Riiiiiing, riiiiiing, riiiiing (o pipipipipi, que no se sientan discriminados los móviles; el ring-ring era genérico). Una llamada sorprendente. Pero, espere, vamos a decidir primero cómo jugamos. Por de pronto, puede usted imaginar que la llamada es para usted mismo, o puede pensar cómo reaccionaría cualquiera de sus compañeros y conocidos, el que prefiera. O la que prefiera. De todos modos, yo, a efectos de estilo y tal, voy a suponer que es usted el destinatario. También voy a hacer como que el que llama y con usted se comunica es Rodríguez Zapatero, don José Luis, el Presidente de todos los españoles, que manda güevos con los españoles y en qué estarán pensando. Pero cabe que usted imagine que quien le habla es Rajoy, recién ungido Presidente. Ponga al que a usted le parezca más memo, más melón y menos presentable. ¿Que no sabe? Pues échelo a cara o cruz, pero deje ya de sabotearnos el juego con sus dudas.
Pues usted coge la llamada y, oh sorpresa, le dicen del otro lado que si es Fulano de Tal y que no se retire, que quiere conversar con usted el Presidente del Gobierno. De mano cree que es un bromazo, pero se le va esa sospecha porque como música de espera suena el himno nacional. Se le aflojan las piernas, menos mal que tiene un sillón al lado. Esos segundos se le hacen interminables y revisa los episodios cruciales de su vida, que pasan como ráfagas despendoladas, igual que dicen que sucede cuando uno se ve morir y no acaba.
Por fin, la voz al otro lado, bien conocida, templada, segura, firme:
- ¡Ceferino! Eres Ceferino, ¿verdad? ¿Ceferino Pontes?
- Montes, Ceferino Montes. -Lo has dicho con un hilo de voz. ¿Se puede corregir a un Presidente, y más por teléfono? ¿Qué importa que te cambie una letra? Pero ¿y si es una confusión y él quiere hablar con el señor Pontes? ¿Debiste añadir un “Señor”, o “a la orden” o “vuecencia” o algo?
- Eso, Montes. De Sigüenza, ¿no es cierto?
- Sí, Señor. Vivo en Sigüenza, aunque soy natural de Matalascañas. Mi padre era albañil y se vino con toda la familia cuando...
- Bien, bien, contigo quería hablar, Ceferino, precisamente contigo.
- Dígame, Señor, en lo que esté en mi mano...
- Qué señor ni qué señor, Ceferino, tutéame, hombre. A fin de cuentas, vamos a ser compañeros.
- ¿Compañeros, Señor?
- Bueno, Ceferino, al grano, que ando con un poco de prisa. Yo te llamaba para ofrecerte el Ministerio de Trabajo. Como lo oyes.
Notas húmedo el belfo, te pican las piernas, se te ha puesto como un pitido en el oído, pero no te atreves a cambiar el teléfono de lado. Además, los dedos de tu mano derecha se te han quedado agarrotados alrededor del aparato; alrededor del teléfono.
Es verdad que andabas un poco bajo de esperanzas. Para un topógrafo de cuarenta y siete años ya no es fácil encontrar trabajo, y más ahora, con el parón de la obra pública y con tanto lechuguino que va por las empresas exhibiendo másteres e idiomas. Como si hubiera que hablar mucho inglés para menear un teodolito o marcarse unos ángulos. Cinco meses ya en el paro y la familia que insiste en que tienes que moverte más y buscar contactos, y tú con ese desánimo, ese ahogo. Y ahora esto, una oferta en Madrid. La vida te da sorpresas, ay, Dios.
- Muchísimas gracias, Señor, y sepa que yo lo voto a usted siempre, y ahora más. Pero para preparar una oposición no sé si estaré a estas alturas, aunque, si es para trabajos de campo, tengo más experiencia que la mayor parte de los topógrafos funcionarios, eso se lo aseguro. Y más pundonor también si hay que quedarse una tarde o si llueve.
- No, Ceferino, creo que no me has entendido. Lo que te estoy ofreciendo es la cartera de Ministro, Ceferino, la cartera.
