MUFECUES (Mujeres Faministas de Culete Estrecho) que llevó a miles de personas a las calles de España al grito de “Nunca más por detrás” y “Que les den por los traseros a los peperos”. Se desconoce cómo fueron filtradas al rotativo madrileño tales primicias, si bien ya el primer día y sin que nadie le diera vela en el entierro, el Director del CNI convocó una rueda de prensa para asegurar que ellos no habían sido y que menudo asco el PP y qué inmorales.
El 19 de septiembre de ese año 2015 podría tener lugar la conversación telefónica que a continuación transcribiré. Los interlocutores son el señor Zapatero, que llama desde la Moncloa, y doña Emilia Casas, Presidenta del Tribunal Constitucional y única integrante del mismo. Resulta que en los últimos seis años se han ido muriendo todos sus compañeros, unos de enfermedad natural y los otros también, según consta en los resultados de una investigación policial encargada desde el Ministerio del Interior. “Eran viejos ya y habían dado lo mejor de sí”, declaró Rubalcaba el día en que se presentó a la prensa dicha investigación. Y añadió: “Menos mal que Emilia tiene una salud de hierro y mucha ilusión todavía”.
RZ.- ¿Emy?
EC.- ¿Sí? ¿Quién llama?
RZ.- Emy, soy José Luís.
EC.- ¿José Luis? ¿Qué José Luis’
RZ.- El Presidente del Gobierno, Emy.
EC.- ¿De qué Gobierno?
RZ.- Del de España. Emy, soy José Luis.
EC.- Ahora no caigo, pero es que tengo la cabeza fatal, discúlpeme usted.
RZ.- El amigo de María Teresa, Emy.
EC.- ¿De María Teresa? Ah, eres José Luis. ¡Qué alegría! ¿Qué tal está Maritere?
RZ.- Bien, bien. Ya sabes que la mandamos de embajadora al Vaticano. Está contenta. Se ha encargado un panteón diseñado por Norman Foster, una cosa sencilla, para estos tiempos.
EC.- ¿Y tu abuelo? He oído comentar que estaba malito.
RZ.- Se murió cuando la guerra, Emy, lo fusilaron los fachas. Pero gracias por tu interés.
EC.- Cuánto lo siento.
RZ.- Nada, nada, no te preocupes, ya lo voy superando. Oye, yo te llamaba por lo del Estatuto.
EC.- ¿Qué estatuto?
RZ.- El Catalán, el Estatuto de Autonomía de Cataluña.
EC.- ¿Qué le pasa?
RZ.- Que no ha salido todavía la sentencia del Constitucional sobre él.
EC.- ¿No ha salido? ¿Eso no lo resolvimos el año pasado?
RZ.- No, Emy, me dijiste entonces que casi estaba, pero fue cuando se mataron aquellos dos compañeros tuyos en un accidente de moto en Sierra Morena, ¿no te acuerdas?
EC.- ¿Se murieron dos? ¡Ay, pobrecitos! ¿Dejaron familia?
RZ.- Emy, escucha, eso de la sentencia es importantísimo y no puedes despistarte.
EC.- Ya sé, Juan Luis, ya sé, pero es que no doy abasto yo sola. No sabes tú qué trajín hay en este Tribunal, que si inaugura esto, que si recibe a aquél, que si organiza unas jornadas sobre justicia constitucional. Un desastre, y ya sabes que estoy sola.
RZ.- Sí, sí, pero ten paciencia. Ahora no nos conviene renovar el Tribunal y hasta la oposición está de acuerdo en eso. Tienes que aguantar un poco más, hasta que resolvamos lo del Estatuto.
EC.- Pero, José Antonio, ya te he dicho muchas veces que yo ya no puedo escribir esas sentencias tan largas, tengo artrosis y si estoy mucho rato sentada me viene la incontinencia.
RZ.- No importa, Emy, no importa. Tú cuídate, que nos haces mucha falta ahí.
EC.- ¿No importa? ¿Entonces hago una sentencia cortita, de dos páginas o así? ¿Y qué quieres que diga, Juan José, que sí o que no?
RZ.- No tienes que decir nada, Emy, nada de nada.
EC.- ¿Nada? ¿Entonces hago una sentencia interpretativa? ¿O te refieres a algo con principios y tal, como otras veces?
RZ.- Me refiero a que esa sentencia tiene que seguir sin salir, no se te ocurra escribirla, que nos hundes.
EC.- ¿No quieres que haya sentencia sobre el Estatuto todavía?
RZ.- No, es demasiado pronto. Ahora vamos a ponernos a negociar la reordenación de la liga de fútbol, y un debate sobre la constitucionalidad del Estatuto podría interferir en las relaciones entre el Barça y el Real Madrid. El país tiene que estar unido, querida Emilia.
EC.- Ay, sí, José Pedro, es lo que yo siempre digo, unido como una mujer sola.
RZ.- Así es, Emilia. Me ha alegrado mucho hablar contigo y encontrarte tan estupenda.
EC.- Gracias, Luis Alfredo, yo también me alegro. Dale recuerdos a Mónica.
RZ.- Ejem, de tu parte. No te olvides de lo que te he dicho, querida Emy.
EC.- Cómo me voy a olvidar, claro que no. O sea, ¿que haga una sentencia sobre lo de las Canarias?
RZ.- No, no, que no sentencies sobre lo de Cataluña
EC.- Ay, es verdad. No te preocupes. Oye, José Nicolás, ¿tú también oyes voces por la noche?
RZ.- ¿Qué? Bueno, Emilia, cuídate. Si tienes dudas me llamas.
EC.- Ay, mira, ahora estoy viendo como una sombra... y canta una canción muy bonita. Viene hacia mí, José Juan, y trae no sé qué en la mano. Parece un cuchillo y...
Clic.

