14 diciembre, 2007

Comamos conejo

El Gobierno recomienda que en Navidad comamos conejo/a. Parece que es una consigna dirigida a controlar la inflación. A tal fin, resulta que lo inconveniente es comer pollo. Una auténtica rebelión en la granja. Serán menos los desplumados y, por contra, esos dulces seres peluditos pagarán los platos rotos por el alza de los precios. Supongo que se trata de genuina política económica. Del género y sus políticas hemos pasado a las especies. Verá la Loles más solicitado su producto. Se pondrá contenta.
Vista la justificación, tal parece que el conejo se estaba cotizando poco en estos tiempos, pues ha declarado un tal Josep Puxeu, que desempeña el apasionante cargo de secretario general de Agricultura y Alimentación, lo siguiente: “es una carne sana, ligera, muy apetecible y barata”. Se refiere al conejo. Y añadió esto: “hay productos que no son típicamente navideños, pero que se encuentran a precios razonables”. Ahora al conejo lo llaman, al parecer, “producto de sustitución”.
No sabe uno cómo tomarse estos consejos de fin de año. Sea como sea, se nota que faltan pollos. Esto se veía venir. Con tanta presión y tanto acorralamiento en el corral, la oferta del pollo se retrae. Normal. Menos mal que los distribuidores de pollo han manifestado que ellos, con tal de contener las subidas, “harán todo lo que esté en su mano”.
De los cerdos no han dicho nada, al menos que yo sepa. Me mantengo a la espera.
Todos tenemos algún día tonto. A mí hoy me ha llamado la atención esta sustanciosa noticia. Pletórico estoy de espíritu navideño.

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