- ¿La cartera, Señor? ¿Para llevársela? ¿Como de ordenanza o así?
Gases, ahora suben gases por el pecho y la garganta, en el peor momento para regüeldos, cuando hay que tener la cabeza en su sitio y mostrar un respeto, además.
- Creo que vas a hacer buenas migas con los compañeros del Consejo, Ceferino, pues se te ve persona campechana y solidaria. Pero entiéndeme ya, hombre. Lo que te digo es que me gustaría que tú fueras el Ministro de Trabajo. No sé si sabes que..., este...., el que estaba hasta ahora..., este..., ¡Sánchez!, pues que a Sánchez se le casan dos hijas que tiene, que son gemelas y que se casan con dos primos, y lo deja. Deja el Ministerio para ocuparse de la boda y eso y porque dice que él ya no da más de sí y que, todo el día Ginebra para arriba, Ginebra para abajo, ya no se ve con fuerzas. Pero ya te digo que yo creo que es más que nada por lo de la boda y porque los dos chicos que se casan con sus crías, que son primos ellos, parece que están en paro y este..., Sánchez quiere mirar a ver si les pone un taller o algo; aunque, para colmo, dice que ellos no se llevan bien entre sí, pero que sus dos niñas son inseparables y entonces a ver cómo los mete a trabajar juntos sin que se arme el lío con las chicas.
Podrías seguirle la conversación contándole que un tío abuelo tuyo también tuvo gemelas que se casaron con dos del pueblo de al lado que eran amigos, pero uno de los maridos murió en la guerra, lo fusilaron los nacionales, como a su abuelo, y que luego ella se marchó a Alemania a servir y que allí se volvió a casar y ahora tiene un nieto que es catedrático en Frankfurt, crees, de Criminología o algo de eso. La otra no, la otra se quedó en el pueblo con el marido y allí murieron los dos sin separarse ni un día de la finca. Pero el Presidente te ha dicho que si quieres ser ministro, tú, ministro de Trabajo, porque lo deja Sánchez, y no consigues ponerle cara al tal Sánchez aunque seguro que lo has visto en la tele un ciento de veces o más, y tú por ganas pues sí, que se jodan todos, ahora de ministro, pero a ver cómo se responde, si es de mala educación soltar un sí quiero sin seguir el cuento de lo de las hijas de Sánchez o si vale más esperar a que el Presidente repita la oferta, pero igual se mosquea y piensa que eres tonto de capirote o que no tienes la ambición que se espera de un hombre de Estado.
- Pues sí, Señor, acepto, muchas gracias. Ya me dirá cuándo empiezo -Debe de ser la política, que te imbuye de aplomo y te dota de empuje, porque la voz te ha salido de dentro como si no fuera tuya, viril y decidida, para que luego ande la familia con que no sabes venirte arriba.
- Excelente, excelente. Muchas gracias por tu espíritu de servicio y por tu generosidad con España. No hace falta que te diga que vivimos momentos delicados, momentos en que debemos sustituir la euforia por la prudencia. Pero también te digo, querido, Constantino...
- Ceferino, Señor -Otra vez. Ya no eres tú: te impones, te haces valer. La próxima vez que los chavales se te pongan chulos en la mesa les vas a pegar dos hostias, vaya que sí. Y la madre que se calle, por la cuenta que le tiene.
- Eso, eso, Ceferino. Ceferino Pontes, ya lo he apuntado para que los del Gabinete de Comunicación pasen el dato a la prensa. Ceferino Pontes, de Sigüenza. Pues como te decía, Ceferino, lo peor ya ha pasado y según mis cálculos en cosa de un año volvemos a crear empleo neto y se acelera otra vez el peibé, como antes.
- Sí, eso creo yo también. -¿Y el Señor? ¿Ya no se dice Señor? ¿Qué transformación es esta? ¿Por qué te sientes tan estupendamente? Sí, eso es cierto, se ponga como se ponga, con este presidente hay para poco y en las altas esferas habrá que ir pensando en un buen relevo, alguien que conecte fácilmente con el pueblo.
