18 julio, 2013

¿Se vuelve a ser virgen después de la restauración del himen? Sobre magistrados del TC e incompatibilidades.

                El señor presidente actual del Tribunal Constitucional español es o ha sido hasta hace poco militante del Partido Popular, que fue el partido que lo propuso para el cargo de magistrado. Se ha descubierto hoy que, al menos hasta el año 2011 y siendo ya magistrado, pagó puntualmente las cuotas de su partido. No lo ha declarado así porque estime que es legal y legítimo y nada haya que ocultar, sino que lo ha admitido cuando salió en la prensa y no podía negarlo, a la vista de las pruebas. Ahora dice que no hay inconveniente y que la legalidad lo permite, que la militancia en partidos de los señores magistrados del TC, presidente incluido, es aceptada por su Ley Orgánica. Esto es Jauja.
 
                Lo mataron porque era suyo. Me refiero al TC. Aquí no va a quedar institución con vida ni perrillo que le ladre. Se lo están llevando todo por delante. Después de ellos, el diluvio. Ellos serán los responsables de que a nuestros hijos o nietos les quede un país económicamente derruido, moralmente putrefacto y jurídicamente selvático. Bien es verdad que obran con nuestro consentimiento, expreso el de unos, tácito el de los más. Los estamos dejando hacer y deshacer, sobre todo deshacer. Peo no voy a insistir en tales evidencias hoy, sino que vamos a ponernos el traje de jurista, que ya tiene que ser poco menos que un traje de amianto, visto que nos rodean pirómanos constitucionales.
 
                Esta misma tarde el TC ha emitido una nota de prensa en la que concluye que "la Constitución y la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, por consiguiente, no establecen para los Magistrados del Tribunal Constitucional incompatibilidad alguna con el hecho de pertenecer o haber pertenecido a partidos políticos, asociaciones, fundaciones y colegios profesionales". Desde el momento en que ya es la institución misma del TC la que asume ese planteamiento, y no meramente su presidente, es el TC como tal el que se va al garete y renuncia a toda salvaguarda de la independencia e imparcialidad de sus magistrados. Pitas, pitas, pitas. A tanto y la cama.
 
                Nos viene ahora el popular presidente del TC con que qué pasa y que no hay obstáculo legal a que él pague o haya pagado religiosamente las cuotas de su partido, el Partido Popular. Hombre, majetón, si dices tú que es jurídico a más no poder, a ver quién te tose o a dónde recurrimos tu nombramiento o ante quién hacemos valer que tu cutis es de hormigón constitucional. Pero veamos, puesto que aquí estamos en un blog y podemos hablar todavía de Derecho y Constitución sin que nos deslumbren los neones o nos echen mano a los principios.
 
                El art. 127 de la Constitución dice que ""Los Jueces y Magistrados así como los Fiscales, mientras se hallen en activo, no podrán desempeñar otros cargos públicos ni pertenecer a partidos políticos o sindicatos". Pero resulta que el Tribunal Constitucional y sus magistrados no forman parte del Poder Judicial, el suyo es un estatuto constitucional especial, eso es sabido. Así que vamos a ver su régimen de incompatibilidades, que está detallado en el art. 19 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, a tenor del cual el cargo de magistrado del TC es incompatible "con el desempeño de funciones directivas de los partidos políticos, sindicatos, asociaciones, fundaciones y colegios profesionales y con toda clase de empleo al servicio de los mismos". Es decir, un magistrado del TC no puede ser ni directivo de un partido ni empleado de un partido. Por ejemplo, no puede ser el empleado del partido que limpia las letrinas de su sede central. ¿Y simple militante? El mismo art. 19 LOTC termina así: "En lo demás, los miembros del Tribunal Constitucional tendrán las incompatibilidades propias de los miembros del Poder Judicial". Esas incompatibilidades las fija, en primer lugar, el aludido art. 127 de la Constitución, donde se dispone que los miembros del Poder Judicial no pueden pertenecer a un partido o un sindicato. El "En lo demás" vale para eso: todo lo no mencionado expresamente en el art. 19 LOTC se rige por lo del Poder Judicial. Tengo entendido que el TC hace unos años interpretó otra cosa, interpretó lo que favorecía la impunidad política de sus miembros. Razón de más para enmendar esa interpretación. Cuando el supremo intérprete de la Constitución es supremo valedor de sí mismo, se van al carajo la Constitución y el Tribunal Constitucional. Es lo que hay, y por eso ya va sobrando el órgano y los organistas.
 
