11 abril, 2011

Democracia enredada

Me refiero a las dichosas redes sociales, que cada día se me parecen más a un invento del Maligno, aunque siempre habrá que matizar aspectos y detalles. Pero eso ya lo desmenuzaremos otro día. Hoy tomo pie en el último escándalo político-mediático inducido desde esas redes gritonas que asumen el papel que antaño correspondía a las vecinas a través del patio de luces o apostadas en la puerta de la calle para poner de vuelta y media a la descarada que pasara con la falda demasiado corta o la sonrisa en exceso dichosa. A día de hoy ya nadie sale a llamar fresco, en la calle y en la cara, al que se aprovecha de otro, o zorrona a la que le levanta el marido a la honesta peluquera. No, hoy se grita todavía y con virulencia mayor, pero a través de las twitter y demás engendros telemáticos.

Usted a las nueve va al ayuntamiento a pedir que le enchufe ese tío suyo que es cargo de confianza del concejal de festejos, y a las diez ya está en casa, ante el teclado y cagándose en la madre que parió a todos los concejales corruptos de España y jurando por sus muertos y los de su mujer que jamás de los jamases volverá a votar en este país de enchufados y pícaros. Lógico. Sé que hago pura caricatura, pero meditemos. Como si no conociéramos el percal autóctono.

Cuando decía que me ponía a reflexionar a partir del último escándalo, me refería a lo del dichoso voto de los parlamentarios europeos para no viajar en clase turista. El acabose, se ha deslegitimado buena parte del sistema democrático y ha perdido pie la llamada construcción de Europa por un quítame allá esas plazas. Pero no quiero, en modo alguno, entrar en el debate y el detalle sobre ese asunto, que, si lo desean, podemos tratar otro día. HOY NO HABLAMOS DE ESO, eso es solamente el pretexto para meditar sobre otro asunto bastante más relevante, cual es la adulteración de la democracia y de la información por obra de las famosas redes sociales. Digo adulteración de la democracia y ya sé que es como referirse a virginidad de un prostituto. Llueve sobre húmedo. Pero ustedes ya me entienden. Por si teníamos pocos con estos partidos, estos líderes iluminadísimos, estos sindicatos y esta ciudadanía zafia o boba que formamos, ahora vienen los talibanes del ciberespacio y te ponen a caer de un burro al grito de todos contra el infiel, pero desde casa y con un gin-tonic.

Salvando las distancias que haya que salvar, me recuerda lo que, modestamente, a mí mismo me pasó hace tres o cuatro años, cuando escribí aquí aquella entrada medio en broma medio crítica sobre Colombia, país al que adoro, y no pasó nada. No pasó nada hasta que un pobre diablo que va de progre en universidad carísima y de chavista en universidad vendida a los gringos, sacó en una revista de allá unos párrafos de mi post y se armó la marimorena. Me cayeron insultos hasta en el pasaporte y por tierra, mar y aire. Literalmente. Sicarios virtuales. Lo que menos importaba a la mayor parte de las acémilas que se lanzaban a ofender, parapetados bajo un alias, los muy valientes, era por qué yo decía tal o cual cosa, con qué intención o para referirme a qué. No, en manada contra el infiel, contra el extranjero imperialista que ofende a nuestras mujeres y mancilla nuestro nombre de país pacífico, honesto y limpio. Hay que ver, hay que ver. Eso sí, a la cara ni pío. Brava que es la gente.

Pues lo que parecía una anécdota personal de un servidor -y propiamente lo es- resulta pequeña muestra de un fenómeno global y creciente, sólo que, ahora, con twitter y compañía las cosas están todavía más fáciles. Todo el mundo tiene ya bien establecida su manada de amigos, su camada de desfacedores de entuertos desde el sofá. Si hoy Hitler se reeditara, su revolución nacionalsocialista la haría desde las redes sociales. Ya me imagino cómo iban a quedar los pobres judíos en tanto comentario, tanto pásalo, tanto post y tanto mensaje de tal o cual red. Y al día siguiente te felicita el cumpleaños desde Facebook un sujeto de nombre raro que no tienes ni pajolera idea de quién es y que en la calle ni te saludaría o se cambiaría de acera porque tienes pinta de guiri o de gitano o de moro o de ario. Redes sociales para asociales narcisos y para llevar la contabilidad de las amistades virtuales, que vienen a ser a la amistad real como la masturbación al ayuntamiento carnal: un me quiero porque no me quieren.