Tapas un instante el auricular después de decir que un momentín, disculpe, y añadiste Señor porque una cosa es una cosa y otra es otra.
- ¡Luisa! ¡Luisa! ¡Dónde se habrá metido esa mujer! ¡Luisaaaaa! Ahora mismo, prepárame el maletín que nos regalaron en el Barklays y méteme unas mudas y la corbata de la boda de Rubén. Ya, rápido, luego te explico.
- Disculpe, Señor, es que estaba empezando a ordenar mis cosas para ponerme a su disposición.
- Muy bien, Cefe, muy bien. ¿Puedo llamarte Cefe? El lunes juras el cargo ante el Rey y el martes a currar como un campeón. Luego te llama la secretaria de Sánchez y te dice cómo está la agenda de la semana. Puede que tengas que ir a Ginebra. Si ves que te da corte por ser la primera vez, le damos un toque a Cándido y que te acompañe.
- Así se hará, señor.
- Hala, bien, bien, pero llámame José Luis.
- Vale.
- Bueno, pues lo dicho. Te dejo, que tengo llamada del oval.
Tardas en caer en la cuenta de que el Presidente se refería al Despacho Oval, el del Presidente norteamericano en la Casa Blanca. Llamada de Obama. Has andado algo lento, tenías que haberlo felicitado.
- ¡Luisa! ¡Luisa!, mira lo que me ha pasado! No te lo vas a creer.
Se lo cuentas a Luisa todo, con pelos y señales, la conversación, lo majo que estuvo José Luis, que lo del ministerio para ti es definitivo y que te va a llamar la secretaria para darte una agenda. Y Luisa va y pone puchero y se queda tristona y ni siquiera sale corriendo a llamar a su madre y a sus putos hermanos. ¡Mujeres!
FIN DE LA HISTORIA. Qué, ¿les gustó? Real como la vida misma. Le puede pasar a cualquiera (bueno, salvo que tenga un blog así). ¿Que no? Entonces, ¿cómo se imagina usted que fue lo de muchos de esos que están en el Gobierno ahora mismo? Iba a dar nombres, pero sólo me salen tías. Así que esos me los callo, me esfuerzo y se me ocurre que también Gabilondo, yo qué sé, o aquel tal Soria o el otro, este..., Bermejo.
Por último, tengo dos preguntas para usted, esta vez más en serio aún. No hace falta que me conteste aquí, pero sea sincero consigo mismo.
Una. Ponga que gobierna un tipejo que a usted le da cien patadas. A mi me pasa con éste y con la alternativa obligatoria, pero usted imagine al que quiera. Pero, ah, amigo, la llamada es para ofrecerle ministerio. ¿Aceptaría usted? Yo no, téngalo por seguro. Ya ve que no me corto en el blog, y si anduviera coquetón y fingiéndome deseable no zarandearía a los dueños del puti. Pero, ¿y usted? Sí, ¿verdad? Ay, so julandrón. Qué poco duran los principios en la casa del rico y cuán tenues se ponen las convicciones cuando pintan oros.
Pero mire, no se lo tome a mal, pues debe de haber mucha gente como usted. Si no, que nos expliquen cómo es posible que Zapatero todavía pueda formar gobiernos, cuando ya nadie se engaña y cualquiera, hasta el más torpe, sabe de sobra que es un tontaina mentiroso y con mala baba. Y, por las mismas, en cuanto el otro gane obligatoriamente dentro de dos años, gracias al voto útil de gente como usted, que esa es otra -y discúlpeme si lo sigo increpando, pero es que hoy me tiene usted contento-, habrá cola para ser ministro con él, pese a que no se sabe si piensa o dormita o si sube o baja, como unos de un sitio que no se puede decir porque es ofender a una nación y entonces se nos empinan para autodeterminarse.
