11 octubre, 2007

La peste pedagógica. Again.

Bien, qué tal si hoy nos lo montamos en plan intimista; o sea: a echar pestes contra esto y aquello de lo que nos toca de cerca en el curro. Y, claro, cómo no hablar de La Cosa, de lo que un día fue universidad y hoy ya ven.

Pues hace unos tres años esta universidad que es la mía porque es la que me paga sin pedirme casi nada a cambio (amour fou), decidió establecer para los estudiantes una cosa mu, pero que mu modelna, el último aullido en pedagogía universitaria: tutoría personalizada para estudiantes que están hasta los/as mismísimos/as de que los tutelen, los dirijan, los aprieten y los zurzan. El invento se denominó aquí Plan de Acción Tutorial, más conocido como PAT, naturalmente y por aquello de que donde estén unas siglas que se quite un significado. Llámese como se llame (aunque no despreciemos la cuestión nominal, pues a estos inventos les quitas el nombre y los apellidos y se quedan en lo que son: una caquilla pinchada en un palito, brocheta académica), este invento ya está en casi todas las universidades públicas, que lo han copiado de las privadas. No se dan cuenta las públicas de que sus clientes las quieren para que les hagan cositas distintas de las que las privadas les ofrecen, para que haya mayor libertad y más vicio en la relación. Pero no, las universidades públicas están convencidas de que o imitan a las privadas más cutres y de rostro más rocoso o se les privatizan los estudiantes, mira qué pena si se largan los más tardos a pagar el título y la cama allá. Creo que muchas universidades privadas ya te mandan el título contra reembolso y sin más que rellenar un test de cultura futbolística. Pero, si usted, honesto padre de familia, quiere que tenga una brillante carrera ese hijo suyo que le salió así, vaya por Dios, y si además se empeña en que pase unos años viviendo ese ambiente de estudio sin par, mándelo para alguna de esas venales instituciones de a tanto el cuarto y mitad de asignatura y verá como retorna al cabo de unos años hecho un hombrecito (o una hombrecita), igual de torpe, pero todo un licenciado apto para salir en las películas de Cantinflas.

Pues como las privadas se anuncian prometiendo un ordenador por cabeza (o testuz), vales para Carrefour, asignaturas prêt-à-porter y carreras al dos por uno, amén de un tutor personalísimo que no sólo te tutela, sino que, si te dejas, te plancha la ropa, te hace la cama y te echa un par de polvos, tenemos que hacer lo mismo en las públicas para que no se nos marchen todos los alumnos, atraídos por tales cantos de sirena y tales risas de hiena. Así que, entre otras lindezas tales como bajar el nivel hasta el desprestigio u organizar cursos a porrillo sobre cómo tomar apuntes en una libreta de muelles o cómo preparar un examen con una mano libre, hemos decidido montar todo un plan de tutorías ad hominem, el mentado PAT. Ese tipo de iniciativas ponen cachondísimos a los pedagogos y la facultad entera de Educación levita y se desparrama cada vez que se impone una nueva sandez así, tan innovadora, tan revolucionaria, tan chachipiruli. Hasta hacen congresos con muchas ponencias y comunicaciones con títulos tan excitantes como “El portafolio y tú”, “Técnicas de subrayado de epígrafes en rojo” o “Ergonomía de la habitación del estudiante que parece oligofrénico y además lo es”.

Acabo de borrarme de ese rollo. Acepté formar parte del lujoso plantel de tutores entregados por ver qué era eso y porque en esta facultad mía de Derecho los profesores no suelen someterse de buen grado a tales tomaduras de pelo (y los estudiantes tampoco), siendo como son de colmillo retorcido, con elevada autoestima y bien conscientes de sus derecho constitucional a la dignidad, el honor y la propia imagen; o sea, unos fachas, que dirían los de Filosofía y Letrinas o los rectorcillos más CRUEles.