Al tema. En la institución I se toma la decisión D. No pasa nada, no se entera ni El Tato, anda cada uno con el Marca o mirando la sección de ofertas de trabajo o de personal de alterne. Por supuesto, los periódicos a uvas, no faltaba más. Los corresponsales en cada sitio están por si un día pasa por allí Guardiola o salta la gran noticia de que un sapo se ha follado a una anchoa. Cosas de relieve. Pero un primo de uno que está en twitter le cuenta al susodicho que fíjate lo que pasó aquí. ¡No me digas! El primo, rey de las redes, pescador de aguas turbias, envía un mensaje enfurecido a todos sus amigos en la cosa, que son doscientos o así. Estos se sienten aliviados porque han encontrado razón de ser para esa jornada y reenvían el comentario, con sabrosos añadidos, a otros doscientos cada uno. Carajo, doscientos por doscientos ya sale una gente. Y sigue la bola engordando. Al día siguiente aparecen los periodistas de los más reputados medios de comunicación, empezando por los periódicos, esos periódicos que lamentan su propia muerte inminente. Y esos periodistas se enteran de lo siguiente y hacen lo consiguiente:

a) Que vaya lío que se ha armado en twitter, jolín. Se enteran por esa vía impropia porque los periodistas ya tampoco salen ni a la calle ni al campo ni a las instituciones: están en twitter y facebook para que allí alguien les cuente qué ha pasado hoy por ahí. Luego esos periodistas van y lo escriben en su periódico y un cada tanto suspiran que qué putada que las redes sociales están poniendo en peligro el periodismo de toda la vida, que es el fetén.

b) Publican en sus medios que la gente de las redes sociales está enfadadísima por una cosa que pasó en la institución I. Y cuentan eso que pasó en I, pero lo cuentan en los términos de twitter: tartamudeando y cagándose en la madre de alguien.

c) A contiunacion vienen los tertulianos, que son como la infantaría de Gila, y los columnistas, que: (i) estaban perfectamente al corriente de lo acaecido en I y ni habían reparado o no les paracía nada mal; (ii) en el fondo creen que no es para tanto o simplemente es normal lo que ha ocurrido en I; (iii) temen que, si dicen eso que piensan, los twitteros y facebucaneros los llamen fachas y cómplices objetivos de la maldad suprema, por lo que se ponen en cabeza de la manifestación y afirman más contundentemente que nadie que menudos hijos de la gran puta los de I.

d) Luego está lo que periodistas y medios no hacen: preguntar a alguno de I qué fue lo que pasó realmente y por qué. ¿No quieren informar y oír y transmitir todas las versiones? No. Ah., pues vaya. ¿Por qué? Por una combinación de razones: (i) lo que vende es la gresca y el insulto y jamás habrá audiencia mayor que el día que se televise una violación o se transmita en directo un linchamiento. Mientras eso no se pueda –paciencia, falta muy poco; para eso ha desembarcado don Silvio en los medios de la progresía-, bien están los linchamientos virtuales. A por ellos, oé. El medio de comunicación pone el campo para que canten los hooligans de las redes. A lo mejor uno de los insultados envía una tribuna o un comunicado al periódico para explicar su versión. ¡Vade retro!, la información no vende. Eso no se publica.

Despiecemos concienzudamente ciertas partes del cadáver de esta democracia exangüe. Demos a cada uno lo suyo: a los medios y a los que disparan a los viandantes desde la azotea de una red.

Este periodismo que tenemos es una calamidad. No saben no contestan. Además, son torpes y necios. Encima, ignorantes. ¿Informar? Disculpe, tengo hora para la manicura. No digo que muchos no trabajen. Será que están mal dirigidos. No buscan la noticia, no la elaboran, la reciclan a base de cosas que cogen de la basura y en los lupanares. Solamente saben plasmar lo que les regalan. Por eso hablan todo el rato de pendejadas de políticos, que no tienen ningún interés para nadie en sus cabales, ninguno. Porque los políticos hacen ruedas de prensa para dar titulares y convocan ahí a los periodistas a una hora y en un lugar y hasta les dicen qué línea de metro llega, para que no tengan que pensar por sí mismos, los pobres; porque los partidos tienen gabinetes de prensa que les soplan lo que los otros, dóciles, escriben al dictado; porque las instituciones dominantes tienen sus chivatos oficiales en nómina, para que parezca que el informador ha levantado una exclusiva buenísima, cuando, en verdad, no ha hecho más que transmitir, con ánimo servil y en pompa, la intoxicación que los otros planearon. And so on.