                El señor presidente del PP y los de a caballo de su mismo partido vienen con que la interpretación adecuada es la que no ve inconveniente legal en la simple militancia, ya que la ley prohíbe a los magistrados ser directivos de partidos (o de sindicatos, asociaciones, fundaciones...) o empleados de los mismos, pero no dice nada de que no puedan ser militantes. Según esa interpretación, si la ley no menciona la militancia es porque el "en lo demás" del art. 19, cuando remite a las incompatibilidades del Poder Judicial, no vale para la militancia.
 
                Son unos cachondos y me resultarían tremendamente divertidos si no estuvieran jugando con el pan de  mis hijos y con la vida y los derechos de un servidor y de sus conciudadanos. Porque, según esa interpretación de parte, resultaría que para los magistrados constitucionales la ley endurece más el régimen de incompatibilidades, sumando otras a las para los jueces y magistrados del Poder Judicial establecidas, pero con una excepción, la de que los magistrados constitucionales sí pueden ser militantes de partidos y sindicatos, cosa que a los magistrados ordinarios les está vetada. O sea, que el juez que a mí me juzga si se me imputa un delito no puede ser militante del PP o del PSOE, por ejemplo, o de UGT o CCOO, los magistrados del tribunal de segunda instancia al que apelo, tampoco, pero los magistrados del TC a los que recurro en amparo, en su caso, sí pueden militar. Curioso y carente de explicación. A lo mejor es por un principio constitucional que se me escapa, o por un valor que andan ponderando a mis espaldas.
 
                Esto es como si a las monjas de los conventos les viniera impuesta la castidad, pero a las madres superioras se les permitiera follar a tutiplén; o como si los curas párrocos no pudieran casarse, pero los obispos sí y hasta con varias (o varios) a la vez. Y gracias todo a que la ley la interpretaran las madres superioras o los obispos de acuerdo a su interés y su rijosa condición.
 
                Bien se sabe que el derecho es dúctil y que no hay norma a la que no se le pueda dar la vuelta un poquito por vía de interpretación. Pero todo tiene su límite, que es el del sentido común, por un lado, y el del descaro muy fuerte, por otro. Imaginemos que, al modo muy tradicional, en un Código se definiera el delito de violación como el que comete quien sin consentimiento "yaciere carnalmente" con otro. ¿Qué diríamos del sinvergonzón que adujera que cuando él forzó al otro o la otra no estaban yacentes, sino que lo hicieron de pie? Pues diríamos que no cuela. Pues esto de hoy es igual. La razón de ser de las incompatibilidades de los señores magistrados, tanto los del Poder Judicial como los del Tribunal Constitucional, está en el intento de proteger su independencia y de promover su imparcialidad. Así que ya me dirán, si por esa causa no se permite que un magistrado del TC sea empleado de un partido o una fundación o una asociación, ¿cómo vamos a aceptar que la misma ley le tolere la militancia en un partido, un partido sobre cuyas decisiones va a tener que decidir en el ejercicio de su alto cargo? El que no lo vea es ciego voluntario, y bastante sordo.
 
