El amigo Fernando sigue narrándonos su peripecia. Para recordar el primer capítulo y conocer al autor, vea aquí.
En esta ocasión pretendo dedicar el informe a la siempre ardua tarea de la búsqueda de piso. Ya desde España estuve interesado en el tema, pero las residencias en las que acogen a investigadores postdoctorales estaban a rebosar (eso es indicativo de algo ¿no?... No recuerdo yo haber escuchado que se hablase de semejantes instituciones por nuestro país; y si las hubiese, ¿estarían llenas?). No me parecía un buen plan ponerme a alquilar un piso sin siquiera haber puesto un pie en él (cosa que se puede hacer gracias a internet), así que tuve la genial idea de alquilar durante un mes una habitación en un hostalillo y ya in situ lanzarme a la caza del hogar. De modo que aquí me tenéis: compartiendo baño, cocina y duchas con gente diferente cada dos días. Vamos, que cuando alguien me decía que aprovechase Finlandia para desayunar cada día con gente distinta no me hacía yo a la idea de que lo iba a conseguir tan pronto... Eso sí, este sitio tiene cosas muy buenas. Y es que estoy en el meollo de la ciudad: en un radio de tres manzanas está la catedral, el senado, el Banco de Finlandia (por cierto, sin que se aprecie mayor actividad en estos días inciertos para el euro), la zona comercial, el puerto, el centro... y la Universidad de Helsinki. Así que el trabajo está a dos minutos andando. Bueno, al grano. ¿Cómo es la búsqueda de piso finlandesa? Agarraos los machos que allá vamos.
Si no quereis cometer los mismos errores que yo he cometido, lo primero que debéis saber es que aquí hay distintas modalidades de alquiler. El primer piso que vi era estupendo; habitación, sala, cocina y baño pequeños (lo habitual aquí) con mucha luz y esas cosas. El asunto es que se alquilaba... hasta junio (¿¡!?). Sí, amigos, aquí uno puede alquilar un piso por meses, semanas e incluso días. Evidentemente en el mercado de particulares (aunque también en algunas inmobiliarias). ¿Y cómo es eso? Pues resulta que el sentido de la propiedad aquí debe ser un poco distinto respecto del nuestro, porque consideran que irse al pueblo una semana y no sacarle provecho al piso es una pérdida de dinero. En efecto, la gente si se va de la ciudad durante un mes, una semana o en unas vacaciones largas, alquila su piso. ¡Con libros, enseres, ajuares y todo! Mmmm. No, reconozco que como buen español mi confianza en el prójimo no sería suficiente como para meter a un desconocido en mi casa durante una semana si no estoy allí. ¡Cómo! ¿Que no me creéis? Fijaos en esta familia que alquila su piso este verano durante cinco semanas.
Después de esta primera decepción empezó el carrusel de visitas a pisos. Hay diferentes modalidades de selección. Personalmente, prefiero el modelo casting, esto es, los dueños citan a los interesados a diferentes horas, les muestran el piso individualmente y en un par de días deciden. Esto significa que por tu parte has de andar fino e intuir qué es lo que esperan de su inquilino esas personas que desconoces: que si los ves medio serios, oiga, trabajo en la universidad; que si son más jovencillos, pues dejar caer algo de cine o música (si dan pie a ello, que no hay nada peor que forzar las cosas). Bueno, como sabéis, lo de venderme no se me da nada bien, así que esta modalidad no me convino mucho. No superé casting alguno, vamos.
Así que conocí otra fórmula finlandesa para decidir a quién alquilas tu piso, que consiste básicamente en congregar a todos los interesados en el mismo día y a la misma hora. De repente te encuentras rodeado por cuarenta personas en un piso de 20 metros cuadrados en el que se tendría mejor idea del espacio si te quedases en el umbral y admirases desde ahí el panorama. Pero no, todo el mundo agolpado y mirando los pequeños detalles (no hay posibilidad de ampliar el campo de visión). Así que vi pisos con rodapiés muy bien instalados, con algún desconchón en el trozo de pared que me tocó ver, con instalaciones eléctricas deficientes (al menos en lo que se refiere al enchufe que estaba a mi alcance)... Esto también permite conocer gente, al menos de vista, porque (¡oh, casualidad!) éramos los mismos en todos los pisos. ¡A alguno hasta le toqué los michelines en dos pisos distintos (por las apreturas, que conste)! Después de la inspección, te preguntan si estás interesado. Evidentemente, en estos casos hay que decir que sí, al menos para poder ver el piso vacío y hacerte una idea. Así que te pones a rellenar en inglés un formulario finlandés. Esto tiene inconvenientes y ventajas: el dueño se acuerda de tí, porque no paras de preguntarle qué significa esto y aquello. Ahora, que se acuerde para bien o para mal depende de tu capacidad de deducción, porque como preguntes más de la cuenta estás condenado, por pesado. Cuando tienen el tocho de formularios no sé qué criterios emplearán para decidir a quién alquilar el piso. Lo que sí sé es que tampoco me escogieron.