19 septiembre, 2009

Juan Luis Cebrián ficha por el PP de Madrid

Asombroso, no ganamos para sustos. Según están contando a esta hora prácticamente todos los periódicos digitales, con la excepción de El País, el consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, va a ser nombrado el lunes Consejero de Información y Medios de la Comunidad de Madrid, bajo la Presidencia de Esperanza Aguirre. Al parecer, y según las noticias que se van sucediendo a lo largo de la tarde, ha sido la propia Aguirre la que ha dado la primicia a algunos medios próximos, atendiendo al ruego que telefónicamente le hizo el propio Cebrián al tener noticia de que en la web de Falange Española y de las JONS se anunciaba que era éste el partido al que había retornado felizmente el ilustre académico de la lengua.
Es posible que ese quiebro en la biografía política de Cebrián explique buena parte de la reciente campaña de El País contra Zapatero, de quien ha llegado a afirmar que carece de un plan para enfrentarse a la crisis y que empieza a encontrar oposición notable dentro del propio PSOE. Tampoco es descartable que algo haya podido influir la próxima aprobación por el Gobierno de Aguirre de una nueva regulación de cadenas de televisión y emisoras de radio dentro de la Comunidad de Madrid. No hace ni tres días que la Presidenta madrileña declaró que “El Gobierno madrileño siempre tiene presente el mercado y no debemos desconocer el importante lugar que PRISA ocupa en el mercado de las telecomunicaciones, tanto en Madrid como en toda España”.

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Bueno, ¿qué les ha parecido la noticia? Me le inventado yo. Sí, por el morro. Para enredar y pasar el rato. O para jorobar al prójimo, como quieran. ¿Que por qué? Hombre, pues para no ser menos. Este blog no será un periódico y sus lectores serán sólo unos cientos -no está nada mal, gracias- y no cientos de miles, pero si pueden mentir los más leídos e importantes, por qué no hemos de poder los menos.
¿Un ejemplo de esas mentiras de los grandes medios objetivos e independientes? Mismamente la noticia que hace unos días publicó El País y que contaba con pormenor que UPyD había propuesto para candidato a la alcaldía de Huelva al señor Cortés, famoso por ser padre de una niña asesinada y por no estar dispuesto a usar la fama así lograda para tener poder ni influencia social, pese a lo cual estaría estudiando la oferta.
Bueno, pues Carlos Gorriarán, alto dirigente de UPyD, asegura que todo es una burda mentira y se descuelga en su blog con un duro artículo contra esas manipulaciones propias de la prensa soplagaitas de una república bananera. Con lo cual, puestos nosotros a ser la mar de objetivos y fríamente analíticos, tenemos que:
a) O el señor Gorriarán miente como un auténtico bellaco, en cuyo caso alguien debería colgarlo de las orejas, como mínimo.
b) O a los de El País les han metido un gol de campeonato, en cuyo caso ya deberían estar buscando al periodista incauto y poniéndolo de patitas en la calle.
c) O los del El País, ahora que le han puesto la proa a Zapatero porque Zapatero le ha puesto un pisito a Roures, son de los que consideran que UPyD quita votos al PP y quieren hacer con este partido lo mismo que hizo ABC durante la campaña para las elecciones europeas, fumigarlo.
d) O el padre de Mari Luz... Bueno, esto último lo descarto yo mismo, por caridad cristiana de la que ese señor predica.
Que cada cual se quede con la opción que le parezca más verosímil o me diga si me olvido alguna más verosímil aún.

