30 abril, 2011

Esos sacrificados cargos que sufren por nosotros

Esta semana he visto dos veces ese curioso fenómeno. No es la primera vez que, sorprendido, lo contemplo. Por mencionar algún ejemplo anterior, les cuento que hace una temporada fui a una entrevista con un rector universitario para quejarme por algunas cosas que no me parecían procedentes en su universidad. Me recibió cordialmente, pero no me cedió la palabra para que le expusiera mis quejas y consideraciones, que ya sabía o sospechaba. No, me soltó él un larguísimo discurso que venía a decir que la universidad está en la ruina, el personal desmoralizado, la sociedad hundida, los políticos acabados, los rectores exhaustos y él mismo deshecho. Cuando terminó, no sabía yo si secarme las lágrimas, buscar en el bolsillo de mi pantalón y darle unas monedas, pedirle perdón por haberlo sacado de su postración o invitarlo a una juerga con alcohol y fútbol. Le conté, bajito, lo mío, y me replicó, lloroso, que ya le gustaría a él poder arreglarlo, ya, pero que no me imaginaba qué tortura resulta lo de ser rector sin tener poder ninguno y sin que nadie te haga caso, ver como a tu alrededor todo se deteriora y comprobar que nadie cumple las reglas que le conciernen ni te hace caso a ti, suprema auoridad meramente nominal.

Le repliqué, poseído por una malévola pulsión que hoy me avergüenza, que en su mano estaba meter en cintura a los incumplidores y escarmentar a los zánganos, puesto que suya era la autoridad y de su parte se pone la ley. Me miró tan triste y le temblaban los labios de tal manera, que le pedí disculpas por mi impertinencia y me abstuve de preguntarle -¡menos mal!- lo que ya tenía en la punta de la lengua: que por qué no dimite, si tan inservible y despreciado se siente. Al imaginar que no osará presentarse a la reelección para pasarse otros cuatro años lamiéndose las llagas bajo la toga, también le iba a dar el nombre de una candidata excelente para ocupar con más fruto su cargo y que tal vez lo ocupe en cualquier caso bien pronto, pero temí que se me arrojara por el balcón al grito de viva la autonomía universitaria, y simplemente me despedí con un nudo en la garganta y una sentida piedad.

Una de las entrevistas de parecido tono que tuve esta semana fue en un ministerio y ante un alto cargo, uno de tantos que llevan sobre sus hombros el peso del país y tal. Otro sufridor, otro mártir, otro que recorre trece estaciones con el BOE al hombro. Qué cruz.

Como últimamente me dedico a protestar por tantas cosas, de vez en cuando acabo en algún grupillo que pide audiencias y recibe largas. Pero esta vez nos dedicaron unas horas, generosidad que se agradece de verdad. Nuestro anfitrión era dado a esas mismas estrategias que yo creía santo y seña de los rectores. No, ahora los cargos se llevan así, llorosos, de moquillo fácil y rímel corrido. Cada vez que le dábamos nuestra opinión de lo mal que funciona tal cosa o de lo descabellado de tales o cuales normas de su ramo, nos miraba húmedamente y nos contestaba que no lo sabíamos bien, que la situación era mucho peor y más trágica de lo que nosotros pensábamos. Caramba, nos desbordaba por la crítica. Nos explicaba que todo es un desastre y que por eso hay estudios para cambiar cada cosa. Pero que no se puede. ¿Por qué? Jolín, porque no. Ah. Que ya se sabe cómo es esto, que son diversas las fuerzas, variables las circunstancias y movedizos los apoyos. Vaya. Yo confieso que cuando se llega al meollo de las cuestiones es cuando menos me entero de lo que pasa. Termino siempre en la misma conclusión: hay en todas partes una conspiración de ramera progenitora, los enemigos y los malos tienen la sartén por el mango y nuestros heroicos cargos ministeriales no dimiten porque alguien debe inmolarse para que, al final, la Parca nos alcance a todos por igual y sin discriminación de género ni escalafón.

