Juguemos con el siguiente
supuesto teórico. En una ciudad de doscientos mil habitantes se comete un
asesinato carente de toda excusa moral o jurídica. Para huir de la policía y
asegurarse impunidad, el criminal necesita mil euros, pongamos que para comprar
un billete de avión y desaparecer con total garantía de que no lo atraparán.
Alguien se dirige a todos y cada uno de los doscientos mil ciudadanos y les
pide que contribuyan con un céntimo de euro para que pueda el asesino comprar
el billete y fugarse. Por tanto, conseguirá su objetivo el asesino si hay cien
mil ciudadanos que aportan su céntimo. Cada ciudadano sabe que nadie le va a
acusar de complicidad, encubrimiento ni participación ninguna en el delito
habido y está perfectamente informado sobre el delito acaecido y quién fue su
autor. No existe, pues, engaño ni manipulación de ningún tipo, cada uno decide
con plena conciencia o total seguridad.
Preguntas respecto de cada sujeto individual que, en dichas condiciones,
aportó su céntimo:
a) ¿Estaría justificado que a cada uno de ellos lo tildáramos de
cómplice moral de la iniquidad sucedida y de su autor? No hablo de calificaciones
jurídicas, sino de calificaciones morales.
b) ¿Aceptaríamos que cualquiera de los que aportaron el céntimo adujera
que su responsabilidad moral es nula, dado que él es solo uno entre cien mil o que, al fin y al cabo, él
nada más que puso un céntimo y con un céntimo el malvado no iría a ninguna
parte?
c) ¿Consideraríamos racionalmente asumible o moralmente admisible que
alguno dijera que él aportó su céntimo sin real intención de que el criminal se
fugara, puesto que pensó que no llegaría a conseguir los mil euros que
necesitaba?
d) Imaginemos que en la peculiar colecta el delincuente acumuló mil cien
euros; es decir, que fueron ciento diez mil los parroquianos que regalaron un
céntimo. Uno de ellos se justifica diciendo que aunque él no hubiera donado su
céntimo, la huida del matón se habría consumado igualmente. ¿Exoneraríamos de
responsabilidad moral a ese ciudadano que así argumentara?
e) Uno de esos contribuyentes nos explica que él sabe perfectamente que
ha sido un asesinato en toda regla y que el ejecutor es un peligroso sicario,
pero que la víctima también era muy mala gente, un individuo sumamente odioso y
con un oscuro pasado a sus espaldas. ¿Estimamos que es una razón de peso para
que nos abstengamos de toda condena moral al que así razona sus motivos para
poner el céntimo?
f) Uno de los ciudadanos en cuestión nos indica que hace cuatro o cinco
años hubo un caso muy similar, que también entonces se solicitó a cada uno un
céntimo para que se librara el autor de otro asesinato y que también hubo
aportaciones suficientes para tal fin, pero que esa vez él no entregó el
céntimo. ¿Nos parecería que ese argumento en algo lo descarga de
responsabilidad moral en el caso que ahora valoramos?
g) Nuestro ciudadano aportador nos hace ver que él detesta el crimen y
es persona de orden y muy honesta, pero que si en esta oportunidad se animó a
regalar su céntimo fue por la
combinación de estas dos razones: una, que el asesinado era un indeseable que
había perjudicado mucho a la colectividad anteriormente y seguramente seguiría
igual si viviera; dos, que también el asesino es un mal tipo y que es bueno
para todos que, gracias a la contribución de los que como él le han pagado el
billete de avión, dicho individuo no vaya a regresar jamás ni a hacer más daño
aquí. ¿Nos parecen moralmente justificadoras esas razones y atenuamos nuestra
condena moral para este interlocutor?
Hasta ahí el cuestionario básico. Si ya hemos reflexionado un poquillo,
puede ser buen momento para que nos planteemos alguna pregunta más general:
¿consideramos que es sustancialmente diferente la responsabilidad política del
votante individual que su responsabilidad moral en tesituras como la descrita? Bajo
condiciones parejas a las del caso moral que hemos visto, y, por tanto, dando
por sentado que cada ciudadano conoce si los candidatos a los que vota son
honestos o no, ¿cabe que al elector que da su voto al que sabe deshonesto le
apliquemos reproches parecidos o debemos estimar que el comportamiento
electoral y político individual tiene que ser inmune a esa clase de juicios
morales?
8 comentarios:
No creo que quepar imputar responsabilidad de ningún tipo al votante sobre actos que no se han realizado, máxime en una relación donde la inexistencia de mandato imperativo significa precisamente la resposabilidad exclusiva del mandatario.
Gracias por su comentario, Anónimo.
Entonces, si entiendo bien, en caso de que mañana aquí concurriera a las elecciones Adolfo Hitler, resucitado y exhibiendo su currículum, y yo lo votara, no se me podría imputar ni siquiera responsabilidad moral, por eso del mandato imperativo y tal. ¿De verdad tendrá que ver el asunto técnico-jurídico del mandato imperativo o no con la responsabilidad moral de cada uno por sus acciones, incluida la acción de votar? Se me hace raro, pero a lo mejor tiene usted razón y soy yo el que se está volviendo un tiquismiquis. Pero que no vuelvan, si es así, a criticar a mi presencia a quienes votaron a Camps en Valencia y a tantos otros en otros lados. Les citaré su párrafo.
Saludos cordiales.