                Pero estoy por decir que todo eso es lo de menos, formalismos que, al fin, de poco nos sirven. Pues por mucho que interpretemos la ley de modo razonable y acorde con los requerimientos más objetivos y obvios de la independencia y la imparcialidad de todo tipo de jueces y magistrados, bastará formalmente con que el llamado a la gloria del TC se dé de baja en su partido el día antes de su toma de posesión en la magistratura constitucional. Como dirían en mi pueblo, para el caso, patatas; o que para ese viaje no hacen falta alforjas ni merece la pena ponerse tan jurídicamente exquisitos. La cuestión es de cultura político-jurídica y constitucional. No vale que la mujer del César deje el club justo antes de casarse y por imperativo legal y se compre una mantilla y un rosario. Si luego va a seguir recibiendo en su casa o cuando el emperador se ausenta, poco se habrá avanzado.
  
                Si lo que muy loablemente pretendemos es la imparcialidad de los magistrados y su real independencia, la norma actual se queda muy corta. No es bastante que durante el desempeño de su magistratura no militen, debería exigírseles que diez años antes no lo hayan hecho ni hayan tenido cargo con nombramiento dependiente de partido o de gobierno alguno. Y muy estrictas y largas incompatibilidades también al terminar en el TC o en el Poder Judicial. Lo otro, lo que hay ahora, es un puedo y no quiero, amago irrelevante, hipocresía. Alguien contaba hoy en una emisora de radio que de los magistrados constitucionales de ahora mismo hay tres o cuatro que han tenido altas responsabilidades de partido o de gobierno. Pues eso, que lo del señor Presidente del Tribunal viene a dar igual. En la oscura noche de la deslealtad constitucional y del amaño interpretativo todos los magistrados son puros; y castos.

                 Que por dejar en el instante de ser militantes de un partido o por no pagar actualmente la cuota se los tenga ya por aptos e imparciales con rigurosa independencia es como si consideráramos recuperada la virginidad tras la restauración de un himen perdido en el tálamo y a conciencia. Estaba bien, cuando tal importaba, para engañar a algún marido bobalicón y reaccionario. Pero a nosotros que no nos tomen tan cruelmente por imbéciles, por favor.
 
                Si para el Tribunal Constitucional no podemos tener mejor regulación y magistrados de más garantía, más nos valdrá ir pensando en suprimirlo. Mejor será que la Constitución la defendamos nosotros solos. O que la hundamos nosotros si nos da la gana, y no que vaya por el mismo camino que la mujer del César y su mismísimo marido.

12 comentarios:

Unknown dijo...

Por supuesto es el asco, que decía el otro día el amigo "un amigo".
Uno lee a Kelsen y luego cuando ve escrito TC piensa: mira pues hay una cosa bien hecha después de todo, pues no es todo tan zafio, vulgar o ridículo en este Estado fallido de pandereta y cunetas varias.
Y luego el asco.
Pone uno la tele, o la tele le pone a él ¿quién sabe? y ve a Pepiño hablando de la fortaleza del poder judicial, de la grasa del sistema, de lo buenas que son las ITV y de lo que hay que aguantar en ésto de lo público, sea lo que sea lo que signifique éso, y piensa: Ah, pues mira un político que, aunque imputado, resulta que es inocente y bueno y honorable más allá del muy.
Y luego el asco.
Que si la Cospedal y lo diferido, que si el Floriano y su doctorado en Derecho, que si el presidente Nonaino y su autismo...pero siempre el asco. Todo el asco. Solo el asco.
Gandhi apostaba por la inteligente resistencia pasiva frente a la superioridad militar del invasor inglés, yo propongo descojonarnos de estos caciquillos abusones a mandíbula batiente, partirnos la caja en cada mitin, en cada telediario, en cada inauguración de cada pantano, cada vez que salga el tema en cada charla cervecera revolcarnos de la risa, reirnos en la cara de todos los que ayudan a que ésto funcione así. Seamos todos eslabones del club de la comedia sin rubor y al estilo bucanero.

Juan Antonio García Amado dijo...