El Derecho es un misterio. 7. ¿Es racional la discriminación penal contra el varón?

Estos días hemos estado debatiendo en nuestro seminario leonés anual entre penalistas y iusfilósofos sobre el tratamiento penal del género y el sexo. Escuchamos excelentes ponencias, hubo buena discusión y nos divertimos.
Uno de los asuntos examinados fue la diferencia de pena que en ciertas faltas y delitos leves relacionados con la violencia de género se aplica según que quien amenace o agreda sea hombre o mujer. Todo el mundo sabe ya que se agrava el castigo para el varón. Muchos se han preguntados dos cosas, una más conceptual y otra más elemental: si estamos ante un supuesto de lo que se llama acción positiva, acción afirmativa o discriminación inversa y, sencillamente, si está bien y tiene justificación razonable ese distinto trato por la ley penal.
Mi tesis es que topamos aquí con una solución profundamente irracional, contraproducente y contradictoria con el sentido más obvio del Derecho penal y su justificación. Trataré de mostrarlo con un ejemplo.
Asumamos que el agravamiento de los castigos es eficaz para reducir el número de delitos, o al menos el número de los delitos de esta clase. Es mucho suponer, desde luego, pero si no lo admitimos, descartamos la racionalidad de la solución en un punto previo, pues hemos de concluir que el endurecimiento de las penas como medio para combatir la violencia contra un género no sería más que venganza contra el otro género, retribución pura y dura, ya que en términos preventivos estaría excluida toda utilidad de la pena. Así que, repito, damos por sentado que cuanto más fuerte la pena, menos casos habrá del comisión del delito. Ahora imaginemos tres escenarios en una misma sociedad, correspondientes a tres posibles situaciones legales. Los llamaremos escenarios A, B y C.
A) En el país en cuestión existen al año 100 casos de violencia doméstica, de los cuales 90 son cometidos por hombres contra sus parejas femeninas y 10 por mujeres contra hombres que son su pareja. Esas agresiones se tratan con los tipos penales habituales y tradicionales, sin que el legislador dicte normas específicas que discriminen entre varones y hembras ni aumente las penas de ninguno de los delitos. Por tanto, dada aquella correlación que, como hipótesis de trabajo, hemos trazado entre tratamiento legal y número de ilícitos, sería de prever que el número de tales delitos y la proporción de su comisión por unos y otras siguiera en las mismas cifras: 100, 90, 10.
B) El legislador reacciona como lo ha hecho en el 2004 el español, agravando las penas para los casos en que es el varón el agresor y dejándolas como estaban cuando lo es la mujer. Por tanto, cabe esperar, dada aquella presuposición inicial sobre la eficacia, que disminuya el número de agresiones masculinas, pero no el de las femeninas. El resultado podría ser así: el número de tales delitos realizados por varones quedaría en 60 (una disminución de 30, por tanto) y el de los perpetrados por mujeres seguiría en 10. En total habría 70 casos anuales de esa violencia de género.
C) En este tercer escenario posible, las penas por esos comportamientos se incrementan para los dos sexos. Dado que no hay por qué pensar que las normas influyan diferentemente sobre hombres y sobre mujeres, y asumida aquella presunción de eficacia, debería esperarse que menguaran tanto los delitos cometidos por ellos como por ellas. Podrían quedar así los números: 60 supuestos en que el autor es un varón y 5 en que la autora es mujer. Total, 65 casos en los que hay una víctima inocente de la violencia de género.
Resumamos las cifras. Con el modelo A (mantenimiento de la situación legal), 100 delitos, de ellos 90 cometidos por hombres y 10 por mujeres; o, visto de otro modo, 100 víctimas, de las que 90 son mujeres y 10 son machos.
Con el modelo B (penas más altas para los hombres), los delitos son 70, de los que 60 son cometidos por hombres y 10 por mujeres; o, desde la otra perspectiva, hay 60 víctimas femeninas y 10 víctimas masculinas: sólo se ha inducido el descenso del número de víctimas que son mujeres.
Con el modelo C (penas más altas para ambos sexos), los delitos son 65, repartidos entre 60 de los hombres y 5 de las mujeres; o: 60 víctimas son mujeres y 5 víctimas son hombres. Aquí han bajado el número de víctimas de ambos sexos y el número total de víctimas.
