14 enero, 2006

Tocando los suevos

Bah, voy a dejar de enredar con los periódicos y ponerme a trabajar algo serio, al fin, esta tarde. Esto es una alucinación permanente. No fume, no beba, no se meta nada: lea en los periódicos las cosas que que dice aquí cada día la tropa de cantamañanas con escaño y verá que flipe.
Reparo hoy con calma en lo que dice el inefable Antxo Quintana sobre los orígenes de Galicia como nación propiamente nacional, base de unos derechos históricos del copón y probable fundamento de una nueva y lozana monarquía peninsular. Pues según el paisano ese, que debe de ser un voraz lector de Mortadelo y Filemón, Galicia empezó a ser propiamente ella misma, con su ser en sí, en el siglo VI, cuando llegaron por allí unos paisanos que llamaban los suevos. Ahora tocan los suevos. Y se quedan tan antxos. Pinche aquí y véalo en el preámbulo mismo de la propuesta de nuevo Estatuto que hace el Bloque.
Que tiemblen los alemanes de Suabia, que era tierra de suevos, pues Antxo se los anexiona en cuanto se den la vuelta.
Además, es de sobra sabido que el idioma gallego deriva de la lengua sueva, según subes a la derecha antes de pasar el tercer cruceiro, y digan lo que digan los filólogos vendidos al imperialismo romano-español.
Este rollo nacional es lo más parecido a un restaurante a la carta. En ese imaginario lugar, hay en la entrada un mandado que le pregunta a usted si es nacionalista o no. Si dice que no, le mandan a freir churros con cajas destempladas, habráse visto el cosmopolita este, qué se habrá creído. Si dice que sí, le preguntan luego si españolista o plural periférico. Si responde lo primero le dan una camiseta de unidad de destino en lo universal y le pasan a la parte más económica y modesta del restaurante, donde sólo se sirve tortilla de patatas y banderillas.
Es mucho más divertido (y rentable) identificarse como nacionalista periférico oprimido del-tó-del-tó. En ese caso, no sólo le financian un menú lleno de exquisiteces a la última de Bocuse, sino que le ofrecen una esplendorosa carta en la que usted puede elegir sus ancestros. Se acabó el complejo por lo del butanero. Ahora usted selecciona cuidadosamente y se diseña un árbol genealógico modelo primavera-verano. Tiene usted para escoger entre tatarabuelos celtas, suevos, vándalos, alanos, tartesos, iberos, fenicios y arroz a la cubana. Luego hace usted pandi con los que se hayan puesto un padre de las mismas trazas (o el mismo padre, llegado el caso), se presenta a las elecciones vestido de lo que haya pillado y en cosa de meses estará usted superfinanciado y regateando porcentajes del IVA al jodido Estado central, que no tiene padre ni pedigree ni ná de ná. Porque no olvidemos que ya los suevos se las trajeron tiesas con Roma por el asunto de tener agencia tributaria propia y gestionar todo el impuesto sobre la renta.
Y luego dicen que no se pasa risa en este Estado español, o lo que sea.
El tema ese de la tocadura de suevos tiene calientes a mis paisanos asturianos. Desternillante y fuerte el artículo que publica hoy Luis M. Alonso en La Nueva España (artículo que, además, tiene la virtud de recordarnos los grandes logros de la ministrina de la vivienda con aquella idea tan guay de la agencia de alquileres baratos: ya van 195 en no sé cuántos meses, y la cosa está que no para), y no le va a la zaga el de Javier Neira.
¿Qué información tendrá ZP sobre los suevos, él que está tan leído? Dicen que en casa tiene prohibido decir esa palabra, pero a lo mejor esto son infundios y andan todo el día suevos para arriba y suevos para abajo.

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