Hay excepciones, por supuesto que sí. Pero por lo general el periodismo de hoy no hace su trabajo, no está al quite de la noticia, sino que se mueve por una mezcla de prejuicio propio y manipulación ajena. Considera noticia lo que no vale un pimiento y desprecia olímpicamente lo que podría alumbrar, si hubiera algo de arte, un reportaje bien guapo. Pondré el ejemplo más cercano: en la universidad suceden cosas para dar y tomar, para contar y no parar, buenas y malas. Debe de hacer diez años que no he visto un periodista en una universidad, salvo que haga allí un mitin algún político o salvo que aparezca alguien de la farándula o del fútbol. Estás en una facultad universitaria un día rodeado de diez candidatos al Nobel -exageremos un poco, pero podría ser- y no se ve un periodista ni por asomo; pero llega Álvarez Cascos o se presenta un primo segundo de Mourinho y te deslumbran los fotógrafos. Son tontitos, la verdad. Los lectores no, ellos, los del foulard.

A lo mejor se debe a que la de periodismo es una de las más absurdas carreras. ¿Qué diantre estudian? Debería ser un título que exigiera previamente otro, si acaso. Para informar bien de asuntos militares debería haber formación militar; de asuntos de Derecho debería dar cuenta quien conoce la especialidad. De temas científicos para qué decir. Y de política…, de política sólo deberían informar los que sepan de algunas otras cosas y no piensen, por tanto, que lo que dice un político es interesante porque lo ha dicho un político. Los periodistas tendría que ser capaces de descubrir por sí que si lo que dice un político es una bobada, es una bobada y no hay más vueltas que darle. Hoy por hoy no son capaces. Se les abren las calnes y levitan de pasión cuando un Zapatero de tres al cuarto les canta que lo importante es valorar lo importante. ¡Oh, gran deposición del oráculo, inforMEMOS. Es más, viven nada más que de menear las bobadas de los políticos. Por eso la información se ha convertido en desinformación y por eso los periódicos deberían pronto hacerse en papel suave de doble capa. O desaparecer para que no hagan más daño.

¿Y los de las redes? Está por hacer el gran estudio sociológico sobre quiénes son esos personajes que hacen de su indignación razón de vida y hasta noticia cuando atacan de a miles, como las pirañas. Sería importante conocer el perfil promedio del guardián indignado de las redes y las esencias esenciales. Tengo algunas hipótesis sustentadas, ciertamente, en datos insuficientes, pero otro día las formulo. Tienen que ver con el grado de representatividad que podemos atribuir a los talibanes teclistas. Sostengo que, por situación económica, por tipo de actividad y por actitud vital, poca representatividad les corresponde. Que la mayoría son funcionarios e insultan desde la oficina y en horario laboral, vaya; o prejubilados.

Es una provocación y una maldad, lo sé y lo asumo. Pero estudiémoslo, estudiémoslo.

Estoy dispuesto, eso sí, a ser crucificado de inmediato, si toca. Porque me trae al fresco. Servidor también es funcionario y pelín exhibicionista.

6 comentarios:

Carmen dijo...

Jajajajaja.
Hombre, no vamos a exigir a los periodistas que estén por encima del lector,los estudiantes,científicos,políticos, docentes, decentes, indecentes...
Las redes asociales no mueven nada o tal vez, mueven lo que hay; nada. A saber.

Los eurodiputados viajaban en turista cuando se podían quedar con la diferencia. Los horarios, la prensa gratuita y las piernas estiradas no les atraía. Me recuerda a las horas extraordinarias de los controladores. Ja.

Un cordial saludo.

Lopera in the nest dijo...

Pues el "Gran Jefe" (Pedro J.) adora twitter.

Juan Antonio García Amado dijo...

Sí, eso dicen:
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/04/11/leon/1302546609.html

Anónimo dijo...

Patetico

Anónimo dijo...

aún las redes no tienen tanto poder. Yo te leo a tí, pero paso de las redes sociales. Para mí son algo anecdótico. Las tengo en cuenta, porque sé que pronto serán algo muy importante, pero será luego. Luego, es cuando tú y yo no estemos. No estemos porque hayamos muerto, entonces; y mucho después...y ni siquiera Elsa...creéme yo "un proyecto de sociológa". las redes están pero aún no son. Hay que leerlas como lo que son, curiosidad. Pero la mayoría de la población ve la tele, los más ilustrados leen los periodicos...las redes pugnan y aún no son nada. Por eso tu discurso tiene sentido pero es una proyección. Hablas de futuro, te transciendes. Hablas de lo que vivirá Elsa cuando ya no estés ni yo tampoco.

Mr. Lucillo dijo...

Con respecto a la sentencia sobre la responsabilidad del colegio que el otro día comentaba:

http://www.elpais.com/articulo/madrid/Le/puso/taladradora/nuca/elpepiespmad/20110413elpmad_2/Tes