(Publicado hoy, jueves, en El Mundo de León)
Posiblemente hasta somos mayoría, pero nos puede la discreción y no se nos ve bastante. Deberíamos salir a la palestra y cantar unas cuantas verdades a los cuatro vientos. Ahora o nunca. Quizá estamos haciendo falta, justo en este momento.
Somos los otros, los distintos. ¿Distintos en qué? Pues miren, mencionemos nada más que un par de detalles. Para empezar, no nos gusta la ley del embudo ni creemos que hecha la ley, hecha la trampa, y que bien está así. Un rato antes de escribir esta columna he estado hablando por teléfono con un amigo. Me insistía en que todo el que se mete en política es para robar y que todo el que protesta es porque espera su turno de ladrón. Yo, suavemente, intentaba explicarle que no y que algunos aún cultivamos ciertos ideales por lo que valen, no por lo que pagan por ellos, y que hasta conozco algún político bien honesto y deseoso de servir al prójimo en lugar de aprovecharse de él. Después me gritó que nadie podía llegar más lejos de lo que alcanzasen sus relaciones sociales o las de los suyos. Se lo negué mentándole mi propio ejemplo o el de mi hijo, que vuela alto sin que yo nunca haya movido un dedo para buscarle un enchufe o gestionarle una recomendación. Me aseguró que no son más que excepciones que confirman la regla. A mí me parece que los que así se manifiestan y juran que sólo existen ladrones están buscando una excusa fácil para robar ellos mismos: si nadie obra ni puede obrar de otra manera… Eso como regla general y aunque mi amigo sea honrado.
Los otros, los diferentes, somos los que cuando nos cuentan que alguien hizo tal o cual cosa no preguntamos de qué partido es antes de opinar, pues nos parece que lo reprochable es reprochable lo hagan Agamenón o su porquero, el PSOE o el PP; y lo mismo lo que merezca alabanza. Nos dan grima y despreciamos a esos políticos que para los suyos invocan la presunción de inocencia y para los demás la de culpabilidad, o los que piden en partido ajeno limpiezas que no aplican en el propio, o los que exigen mano durísima para mil delitos, pero votan a favor de que no tengan responsabilidad penal los partidos, ahora que van a tenerla otras personas jurídicas.
Los otros somos muchos, tal vez mayoría, pero estamos muy mal representados.
Somos los otros, los distintos. ¿Distintos en qué? Pues miren, mencionemos nada más que un par de detalles. Para empezar, no nos gusta la ley del embudo ni creemos que hecha la ley, hecha la trampa, y que bien está así. Un rato antes de escribir esta columna he estado hablando por teléfono con un amigo. Me insistía en que todo el que se mete en política es para robar y que todo el que protesta es porque espera su turno de ladrón. Yo, suavemente, intentaba explicarle que no y que algunos aún cultivamos ciertos ideales por lo que valen, no por lo que pagan por ellos, y que hasta conozco algún político bien honesto y deseoso de servir al prójimo en lugar de aprovecharse de él. Después me gritó que nadie podía llegar más lejos de lo que alcanzasen sus relaciones sociales o las de los suyos. Se lo negué mentándole mi propio ejemplo o el de mi hijo, que vuela alto sin que yo nunca haya movido un dedo para buscarle un enchufe o gestionarle una recomendación. Me aseguró que no son más que excepciones que confirman la regla. A mí me parece que los que así se manifiestan y juran que sólo existen ladrones están buscando una excusa fácil para robar ellos mismos: si nadie obra ni puede obrar de otra manera… Eso como regla general y aunque mi amigo sea honrado.
Los otros, los diferentes, somos los que cuando nos cuentan que alguien hizo tal o cual cosa no preguntamos de qué partido es antes de opinar, pues nos parece que lo reprochable es reprochable lo hagan Agamenón o su porquero, el PSOE o el PP; y lo mismo lo que merezca alabanza. Nos dan grima y despreciamos a esos políticos que para los suyos invocan la presunción de inocencia y para los demás la de culpabilidad, o los que piden en partido ajeno limpiezas que no aplican en el propio, o los que exigen mano durísima para mil delitos, pero votan a favor de que no tengan responsabilidad penal los partidos, ahora que van a tenerla otras personas jurídicas.
Los otros somos muchos, tal vez mayoría, pero estamos muy mal representados.
5 comentarios:
Igual su amigo tiene bastante razón, en la sociedad actual parece que los enchufes y contactos son imprescindibles, pero así anda el mundo! yo sólo pediría que se tuviese en cuenta el principio de mérito y capacidad en lo profesional y la transparencia en la política, pero actualmente como usted dice es la caperucita encapuchada la que come al lobo, quedando el lobo como el malo del cuento.así andamos hasta que rebienten "los otros".Felicito a su hijo y a usted por sus logros,por no ser trepa-arañas.
Totalmente de acuerdo. El problema es que la gente "normal" no somos mediáticos. Es más, no nos gusta.
Y, cuando hablamos, las estructuras de poder suelen temblar y apartarnos porque la verdad no gusta.
Es muy bonito lo que apunta, pero no es muy cierto.Su amigo tiene razón,solo son excepciones los que logran algo sin que alguien les ayude.Hay excepciones pero es todo una red y dificilmente puedes desafiar eso, si lo haces; tiene consecuencias.
¿Y si fueramos como "Los otros"?, (la peli de Amenábar).
Lopera, somos como los otros de Amenabar,de hecho. Somos finitos desde que nacemos.¿Tu no has visto las tramas de las pelis americanas? Me impresiona cuando en medio de la peli muere alguien, le ponen una sábana tapándole y se acabo; y la trama sigue.Eso somos: nada.La gente se entretiene intentando conseguir esto o lo otro, y se fija metas; y si lo consigue se siente feliz. Todo el mundo intenta buscar el sentido a esta extraña experiencia que es la vida, y para olvidarse de que esto es algo arbitrario se apoya en los demás que coexisten con él. Y solo en relación a quienes comparten su espacio_tiempo logra encontrar algo de sentido ya sea por competencia poniendo zancadilla_llegaré, seré mas que tu o en niveles superiores_ estoy por encima y puedo decidir y ayudar a hacer que todos los seres humanos compartan por igual los recursos a nuestra disposición.
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