12 febrero, 2006

El buen anarquista. Por Francisco Sosa Wagner

Tal como los más descreídos habíamos pronosticado, la ley que prohíbe el uso del tabaco se incumple con bastante eficacia. Los políticos, bien intencionados, parecen ignorar que España es un país de anarquistas católicos y conservadores y que, cultivando esta estética, nos hallamos desde hace siglos, desde antes del invento del anarquismo, que vino ya formalizado y en tomos encuadernados en el siglo XIX, con Proudhon, que tuvo poco de prudente, de Babeuf y así seguido. Ahora el anarquismo, muy vivo incluso en la II República, ha desaparecido, pero esto es apariencia, es decir, no está en las siglas ni en el barullo del escenario, pues ha optado por enroscarse en el alma del pueblo y vivir su vida autónoma y desafiante. Así que, si el español fuma en un restaurante y echa el humo, en plan retador, a un vecino es por mor del anarquista que lleva dentro y lo mismo el que maneja dinero negro aunque este también lo hace para que nadie le acuse de racista o de despreciar al color maldito. Esta misma actitud política se advierte en el propietario del perro que deja sus mensajes en la acera o que ladra sin misericordia en las horas canónicas y en ese simpático jovencito que circula con un coche convertido su interior en una discoteca, alarmando al prójimo con su chulería de delincuente en ciernes. O quien toca la bocina con estruendo para saludar a Purita que pasa cerca con los niños recién recogiditos de la guardería. Estamos pues en que las leyes sirven para poquito pero de algo hemos de vivir los parlamentarios y los juristas que les acompañamos en la labor de interpretar, embarullar y dejarlas sin hueso ni sustancia. Montesquieu fue el último de los grandes sujetos pensantes que se tomó en serio esto de las leyes y escribió nada menos que sobre su “espíritu”dejando una honda huella en Occidente aunque yo prefiero a su modelo, a Locke y a su Segundo Tratado sobre el gobierno civil, porque dice las cosas más claritas y sin las pretensiones del francés. Se ve que en Inglaterra siempre han gastado mayor comedimiento. Ahora mismo hacen lo imposible en aquella isla brumosa por no cumplir las mil y una normas que emanan de los chorros legislativos de Bruselas, chorros que no paran de manar, para desesperación de quienes se empeñan en seguirlos a pies montillas, perdón, a pies juntillas. Lo cierto es que España está habitada por creyentes en las leyes que atraviesan su territorio con sus evangelios y sus rezos bisbiseantes y así es de ver cómo, en nuestros días, se afanan los responsables universitarios por hacer los deberes impuestos desde Europa para cambiar la Universidad, ella -la tal Universidad- que tiene la piel de un paquidermo con muchos trienios. Pero esta actitud enlaza con la descrita al inicio de esta perorata mía, o sea, con el anarquismo. Porque es evidente que, si se quiere cambiar una ley ya existente o parir una de nueva vitola, no es para rendirle culto de latría sino para infringirla mejor, para darse el supremo gustazo dehacer le un educado corte de mangas. Esto es admirable y aquí es donde el anarquismo español moderno adquiere su condición deportiva y su grandeza de muchos quilates. Condición deportiva, digo, por lo que tiene de juego, más incruento que una tesis doctoral. Pero, adviértase la diferencia con el pasado, cuando los anarquistas asesinaban a Cánovas o a Canalejas o a Dato o le ponían una bomba a Alfonso XIII justo el día de su boda que ya son ganas de amargar la fiesta nupcial. De esa época del anarquista torvo, com bomba al cinto, barba de una semana y olor a noche gargajeante y delictiva, hemos pasado al anarquista aseado que somos todos, limitados a incumplir la ley con una sonrisa de suficiencia. De donde se sigue que lo más probable es que una ley alcance su auténtica dignidad solo cuando ha sido violada a horcajadas.

2 comentarios:

IuRiSPRuDeNT dijo...

´ "Caras divorciadas con la vida, tardes navegando en un café, ricos que descansan en la envidia como aquel ánima que invita a ser infiel. Naranarana…" ´


Yo mas que analquista, soy anarquico, pero es que me obligan.

Aqui en León se ha juntado el hambre con las ganas de comer,el estado con la autonomía local, la ley con la ordenaza ( 100 euros por tirar una colilla en la calle, otros tantos por darle de comer al perro en la calle (que no se pasee ninguna conmigo, por favor), y otros 100 más por si hace caca ( si hace pis, no se si es subsumible, hoy dia lo es todo)

y es que el otro día enciendo un Chester field y me veo discutiendo conmigo mismo sobre el qué hacer con la colilla cuando acabe de fumar, y voy pensado. ¿ y si cuando lo acabe lo tiro a la primera alcantarilla? ¿me podran multar?

No sé estaba recreandome ya en la pelicula de turno. El caso es que la ultima calada fue en plena pasarela del río: miro adelante, miro hacia atras, miro a la derecha ( el rio) miro ala izquierda (el rio), miro adelante y otra vez atras, y tiro la colilla no se donde pero la tire.

Coño acabaré adoptando alguna pose alguna pose de manía persecutoria, estoy pensando si compensa seguir fumando....

Me consuela saber que a nivel legislativo estamos a la altura de cualquier país europeo, pero "semos diferentes" ninguna ordenanza se cumple.

Como buen español, analquista o no seguiré fumando, o como dice un conocido mío: ¿si fuma? preguntas si este fuma? Se fuma hasta el "pijo" si lo dejan.

Seguire fumando hasta que me digan que con lengua no que doy asco. Entonces y solo entonces lo consideraré.

Anónimo dijo...

Soy Anónimo, pero "ya me conoces"
Sólo esto: "Smoke and be Happy". En lo demás, pertenezco espiritualmente al Club británico de "odiadores de perro" al que alguna vez se ha referido Javier Marías