28 diciembre, 2007

Yo también quiero ser muy humanitario.

Está uno harto de buenas obras para nada. A veces me recuerdo a uno de mis “maestros”, hombre tan pío como putero, que resolvía la aparente contradicción entre esos dos extremos mediante una síntesis perfecta de inocencia y equilibrio mental. Suele pasar así. Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda y todo eso. Y si eres zurdo, mejor. Mientras no te quedes manco todo marcha a pedir de boca; y de lo que sea. A ese santo varón un querido compañero y yo lo oímos una vez hacer un comentario de esos que son dechado de sabiduría y enseñanza sempiterna. Volvía de misa de una y nos contó que ya nunca daba limosna a los pobres que pedían en la puerta de la iglesia, pues tales óbolos no desgravaban para la declaración de la renta y no hay derecho. Tal cual. Otra vez, se levantó a las cuatro de una comida de mucho compromiso en la que estábamos todos, argumentando que tenía urgentísimamente que dormir la siesta porque estaba agotado. No nos dijo con quién. Pero a la media hora el azar hizo de las suyas y lo pilló otro colega entrando sonriente en una casa de putas. Así se hace la ciencia nacional.
Se me ha ido la olla. Estábamos en que yo también me canso de buenas obras que no me rentan nada, ni siquiera buena fama y aplauso general. Creo que me pasa por (intentar) ser buena gente a secas. El aplauso se reserva para el cabrón con pintas que un día tiene un detalle o te guiña un ojo con cara de ir a joderte, pero de otra manera, esta vez sin violencia. Con esos sí se negocia y a esos sí se les da las gracias y se les paga una copichuela. Por ejemplo, tú matas a tres porque te va la marcha y nadie te mira a la cara ni te dice qué tal si quedamos en Suiza. Pero te cepillas a mil en nombre de una patria o una matria y te invitan a un final negociado de tu violencia y te ofrecen un sueldo y participación ventajosa en el putiferio estatal. Así paga Roma a los más traidores, generosamente.
Observo con perplejidad el montaje que se traen las FARC, esa narcoguerrilla colombiana especializada en matar campesinos y gentes que pasaban por allí, con ocasión de la puesta en libertad de tres de sus rehenes. Creo que al único que no han llamado al guateque es a Z(P), y ya me extraña, pues por allí va a andar la flor y nata de la liberación de los oprimidos. Supongo que será la liberación de los oprimidos secuestrados. La orquesta la dirige Chávez con el pito, pero el compás lo marca Marulanda, alias Tirofijo, uno de los más eximios intelectuales de la izquierda narcocapitalista idiotamericana. Al parecer, el último en incorporarse a la celebración es Néstor Kirchner, ahora que ha dejado a su santa al mando de ese garito lleno de modestos argentinos. Se troncha uno de risa al leer en la prensa que don Néstor debe de estar en este instante en la selva, metido en esos menesteres rescatadores. Habrá ido con Mowgli y Baloo y estará a punto de encontrarse con Kaa armada de un AK47, yo qué sé. Las pijadas que hay que oír y leer.
Pensé que era un chiste de argentinos, pero no. Resulta que este mediodía oí en un informativo radiofónico unas declaraciones en argentino, creo que del propio Kirchner, en las que hablaba de esta importante “acción humanitaria”. La tal acción humanitaria es, por lo visto, la que realizan las FARC al soltar a tres de sus secuestrados. Tienen cientos y cientos, pero con liberar a tres ya quedan como reyes y fíjate qué detalle tan navideño. Seguro que hasta el Papa les dedica una frase amable desde el balcón de San Pedro, que es un balcón con muy buenas vistas ecuménicas.
Ya sé cómo me lo voy a montar para quedar como Zeus ante el mundo mundial y que venga hasta Evo Morales a sobarme el lomo y decirme que olé mi bonhomía. Por cierto, ¿por qué no ha ido también Evo a la selva a echar un baile con los muy generosos y filantrópicos guerrilleros? También escuché en la radio hoy que las FARC habían nacido para luchar por la justicia social. Ésa es otra. Un día de éstos me va a dar por luchar por la justicia social y me liaré a tiros con el que me lleve la contraria, aunque sea un fontanero que no tenga nada que ver ni con el capitalismo ni con el butanero por el que me eché al monte. Y de paso me hago con la concesión del costo y me forro. Para que en la radio hablen de mí como un prohombre y un mecenas del copón.
Tiene bemoles lo de la acción humanitaria de las FARC. Liberan sólo a tres, que llevaban años secuestrados, y medio planeta aplaudiendo con las orejas. Worldcapullez total. Pero ya he pillado el sistema y allá vamos. Ofrezco la idea a todos los que aspiren a premios Nobel de la paz o beatificación mediática. Se trata, por ejemplo, de robar a cien incautos. Luego vas y devuelves lo de tres y llamas al presidente de alguna república bolivariana para que ponga los fuegos artificiales y la piñata. Verás como todo quisque elogia tu desprendimiento, lo generoso de tu gesto y lo considerado de tu procecer. Luego, con lo que te quede de los otros noventa y siete atracos te compras unos fusiles y unos morteros y te cargas a los primeros que pasen. Y cuentas que es tu forma de luchar contra la opresión, la globalización, las multinacionales y el picor de güevos. Eso sí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por la justicia social merece la pena liarse la manta a la cabeza y coger las armas , agotadas primero las posibilidades de diálogo y asimismo las posibilidades de vida digna que pudiese darte , por ejemplo , la prestación de desempleo.

Anónimo dijo...

Pero, ¿existe la justicia social? Yo creía que eran los Juzgados de lo Social y eso. Y, hombre, tirarse al monte por tales Señorías me parece un poco imbécil, ¿no?.

Anónimo dijo...

Antón Lagunilla
Justicia social es una forma de llamar al igualitarismo, porque ya sabemos que definir Justicia hasta la fecha no ha sido posible salvo en el diccionario.
Y si convendría que nos tirásemos al monte porque al menos demostraríamos que no pasamos por el aro de la diferencia económica. Eso sí , agotando antes la racionalidad con el que no quiere compartir porque se lo ha ganado con su "destreza",.