18 diciembre, 2005

Tabaco y adjetivos. Por Francisco Sosa Wager.

En medio de los asuntos serios de la actualidad se agradece la polémica sobre el tabaco. Porque da bastante risa pensar que alguien se vaya a tomar enserio las prohibiciones de fumar en un país como España donde basta que un alcalde coloque un cartel que diga: “prohibido tirar escombros” para que, al día siguiente, ese paraje aparezca rebosante de ellos. A nadie se le había ocurrido nunca depositar restos en ese exacto lugar pero la prohibición actuó como fulminante factor de excitación, como desencadenante del impulso de infringir, tan difícil de esquivar como la involuntaria segregación de jugos ante una pastelería o una tienda animada en embutidos. Difícil tarea esta la de bajar los humos al español.
Yo no fumo y además me incomoda el olor a tabaco pero entiendo que lo verdaderamente insoportable en los bares actuales es el ruido, la máquina que da las gracias, la televisión que convive con la radio, las voces de los camareros y los parroquianos, el estrépito inclemente de los platos y las tazas a la hora de ser lavados. Junto a todas estas molestias la del humo es grano de anís.Y luego está el respeto que debemos al cigarrillo, al puro, a la pipa... Europa sigue siendo un continente de cafés, alguien lo ha recordado recientemente, de manera que muchos acontecimientos históricos están ligados o han nacido en un café lleno de humos. Los deViena, que tan gratos me resultan, son el escenario de obras de la gran literatura ¿alguien puede imaginar la obra de Joseph Roth sin el café central de la capital austriaca? Allí mismo Trotsky le daba vueltas al magín para ver la forma de liberar a los campesinos rusos y lo hacía sin parar de fumar: que luego consiguiera ese benemérito objetivo es otro cantar porque lo que cuenta es la intención y, sobre todo, el magnífico decorado del humo. En los cafés y en los cabarets de Berlín, Robert Musil llenaba páginas y páginas de su hombre sin atributos, historia interminable de imperios imposibles. ¿Alguien imagina a Verlaine sin humos alrededor? Sin ellos su obra poética se habría hecho humo y hoy nadiele recordaría. O a Ruben Darío o Emilio Carrére que gastaba cachimba. Y así tantos otros ejemplos. La pipa merece una consideración mayor si cabe pues sus ritos, sus pausas, su limpieza, su encendido, están vinculados a las formas más excelsas de la creación, nada menos que al pensamiento filosófico. Todos tenemos claro que sin ella no existirían Heidegger ni Nietzsche ni Habermas ni otros cráneos privilegiados, aclaradores de nuestras pobres entendenderas, formuladores de unos pensamientos que, si se iluminaban, era por los fósforos que utilizaban para la pipa, constantemente apagada en su terca rebeldía. Sépase que es en las volutas del humo donde se agazapan los ingredientes más enrevesados de la esencia y de la existencia. Y en parecidos términos: ¿no surge el mago de la lámpara de Aladino de entre los humos benéficos?
Pero hay algo más: ¿se hubiera descubierto a algún criminal si los detectives no hubieran contado con elauxilio de la pipa? Sherlock Holmes sin ella y su gabinete de trabajo lleno de humo sería tan ridículo como imaginar a un Churchill sin puro, corriendo en chándal por Hyde Park y un piercing en la nariz. Es decir, sin la pipa -de Maigret o de Simenon - los criminales andarían tan contentos por la calle cometiendo despreocupadamente sus delitos. Por eso para ellos la noticia de la ley actual debe de haber sido una bendición pues bien saben que sus fechorías quedarán impunes. Se advertirá la gravedad del asunto.
En España, el mundo del crimen, de las columnas periodísticas, de las grandes obras de teatro y de humor, de las novelas, se desvanecería si no hubieran existido cafés llenos de fumadores acatarrados, fuente de la más formidable inspiración. Con la mano en el corazón: ¿estarían en estas obras los adjetivos puestos en sazón sin el tabaco como coadyuvante? Convengamos que el humo nos puede matar pero es que en un mundo sin adjetivos no vale la pena vivir.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Personalmente, lo que me dá la risa;es la polémica suscitada, y por extensión el articulo de F.S.

Considero, que es una ley inacabada, por lo tanto; injusta y discriminatoria.Como en tantas otras facetas,hay ciudadanos con distintas categorias......de primera,de segunda ..........y de hosteleria.

¿Que sentido tiene una ley, para preservar la salud de los trabajadores,que hace distinciones basadas en el criterio del empresario?

Esto no es serio, señores.
A fumar...... a la calle, les guste o no.Que no hace falta ser jurista, para saber; que su libertad tiene un límite y no creo necesario decirles donde termina.

Por cierto,que la gente se tome en serio o no la prohibición,no es óbice para que se lleve a cabo.
Si extrapolamos ese pensamiento, llegaremos al prohibido prohibir.

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

La libertad no tiene límites, los límites serán a mis intereses , a mis derechos o a mis actos.
Si ponemos límites a la libertad , no es libertad.

Anónimo dijo...

Tomado por lo que es, un ejercicio de retórica, un divertimento literario, está bien; el texto de Sosa Wagner, como casi todo lo que he leído de él, es bonito, está muy bien escrito, es sugerente.
Fuera de ahí, no creo que dé para más.
El tema sí da para más, da para mucho. Da para hablar de libertad y de paternalismo, claro que no con esas consignas lapidarias y tan inútiles de mi libertad empieza donde termina la tuya, o si se ponen límites a la libertad no es libertad.. Paparruchas, eslóganes para evitar pensar un poco más en el asunto. En el asunto que no es uno, son muchos. Y cada uno diferente.
Les propongo un caso no tan ficticio: Juan, casado y con cuatro hijos ya mayores, lleva 50 años fumando una media de cajetilla al día. Su salud es frágil, ha estado hospitalizado más de quince veces por dolencias variadas, todas relacionadas con el sistema circulatorio, pulmonar, el corazón, etc. En los últimos años su estado ha empeorado hasta el punto de que el médico ya no es que le recomiende que no fume: es que le advierte de que, si continúa fumando, hay muchas posibilidades de que tengan que amputarle las piernas en un plazo de tiempo muy muy breve. Su mujer, sus hijos, sus amigos, todos llevan años tratando de convencer a juan para que deje de fumar, al menos para que lo intente, o intente reducir la dosis. Él se niega: es su vida y puede hacer lo que le dé la gana. ES su cuerpo y le pertenece. Es su salud y se la jode como quiera. Es dueño de todo ello, y de su libertad.
Juan sabe que si se queda inválido su mujer y sus hijos le cuidarán, se ocuparán de él, no le encerrarán en una residencia y olvidarán que existe. A Juan, la vida de los que le quieren le importa menos que la suya, y seguramente está en su derecho. ¿O no?
Qué complicado todo, ¿verdad?

Anónimo dijo...

kJuan puede fumar todo lo que quiera, sin duda,pero; en la puñetera calle o en su casa.

Imaginemos por un momento que Juan deja de fumar,con el consiguiente esfuerzo, por supuesto.¿Debe someterse al humo de sus compañeros de trabajo o al de sus clientes?

Estamos obviando, que el tabaco perjudica al que fuma y al que no.
Por ese mismo motivo, es la libertad de los no fumadores, la que se está vulnerando.



Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Ante la duda la más tetuda, preguntar, ¿qué es la libertad garciamado?