Cada curso le asignan a uno alrededor de quince estudiantes. Los míos eran siempre de primer curso y solían pirarse hasta la primera reunión. A ese primer encuentro venían cada curso seis o siete. Se supone que los tutores, además de ofrecernos mucho y enseñarles la pantorrilla depilada, teníamos que interesarnos por sus cuitas y darles valiosísimos consejos sobre la conveniencia de ser aplicados y no decir mentiras a los padres, amén de no mamarse a diario a golpe de litrona. O sea, que, como digo, a la primera reunión acudían pocos y a las siguientes ninguno o casi ninguno. Eso sí, cada tutor hace unos informes preciosos y pulquérrimos, y ya si consigues poner unas curvas y unas estadísticas, es el no va más, el clímax psicodidáctico. Ningún tutor ha conseguido nunca hablar más de un minuto con un tutelado suyo, aunque mirándose en silencio y sin pestañear pueden tirarse un día entero; pero cuán por extenso se rellenan formularios, cómo fluyen los papeles, qué manera de hacer carpetas, físicas y virtuales, con informes, acotaciones, sugerencias, propuestas, baremaciones, juicios, síntesis, conclusiones, resultados, retruécanos y repámpanos. Debe de haber, supongo yo, una sección entera del Vicerrectorado de Ocio dedicada a procesar tamañas deposiciones y a regar con su eco los anales de la institución.

Lo curioso del caso es que, por lo que me cuentan, así como en Derecho apenas salen voluntarios para labores así de trabajosas y altruistas, en otras facultades el profesorado se pirra y hay codazos para beneficiarse las tutorías esas. De lo que se desprende la sempiterna conclusión: la ociosidad es madre de todos los vicios. O esta otra, más propiamente posmoderna: ¿no sería mejor que se hicieran las pajas en su despacho y sin tanto papeleo?

Bueno, ¿y un servidor por qué se borró de esa estimulante experiencia? Pues por lo siguiente. Me voy hace unos días a la reunión de los tutores de mi Facultad este año, que son los mismos de todos los años, porque otros no se dejan, y el coordinador, buen amigo y colega bien competente, nos informa de que en el Vicerrectorado del vicio este le han informado de que a partir de ahora será obligatorio que los tutores asistamos a un curso de técnicas de estudio, impartido por esos pedagogos que estudian la tira, como todos sabemos. La idea es que luego nosotros, los tutores, transmitamos a nuestros pupilos esas chorradas con lacitos y power point: Manolín, que no se chupa el boli; Olga-Jennifer, las manos sobre el pupitre; Sonsoles, no deberías pasarte el día buceando en la piscina... Apasionante.

Lo mejor de todo es el porqué de semejante propuesta y a quién se le ocurrió. Al parecer, en el Vicerrectorado andaban preocupadísimos porque el pasado año hicieron un curso de ésos para estudiantes y se inscribieron dos. Je, seguro que, encima, esos dos eran unos cachondos mentales o tenían una apuesta. El caso es que esa lumbrera de la pedagogía que impartía tan exigentes materias debió de quedar sumamente frustrada, además de que si se les acaba el chollo de los cursitos, vaya putada, mi brigada. Así que reunión de tutores y autoridades académicas en un clima de comprensible consternación. Y hete aquí que la propuesta de que el curso se haga para los tutores y sea obligatorio parte de un mindundi profesor que, según me cuentan, se pasa la vida apuntándose a estas memeces para no tener que estar todo el día tocándose sus encallecidos cataplines. Y digo yo, con lo descuidados que están los jardines del campus, a estos jóvenes profesores de cuarenta años y nula vocación investigadora o propiamente docente, a estos pulimentadores de barra de bar, a estos ratoncitos alérgicos al laboratorio, ¿por qué no los ponen a regar las flores o a cavar unas zanjas de desagüe, en lugar de dejarlos campar por sus respetos dándoselas de preocupadísimos y muy entregados a la causa pedagógica? O, miren, otra idea, ¿por qué no les ponemos a ellos unos tutores que les enseñen a trabajar en serio en esta institución de la que cobran? A eso sí me apuntaría encantado, y más si dejan darles unas collejas de vez en cuando y se les puede mandar a media mañana a buscar el café con unas pastas.

Uno, ya perro viejo, retorcido y con tantas zunas, ha ido haciéndose un cierto nombre y algún prestigio entre los dos o tres que leen algo o gustan de hablar de lo que no sean las ancas de Ronaldinho. Y esa mínima consideración gremial no se puede arriesgar a tontas y a locas. Ya bastante duro es que alguien que aprecies y respetes se entere de que eres un tutor de ésos; pero que, para colmo, se sepa que vas a que un pedagogo ágrafo y medio tarado te explique cómo se estudia, ya es demasiado, no hay buen nombre que lo soporte ni curriculum que lo resista. Así que con Dios. Sólo lo siento por mis tutelados, qué gran pérdida la que sufren, cómo lo van a sentir, cuán mermada queda su formación.

