Simpática expresión la del “cazatalentos”
puesta de moda estos días pues hay empresas dedicadas a este menester. El
talento como objeto cinegético es un hallazgo de la moderna ciencia del management y del leadership. Como ahora ya se va poco a cazar perdices porque el
noble arte de buscar aves en el campo se ha convertido en una afición propia de
personas sin entrañas -es de mejor tono cogerlas en una bandeja en el
supermercado-, pues se sale a una plaza a la búsqueda de un talento. ¿Es usted
un talento? no, señor, soy simplemente odontólogo, carezco de ideales fuertes y
sé poco de conflictos emocionales.
Y es que, para alcanzar la condición de
talento, el sujeto ha de estar adornado de algunas virtudes especiales pues
cualquier botarate no puede ser calificado como talento. Para serlo, lo más
eficaz es acudir a la publicidad de estas empresas y en ella se podrá advertir
cuáles son exactamente esas virtudes. Esto permitirá al joven que aspire a ser
talento a identificarlas y prepararse para llegar a atesorarlas. Aparte de los
ideales fuertes y lo de los conflictos emocionales ya señalados, hay que
disponer de sentido de la lealtad, de la motivación y del compromiso así como
capacidad para la austeridad y el sacrificio. Un peldaño más arriba se halla el
carácter persuasivo, la autoridad y el mando que se sepa desplegar, más la
habilidad para la eficiencia y el retorno de la inversión. Quien además sepa
conocer las dinámicas cambiantes ya está cerca de ser Fleming.
Aquél que se mueva con soltura en estas
pericias está en condiciones de entrar en una empresa que monitorice el sector, una de esas empresas verdaderas y serias, las
que saben identificar tendencias, fomentar la inteligencia sectorial con el
seguimiento de funciones clave y distinguir el conocimiento potencial.
Así de sencillo. ¡Y pensar los esfuerzos y
energías que se han empleado durante años en seleccionar a los abogados del
Estado y a los cirujanos de la Seguridad social! Unos aprendiendo temas y más
temas de derecho hipotecario, de hacienda pública y de derecho civil; los otros
metidos en los quirófanos horas y horas, haciendo guardias, ejercitándose en el
manejo del bisturí y de los medios técnicos más modernos ... pero ¡qué insensatez!
Pues ¿y los catedráticos de Física? las pestañas se han dejado muchos en los
laboratorios en condiciones laborales precarias y lo mismo los profesores de
instituto ¡que se aprendían -los muy ilusos- la gramática y la historia de
España! Y los veterinarios, que han rodado por los pueblos polvorientos, aquí
sacando un ternerito del vientre materno, allá recomponiendo la pata de un
caballo, o esa pianista abnegada, con dedos como surtidores, todos ellos
descubren ahora que son lo más cercano a unas piltrafas porque no son talentos,
los talentos que merecen ser cazados son los de los dominios emocionales y los
del retorno de la inversión.
Pero ¿cómo hemos vivido en la higuera y no
nos hemos dado cuenta? Me incluyo porque yo también he perdido los mejores años
de mi vida estudiando el contencioso-administrativo y la expropiación forzosa
sin darme cuenta de que, por este camino, jamás llegaría a talento. Y así he
venido a parar en esa maldita medianía que no sabe identificar tendencias ni
advertir la verdadera inteligencia, la sectorial, que es la buena y la
definitva.
Vidas perdidas y me dirijo a tantos y tantos
lectores: a ese farmacéutico, a ese notario, a esa magistrada de la Audiencia,
a esa fisioterapeuta, a ese fontanero o a ese carpintero, a esa bailarina de
ballet, blanca campánula, a todos cuantos saben su oficio pero que, ay, ni son
talentos ni se les espera allá donde las empresas “cazatalentos” guardan sus
esencias. ¡Y yo que hubiera querido ser cazado como talento y a lo más que he
llegado es a ser cazado en una trapacería!
1 comentario:
Donen sangre, por favor. Profesor, gracias por su blog. Lea Libération de vez en cuando, es un buen periódico.
David.
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