Ahora la pregunta: ¿cuál de los tres modelos, A, B, C es más racional y debe ser querido por un legislador que valore por encima de todo bienes como la vida, la integridad física y moral y la dignidad de los ciudadanos y las ciudadanas? Respuesta: sin lugar a dudas, el C, el tercero. Preferir el B es optar por la solución que discrimina negativamente a un grupo de ciudadanos, pues, pudiendo garantizar mejor para ellos esos mismos bienes, prefiere que respecto de ellos el riesgo se mantenga en idénticas proporciones. Y esa preferencia no se justifica porque sea el precio necesario de mejorar la situación de las mujeres. Es decir, no se trata de que para que sea más eficaz la protección de las mujeres que sufran agresiones de sus parejas masculinas deba ser más alta la pena para los hombres. Para la mejor protección posible de la mujer víctima no es condición que sea menor la pena de la mujer autora.
Puesto que el legislador español se ha inclinado por el modelo B, ha decidido hacer un combate selectivo de la violencia doméstica y, con ello y siempre que se piense que el aumento de las penas es eficaz para contrarrestar esa violencia, no quiere que disminuya en la mayor medida posible el número total de víctimas, sino solamente que se rebaje el número total de víctimas femeninas. Y eso debería haberse juzgado inconstitucional (si tuviéramos en verdad un TC y no esa caricatura vergonzosa que tenemos) porque no es posible justificarlo en nombre de ninguna igualación material de las mujeres. Expliquemos esto último.
La llamada acción afirmativa o discriminación positiva es la que se da cuando hay un trato legal diferenciado y favorable de un grupo humano que se halla en situación social de desventaja, de discriminación, de modo que sus oportunidades o el promedio de oportunidades de sus miembros son menores. Esas políticas comenzaron en EEUU como instrumento para combatir la discriminación de los negros, y el Tribunal Supremo de ese país las consideró constitucionales, admitiendo, por ejemplo, que en una universidad se reservara un porcentaje de plazas para estudiantes negros, los cuales, por tanto, entraban aunque pudieran tener calificaciones inferiores a las de algún blanco que quedaba fuera. Es decir, se reemplaza la pura igualdad de trato formal por un trato en algo preferente para los miembros del grupo materialmente discriminado. El objetivo es que a medio o largo plazo esa discriminación social desaparezca y exista paridad plena de la situación social de blancos y negros, mujeres y hombres, etc.
Pues bien, la discriminación penal contra el varón no tiene nada que ver con esto. Se trataría de acción positiva si pudiera justificarse en estos términos: el objetivo es que en un cierto plazo de tiempo el número de agresiones entre personas de distinto género y sentimentalmente relacionadas sea igual en los dos sentidos, de mujeres contra hombres y de hombres contra mujeres. Es decir, se querría una igualdad puramente estadística, igualdad que se conseguiría tanto si las proporción de agresiones de unos y de otras fuera de 50 a 50 como si fuera de 10 a 10. Por tanto, si el asunto perteneciera a la acción afirmativa cabrían dos herramientas legales igualmente válidas y admisibles, que podrían darse alternativa o acumuladamente: subir las penas para los hombres o bajarlas para las mujeres. Es más, cabría pensar en facilitar la comisión del delito por las mujeres, por ejemplo dándoles cursos de estrangulamiento o de lanzamiento de cuchillos.
Bromas a parte, lo que se quiere indicar es que si se quiere procurar que haya las menos agresiones domésticas que sea posible, no se justifica que la represión mayor caiga sólo sobre los hombres, aun cuando sean los hombres agresores en un porcentaje mucho más alto de casos; y si se quiere presentar como acción positiva, no puede ser tal ni ha de tenerse por constitucional, puesto que en nada mejora la situación social de la mujer en cuanto víctima habitual del maltrato del varón por el hecho de que la pena sea comparativamente menor cuando, excepcionalmente, es la mujer la agresora.
Entonces, ¿por qué el legislador español ha procedido así? Por propaganda y, seguramente, por otras razones relacionadas con un ánimo más vengativo que de política social racional, un ánimo que es propio de ciertos grupos o “colectivos” en estos momentos en que el interés general o del ciudadano a secas es tenido por entelequia metafísica perfectamente prescindible.

