02 marzo, 2006

Mitos y vino. Por Francisco Sosa Wagner

En esta sociedad que nos agobia y nos aburre con sus lugares comunes, lo más entretenido es dedicarse a destruir mitos. Porque es bien claro que este -o sea,el mito- es una engañifa, un trampantojo y, por eso, ha de emplearse con ese ritual y esa voz en falsete que se gasta para invocar las palabras sagradas y misteriosas. Un poco como el dogma con el que comparte, si no familia, sí linaje. Los mitos son conformaciones del pasado recreadas al gusto del consumidor actual, a las que es inevitable rellenar con la crema pastelera de la inventiva y de la simplificación deformadora.
Por eso hay que destruirlos antes de que ellos nos destruyan a nosotros. Verbigracia, urge combatir la idea que se transmite de boca a boca según la cual el mayor autogobierno, la mayor descentralización, son sinónimos de progreso y traje para las modernas vestiduras de la historia. Sudando como estamos todo el día la reforma estatutaria, este mito puede hacer -está haciendo- estragos. Se impone cortarle el paso para pensar, cada uno por su cuenta, si esa ecuación es exacta o, por el contrario, se limita a reflejar ambiciones apremiantes de mangoneo. Como urgiría desarticular el mito de la autonomía universitaria pues es una coartada que trata de confundir la libertad universitaria con la autonomía corporativa de los propios universitarios. Un mito arrasador que ha hecho fortuna y que está produciendo una Universidad lugareña. Yo me dediqué hace poco a intentar desmontarlo, distinguiéndolo de los asuntos serios, es decir, de las libertades de investigación, de cátedra, etc, y lo hice en un libro de mucho mérito porque su autor, que era yo, sabía de antemano que el esfuerzo empleado de nada serviría. Como así ha ocurrido: no pasa un día en que a un responsable universitario no se le llene la boca invocando el sagrado talismán que no es sino la cáscara pudorosa del alegre afán de cacicazgo.
Con todo, combatir mitos es sano, regula la tensión arterial, elimina el colesterol malo e irriga el cerebro como una manguera pingüe. Ahora bien, hay mitos y mitos. Es decir, hay mitos que es conveniente no tocar porque destruirlos pondría en peligro certezas de mucha enjundia. Lo digo, a la vista del informe de unos sabios enólogos publicado en una revista de postín, según el cual no es cierto el adecuado maridaje entre el vino tinto y el queso. Como suena. ¿Cuántas veces no nos hemos puesto estupendos pidiendo un buen tinto de una cosecha eminente con un queso bien curado? Nos creíamos en el colmo de la exquisitez, en el meollo de las grandes combinaciones gastronómicas, y ahora resulta que tales tintos “reducen el bouquet de los taninos y también las notas de madera”. ¿Parece poco este efecto? Pues hay más porque “las proteínas del queso son culpables de enmascarar o envolver los componentes sápidos del vino”.
Todo esto, así de corrido y de sopetón. Cuando menos lo esperábamos, cuando seguíamos acunados en nuestras certidumbres idiotas y en nuestras presunciones de finos degustadores, de pronto, todo se derrumba y nos enseñan que el blanco “ayuda a deshacer el grano y a su paso limpia la boca de astringencias”. ¿Es esto creíble? ¿Se puede dar por concluida una tradición cultivada años y años? ¿Es posible que a un queso de los Picos le vaya un vino ¡dulce! como es costumbre entre los británicos? Pero ¿adónde iremos a parar? ¿no nos estarán preparando los imperialistas americanos para convencernos de que el jamón de Jabugo exige el acompañamiento de una coca - cola desteñida?
Se advertirá que estamos ante la destrucción de un mito que ha sido columna y arbotante de nuestra cultura. Sé que peco pero me voy a tomar un queso de Zamora con un blanco de Rueda sin mayor dilación.

3 comentarios:

IuRiSPRuDeNT dijo...

Pues vale. Que le aproveche. Yo ahora solo bebo tintorro y con queso amdremía como está. Nadie me habia dicho que fuera un mito, llegué a ello por ensayo error, me va mas, y tambien me va el godello me vuelve loco, ya ves el marisco me va con un buen godello nadie me lo inculcó, ni siquera lo vi.

Me sienta bien y punto. Tintorro y godello. Mañana lo mismo cambio. Pero a mi me va bien, ¿cual es la práctica? ¿Cuál el manual de las buenas constumbres? Me da igual eso lo dejo para mesa puesta y los demás. Escucho y disfrutare de los alagos sentidos, me reire de los prefabricados. Y ami que nadie me quite de saborear el vino como buenamente se y con un chester field despues para recordarlo, y pensar en la santisimas autonomías castellanos y leonesas con nuevo traje regional donde ha ido aprar el trajeregional de diario de mi querida abuela negro con mandil y pañoleta y velo de ir a misa (para mi es el único traje regional lo demás mamonadas) aparte de que nunca vi el traje regional castellano y leones y la junta lo ha creado dios mio en que siglo vivo. Hya no tengo bastante con que desfiguren el traje regional de mi abuela en las entrañas de mi memoria, por el timpico leones que ahora sacan el de la Junta.

Con respecto a la uni GAUDEMUS. Pena no tener un ancestro catedrático.

IuRiSPRuDeNT dijo...

Ah¡¡¡ Por cierto alguien a probado el cava a base de godello?

¿a que huelen las nubes?

Anónimo dijo...

Soy anónimo, "pero ya me conoces".
Lo que escandaliza al artículista es tan viejo como la borrachera de Noé. Procede por razonamiento práctico. Y así, sucedió que el abad de un convento riojano envió a su despensero a comprar una partida de vino con que proveer las secas gargantas de los monjes. Fuese el propio a un burgo cercano a cumplir con el encargo el día que era de mercado. De regreso al convento probó el abad la partida y fue como resultado que preguntole
- ¿Te lo dieron con queso?
- Así caté el vino que el mercader me ofrecía, respondió con sonrojo el despensero.
De la color de sus mejillas no era causa su natural rubicundez.
- Aprenderás para otra vez que no te lo den con queso.

De esta anécdota se infiera el origen de la expresión darle a uno cualquier cosa "con queso". Y asímismo, que el vino de regular paladar y hasta el mal vino no tanto mejora tomado con queso sino que es el gusto quien pierde con tomar queso su capacidad para discriminar sabores y apreciar sin mixturas que desnaturalicen potencias gustativas el buen vino.

Nada tengo contra el queso, pero cuenta la leyenda que Platón murió el único día de su vida que no probó vino. Del queso "feta" nada se refiere.
¡Salud!