Completamente de acuerdo con su propuesta, amigo Sapena, hay que reírse a mandíbula batiente, todo el tiempo, de todos y sin parar. Tomémoslos a guasa, reaccionemos coherentemente ante lo que son, riamos seriamente y sin respeto ni reservas. Es la única manera de respetarnos a nosotros mismos, puesto que no nos respetan. Y el que tenga hijos que los saque de aquí en cuanto pueda.

Exiliado dijo...

No acabo de entender todo el esfuerzo dedicado a mantener la comedia. A estas alturas, ya no se engaña a nadie.

Resultaría más práctico disolver el Tribunal Constitucional, establecer que la Constitución es una mera declaración programática de principios y dejar claro que no existe ley por encima de la adoptada por el Parlamento (un poco al estilo británico, pero a lo bestia).

Para rematar la faena, y de paso descartar cualquier duda sobre una posible división de poderes, se decretaría la ininputabilidad absoluta de los miembros del Gobierno y del Parlamento tanto central como autonómico y de los demás cargos públicos, así como la facultad de los Gobiernos central y autonómico de cesar, respectivamente, a los miembros del Tribunal Supremo y del Tribunal Superior de Justicia correspondiente. 

Mi comentario rezuma tristeza pero no sarcasmo. Las propuestas citadas nos permitirían al menos ser sinceros con nosotros mismo y ahorrar de paso algunos gastos inútiles

Pepe Espanyol dijo...

No quiero ser agorero ni pesimista demencial pero se están poniendo las bases de una clarísima desafección entre la gente, las masas, el electorado o el pueblo, como quieras decirlo, hacia el sistema partitocrático demoliberal representativo formal. Es una cuestión ya estructural y con muchísimas ramificaciones,no creo que la salvación venga dada por un " cirujano de hierro " o el triunfo mirífico de partidos renovadores que se abran paso entre la maraña de intereses y complicidades del bipardismo imperfecto; la sanación a radice del sistema tendría que ser una
visión sincera de consenso anticorrupción - institucionalizada en una democracia mucho más abierta y fiscalizada, participativa y sin los miedos que nos lastran: que si inestabilidades de gobierno, ingobernabilidad, que si la ley D' Hondt, que si federalismo panacea ante el independentismo siempre amenazante, que si evitar duplicidades y acabar con gastos ( no sociales ) y falsas representatividades, diputaciones provinciales o incluso competencias autonómicas a devolver a la administración central. Es tarea gigantesca salir de este lodazal, pero para ello se precisarían hasta unas nuevas generaciones de políticos con un sentido de ser representantes públicos muy diferente al actual, marcados como están éstos por la acumulación de privilegios, aferramientos a la poltrona, conexiones directas con tramas corruptas, blindajes, aforamientos y sobresueldos. No es predicar en el desierto, es intentar hacer valer las leyes democráticas y la opinión pública bien informada, en un estado que se va al garete sino hay controles y equilibrios, atravesando como está la peor crisis desde la asonada o golpismo del 23-F de 1981. Esto da miedo, de verdad, y no dimite ni se va nadie,...

S Olózaga dijo...

Una pregunta sencilla: ¿por haber sido afiliado de un partido queda uno imposibilitado de por vida para ser magistrado del TC?
Y a continuación, una historia verídica, pues me ocurrió hace mucho años cuando yo era un joven calavera. Una ciudadana de muy buen ver,tras el morreo y magreo correspondientes, me sorprendió diciéndome: "Si quieres te la chupo, pero follar no, que quiero casarme siendo virgen"
Saludos desde Almería

Luis Vélez Rodríguez dijo...