17 septiembre, 2009

He recibido una oferta

Esta mañana andaba aún desperezándome cuando conecté el ordenador para ver el correo electrónico. Es una verdadera dependencia de estos chismes la que tiene uno. Pensaba que qué pereza ir a la Facultad a encontrarse quién sabe con qué nuevos papeles o qué inútiles convocatorias. No es que se pierda la vocación, es que en la universidad ya no se hace lo que sería esperable, sino el chorras todo el día. Con el riesgo añadido de tropezarse en un pasillo con un pedobobo de ésos y tener que contenerse por no llevar machete ni tener lista una coartada. Además, anoche tuve cena y trasnoché un poco, orujos de por medio, Elsa se ha despertado muy temprano y en León hace ya un frío que pela. Total, y en resumen, que me apetecería más meterme en la cama de nuevo o hacerme la pedicura, yo qué sé.
En esas meditaciones me hallaba cuando leí el primer mensaje en mi correo. Qué sobresalto, qué súbita alegría. Comenzaba así: “Hemos estudiado su currículum y le queremos ofrecer trabajo”. Y seguía con esto: “No tendrá que ir a la oficina”. Se me amontonaron las hipótesis, unidas todas a una gran certeza, la de que al fin alguien había leído detenidamente mi obra y valorado mis variados méritos y mi singular carácter, y que se me quiere hacer justicia. Creo que es bien humano ilusionarse así, pero cuando uno se ha pasado media vida meditando sobre la norma fundamental de Kelsen, la tópica jurídica de Viehweg o la teoría de la argumentación jurídica de Perelman (y no les quiero dar más ejemplos de la clase de desatinos que pueden consumir la biografía de un profesor de mi disciplina), llega a pensar que la vida no es más que un sacerdocio sin Dios y la profesión académica una pura paja mental, con perdón. Y, claro, recibes un mensaje así cuando ya no te sientes en edad de merecer, y se te reverdece la ilusión. ¿Querrán darme un cargo en el Ministerio de Educación, convencidos de lo acertado de mis propuestas de pedagogicidio? ¿Me nombrarán jefe de una célula del CNI integrada por sanguinarios expertos en muertes sin rastro, con el mismo propósito? ¿Me pondrán al frente de una agencia evaluadora de agencias evaluadoras, con el secreto propósito de torturar a los torturadores? ¿Pretenderán acaso, imprudentemente, que me haga amigo de Zapatero para consolarlo con mi ameno talante en estos momentos en que dicen que está solo y harto de ministras sin conversación y con poco ses/xo?
Tembloroso y francamente excitado, seguí leyendo. El resto del mensaje es enigmático, como corresponde a cualquiera de las posibilidades que acabo de enumerar. Dice de esta manera:
Necesitara:
1. De 4 a 7 horas libres al dia
2. Bujon personal de correo en Internet
3. Telefono para comunicacion
Si le interesa, escriba una carta a nuestro administrador a la direccion: heglandzadlt1@hotmail.com
En la carta escriba sobre usted, indicando su nombre y edad.Todas las instrucciones acerca del trabajo le enviara en la carta de respuesta.
Un saludo
Firma el mensaje una tal Sadie Quintana, pero supongo que se tratará del alias de algún agente especial. Además, por la prosa parecen extranjeros éstos que quieren contactar conmigo a la vista de mi recién descubierta valía. ¿Ustedes qué creen que debo hacer? ¿Les escribo? ¿No será traicionar a mi universidad? ¿Y si luego el rector intenta retenerme duplicándome el sueldo o pasándome un par de secretarias de buen ver? ¿Y si mis compañeros de Departamento firman un manifiesto con el ruego desesperado de que no los abandone, pues no se sienten capaces de vivir sin mi ciencia y mi salero?
Me corroen las dudas, sudo en frío, me tiemblan las manos. Ahora suena el teléfono fijo. ¡Y mi móvil! Y veo por la ventana que se acercan unos señores con bata blanca y unas correas. ¡Dios mío, deben de ser ellos!

