(Se publicará mañana en El Mundo de León)
Hace un par de semanas saltó una noticia curiosa y desternillante: un parlamentario inglés, del Partido Conservador, descubrió por la prensa que su mujer se prostituía en un club, tan tranquilamente. Llevaba tiempo conciliando la vida familiar y laboral de esa guisa. Un periodista se infiltró en el local, haciéndose pasar por cliente de toda la vida, y la señora le cantó las tarifas en bolas y le explicó que le encantaba el oficio porque se conocía a mucha gente y se pasaban buenos ratos. Cuando al cariacontecido marido le preguntaron, exclamó que menuda sorpresa y que nunca lo hubiera imaginado, con lo ordenada y formal que parecía en casa. Contaban siete años de vida conyugal.
Parece increíble, ¿verdad? Bueno, pues a lo mejor no deberíamos extrañarnos tanto. No quiero insinuar que a ninguno de nosotros (y nosotras) nos la den con queso de tal manera, pero quizá nos la están pegando con tanto o más descaro en otros órdenes de la vida. Por ejemplo, ¿se ha parado usted a pensar quiénes serán y a qué dedicarán el tiempo libre esos ciudadanos y ciudadanas a los que usted cada cuatro años vota, medio a ciegas, para diputados, senadores y concejales? ¿Qué sabe de ellos? ¿Recuerda siquiera el nombre de alguno? ¿Conoce sus oficios o sabe de qué vivían antes? Y, después de que han tomado posesión de su cargo, ¿les ha seguido usted la pista o se ha fijado si se compran coches caros o casas lujosas, o si andan por ahí al anochecer con ropa de cuero y meneando las caderas ante algún constructor juguetón?
A lo mejor el señor inglés no da importancia a las virtudes conyugales o a la confianza dentro de la familia, igual que usted no cree en la democracia ni piensa que sea relevante saber a quién se vota y cómo se nos representa. O quizá el matrimonio aquel no era más que un arreglo de conveniencia y lo suyo con el partido al que apoya en las urnas no es sino una forma de ganarse un bocadillo o de hacerle la pelota a algún cacique de barrio. Pero si creemos que al matrimonio se va por amor y a votar se acude para defender democráticamente ideas serias, tendremos que ser más cuidadosos y no echarnos en brazos del primero que nos jure gustirrinín. Porque luego miren lo que pasa.
Parece increíble, ¿verdad? Bueno, pues a lo mejor no deberíamos extrañarnos tanto. No quiero insinuar que a ninguno de nosotros (y nosotras) nos la den con queso de tal manera, pero quizá nos la están pegando con tanto o más descaro en otros órdenes de la vida. Por ejemplo, ¿se ha parado usted a pensar quiénes serán y a qué dedicarán el tiempo libre esos ciudadanos y ciudadanas a los que usted cada cuatro años vota, medio a ciegas, para diputados, senadores y concejales? ¿Qué sabe de ellos? ¿Recuerda siquiera el nombre de alguno? ¿Conoce sus oficios o sabe de qué vivían antes? Y, después de que han tomado posesión de su cargo, ¿les ha seguido usted la pista o se ha fijado si se compran coches caros o casas lujosas, o si andan por ahí al anochecer con ropa de cuero y meneando las caderas ante algún constructor juguetón?
A lo mejor el señor inglés no da importancia a las virtudes conyugales o a la confianza dentro de la familia, igual que usted no cree en la democracia ni piensa que sea relevante saber a quién se vota y cómo se nos representa. O quizá el matrimonio aquel no era más que un arreglo de conveniencia y lo suyo con el partido al que apoya en las urnas no es sino una forma de ganarse un bocadillo o de hacerle la pelota a algún cacique de barrio. Pero si creemos que al matrimonio se va por amor y a votar se acude para defender democráticamente ideas serias, tendremos que ser más cuidadosos y no echarnos en brazos del primero que nos jure gustirrinín. Porque luego miren lo que pasa.
1 comentario:
La realidad supera la ficción. Y el matrimonio de siete años, es lo que tiene estar demasiado absorvido por el trabajo..jaja.pobre.¿como pudo sostener esa doble vida durante tanto tiempo? vaya tela. En cuanto a lo del voto, pues si tienes razón. Pero este país solo hay dos partidos con opciones reales de gobernar y eso hace que a ciegas votemos.Una vez en el poder son casi iguales todos, con pequeñas diferencias...claro. Les votamos por esas pequeñas diferencias.
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