18 diciembre, 2008

Zapatero oral

Cada día me lo paso mejor oyendo las declaraciones, respuestas y discursos de Zapatero. Lo confieso, estoy enganchado. Bien es verdad que soy un poco propenso a los espectáculos insólitos y hasta a encontrar extrañas connotaciones líricas en los numeritos más soeces. Como ya somos bastante amigos por aquí, haré una pequeña confidencia, aun a riesgo de que alguien me tire un plato a la cabeza esta noche.
Hace algunos años ya, mi santa pareja y yo teníamos que salir de Madrid en avión por la mañana muy temprano y nos planteábamos si buscar un hotel y darnos el gran madrugón o si mejor ni nos acostábamos y dormíamos en las largas horas de vuelo. Optamos por lo segundo. Y como la noche se presentaba larga, decidimos que lo mejor era pasarla de caberetes. Los cabaretes salieron como salieron y como era de prever. Un poco tremendos. En el primero de los locales contemplamos a una pareja que realizaba sobre un escenario un espectáculo porno total. Oigan, y yo le pillé la poesía. Vale. Cambiamos de local y, diablos, tres horas después en el nuevo actuaba la misma pareja con idéntica exhibición. Prodigioso. Pero lo hermoso del caso es que, al divisarnos de nuevo en primera fila, los artistas me saludaron -nos saludaron- levantando la mano en amistoso gesto y con su mejor sonrisa. A la gente le gusta que se reconozca su arte y seguramente captaron estos sacrificados obreros del sexo que en mí había un espectador bien sensible y constante. Verdad es que luego me dormí, lo que provocó en la concurrencia circundante más de un gesto de reproche y de incomprensión.
¿Y qué tiene eso que ver con lo que iba a decir aquí? Pues que con Zapatero me pasa igual. Y que puedo llegar al clímax lírico si los escucho a la vez a él y a la de La Vega. Me entra ese gustirrinín con el que nos extasiamos ante los portentos y los magos. Tendré que explicarme, vamos allá. Es en verdad meritorio que alguien logre seducir a miles y millones de ciudadanos votantes a base de componer frases indoloras, insípicas y tan de cajón que no servirían ni para encandilar a aquellos niños que veían Barrio Sésamo en tiempos. La obviedad elevada a obra de arte, lo insustancial convertido en sustancia viscosa y densa, la retórica masturbándose a sí misma, el vacío llenándose de tal ausencia de significados que tal parece que nos halláramos ante un filósofo posmoderno que se hubiera metido algún alucinógeno o ante el tonto del pueblo vestido de domingo. Porque no es sólo lo bien que dice las simplezas, sino esa fe que le pone a su inanidad, una fe que mueve montañas de votos y que hace feliz a los tontos que creen que lo entienden y hasta comparten afirmaciones del tipo dos más dos cuatro y ahí queda ésa, Teresa. Ojo, no he dicho tontos de los cojones, ¿eh?, que no quiero yo caer en el lenguaje sexista que tanto deploro. No, tontitos nada más, degustadores de lo fútil, apasionados de la sublime evidencia, enamorados de la trivialidad, viciosos sin vicios.
Frases del tipo “vamos a hacer lo que tenemos que hacer”, “somos partidarios de la legalidad”, “nos mueve la justicia”, “queremos lo mejor para todos” o “estamos a favor de los ciudadanos” provocan en las masas erecciones masivas, arreboles ideológicos y éxtasis políticos inenarrables. El oráculo ora con el culo y la peña levita. Al soso pan de sus ocurrencias le pone el Presidente la levadura de su tontuna y el pueblo lo toma por exquisita hogaza preñada de sentido dobles, triples y cuádruples. Alquimista invertido que con la lengua convierte el oro en caca, multiplicación inversa de los peces apta para hacer pasar la más vulgar sardina por huevas de esturión con siglas.
Para romper el pueril hechizo y caer de la burra bastaría preguntarse si sería concebible siquiera que un político pudiera alguna vez decir lo contrario de la obviedad de turno, cosa tales como “nos mueve la injusticia”, “queremos lo peor para todos”, “no respetamos la ley”, y así. El rey de la comedia va feliz así, en pelota intelectual e ideológica, pero su troupe tiene orgasmos hermenéuticos al buscarle seis pies a semejante gato cojo, se entretiene convenciéndose de que cada bobadita guarda en su hondura todo un mundo de dobles sentidos y de alusiones veladas, mensajes implacables con el rival y guiños cómplices para la propia grey.
Predicador botarate, sermoneador de pega, repite el numerito hasta la náusea y saluda, afable, a los que en primera fila contemplamos su desnudez mental como si se tratara de un pase de alta costura. Luego nos dormimos y soñamos con los angelitos de colores que nos gobiernan y nos guían en un mundo para dummies en el que llegamos a una dulce ataraxia de bovinos bien cebados. Y una tenue babilla va asomando por la comisura de nuestros labios mientras sonreímos como él y en la ceja se nos pone un curioso tic. Lo jodido va a ser despertar un día.

3 comentarios:

Leónidas dijo...

Que la oratoria de los politicos es una farsa de cabo a rabo,cualquiera que sea su orientacion ideologica no es cosa nueva. Razón de cabo a rabo

Anónimo dijo...

Pero es tan entrañable, talantoso, caraasmático, enrollao, concurrente, tiene una caidita de ojos, un tililar de pestañas y unos hoyuelos, en carrillos y mentón, que en ocasiones hace temblar mi irredenta heterosexualidad.

Además es clavadico, clavadico a Críspulo, un pobre retrasado de mi pueblo al que mató de una coz en la cabeza una mula torda, en legítima defensa de su honra.

Pese a sus innegables logros su modestia es paradigmática, teniendo como tiene en su haber haber batido varios records mundiales.

Verbigracia: la tensión me la ha puesto en no menos de 15 ocasiones a 35-20.

Anónimo dijo...

-"¡No te metas con Zapatero! Es nuestro mesías, nuestro salvador, la inyección del capital en los bancos era por nuestra propia seguridad ecónomica, en serio dale otra oportunidad, realmente es de izquierdas"

-¿Pero , y que es lo que esta haciendo Zapatero con la educación?¿Por qué firma el visto bueno al plan de Bolonia?

- Nadie es perfecto

(Esto fue un extracto real de un discurso que tuve con un joven de JJSS de aqui de mi pueblo, increíblemente sectario.)