Estimado profesor,
Comparte su indignación así como la de los comentaristas del blog. Fui lector habitual de sus entradas un buen tiempo, pero me sometí a un tratamiento para deshabituarme, por tanto, soy un agraciado recayente. Como en uno de esos cortazianos, así como un lápiz sobre la mesa recaigo seguido.
Para no hacer simple eco de lo ya dicho aquí por otros, quiero ir a un punto concreto de la manifestación que hace sobre, así lo entiendo, vías de depuración del TC. Dice ud. - no lo cito completo pero indico el párrafo-:
"No es bastante que durante el desempeño de su magistratura no militen, debería exigírseles que diez años antes no lo hayan hecho ni hayan tenido cargo con nombramiento dependiente de partido o de gobierno alguno. Y muy estrictas y largas incompatibilidades también al terminar en el TC o en el Poder Judicial".
Esto, con perdón, pero también con la licencia que creo da este blog, me suena a la reacción de mi tía Eugenia. No importa si es un violador, un tonto borracho que conduce a doscientos, un afanador de bolsillos ajenos, o un serenatero borracho con una guitarra de dos cuerdas, la frase suele ser igual: ¡qué se pudra!
Creo que el problema del TC va mucho más allá de que exista o no un buen régimen de incompatibilidades para los magistrados. Simplemente es un tribunal institucionalmente débil. Parto del modo de elección de los magistrados y voy hasta los requisitos para los recursos de inconstitucionalidad. No es una debilidad simplemente judicial, es un vacío democrático. Un hombre tiene sed, entra a un chino y sólo se le ofrecen dos alternativas: cocacola o pepsi (léase pp y psoe, en cualquier orden), pero el hombre sabe que las dos saben igual y no le van a calmar su sed. Decide escribir una hoja de reclamación - pese a estar sediento se toma su tiempo- y pide que o amplíen las opciones, o, al menos, que esas dos incluyan componentes que realmente hidraten. La respuesta es que su reclamo no va a prosperar, a menos que cincuenta-pepsi/cola-boys también la apoyen. Suponiendo que llegue este soporte "en gavilla", llegará un grupo de sabios de barba blanca a hablar del núcleo esencial de "la chispa de la vida" o de la "decisión de la nueva generación".
No obstante si los sabios de barba blanca (y las sabias, con o sin barba) de "orchata mareíto" o de "gazpacho alquitranado" reequilibraran el grupo de las colas, pues a lo mejor... si dios fuera negro, mi compai, todo cambiaría.

Luis Vélez Rodríguez dijo...

Por aclarar el final de mi comentario:
Para evitar castas o iluminadas interpretaciones, se necesitan discusiones. Para que hayan discusiones se necesitan contendientes cabales. En una sociedad pluralista la elección de los magistrados del TC no debería recaer en la práctica en dos partidos excluyentes que, de facto, representan intereses análogos.
Que la alternativa sea "defender la constitución por nosotros mismos", me suena bien. Pero es porque semos los buenos, y parafraseando a algún charro mexicano: tendríamos que tener muchos hijos, para que así los malos no nos ganen en las elecciones...

Unknown dijo...

Luis Vélez
Igual no hay que renunciar a la verdad como revelación, sino circunscribirla al ámbito propio de actuación que debe tener: los creyentes y acólitos del ente que la suscribe.
La cuestión de fondo sería no tanto el procedimiento de elaboración de esa verdad (la discusión cabal que usted aduce) como la necesaria comunión entre los representantes y los representados, manifestada por sus actuaciones al frente del mandato.
No es cierto que tengan carta blanca para, una vez "escogidos", actuar como les venga en gana, o como les dejen venir en gana los mercados pues , en ese caso, perderíamos el fiel de la relación y, por otra parte, habiendo listas cerradas son, en realidad, los dirigentes de los partidos los que escogen, limitando la disposición de la voluntad de los votantes y viciando ese consentimiento, con lo que ambos elementos: las listas cerradas y la no obligación de rendir cuentas por parte del mandado desvirtúan y vacían de contenido todo el procedimiento, con lo que ya daría exactamente igual la discusión no habiendo órgano legítimo; para mayor abundamiento la disciplina de voto que imponen los partidos en el hemiciclo...
Por supuesto, y dado mi carácter de lego en cuanto que estudiante, todo ésto sería suponiendo que ese mandato de nuestros representantes fuera la institución de Derecho Civil, que igual hay otro mandato solo para políticos que es diferente (y super enrollado, tipo tú haz lo que quieras que luego no pasa nada) y en ese caso espero disculpen mi ignorancia.
Pero igualmente se podría dar la paradoja de tener un sistema constitucional de representación inconstitucional (aunque se remita a la ley su organización y desempeño porque la ley no puede obviar los principios rectores y se supone que la existencia de la Constitución es para evitar el legalismo absoluto) un sistema, pues, que pretende reducir los derechos políticos, todos, de aquellos en los que recae la soberanía a un acto meramente formal cada cuatro años, sin posibilidad de retracto convencional (o aunque fuera político) revisión ni tutela (vamos, colocando a dichos soberanos por debajo del nivel comunitario de consumidor que ya es menor, o especial, al de ciudadano)
Ahí lo dejo, porque estoy preparando el trabajo fin de grado y lo tengo todavía en pañales, pero dicho queda que a mi no me van a callar.
Se reirán de nosotros y no podremos impedirlo pero, a la viceversa, nosotros también de ellos (y al estilo bucanero)