Lo que acaba por molestar un pelín, como si te estuvieran arrancando las pilosidades de parte sensible, precisamente, es cuando en rectorados y direcciones generales se te acercan un poco más y, con el aliento en tu oreja, te dicen eso de pero nos viene muy bien que haya gente que proteste como vosotros protestáis, que se mueva, que alborote un poco, pues así nos dais pretexto para frenar a los otros. ¿A qué otros? Esa pregunta te la ha leído en la mirada, y te la contesta con su característica precisión: a los demás, a los que están en el otro lado, a los de aquí, ya tú sabes. Las últimas palabras, el ya sabes, le salieron en un susurro y ahora te ha clavado la pupila, mientras sientes su respiración agitada y estás seguro de que quiere un beso con lengua. Preguntas, azorado, donde está el baño, e insistes en que no hace falta que te acompañe, aunque tengas que acabar soltando el pipí en una maceta.

¿Qué diantre les pasa? ¿Por qué buscan nuestra compasión? ¿Por qué te tocan el culo mientras insisten e insisten en que esta vida es un gran gatillazo?

4 comentarios:

Rogelio dijo...

En la provincia de Guadalajara unos cuantos cargos del PSOE, con mando en plaza, en aras de su inagotable vocación de servicio público y ante la probable probabilidad que se queden sin sillón, se van a presentar para la alcaldía en pueblos como La Yunta y Valdecubo entre otros, para seguir defendiendo la cosa común; la cosa nostra que dicen en otros lares; de cuya existencia, me jugaría lo que me sobra de alto, y hasta la presentación de su candidatura a tan noble empresa, tenían tanto conocimiento como Mesalina paz entre las piernas.

un amigo dijo...

Off-topic pero no tanto: felicitaciones de primero de mayo.

Salud,

Francisco dijo...

La culpa la tiene la calefacción central. Sí amigo, desde que existe, sobretodo en éste nuestro querido y gelido León, a esos representantes de TODOS le cuesta salir de tan cómodo ( y bien retribuido ) letargo.
Calor y dinero, dinero y ... ( si sigo por ahi, se me va)
Nadie quiere complicarse los cuernos si te van a seguir dando la misma, incluso mejor, hierba de todo el establo. Van a gusto en la burra, por mucho que ésta se mueva.
Gente, porque eso es Lo que somos para ellos, como Ud y yo es Lo que no quieren. Y es porque les haces ver quién son y para que están y eso les jode y les hace llorar. Para dar pena ? NO, para que no les hagamos perder el tiempo con sus iguales...
Ya hace mucho tiempo que está mal Vista esa casta de dirigentes ( llamados por ellos mandatarios ) que se preocupan por las cosas de las que son responsables.
Debemos de seguir luchando en éste vacío y seguir haciendo las cosas bien, de esto se aprovechan, de saber que seguiremos igual pese a que nos quejemos o refunfuñemos, porque no han hecho así (que le vamos a hacer)
Fuerza, ganas y mucha ilusión para seguir adelante compañero.

Betawriter dijo...

Esto que cuenta ocurre en todo tipo de cargos de responsabilidad, en cualquier jefe. Otra cosa no sabrán hacer, pero son maestros del teatro y la manipulación.

Entra uno con un problema, un aumento de sueldo, una propuesta de mejora (o, en general, cualquier cosa que le implique al jefe trabajar, dedicar tiempo o pagar) y sale sufriendo por el pobrecito jefe y convencido de que es un afortunado y todo.

Pero no nos engañemos: es una táctica más, aprendida a lo largo de los años. Saben que una buena cara y hacerse la víctima es la mejor de las armas.

Ya lo conté en algún que otro post.

Me recuerda todo esto a lo del "perfecto mierda" de Pérez-Reverte acerda de Moratinos.

Al fin y al cabo, a diferente escala, pero es exactamente lo mismo.