Así iban las cosas hasta que la semana pasada llegó otro investigador postdoctoral al centro, un siciliano también cazador (de pisos), como yo. Así que decidimos aunar esfuerzos y, de paso, repartir gastos, que los precios por estos lares son altos. Empezamos la búsqueda y se repitieron los parámetros descritos más arriba: casting en el que nuestra química no debía funcionar del todo (a fin de cuentas somos recién conocidos) o pisos en el que lo que pululaban esta vez eran parejas. En efecto, buscábamos pisos de dos habitaciones, pero en Finlandia o comen en la cama, o consideran el salón/comedor como una habitación más. Así que allí nos teníais, rodeados de parejas buscando el lugar en el que formar su nidito de amor... y una pareja de mediterráneos buscando un piso en el que "convivir". Ni siquiera intentamos hacernos pasar por pareja: no teníamos posibilidad alguna, porque no conozco casero alguno que ante la perspectiva de alquilar el piso a una pareja de fineses recién avenida y con intención de pasar mucho tiempo juntos prefiera alquilarlo a un par de foráneos que no se pueden comprometer a más de un año... Así que nada, a ponerse los zapatos y a otro sitio (porque esa es otra, aquí al entrar en un piso los dejas en la entrada... imaginaos los tumultos de potenciales arrendadores recorriendo descalzos los pisos; ¡y la montaña de zapatos a la entrada!). Esto hizo que tuviéramos que empezar una nueva búsqueda, esta vez de pisos de tres habitaciones (con el consiguiente incremento en el precio de la mensualidad, claro).
Así discurrieron los días y comenzó la desesperación. La broma entre nosotros era que en estos casos uno no encuentra piso hasta que está definitivamente desesperado. Igual al tener esa convicción nos confiamos, pero lo cierto es que al final la alarma cundió. De hecho, pensé en quedarme de forma permanente en el hostalillo desde el que os escribo (ahora ya mi "hogar"); no me saldría tan caro y estaría a un paso de todas partes. Incluso llegué a pensar en instalarme en el despacho de la universidad (¡y no es broma!): tengo un sofá, armario, cajoneras y estantes a porrillo y tres pisos más abajo está el gimnasio con las duchas, así que lo que empezó como una coña acabó siendo una posibilidad sopesada seriamente para el caso de que sucediera alguna emergencia...
En esas estábamos cuando fuimos a ver un piso en Katajanokka, una isla anexa al centro de la ciudad... El piso era estupendo, aunque había que amueblarlo y aun así costaba un pastón. Pero entre dormir en el despacho y pagar un pastón, se paga el pastón (más que nada por el qué dirán: igual eso contraviene alguna convención social). Y entonces sucedió lo que pasa en estos casos: que quieres caldo, pues siete tazas. Nos dice una compañera del trabajo que su familia ha decidido alquilar el piso de su abuela, amueblado, y que podemos verlo al día siguiente. Así que para allí nos fuimos. Buen piso, más lejos del centro que el otro (10 minutos en tranvía) y amueblado. El precio, el mismo. Así que... a la casa de la abuela de Liisa. Espero que retiren todos los retratos familiares que colgaban por las paredes, porque vista cómo es la modalidad de alquiler de piso amueblado por aquí, me temo que nos quedaremos con el equipo completo.
Bueno, el caso es que por fin parece que tenemos piso. Espero que lo conozcáis pronto con motivo de vuestra visita a Helsinki. Lo cierto es que se me están acumulando las vivencias (sí, tengo más de comida, aborígenes, clima, etc.), pero no quiero atosigar con correos interminables, así que intentaré condensarlo todo en uno semanal. El de la semana que viene será un especial dedicado a la Universidad. ¡Besos y abrazos a todos!
