18 junio, 2012

Miscelánea de días y perplejidades


                Por lo general estas entradas del blog salen solas, en un santiamén, sin mayor esfuerzo y en poco tiempo. Puede que alguno, generosamente, lo llame inspiración, pero más bien me siento poseído por oscuras pasiones grafómanas. Mas cada tanto llega algún día en blanco, como si alguien hubiera atorado el caudal leve de las ideas, hasta de las más vulgares y simplonas, como si la energía faltase o huyeran las ganas. Entonces esta humilde escritura se vuelve esforzada y se disfraza de heroísmo doméstico y de constancia de cortos vuelos.

                Hoy tengo un día de esos, y no es, como en ocasiones ocurre, porque algún evento cercano me deprima un poquito o porque el cuerpo ande cansado y pida sus remedios de siesta y musarañas. Más bien creo que la crisis dichosa me está afectando más de lo razonable. ¿Cuánto será lo razonable? No sé, pero por ahí empieza la pugna. Pues diría yo que si a uno le comunican que hay un noventa por ciento de probabilidades de que no le queden más de dos años de vida, debería sentirse seriamente conmovido y preocupado en medida alta, pero habrá quien se lo tome a guasa o que piense que es plazo bien generoso y que le quiten lo bailado. Cada cual es como es y que no falte la variedad en la humana condición.

                Aquí he repetido ya un puñado de veces que en esto de preocuparse porque nos vamos a la porra como país y de tres (millones) en fondo, no me veo tan original ni rebuscado, pero sí me siento algo solo. Quizá sea mejor así, porque si, andando ceñudo como ando y notándome sobrecogido y vulnerable como me noto, vinieran todos a llorarme en el hombro o a buscar en mí consuelo, encima, acabarían de hundirme en el más negro pesimismo. Así, al menos, cada tanto pienso que seré yo el que yerra en sus cálculos oscuros y que cómo no va a tener razón la mayoría de los tranquilos y que algo tendrá el optimismo compulsivo cuando los más lo frecuentan, cual moscas en una boñiga.

                Miren mismamente hace un rato. Antes de salir del despacho de la Facultad, al que voy cada día como un menesteroso becario en lugar de hacerle ascos cual cátedro de buena cuadra y apellido con galones, eché una mirada a los periódicos digitales. Había pasado la mañana demasiado enfrascado en variados asuntos académico-folclóricos y, ante todo, mi sistema nervioso estaba aplacado porque me había creído a tertulianos y columnistas, a esos que nos decían que si ganaban en Grecia los partidos del Bien estarían salvados el euro y nuestros calzones. Pues como un bofetón en todos los morros me sentó la noticia de que la prima de hoy ya anda rozándose con los seiscientos puntos y que el tipo de la deuda a diez años pasa del siete por ciento. Acojonante, digámoslo claro y que se entienda.

                Pues luego arribé a casa, tras recoger a Elsa en el cole, y en la radio estaban dando los titulares de la jornada, básicamente esa información económica y la peste de que juega “La Roja”, no sé si por ese orden o el inverso. Cuando comenzaban a explayarse sobre esa catástrofe de los números que nos puede llevar por delante con los pies por idem, mi mujer, persona nada sospechosa de frivolidades o inconsciencias y con preparación sobradamente acreditada, se puso a hablarme sin parar de alguna peripecia hogareña. Y pensé: ¿qué debo hacer en este momento? Si le ruego educadamente que se calle un momentito, mientras mi angustia se ahonda con las malas nuevas radiofónicas, tal vez no hago más que alimentar mis padecimientos. Además, en todo el día y en todos los días, el 99,9% de mis compañeros y conocidos en mi universidad y en las universidades no se inmutan ni traen a colación que estamos con el agua al cuello o con la soga apretándonos las partes y nos tales mercados tirando por los extremos. Y no me refiero, no, a los estudiantes de la Facultad, chiquitines, que abren unos ojos como platos si un día se me escapa contarles que las cosas están chungas y que me miran entonces como se observaría a un venusino vestido de lagarterana y cantando la última de Eurovisión. No, entre el profesorado tampoco se aprecia enorme inquietud; qué digo enorme, dejémoslo en inquietud a secas. Me pregunto cómo sería la reacción si alguien les o nos pudiera asegurar, con plena fiabilidad, el suceso siguiente: a ver, guaperas togados, hay un noventa por ciento de probabilidades de que en el plazo máximo de tres días se presente aquí King-Kong y os sodomice a todos, de uno en uno y sin pomaditas. ¿Cuántos se pondrían pelín nerviosos? Con esos ovarios/cataplines de plomo que colectivamente nos gastamos, yo diría que casi ninguno o que, todo lo más, dirían dos o tres que qué faena, ahora que se habían puesto mechas, o se acordarían de cuando la tesis y el catedrático aquel.

                Conversación de hace pocos días en ambientes académicos. Yo: “Joer, está la prima de riesgo en ciento cincuenta y subiendo sin parar, y a este paso ya no nos va a salvar ni una intervención europea ni una divina”. Interlocutor: “¿Prima? Huy, si vieras ayer qué risa, a mi hijo le dio un susto de muerte su prima Jennifer disfrazada de fantasma. Vino por sorpresa a casa el sábado mi hermana, con los niños y su nueva pareja y….”. Con dos cojones. Intenté abrirme las venas con un bolígrafo, pero era un bic de mierda y no me hice más que cuatro agujeros que ya casi no se notan.