Por cierto, puedo decir y hacer todo esto porque me traen al pairo las anecas, las anepes y las sociedades municipales de festejos. Si no, tendría que tragar como tragan tantos, sin ganas, sonriendo y dando grititos de placer, para que el patrón no se mosquee. Son los tiempos.

Ah, y, puesto que somos gente de principios, que no se nos olvide nuestro lema, síntesis de todo un planteamiento vital y universitario: escupe a un pedagogo.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estudié en una privada y " teníamos " tutor.
Nadie supo jamás cuales eran sus funciones y si alguna vez las habian ejercido...
Yo no tuve tutorías ni conocí a ninguno de ellos.
Snif!

Anónimo dijo...

Una más, y suma y sigue. Todos los que leemos este blog podríamos contar una peripecia de este tipo cada día. No hay día que no tropiece uno con un compañero de gremio despotricando contra alguna sigla. No conozco un profesor -que no sea de pedagogía o de psicología o de magisterio- que diga nada bueno de todas esas memeces. No conozco un profesor que hable bien de las asignaturas de libre configuración, y llevamos años sufriéndolas. ¿Cómo puede ir a peor lo que tantos implicados denuncian que va mal? ¿Cómo puede ser cada vez peor? Si tantos saben que las cosas son así, ¿por qué no se hace nada para cambiarlas? ¿DONDE Y PARA QUÉ ESTÁN LOS SINDICATOS?
¿Por qué NINGÚN SINDICATO se ha opuesto EN SERIO Y CON GANAS, al nuevo decreto de acreditación del profesorado? ¿A nadie le llama la atención que los evaluadores tengan que postularse? ¿A nadie le llama la atención que no se sepa cómo se van a formar las comisiones? ¿Van a hacer una norma de desarrollo de la norma de desarrollo? ¿A nadie llama la atención las cosas que pregunta el formulario que deben cubrir los titulares y catedráticos que quieran -y puedan- estar entre los sorteables? ¿A nadie llama la atención el peso que tiene en ese formulario el haber formado parte de las comisiones y agencias de evaluación más variopintas, y que en ningún sitio 'puntúe' haber sido miembro de tribunales de los de toda la vida? ¿Van a quitarle la condición de titular de universidad a todos los que la obtuvieron de acuerdo con el antiguo sistema, hoy tan denostado? ¿A nadie llama la atención que para poder formar parte de las comisiones, un titular tenga que tener dos tramos de investigación y un catedrático tres? ¿Los catedráticos con dos tramos no van a poder formar parte de las comisiones de evaluación de titulares? ¿Qué mente perversa está detrás de todas estas normas, cada vez más absurdas, cada vez más inmorales, cada vez peores?
Escupir a un pedagogo me parece tentador pero muy poco útil; ojalá se nos ocurriese algo más útil entre todos.

Anónimo dijo...

¿En qué privada Anónimo?

Anónimo dijo...

Esbozo para un haiku

El PAT,
el PAS,
del I+D+i.

La ANECA,
la ACAP,
el puto CNEAI.

(...)

Lopera in the nest dijo...

Pero, ¿no estaban prohibidos los traslados entre universidades españolas?. ¿Desde cuando es Vd. Catedrático de la Hispalense?. Porque Vd. es Catedrático de la Hispalense, ¿verdad?. Al menos eso parece. La describe de bien....

Ya que es Catedrático de Derecho de la Hispalense, ¿podría, por favor, averiguar porqué se ha "despachado" a un Catedrático de su facultad de forma tan "poco académica" después de más de 50 años de servicio?. Vamos ni siquiera le han puesto en la carta de despido eso de "agradecer los servicios prestados".

Anónimo dijo...