16 septiembre, 2009

Volatilidad del progresismo pedagógico

Queda un tanto ampuloso el título, pero es un pretexto para volver a hablar de las perplejidades de uno ante las reformas universitarias en curso. Sin ir más lejos, hace quince o veinte años se consideraba un gran avance progresista el que se hubiera eliminado de tantos Estatutos de Universidad la obligación de que los estudiantes asistieran a clase. Parecía que así se les trataba al fin como adultos libres, capaces de saber lo que les conviene y aptos para administrar su tiempo como más rentable les parezca para preparar las pruebas de las que depende su nota. Además, disponían de una disculpa excelente para sancionar con el abandono a tanto profesor tedioso, desagradable o desinformado. Pero ahora resulta que no, que la atadura al pupitre retorna por la puerta de atrás y que el alumno universitario vuelve a la condición de público cautivo.
Díganme si no qué significan esos modos de evaluación que disponen que un tercio de la nota final será por asistencia a las clases dizque magistrales, otro por participación en seminarios y practicas y, como mucho, otro por el examen o prueba final. De lo que se desprende con meridiana claridad que no pasa el que no aguante dócilmente en clase y no haga allí las capulladas que el profesor de turno aprendió de esos cantamañanas que se forran dando cursitos sobre nuevos métodos para convertir la universidad en un parvulario de educación especial. Venga, chicos, ahora hacéis grupitos de cinco, debatís sobre esta noticia y luego elegís un portavoz y nos decís a todos qué habéis descubierto sobre la física de partículas. Tiene bemoles.
Hace unas cuantas décadas semejante reforma habría puesto al estudiantado a tirar piedras y quemar bancos de las aulas. Ahora no. Ahora cunde la idea de que el título universitario se puede obtener más fácilmente mediante la simple estabulación, levantando el dedito y poniéndole caritas al pobre diablo que explique en clase que la eme con la u mu y practicad en círculos estirando todos el morrete así p´afuera. Ahora no protesta ni el tato, por razones bien mezquinas, pero lo más gracioso es que hasta hay quien desde partidos que se dicen progresistas intentará convencernos de que ésa es la enseñanza avanzada que nos hará libres e iguales. La madre que los parió, qué cara más dura tienen.
Hace unas décadas se estimaba reaccionaria la sumisión cuasifeudal de los jóvenes profesores al respectivo cátedro de la disciplina y se quiso democratizar la universidad dando a todos su voto y su igual derecho. Había que acabar, y no sin razón, con ciertas prácticas viciosas que en algunos lugares se daban y que servían para que el joven ayudante lo mismo tuviera que pasear el perro del jefe que hacerle de negro para algún escrito que firmaba el otro. Había miedo y convenía nadar y guardar la ropa, por si acaso. Ahora los nuevos profesores siguen en precario y el miedo simplemente se desplaza, pues el señor absoluto pasa a ser, además, lejano, ignoto y embozado.
Por una parte, se obliga a todo aspirante a ascenso a humillarse recibiendo cursetes e implorando un cargo de lo que sea, por el amor de Dios, que miren que, si no, se me queda en blanco ese apartado de la aplicación informática que tengo que rellenar para crecer; o rogando que se le meta, incluso con calzador, en muchos proyectos de investigación, aunque sea con la única función de servir los cafés. Y los jóvenes no se rebelan, para nada, acatan y cumplen porque saben que, si no, el informante enmascarado al que la agencia evaluadora pedirá su docto veredicto dirá que no alcanzan los puntos porque no vale y no dio ni golpe ese candidato que sólo se ha dedicado a investigar como un poseso, a escribir artículos y monografías y a impartir una docencia que no cuenta un pimiento si no va acompañada de medios audioviduales, nuevas tecnologías y materiales superchulis en la red. Y eso, al parecer, es progresista, liberador e igualitario. Si un día de estos a alguna agencia evaluadora le da por decir que hay que lograr diez puntos haciendo el pino o retratándose las partes, los tendremos a todos con lumbago y en pelota picada para hacer méritos. Protestar, ya no protesta ni el apuntador, pues, si antes había miedo, ahora existe terror. Antes asustaba el catedrático y ahora espanta el oráculo distante.
Insisto y me repito: mientras no pasemos unos cuantos a la clandestinidad y no capemos a unas docenas de pedobobos, seguirá el abuso y la insoportable ola de insufrible incompetencia que nos invade. Tendrán los historiadores que explicarnos algún día cómo fue posible que esos torpes iletrados se hayan hecho con las riendas del poder universitario y hayan convertido su alicorto designio en ley y modelo. Y en qué cabeza cabe que, justo cuando está demostrado que sus métodos pueriles han fracasado estrepitosamente en las primaria y secundaria, se impongan sin debate ni alternativa en las universidades.
Propongo para todas las titulaciones una nueva asignatura transversal, de gran competencia y mucha habilidad y con muchos créditos: la emasculación de pedobobo. Verás como se nos arregla la enseñanza en un satiamén.