Salvo mejor opinión.

S Olózaga dijo...

Dejando de lado el escandaloso incumplimiento de la legislación sobre incompatibilidades, creo que la pregunta sigue en el aire:
¿Como evitar que los magistrados del TC estén subordinados/dirigidos a/por los partidos políticos?
Sin carné del partido o con él. Es decir, como evitar la prostitución de esas vírgenes que conservan el himen pero practican el sexo oral o anal, o de las que ya fueron desvirgadas aunque ahora sean viudas virtuosas.
Por cierto, creo que era Jardiel Poncela quien se preguntaba si hubo alguna vez 11.000 vírgenes.
Saludos desde Almería.

Ararat Isayan dijo...

Estando de acuerdo con su razonamiento, quisiera añadir que en los tiempos que corren ya poco importa la "efectiva" militancia en uno u otro partido, cuando vemos que tanto el Consejo General del Poder Judicial como el Tribunal Constitucional están más que politizados. Y eso lo puede ver cualquiera que tenga en mano las leyes básicas del Dº Constitucional. Basta mirar el sistema de promoción de los Jueces y Magistrados o la elección de los Magistrados y los Juristas de "reputación" `del TC para observar que la figura misma del TC es más que arbitraria y no refleja la independencia judicial tan añorada por todos. No es pesimismo ni nada parecido. Está claro que todos los sistemas fallan. Pero no se puede tomar a la gente por tontos. No se puede "interpretar" tan descaradamente y llamar al negro blanco y viceversa cuando a unos les conviene y más cuando se les pilla con las manos en la masa. Un saludo.

Hominis Provecta dijo...

¿Y se asombran ustedes ahora, a la vejez?...¿Por qué nadie puso el grito en el cielo cuando el socialista Luis López Guerra, cargo de gobierno con el PSOE durante casi 20 años, entró en el Constitucional?. Que no es que tuviera el carnet de afiliado, es que estuvo media vida con el PSOE gobernando España!

Y para colmo de cachondeo, van y lo meten en el Tribunal de los Derechos Humanos en Estrasburgo, que fue recusado ante el Supremo por parcialidad y dijeron que los denunciantes no tenían "legitimación activa" para ello.

http://otrofeminismoesposible.blogspot.com.es/2011/08/juez-luis-lopez-guerraimpulsor-de-la.html

Por no hablar de los delitos de asesoramiento a una feminista asesina, que encima que mata a su exmarido para no perder la custodia, llama por teléfono a Doña Emilia Casas para pedirle que interceda por ella y la señora le contesta que recurra en amparo y cuando llegue el caso ya se encargarán ellos de arreglaro....

http://seguimientoirregularidad.blogspot.com.es/2013/03/escandalo-de-la-presidenta-del.html

Venga, hombre, seamos serios. Lo del presidente Cobos ha sido solo la puntilla a un TC absolutamente politizado,descarado y pestilente.

Hominis Provecta dijo...
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