                Anteanoche me puse un rato a ver el partido de Grecia y Rusia en la Eurocopa, media hora, no más, por el final. Y me bastó para componerme mi hipótesis sociológica casera. ¡Qué tramposísimos los griegos! ¡Qué manera de porfiar para engañar al árbitro y a todo bicho viviente! Míralos en el deporte y te harás una idea de cómo son como ciudadanos y qué clase de Estados tendrán; los griegos y los demás. Por qué va a ser antideportivo hacerle trampas al árbitro, si nadie les ha dicho que esté mal dársela con queso al Estado, defraudar impuestos, amañar cuentas, falsificar papeles, dar el palo a cualquier tonto que vaya de buena fe, sea extranjero –a ser posible- o nacional…

                A las nueve de hoy, lunes, estábamos felicísimos los españoles porque en Grecia habían ganado los conservadores y los socialistas, que podrán gobernar en coalición, pues se trata de los partidos que están en condiciones de salvar a Grecia manteniéndola en el euro. Es maravilloso y excitante pues, como me recordaba un muy querido amigo a media mañana, son los mismos partidos que acabaron con aquel país, timaron a los europeos y pusieron contra las cuerdas al euro y a todo Zeus y se trata de unos fulleros expertos en las más variadas estafas y en los tocomochos más espectaculares. Pero ahora nos salvan ellos y nos sacan a todos del apuro, no hay que preocuparse.

                Ahí está nuestro futuro, tomemos nota, puesto que vamos siguiendo las pisadas de los helenos cual sabuesos enardecidos.  Aquí, dentro de un año o año y medio habrá elecciones anticipadas -después de la que va a caer y de los que van a caer- y el mundo celebrará, alborozado, que entre el PP y el PSOE suman mayoría para formar gobierno y que a lo mejor se ponen de acuerdo y se salva gracias a eso el yen japonés. Porque lo que es el euro, para entonces…. Lo veremos todo en la tele en blanco y negro sacada del desván del abuelo y que, oh prodigio, aún funciona. Es que no hay cosas mejores que las de antes, como dicen los revolucionarios de hoy.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy largo me lo fías. Eres un optimista compulsivo.

Anónimo dijo...

Con dos cojones. Intenté abrirme las venas con un bolígrafo, pero era un bic de mierda y no me hice más que cuatro agujeros que ya casi no se notan
joer, pero en serio; nos vamos a la mierda??
la gente anda por la calle tan tranquilica, como si ná. y en la tiendas de ropa lost coast hay siempre cola pa pagar...
qué va a pasar?? cómo quiten las pensiones y las pagas entonces si se lia la mundial? se ha vuelto to el mundo a casa con los padres,los abuelos, tós juntos; riete tu de la familia nuclear...

Exiliado dijo...

Cambiando de tema, recomiendo la lectura de este corto pero inteligente artículo sobre Dívar y lo que hay detrás:

http://www.elconfidencial.com/opinion/mientras-tanto/2012/06/17/el-caso-divar-como-espejo-de-un-sistema-caduco-9369

Anónimo dijo...

Señor Profesor, que uno no ande con la palabra crisis en la boca todo el día, no quiere decir que no estemos acojonados. Yo particularmente estoy preplejo, indignado, asustado,cabreado y por supuesto acojonado permanentemente desde hace más de dos años, pero no lo cuento porque sé que la gente que me rodea está como yo. No entiendo que donde se supone que la gente entiende más o sea LA UNIVERSIDAD, no se respiré preocupación, no será que usted no lo ve y juzga un poco a la ligera. De otra manera no me entra en la cabeza.
Salud, porque ya no se puede uno poner malo y de dinero no hablamos, por eso le deseo SALUD.

Alberto Lafuente dijo...

Yo creo que la gente sí que está inquieta, preocupada por el deterioro de la situación económica, por la podredumbre que inunda nuestras instituciones y sobre todo por la conciencia de que esto está muy lejos de haber terminado. Lo que ocurre es que procuran vivir al día, fingiendo que nada sucede, porque de otro modo les resultaría insoportable.

En cuanto a la anécdota de la prima de riesgo, tengo una lectura un tanto malévola de la anécdota que ha contado, estimado Profesor: creo que está Vd. tan obsesionado con la crisis que, cada vez que habla de ella, sus amigos optan por cambiarle de tema, confiando en distraer su atención y en ahorrarse otra sesión de malos augurios. Me temo que lo que Vd. ha observado entre sus compañeros no es inmovilismo inconsciente o falta de inquietud, sino el sano propósito de no oír lo que de sobra saben, pero prefieren no recordar en cada momento y situación.

A alguien que se está quedando calvo no le gusta que le digan cada dos por tres la velocidad con la pierde densidad capilar y que hoy está más calvo que ayer, pero menos que mañana. Supongo que algo parecido les pasa a muchos españoles.

De todos modos, me encanta leerle. En medio de todo, su prosa desenfadada y mordaz hace mucho más digeribles los desastres que presagia.