Dos. Y, siendo cierto e indiscutible lo anterior, es decir, que por un cargo la gente pierde el culo y lo que le pidan, viene ahora la siguiente cuestión: cuántos de esos que van hoy en día de puretas y que mira qué moral cristiana calzo o fíjate cómo me sale la progresía por el foulard de Versace, cuántos de ésos si de pronto hubiera un maldito golpe de Estado -no lo quieran los dioses- y viniera otro Franco embustero, se pondrían en las esquinas con la mini de cuero y el bolso de fantasía, perfectamente listos para soltar aquello de hágase en mí según tu palabra, Paco.
Hablando en plata: la mitad de los que ahora mismo están tan dispuestos a ser ministros o secretarios de Estado lo estarían igual con un dictadorzuelo, pues lo que les va es el sexo de pago y por la parte de recibir, no el amor romántico. En política, aquí, los romanticismos ya sólo quedan para cuatro mataos como este que les escribe y que piensa que mecagoenlosmuertos de la polis y en las entrañas de la nación y que cuánta falta hace que nos suba la moral. En el sentido de la ética, también y sobre todo.
Pues usted coge la llamada y, oh sorpresa, le dicen del otro lado que si es Fulano de Tal y que no se retire, que quiere conversar con usted el Presidente del Gobierno. De mano cree que es un bromazo, pero se le va esa sospecha porque como música de espera suena el himno nacional. Se le aflojan las piernas, menos mal que tiene un sillón al lado. Esos segundos se le hacen interminables y revisa los episodios cruciales de su vida, que pasan como ráfagas despendoladas, igual que dicen que sucede cuando uno se ve morir y no acaba.
Por fin, la voz al otro lado, bien conocida, templada, segura, firme:
- ¡Ceferino! Eres Ceferino, ¿verdad? ¿Ceferino Pontes?
- Montes, Ceferino Montes. -Lo has dicho con un hilo de voz. ¿Se puede corregir a un Presidente, y más por teléfono? ¿Qué importa que te cambie una letra? Pero ¿y si es una confusión y él quiere hablar con el señor Pontes? ¿Debiste añadir un “Señor”, o “a la orden” o “vuecencia” o algo?
- Eso, Montes. De Sigüenza, ¿no es cierto?
- Sí, Señor. Vivo en Sigüenza, aunque soy natural de Matalascañas. Mi padre era albañil y se vino con toda la familia cuando...
- Bien, bien, contigo quería hablar, Ceferino, precisamente contigo.
- Dígame, Señor, en lo que esté en mi mano...
- Qué señor ni qué señor, Ceferino, tutéame, hombre. A fin de cuentas, vamos a ser compañeros.
- ¿Compañeros, Señor?
- Bueno, Ceferino, al grano, que ando con un poco de prisa. Yo te llamaba para ofrecerte el Ministerio de Trabajo. Como lo oyes.
Notas húmedo el belfo, te pican las piernas, se te ha puesto como un pitido en el oído, pero no te atreves a cambiar el teléfono de lado. Además, los dedos de tu mano derecha se te han quedado agarrotados alrededor del aparato; alrededor del teléfono.
Es verdad que andabas un poco bajo de esperanzas. Para un topógrafo de cuarenta y siete años ya no es fácil encontrar trabajo, y más ahora, con el parón de la obra pública y con tanto lechuguino que va por las empresas exhibiendo másteres e idiomas. Como si hubiera que hablar mucho inglés para menear un teodolito o marcarse unos ángulos. Cinco meses ya en el paro y la familia que insiste en que tienes que moverte más y buscar contactos, y tú con ese desánimo, ese ahogo. Y ahora esto, una oferta en Madrid. La vida te da sorpresas, ay, Dios.
- Muchísimas gracias, Señor, y sepa que yo lo voto a usted siempre, y ahora más. Pero para preparar una oposición no sé si estaré a estas alturas, aunque, si es para trabajos de campo, tengo más experiencia que la mayor parte de los topógrafos funcionarios, eso se lo aseguro. Y más pundonor también si hay que quedarse una tarde o si llueve.
- No, Ceferino, creo que no me has entendido. Lo que te estoy ofreciendo es la cartera de Ministro, Ceferino, la cartera.