Los límites de la lealtad política

Solbes se ha ido. El acabose, no se habla de otra cosa en tertulias, columnas y editoriales. No cabe duda de que el señor Solbes es un hombre con carisma y que su bonhomía, o apariencia de tal, le da cierta ventaja y favorece el juicio indulgente que tantos le aplican.
Yo no entiendo apenas de economía, pero hay dos datos indiscutibles, creo: las dos veces que Pedro Solbes dejó el Gobierno, antes con González y hace poco con Esto, los números quedaron hechos unos zorros y el barco hacía agua por todas partes. ¿Que tal vez sin él habría sido peor? Puede, quién sabe. Quizá con la Aído o la Salgado en Economía desde hace seis años serían mayores los males, por qué no. ¿Que ahora, sin Solbes, con la Vicepresidenta florero y con el Presidente gobernando las finanzas como si de ellas entendiera algo, sí nos vamos a enterar de lo que cuesta un peine? No digo que no. Cuando el timón de la nave se pone alegremente en manos de un piloto borracho y soberbio, la suerte no puede durar; es la crónica de una ruina anunciada, salvo improbable intervención divina. Yo en lugar de Zapatero haría igual: si después de demostrar durante toda una legislatura que eres un perfecto iletrado y un cabeza hueca, el pueblo te reelige con renovado recochineo, será que le va la marcha y que hay que seguir haciendo el mono. Ahí estamos.
Volviendo a Solbes, otro dato más, difícilmente discutible: en aquel debate de la última campaña, con Pizarro, mintió a sabiendas. No afirmo con esto que Pizarro sea un santo, que el PP posea la piedra filosofal económica ni nada de eso. Sólo afirmo lo que afirmo: Solbes mintió, mintió con premeditación. Porque, si no, la conclusión es igual de terrible, o más: no tenía ni pajolera idea de lo que se traía entre manos. Así que la pregunta capital vale igual para Solbes o para su jefe en el último Gobierno: ¿cínicos o indocumentados? No se sabe qué será peor. Si iban de buena fe, hay que ver; si mentían a posta, manda narices.
Pero apliquemos a Solbes las mejores presunciones, pues me interesa aquí un tema de más alcance: ¿hasta dónde debe llegar en un partido la lealtad y la obediencia a un líder? Y más acuciante resulta la cuestión si es el partido del gobierno y su secretario general es también el Presidente del Gobierno.
¿Qué relación puede o debe haber entre la conciencia moral y política de un militante -Solbes ni siquiera lo era- y su afán por no perjudicar al partido? Si se trata de salvar el propio culo, no hay más que hablar. El que a conciencia calla para mantenerse en el escaño o para proteger su propio carguito es un redomado sinvergüenza si piensa que el país se va a la porra pero aplica el ande yo caliente. Mas cuesta creer que sea ése el caso absolutamente común.
¿Que muchos cargos, diputados y militantes con galones en el PSOE aún a día de hoy piensan de buena fe que Zapatero sabe lo que se trae entre manos y sirve bien al interés del país? ¡Anda ya! Eso no cabe ni como hipótesis de trabajo. El PSOE, por mucho que lo hayan desecado sus dirigentes en los últimos tiempos, no puede ser ese partido de cenutrios, no puede haber en él tantos miles de despistados.
¿Entonces? ¿Qué nos queda? Posiblemente una mala concepción de los partidos y de su papel. Por un lado, la aplicación del viejo principio extra ecclesiam nulla salus: el partido de mis amores, dirá cada uno, va a la deriva y se lleva por delante al país entero, pero si gobernaran otros sería todavía mas horripilante la situación. Es el planteamiento de quienes hacen de la política una cuestión de fe, fe consciente y deliberadamente desvinculada de la razón. Obedezco a este zote porque creo en estas siglas y aunque se acabe el mundo, así se podría resumir tal mentalidad.
Por otro lado, resta en los partidos mucho de un dañino gregarismo, de una solidaridad espuria. El militante ilustrado no se atreve a abrir la boca porque teme que cualquier aportación crítica que pueda tener reflejo electoral negativo les quite el pan a tantos correligionarios que viven del cargo y sin él no tienen dónde caerse muertos. Aquí no es la fe, sino la caridad -mal entendida- la virtud que se aplica.
O regeneramos los partidos políticos y purificamos sus dinámicas internas, o se nos va a tomar vientos el sistema democrático, o lo que de él vaya quedando. Dentro de los partidos también puede y debe haber conciencia crítica, valentía y decoro; la militancia no tiene por qué estar reñida con la autoestima y la lealtad no debe entenderse como borreguil sumisión. Pero es lo que a diario comprobamos: el silencio de los corderos. Este PSOE, que con tanta simpatía miré durante muchos años -y que era el partido de los amores de mi padre- da una pena infinita. El último meapilas zapateril tirará de la cadena y todo se habrá ido por el desagüe por el que hace tiempo debieron mandar a ese gañán, mentiroso, cínico -¡hoy ha dicho que el PSOE cumple escrupulosamente el pacto contra el transfuguismo!-, ignorante y medio oligofrénico.
La putada es que las facturas las vamos a pagar entre todos, incluidos los que llevamos años diciendo que a un niñato sin luces no se le puede regalar la gobernación de un país. Deberíamos tener algún tipo de exención a la hora de pagar los platos rotos por el berzotas y sus palmeros.
Dicho todo lo cual, buena parte de los misterios teóricos que acabamos de plantear valen también para el PP. Al fin y al cabo, no hace tanto que Aznar lo hundió mientras todos aplaudían hasta con las orejas. Valga la comparación en lo que valga.
PD.- Con todo, quizá no hay por qué preocuparse por el tema Zapatero. Queda Zapatero para poco. Acabo de oír en una emisora de radio la lectura del editorial de El País para hoy -escribo esto a medianoche-, miércoles. Ya le han puesto la proa y, como no les regale pronto algo bien bueno, se lo van a cargar con la ayuda de sus disciplinados lectores. Quién nos lo iba a decir.