Si no quereis cometer los mismos errores que yo he cometido, lo primero que debéis saber es que aquí hay distintas modalidades de alquiler. El primer piso que vi era estupendo; habitación, sala, cocina y baño pequeños (lo habitual aquí) con mucha luz y esas cosas. El asunto es que se alquilaba... hasta junio (¿¡!?). Sí, amigos, aquí uno puede alquilar un piso por meses, semanas e incluso días. Evidentemente en el mercado de particulares (aunque también en algunas inmobiliarias). ¿Y cómo es eso? Pues resulta que el sentido de la propiedad aquí debe ser un poco distinto respecto del nuestro, porque consideran que irse al pueblo una semana y no sacarle provecho al piso es una pérdida de dinero. En efecto, la gente si se va de la ciudad durante un mes, una semana o en unas vacaciones largas, alquila su piso. ¡Con libros, enseres, ajuares y todo! Mmmm. No, reconozco que como buen español mi confianza en el prójimo no sería suficiente como para meter a un desconocido en mi casa durante una semana si no estoy allí. ¡Cómo! ¿Que no me creéis? Fijaos en esta familia que alquila su piso este verano durante cinco semanas.
Después de esta primera decepción empezó el carrusel de visitas a pisos. Hay diferentes modalidades de selección. Personalmente, prefiero el modelo casting, esto es, los dueños citan a los interesados a diferentes horas, les muestran el piso individualmente y en un par de días deciden. Esto significa que por tu parte has de andar fino e intuir qué es lo que esperan de su inquilino esas personas que desconoces: que si los ves medio serios, oiga, trabajo en la universidad; que si son más jovencillos, pues dejar caer algo de cine o música (si dan pie a ello, que no hay nada peor que forzar las cosas). Bueno, como sabéis, lo de venderme no se me da nada bien, así que esta modalidad no me convino mucho. No superé casting alguno, vamos.
Así que conocí otra fórmula finlandesa para decidir a quién alquilas tu piso, que consiste básicamente en congregar a todos los interesados en el mismo día y a la misma hora. De repente te encuentras rodeado por cuarenta personas en un piso de 20 metros cuadrados en el que se tendría mejor idea del espacio si te quedases en el umbral y admirases desde ahí el panorama. Pero no, todo el mundo agolpado y mirando los pequeños detalles (no hay posibilidad de ampliar el campo de visión). Así que vi pisos con rodapiés muy bien instalados, con algún desconchón en el trozo de pared que me tocó ver, con instalaciones eléctricas deficientes (al menos en lo que se refiere al enchufe que estaba a mi alcance)... Esto también permite conocer gente, al menos de vista, porque (¡oh, casualidad!) éramos los mismos en todos los pisos. ¡A alguno hasta le toqué los michelines en dos pisos distintos (por las apreturas, que conste)! Después de la inspección, te preguntan si estás interesado. Evidentemente, en estos casos hay que decir que sí, al menos para poder ver el piso vacío y hacerte una idea. Así que te pones a rellenar en inglés un formulario finlandés. Esto tiene inconvenientes y ventajas: el dueño se acuerda de tí, porque no paras de preguntarle qué significa esto y aquello. Ahora, que se acuerde para bien o para mal depende de tu capacidad de deducción, porque como preguntes más de la cuenta estás condenado, por pesado. Cuando tienen el tocho de formularios no sé qué criterios emplearán para decidir a quién alquilar el piso. Lo que sí sé es que tampoco me escogieron.
Así iban las cosas hasta que la semana pasada llegó otro investigador postdoctoral al centro, un siciliano también cazador (de pisos), como yo. Así que decidimos aunar esfuerzos y, de paso, repartir gastos, que los precios por estos lares son altos. Empezamos la búsqueda y se repitieron los parámetros descritos más arriba: casting en el que nuestra química no debía funcionar del todo (a fin de cuentas somos recién conocidos) o pisos en el que lo que pululaban esta vez eran parejas. En efecto, buscábamos pisos de dos habitaciones, pero en Finlandia o comen en la cama, o consideran el salón/comedor como una habitación más. Así que allí nos teníais, rodeados de parejas buscando el lugar en el que formar su nidito de amor... y una pareja de mediterráneos buscando un piso en el que "convivir". Ni siquiera intentamos hacernos pasar por pareja: no teníamos posibilidad alguna, porque no conozco casero alguno que ante la perspectiva de alquilar el piso a una pareja de fineses recién avenida y con intención de pasar mucho tiempo juntos prefiera alquilarlo a un par de foráneos que no se pueden comprometer a más de un año... Así que nada, a ponerse los zapatos y a otro sitio (porque esa es otra, aquí al entrar en un piso los dejas en la entrada... imaginaos los tumultos de potenciales arrendadores recorriendo descalzos los pisos; ¡y la montaña de zapatos a la entrada!). Esto hizo que tuviéramos que empezar una nueva búsqueda, esta vez de pisos de tres habitaciones (con el consiguiente incremento en el precio de la mensualidad, claro).