- ¿La cartera, Señor? ¿Para llevársela? ¿Como de ordenanza o así?
Gases, ahora suben gases por el pecho y la garganta, en el peor momento para regüeldos, cuando hay que tener la cabeza en su sitio y mostrar un respeto, además.
- Creo que vas a hacer buenas migas con los compañeros del Consejo, Ceferino, pues se te ve persona campechana y solidaria. Pero entiéndeme ya, hombre. Lo que te digo es que me gustaría que tú fueras el Ministro de Trabajo. No sé si sabes que..., este...., el que estaba hasta ahora..., este..., ¡Sánchez!, pues que a Sánchez se le casan dos hijas que tiene, que son gemelas y que se casan con dos primos, y lo deja. Deja el Ministerio para ocuparse de la boda y eso y porque dice que él ya no da más de sí y que, todo el día Ginebra para arriba, Ginebra para abajo, ya no se ve con fuerzas. Pero ya te digo que yo creo que es más que nada por lo de la boda y porque los dos chicos que se casan con sus crías, que son primos ellos, parece que están en paro y este..., Sánchez quiere mirar a ver si les pone un taller o algo; aunque, para colmo, dice que ellos no se llevan bien entre sí, pero que sus dos niñas son inseparables y entonces a ver cómo los mete a trabajar juntos sin que se arme el lío con las chicas.
Podrías seguirle la conversación contándole que un tío abuelo tuyo también tuvo gemelas que se casaron con dos del pueblo de al lado que eran amigos, pero uno de los maridos murió en la guerra, lo fusilaron los nacionales, como a su abuelo, y que luego ella se marchó a Alemania a servir y que allí se volvió a casar y ahora tiene un nieto que es catedrático en Frankfurt, crees, de Criminología o algo de eso. La otra no, la otra se quedó en el pueblo con el marido y allí murieron los dos sin separarse ni un día de la finca. Pero el Presidente te ha dicho que si quieres ser ministro, tú, ministro de Trabajo, porque lo deja Sánchez, y no consigues ponerle cara al tal Sánchez aunque seguro que lo has visto en la tele un ciento de veces o más, y tú por ganas pues sí, que se jodan todos, ahora de ministro, pero a ver cómo se responde, si es de mala educación soltar un sí quiero sin seguir el cuento de lo de las hijas de Sánchez o si vale más esperar a que el Presidente repita la oferta, pero igual se mosquea y piensa que eres tonto de capirote o que no tienes la ambición que se espera de un hombre de Estado.
- Pues sí, Señor, acepto, muchas gracias. Ya me dirá cuándo empiezo -Debe de ser la política, que te imbuye de aplomo y te dota de empuje, porque la voz te ha salido de dentro como si no fuera tuya, viril y decidida, para que luego ande la familia con que no sabes venirte arriba.
- Excelente, excelente. Muchas gracias por tu espíritu de servicio y por tu generosidad con España. No hace falta que te diga que vivimos momentos delicados, momentos en que debemos sustituir la euforia por la prudencia. Pero también te digo, querido, Constantino...
- Ceferino, Señor -Otra vez. Ya no eres tú: te impones, te haces valer. La próxima vez que los chavales se te pongan chulos en la mesa les vas a pegar dos hostias, vaya que sí. Y la madre que se calle, por la cuenta que le tiene.
- Eso, eso, Ceferino. Ceferino Pontes, ya lo he apuntado para que los del Gabinete de Comunicación pasen el dato a la prensa. Ceferino Pontes, de Sigüenza. Pues como te decía, Ceferino, lo peor ya ha pasado y según mis cálculos en cosa de un año volvemos a crear empleo neto y se acelera otra vez el peibé, como antes.
- Sí, eso creo yo también. -¿Y el Señor? ¿Ya no se dice Señor? ¿Qué transformación es esta? ¿Por qué te sientes tan estupendamente? Sí, eso es cierto, se ponga como se ponga, con este presidente hay para poco y en las altas esferas habrá que ir pensando en un buen relevo, alguien que conecte fácilmente con el pueblo.