14 septiembre, 2009

Celíacos

(Publicado en El Mundo de León el pasado jueves, 10 de septiembre)
Tengo una hija celíaca. Tiene poco más de de dos años. Es como una condena de por vida; no grave, pero condena y de por vida. Da pena pensar que, mientras las cosas sigan igual y no haya más sensibilidad con los celiacos y más atención a sus necesidades, mi hija no podrá disfrutar de una de las mejores cosas de la hostelería leonesa: las tapas de los bares. Tampoco podremos llevarla a los restaurantes, pues, que yo sepa, los de León no se esmeran en ofrecer platos para los celíacos, sin gluten y sin contaminación en los instrumentos de cocina y en la manipulación de los alimentos. No sería tan difícil que cuidaran este detalle, pues existen harinas especiales con las que se puede elaborar cualquier exquisitez, pero todavía falta conciencia y vista comercial. Se equivocan.
Los celíacos son cada vez más, crece su número en progresión sorprendente. En España están diagnosticados unos cincuenta mil a día de hoy. Donde hay un celíaco, la familia y los amigos acaban comprando en las tiendas que venden productos aptos y bien etiquetados y acudiendo a los locales con oferta para ellos. Por eso los más avispados comerciantes y hosteleros del país ya están captando que también por el negocio les conviene tomarlos en consideración.
Los niños celíacos también nos enseñan otra lección bien interesante, en estos tiempos en que la educación se confunde con la tolerancia boba y en que cualquier disciplina aplicada a los críos se tiene por abuso intolerable. Como la necesidad obliga, los padres de celíacos les insistimos en lo que pueden comer y lo que no. Y aprenden con suma rapidez y sin ningún trauma. Muy pronto saben rechazar hasta la más apetitosa golosina, preguntar si cualquier alimento que les ofrecen tiene gluten y explicar ellos mismos a los mayores lo que les está vedado y permitido. Si otras pautas educativas que se justifican por el bien de los niños las aplicáramos con la misma claridad, todos saldríamos ganando. Además, parece que los chavales celíacos suelen ser mejores estudiantes y personas bien concienzudas, pues se acostumbran desde pequeñitos a ejercitar su fuerza de voluntad y a gobernar sus propios impulsos. Y, encima, siempre lucirán buen tipo. No hay mal que por bien no venga.