Impresionante lo de su universidad obligando a ir a un curso a los tutores -¿alguno se deja?-. Habría que publicar los expedientes académicos de esos que ahora se dedican a enseñar a estudiar... Mira que si resulta que el que enseña sacó menos nota que el enseñado... Tendría guasa. Y para mí que va a ser eso, porque semejante empeño por enseñar a estudiar sólo puede tenerlo alguien a quien esa actividad le haya costado mucho...
(Pruebe a preguntarle a sus alumnos de primero, ya verá como todos ellos han recibido más de un cursillo de ese tipo en la escuela y/o instituto. No sé si es que esos ya no valen, o si hay que garantizar que ahora sean otros los que chupen de la teta).
Buen puente a todos y
FELIZ SANTO A LAS PILARES (mañana)

Anónimo dijo...

Amigo quemado:

La mafia sindical está donde corresponde a su naturaleza, es decir:

- No dando un palo al agua.
- Ideando comisiones y organismos varios, todos ellos con abundante presencia sindical (retribuida, of course: ¡abajo la explotación y el trabajo esclavo!).
- Procurándose privilegios.
- Colocando a queridas, familiares y correligionarios, a costa de quien sea.
- Cobrando subvenciones varias.
- Machacando a los que trabajan y utilizándolos sin escrúpulos.
- Labrándose un porvenir (repare usten en los cargos y prebendas de los que disfrutan hoy casi todos aquellos que un día fueron alguien en el aparato sindical, y pregúntese la razón de tal suceso, máxime teniendo en cuenta que, aparte del arte de la trepa y el pisotón, carecen por completo de cualquier mínima competencia profesional -si hay excepciones, las desconozco- ).
- Etc. etc.

Le recomiendo la primera media hora de la peli "Las invasiones bárbaras", de Denys Arcands, un pálido reflejo del tema.

No se queme más, y haga caso al club: escupa, escupa. Y no es porque a nadie se le ocurra nada mejor, pues le aseguro que ideas no faltan. El problema es que no le dejan a uno llevarlas a cabo.

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1787_66_566343__Cultura-lobanillo

Un simpático, y seguramente certero, artículo que trata de la dídácticao de la docencia.

Anónimo dijo...

Estimado Antón,
de las invasiones bárbaras recuerdo a la yonqui más educada, sensata, guapa y buena chica que ha dado el cine. ¡Y era yonqui de heroína! Se ve que en Canadá ese tipo de adicción causa menos estragos que donde yo vivo.
No creo que no se pueda hacer nada para que cambien las cosas: hay muchos que pueden hacer mucho, sobre todo aquellos que no tienen nada que perder, que no ven peligrar sus empleos. El que necesita una acreditación de la ANECA no puede dejar de ir a los cursos de marras, pero todos los titulares y catedráticos que en España son, podrían y deberían decir mucho, muchísimo, para que eso no fuese así (me consta que alguno lo intenta, pero con uno solo no vale). Le aseguro que quienes no están en situación de hacer nada no terminan de entender porque no hacen nada quienes sí están en situación de hacerlo.

Anónimo dijo...

Me llama una amiga: ayer se enteró de que había aprobado unas oposiciones a un ministerio. Sólo había dos plazas. No tenía enchufe, ni puntos, ni influencias. Llevaba tiempo encerrada en casa estudiando; las pruebas que tuvo que superar fueron correctas, el test estaba bien planteado, los temas le salieron muy bien, hizo un examen muy bueno y aprobó. Hace unos meses otra amiga aprobaba otras oposiciones difíciles de sacar; tampoco tenía enchufes ni influencias. También llevaba mucho tiempo estudiando, la oposición le salió bien y aprobó. Seguro que hay más casos, muchos más.
Por razones que habría que analizar seriamente, eso que en otros sitios pasa no es la regla en la universidad. Habrá casos, no digo que no, pero son la excepción. La universidad hace y deshace a su antojo, se blinda con normativas y convocatorias en muchas ocasiones de dudosa legalidad, y se reserva cotos de decisión y poder difíciles de conciliar con el sometimiento a la ley y la interdicción de la arbitrariedad. La autonomía universitaria se (mal)interpreta como el derecho de cada universidad a hacer en su finca lo que le da la gana. Y quienes trabajan en ella se van contaminando por ese aire enrarecido y terminan por creer que lo que es de un modo, debe ser así.
El juego limpio existe en otras administraciones; seguramente también en ellas exista algo de juego sucio, pero no es la tónica general. Hace falta un mister proper entonando el gaudeamus...