Tapas un instante el auricular después de decir que un momentín, disculpe, y añadiste Señor porque una cosa es una cosa y otra es otra.
- ¡Luisa! ¡Luisa! ¡Dónde se habrá metido esa mujer! ¡Luisaaaaa! Ahora mismo, prepárame el maletín que nos regalaron en el Barklays y méteme unas mudas y la corbata de la boda de Rubén. Ya, rápido, luego te explico.
- Disculpe, Señor, es que estaba empezando a ordenar mis cosas para ponerme a su disposición.
- Muy bien, Cefe, muy bien. ¿Puedo llamarte Cefe? El lunes juras el cargo ante el Rey y el martes a currar como un campeón. Luego te llama la secretaria de Sánchez y te dice cómo está la agenda de la semana. Puede que tengas que ir a Ginebra. Si ves que te da corte por ser la primera vez, le damos un toque a Cándido y que te acompañe.
- Así se hará, señor.
- Hala, bien, bien, pero llámame José Luis.
- Vale.
- Bueno, pues lo dicho. Te dejo, que tengo llamada del oval.
Tardas en caer en la cuenta de que el Presidente se refería al Despacho Oval, el del Presidente norteamericano en la Casa Blanca. Llamada de Obama. Has andado algo lento, tenías que haberlo felicitado.
- ¡Luisa! ¡Luisa!, mira lo que me ha pasado! No te lo vas a creer.
Se lo cuentas a Luisa todo, con pelos y señales, la conversación, lo majo que estuvo José Luis, que lo del ministerio para ti es definitivo y que te va a llamar la secretaria para darte una agenda. Y Luisa va y pone puchero y se queda tristona y ni siquiera sale corriendo a llamar a su madre y a sus putos hermanos. ¡Mujeres!
FIN DE LA HISTORIA. Qué, ¿les gustó? Real como la vida misma. Le puede pasar a cualquiera (bueno, salvo que tenga un blog así). ¿Que no? Entonces, ¿cómo se imagina usted que fue lo de muchos de esos que están en el Gobierno ahora mismo? Iba a dar nombres, pero sólo me salen tías. Así que esos me los callo, me esfuerzo y se me ocurre que también Gabilondo, yo qué sé, o aquel tal Soria o el otro, este..., Bermejo.
Por último, tengo dos preguntas para usted, esta vez más en serio aún. No hace falta que me conteste aquí, pero sea sincero consigo mismo.
Una. Ponga que gobierna un tipejo que a usted le da cien patadas. A mi me pasa con éste y con la alternativa obligatoria, pero usted imagine al que quiera. Pero, ah, amigo, la llamada es para ofrecerle ministerio. ¿Aceptaría usted? Yo no, téngalo por seguro. Ya ve que no me corto en el blog, y si anduviera coquetón y fingiéndome deseable no zarandearía a los dueños del puti. Pero, ¿y usted? Sí, ¿verdad? Ay, so julandrón. Qué poco duran los principios en la casa del rico y cuán tenues se ponen las convicciones cuando pintan oros.
Pero mire, no se lo tome a mal, pues debe de haber mucha gente como usted. Si no, que nos expliquen cómo es posible que Zapatero todavía pueda formar gobiernos, cuando ya nadie se engaña y cualquiera, hasta el más torpe, sabe de sobra que es un tontaina mentiroso y con mala baba. Y, por las mismas, en cuanto el otro gane obligatoriamente dentro de dos años, gracias al voto útil de gente como usted, que esa es otra -y discúlpeme si lo sigo increpando, pero es que hoy me tiene usted contento-, habrá cola para ser ministro con él, pese a que no se sabe si piensa o dormita o si sube o baja, como unos de un sitio que no se puede decir porque es ofender a una nación y entonces se nos empinan para autodeterminarse.
