21 marzo, 2006

Niñitos.

¿Cuánto hace que no tiene usted que comprarle un regalo a un sobrino pequeño? Si hace poco que se vio en tal tesitura, estará de acuerdo conmigo en que es tarea compleja donde las haya. Uno se mete en la mayor juguetería y va repasando estantería tras estantería: esto ya lo tiene, esto ya lo tiene, esto ya lo tiene. Total, gran fracaso. Sumado al miedo a que el niño se agarre el gran mosqueo si uno no le lleva lo que sea más actual, más de marca, más a la moda o más superguay. Así que de ahí pasa uno a la sección de electrónica y busca el último grito en videoconsolas o asuntos por el estilo. Y lo mismo, lo tiene todo salvo, quizá, el último modelo, cuatrocientos o quinientos euros de nada. Así que se llama al resto de los tíos y se acuerda comprar el juguetito entre varios. ¡Le hace tantísima ilusión al chavalín! Pues hecho, ya tiene lo ultimísimo con que seguir aburriéndose.
Navidades pasadas. Visita a amigos con niño de dos años. Realizados. Felices. Pletóricos. Hasta ahí, bien. Se apresuran a mostrar todo lo que los reyes le han dejado al pequeñajo. Han tenido que habilitar una habitación extra, pues en la del chavalín no cabía semejante despliegue. Hay de todo, está todo lo que habíamos visto unos días antes en los escaparates y en los anuncios. Y siempre la mamá o el papá en estos casos acaban por decir aquello de "y fíjate, ni mira pa ello. Lo que más le gusta es jugar con una pelota de trapo". Señal de que a esas alturas el crío aún conserva el buen sentido que a sus parientes les falta y que le harán perder a él de inmediato, movidos por sus propias ansiedades consumistas y competitivas.
Dentro de pocos años estos mocosos irán a un colegio muy bueno y tendrán muchas actividades extraescolares. Pero, salvo milagro, no se encariñarán con nada en particular. Seguirán prefiriendo la tele y chatear. Con suerte, a eso de los catorce se aficionarán a los juegos de rol, o divertimento para entonces equivalente. La mayoría ni eso. Un par de veces llegarán a casa con algún rasguño en las rodillas y los papás acudirán raudos al colegio para protestar ante la dirección y hacer ver en la siguiente reunión de la asociación de padres que es imprescindible poner suelos más mullidos y vigilar que los niños no jueguen a peleas. Acordarán que los recreos estén vigilados por guardas jurados que protejan a sus cielines de todo y, especialmente, de sí mismos.
Para cuando lleguen a la Universidad yo ya me habré tomado las de Villadiego, o estaré a punto. Manos mal. Y, aun así, se me va a hacer largo. Últimamente me desconcentro mucho durante mis clases. Es por culpa de la mirada de los/as muchachos/as. Son buenas personas la inmensa mayoría, noblotes a su manera. Sí, pero esa mirada... Mientras no acierte a describirla un día, no recuperaré el sosiego docente. Es una mirada velada, plana, distante, ajena. Es la mirada del hastío. Tienen en los ojos resaca de abundancias, somnolencia de indiferencias. Y no es su culpa, que conste. Los hicieron/hicimos así con muchísimo esfuerzo. Y en ello seguimos.
Por supuesto, hay grandes excepciones. Pero pocas.

3 comentarios:

IuRiSPRuDeNT dijo...

Vaya por dios¡¡¡ quien me mandaría leer el blogger hoy.

Yo que llevo desarrolando desde el domingo los instintos de ser tío por primera vez; que he quedado sumido de pronto en unas sensaciones estrañas... y parecía que era ayer cuando estabamos todos juntos... y cuan solo se va quedando uno etc etc... una ilusión renacida, pensado que regalarle si ropa de marca para quedar bien...

Me consuela¡¡¡ espero no ser el tío que contribuya a malcriar a la criatura. Pero no tengo laincertidumbre de si compensará ser el familiar gruñón y soso.

Anónimo dijo...

Estimado Iurisprudent,
ser el familiar gruñón y soso no compensa -y desgasta muchísimo-, ya se lo digo yo que ostento ese indecente título en lo que a caprichos y mimos de sobrino se refiere (lo ostento cuando me dejan: los padres te piden directamente lo que quieren para el niño, y hasta te dicen la marca y el precio).
Además no sirve para nada: hoy los padres (con alguna excepción) se vuelven tontos cuando se hacen padres, y verá usted como hasta su hermano/a más cuerdo, sobrio y racional, entontece (si Mendel no llegó a formularlo como ley fue porque se le pasó).
Le auguro tardes de domingo viendo en la televisión las seiscientas fotografías que los padres habrán sacado esa semana de su retoño; a usted le parecerán todas iguales... no está loco: lo son (sólo el avezado ojo paterno es capaz de distinguir una baba de otra).
(P.D.: el tono 'agresivo' del post se debe a que aún recuerdo reyes...)
Buen día (y que disfrute de su estrenada condición de tío, que más allá de todo esto, es muy guapo).

Juan Antonio García Amado dijo...

Enhorabuena, Iurisprudent, por esa condición de tío (¿tiedad?) recién adquirida. Y no sé preocupe, si juega con su sobrino y le cuenta buenos cuentos -de esos que usted sabe, sección aptos para menores- le querrá más que a ninguno y no le tomará por una simple filial de Cajaespaña.
Saludos cordiales.