Así discurrieron los días y comenzó la desesperación. La broma entre nosotros era que en estos casos uno no encuentra piso hasta que está definitivamente desesperado. Igual al tener esa convicción nos confiamos, pero lo cierto es que al final la alarma cundió. De hecho, pensé en quedarme de forma permanente en el hostalillo desde el que os escribo (ahora ya mi "hogar"); no me saldría tan caro y estaría a un paso de todas partes. Incluso llegué a pensar en instalarme en el despacho de la universidad (¡y no es broma!): tengo un sofá, armario, cajoneras y estantes a porrillo y tres pisos más abajo está el gimnasio con las duchas, así que lo que empezó como una coña acabó siendo una posibilidad sopesada seriamente para el caso de que sucediera alguna emergencia...
En esas estábamos cuando fuimos a ver un piso en Katajanokka, una isla anexa al centro de la ciudad... El piso era estupendo, aunque había que amueblarlo y aun así costaba un pastón. Pero entre dormir en el despacho y pagar un pastón, se paga el pastón (más que nada por el qué dirán: igual eso contraviene alguna convención social). Y entonces sucedió lo que pasa en estos casos: que quieres caldo, pues siete tazas. Nos dice una compañera del trabajo que su familia ha decidido alquilar el piso de su abuela, amueblado, y que podemos verlo al día siguiente. Así que para allí nos fuimos. Buen piso, más lejos del centro que el otro (10 minutos en tranvía) y amueblado. El precio, el mismo. Así que... a la casa de la abuela de Liisa. Espero que retiren todos los retratos familiares que colgaban por las paredes, porque vista cómo es la modalidad de alquiler de piso amueblado por aquí, me temo que nos quedaremos con el equipo completo.
Bueno, el caso es que por fin parece que tenemos piso. Espero que lo conozcáis pronto con motivo de vuestra visita a Helsinki. Lo cierto es que se me están acumulando las vivencias (sí, tengo más de comida, aborígenes, clima, etc.), pero no quiero atosigar con correos interminables, así que intentaré condensarlo todo en uno semanal. El de la semana que viene será un especial dedicado a la Universidad. ¡Besos y abrazos a todos!
1 comentario:
¡Censura en DuraLex!
No es por convertirme en delator, pero el editor de este blog a suprimido un párrafo, el primero, de la comunicación original. Ese párrafo había sido incluido conscientemente, así que lo reproduzco aquí para escarnio del profesor García Amado. ¡Que no se repitan semejantes fechorías!
"Ya estoy de nuevo poniendo por escrito las cosas que me han pasado en estos primeros días en Helsinki. Antes de nada, quería explicaros que si a partir de ahora me notáis un pelín estirado en mis crónicas es porque la primera fue hecha pública en el que ha sido galardonado como mejor blog jurídico del año pasado. ¿Que qué narices pintan mis aventuras en un blog en el que escriben renombrados juristas acerca de las más variadas cuestiones que acaecen a la sociedad española? Pues mira, chico, yo tampoco tengo ni idea, pero el caso es que el profesor García Amado las consideró interesantes y allí las exhibió. Y si los de la SER echan al locutor estrella del que depende la supervivencia económica de la cadena, ¿por qué no puede él mandar al garete su fantástico blog incluyendo lo que le dé la gana? Todo esto viene a cuento por dos razones. La primera, para aclararos que pienso curarme en salud y escribir mis relatos con un poco más de estilo, por si se le ocurre colgar algún otro de estos reportes; la segunda, para recomendaros todo lo efusivamente que pueda la lectura asidua de ese blog. No es sólo que su autor no tenga pelos en la lengua (por cierto, ¿alguien me puede explicar de dónde proviene esta frase hecha? ¿Debo suponer que hubo un pobre desdichado que la originó?), pues bloggeros incendiarios hay muchos, sino que en cada entrada defiende sus posiciones con (en mi opinión más que buenos) argumentos. Eso sí, como descubriréis muy pronto, sus comentarios no están exentos de humor y ácida mala leche a partes iguales. Más que recomendable. Para leerlo: http://garciamado.blogspot.com/
Y ahora a lo que importa de verdad, las tierras nórdicas"...
Esto era. La censura me parece que era simple modestia, pero entiendo que los lectores habituales agradecerán conocer el comunicado al completo.
¡Un saludo desde Helsinki!
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