Dos. Y, siendo cierto e indiscutible lo anterior, es decir, que por un cargo la gente pierde el culo y lo que le pidan, viene ahora la siguiente cuestión: cuántos de esos que van hoy en día de puretas y que mira qué moral cristiana calzo o fíjate cómo me sale la progresía por el foulard de Versace, cuántos de ésos si de pronto hubiera un maldito golpe de Estado -no lo quieran los dioses- y viniera otro Franco embustero, se pondrían en las esquinas con la mini de cuero y el bolso de fantasía, perfectamente listos para soltar aquello de hágase en mí según tu palabra, Paco.
Hablando en plata: la mitad de los que ahora mismo están tan dispuestos a ser ministros o secretarios de Estado lo estarían igual con un dictadorzuelo, pues lo que les va es el sexo de pago y por la parte de recibir, no el amor romántico. En política, aquí, los romanticismos ya sólo quedan para cuatro mataos como este que les escribe y que piensa que mecagoenlosmuertos de la polis y en las entrañas de la nación y que cuánta falta hace que nos suba la moral. En el sentido de la ética, también y sobre todo.
4 comentarios:
Profesor, perdone que insista en el asunto pero cuanto más vueltas le doy en la cabeza más vergonzante me parece y necesito alguna explicación suya por breve que sea.
Me refiero al tema de los 3 millones de alemanes muertos por los "aliados" en el periodo 1945-49, la inmensa mayoría en los campos de exterminio o en los Gulags comunistas.
Y de las más de 250.000 mujeres que tuvieron hijos fruto de violaciones.
No es posible que profesores ilustres como Vd, Miguel Díaz, Dopico y otros menos ilustres como Ante hayan estado en Alemania y ni oyeran hablar del tema o al menos, se lo callen.
Si se lo han callado es imperdonable y si no lo sabían es que una de dos, o no salían de la facultad y su contacto con el país se refirió a estudio intensivo o son tan parciales en sus apreciaciones (en este aspecto me refiero)que el calificativo a imponer sería 0 en Sociología.
Claro, si resulta ser que Austchwitz , Dachau y Cía fueron habitadas después de finalizada la guerra por alemanes ¿cómo sabemos realmente lo que allí hay de alemanes y lo que hay de judíos?
¿Cómo es posible que un genocidio de 3 millones de persones acreditado no suscite ahora mismo denuncias sin fin y memorias históricas, etc...
Es triste pero tengo que reconocer que incluso mentes preclaras en ocasiones discriminan de forma indignante.
ahh
Pues, estimado RF, sólo puedo decirle que los asesinatos que cometieran los otros también son reprobables. Es rigurosamente cierto que algunas masacres de los aliados se taparon durante mucho tiempo, y que barbaridades como las que cometieron los rusos en Alemania y Polinia tardaron mucho en ser conocidas con certeza. Creo que en la rigurosa exposición histórica de excesos de los aliados han sido pioneros algunos libros sobre el bombardeo de Dresden, por ejemplo. Ensañamiento puro. Por qué la propia historiografía alemana cayó tanto tiempo y por qué tantas cosas tardaron tanto en saberse con rigor histórico, es asunto interesantísimo sobre el que habría que ponerse a reflexionar y hacer hipótesis.
El libro que usted mencionaba el otro día ya lo había visto citado en algún lado y voy a ver si lo consigo y lo leo.
Poco más puedo decirle. De sobra sabe que no voy a salir con una nueva versión del negacionismo, esta vez para afirmar que los crímenes imputados americanos, ingleses o rusos son falsos. y también sabe usted, buen estudioso de las falacias, que el tu quoque aquí no debe colar.
Saludos cordiales.
jajajaja, vaya tela. Pues si esa llamada pudiese darse yo aceptaría sin reservas, hombre; con el paro que hay. Pero si la llamada la hace uno de los mios, con el paro que hay si la llamada viniese de los otros, pues ya nos las arreglaríamos de otra manera. Pero si que tienes imaginación, aunque casos de esos de han dado. Aido, creo que fue poco menos que eso y ¿nuestra princesita? que mona ella, una llamadita de nuestro principito anacronico y no sabemos si "medioútil" y listo el asunto..
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