El problema es que has puesto un ejemplo excéntrico, ahora utilizas el argumento Golwin y rematas con Camps ( ve A. Espada en el sábado del a mundo, la justicia automática). Templanza e
Más bien quería incidir en el hecho de que las acciones del mal gobernante todavía no se han producido y son imprevisibles, precisamente por la ausencia del mandato imperativo. O, desde otro punto de vista, que el reproche moral al votante se haga depender de la sola voluntad del mandatario. Podría darse un supuesto contrario: el votante, sabedor de la deshonestidad de su candidato, ve defraudadas sus expectativas porque el mal futuro gobernante torna, súbitamente, en excelso estadista.
Estimados contertulios, les contesto a los dos a la vez, para ser breve. Puse un ejemplo así porque no quería usar ninguno real, a fin de que el problema teórico resaltara sobre el posible debate local y partidista. Pero ustedes captan que es fácil saltar a casos reales de responsabilidad moral de cada uno de los muchos que apoyan a un delincuente claro (piénsese en apoyos masivos y de obra a algún grupo terrorista) y de responsabilidad moral, en su caso, y política de los que votan a un candidato del que saben estas tres cosas con suficiente certeza o gran convicción: a) que ha delinquido previamente; b) que el voto mayoritario de alguna forma está legitimando al sujeto y lo que antes hizo; c) que, desde su cargo político nuevo seguirá delinquiendo muy probablemente. Puede tratarse de comportamientos de corrupción o puede tratarse, por ejemplo, de quienes hayan practicado o respalden el terrorismo, si bien el elemento político de estos últimos delitos introduce un factor que no tenía intención de tocar. Es cierto que si yo voto al candidato corrupto no tengo certeza de que vaya en el futuro a reincidir en esos comportamiento y que me puede "decepcionar". Pero difícilmente podré yo justificar moralmente mi voto aduciendo la posibilidad de ese comportamiento futuro "inesperado".
A mi texto subyacía otro elemento implícito y problemático: en el fondo quería referirme al voto a partidos o grupos con suficientes antecedentes delictivos o muy inmorales en muchos de sus líderes y candidatos. Imaginemos que existe el Partido de la Supremacía Masculina y que presenta como candidatos a varios sujetos de los que sabemos que se han dedicado a golpear y maltratar con convicción y saña a sus parejas femeninas. ¿Puedeo justificarme aludiendo a la esperanza de que sean mañana brillantes y eficaces estadistas?
Les agradezco muy sinceramente sus comentarios. Un saludo.
Los dos principlaes problemas que veo yo, complementarios entre sí, a la hora de proceder a esa imputación del votante, son, de un lado, que el propio proceso democrático se caracteriza por su naturaleza dialéctica en cuanto a los valores morales (es cierto que en casos extremos, donde peligran aquellos valores morales compartidos de forma mayoritaria, no cabe esta "eximente"); y de otro lado, que el desvalor moral puede variar en función de la perspectiva ética adoptada. En cuanto a esto último, he podido pecar de adoptar una óptica consecuencialista donde me resulta difícil apreciar ese nexo necesario entre el voto y las consecuancias, en la medida en que éstas no dependen de la voluntad de los electores. Quizás adoptando una óptica deontológica se alacanzaría dicho reproche moral, sin embargo no puedo dejar de pensar en el riesgo de imponer una suerte de "moral militante" a los ciudadanos. ¿Es acumulable el reproche moral al jurídico y al político? ¿O la responsabilidad jurídica o política absorben al moral -en una moral positivizada en normas escitas y consuetudinarias-, formando un sistema de prelación? Creo que los comportamientos más graves deben traen consigo una responsabilidad jurídica que delimite el juego de la responsabilidad moral. Hay que recordar que la legislación penal y de partidos prohíbe la existencia de determinados partidos -si bien se ha especialziado en aquéllos que persigan fines terroristas, la prohibición debería extenderse a cualquier organización política que persiga fines delictivos, cuestión que no puedo precisar porque no domino bien el tema-, con lo cuál se reducirían notablemente las hipótesis que nos planteamos.
Quienes votan a un candidato (que a la vista de los antecedentes puede ser) corrupto no lo hacen desde un posicionamiento absoluto, sino relativo. Generalmente lo defienden en un plano de conflicto entre dos o más (una de ellas la suya, la que ellos defienden) posibilidades y optan generalmente por la que consideran (de forma desacertada desde nuestra aséptica y distante valoración) un mal menor, o una necesidad imperfecta. Recuerdo por ejemplo que éste era el planteamiento de los votantes de Jesús Gil en Marbella, en donde el GIL acumulaba mayorías absolutas. Volviendo a tu ejemplo, se podría plantear un caso similar si los ciudadanos entregan el céntimo porque el "delincuente" ha acabado con la vida (homicidio) de un agresor sexual que tiene atemorizada a la población. Creo que tales ciudadanos actúan por lo general bajo la creencia (errónea) de estar haciendo lo mejor para el grupo por lo bien que lo hace el elegido (pasando a un segundo plano sus "defectos") o por lo mal que lo harían los otros (generalmente en base a experiencias pasadas). Creo que este deseo (de forma seguramente equivocada) de hacer "el bien" es lo que habría que valorar desde un punto de vista moral. En el plano jurídico penal, hablaríamos de un estado de necesidad (real o basado en un error de valoración); un conflicto entre dos bienes jurídicos, de tal manera que para salvar uno de valor igual (culpabilidad) o superior (antijuridicidad) es necesario sacrificar el otro.
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