24 febrero, 2015

Personas gramaticales. Por Francisco Sosa Wagner



Luego dicen los enteradillos que la gramática no sirve para nada. Ya no sigo el asunto pero me imagino que la habrán suprimido de los estudios de enseñanza secundaria por superflua y perturbadora de las mentes jóvenes y pletóricas de twites y facebuques. Desde luego me consta que a la filosofía la persiguieron durante años y ahora ya simplemente le han aplicado la pena de muerte o, al menos, el destierro a parajes bien alejados de la enseñanza. No vaya a ser que coadyuve a complicar las mentes de nuestros educandos y acaben exigiendo, cuando sean mayores, que, en el debate público, no se les engañe dándoles gato famélico por liebre lustrosa.

Debemos estos avances y felices hallazgos a las reformas impulsadas por los especialistas en Pedagogía, una disciplina que, bien mirado, debería sustituir a todas las demás: la geografía, las matemáticas... y por ahí de corrido. ¡El cetro para la pedagogía! podría ser una bandera creativa y reformadora, extirpadora de la planta trepadora de la ignorancia en las aulas.

Ahora, al volver a la Universidad, veo a mis jóvenes colegas asistiendo a unos cursos infames que se dan sobre métodos y otras zarandajas tan variadas como inútiles, indispensables para poder prosperar en la carrera académica. Y me acuerdo de lo que García de Enterría me dijo cuando me iniciaba yo a su lado hace muchos años en la docencia: “método, Paco, no hay más que el de Ogino y ya conoces sus resultados”.

Pero vuelvo a la gramática porque he perdido el hilo. Aunque les pese a quienes quieren acabar con su presencia, ella -la gramática- reclama su espacio y saca la cabeza como hacen esos muñecos de los ventrílocuos cuando se les quiere hacer enmudecer metiéndolos en el baúl donde dormitan sus soledades.

No se puede explicar de otra forma la actualidad que han cobrado las primeras personas del singular y del plural. Cuando todos las creíamos desterradas al lenguaje privado y las usábamos sin darles mayor importancia en las comunicaciones normales, de pronto han saltado al espacio público con maneras imperiales y con una resonancia de martillo pilón: “Yo soy Charlie”, “yo soy Alberto” “yo soy chivi” “yo soy friki”, “yo soy mi gominola” ...

Pues ¿y el plural?: “podemos”, “ganemos”, “silbemos”, hay otro que dice “somos” sin añadir nada, dando por supuesto lo que somos o dejándolo a la imaginación y a la facundia de los complementos: “el pueblo de dios”, “los mejores”, “gente vacilona”, “gallegos”, qué sé yo ...

Me parece bien este enjambre de palabras que buscan su gloria en un paraíso para inteligencias de bolsillo. Pero sirva esta sosería para echar una lagrimita y reivindicar vida para las otras personas gramaticales sepultadas en el olvido. Terminemos así dando una oportunidad a la segunda persona del plural: “sois gilipollas”. Amén.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que acertado estuvo el que dijo que el sentido del humor es signo de inteligencia.
"Piensa como piensan los sabios, mas habla como habla la gente sencilla" Aristóteles
Mariel

un amigo dijo...

El peligro gramatical no está uniformemente distribuido.
Con mucha diferencia, el verbo más peligroso del panorama es "ser".
Con igualmente fuerte diferencia, la persona más peligrosa es la primera del singular.
(Curiosamente, cuando enseñamos lenguas solemos empezar por ese verbo y por esa persona, lo cual indica qué verdes estamos en lo de gestión del riesgo).
"Yo soy", conjunción de ambos problemas, alcanza niveles fukushimianos... Pero bueno, en un tiempo gestionado por eslóganes, qué queremos...

Salud,