Ser, estar. To be or not to be y todo eso. A mí me sorprende mucho más por la parte del estar, el estar de la gente: es estar ahí. Dasein, da-sein de salita, el estar ahí, en la salita de estar. Tremendo. Según los pones -o se ponen ellos mismos siguiendo la llamada del sillón, derecho natural en Estado puro-, ahí se quedan. Luchando contra el tiempo. Sein und Zeit. Prodigio, creo que acabo de entender a Heidegger por primera vez, albricias. Era estar y tiempo; concretamente, estar en la salita mucho tiempo, todo el que haga falta.
La existencia, en efecto, es una lucha contra el tiempo. Todo fluye, pero hacia el sofá, abismo terminal, non plus ultra. Los que andan con prisa y tocados por el estrés viven un tiempo maravilloso, sin peso, tiempo sin peso porque pasa. Lo duro es lo de los otros, los del tiempo lento. Sein und Zeit seguro que era una marca de sofás en la Selva Negra antes de que Martin se hiciera rector. A lo mejor hasta tuvo en uno de ellos algún encuentro con la Hannah. Luego le llegaría el muermo y se quedaría a verlas venir, a estar pasando el tiempo. Como éstos. El tiempo les pasa gota a gota, todo el rato. Monótono, largo. Están por estar, haciendo tiempo hasta que no estén. La galvana existencial, sobre eso habría escrito Martin cosas bien difíciles si hubiera sido de Huelva, pongamos por caso.
Menos mal que está la tele, Sein es estado puro, reines Sein. Así tenemos con quien hablar. No sé, hace un rato me asomé y estaban allí y dialogaban con una pantalla donde aparecía una que se llamaba Carmen Lomana y un diseñador que me parece que respondía por Gabino. Apunté los nombres para que no se me fueran, pues muchas veces se me pasa el tiempo y con él los datos que, así, a velocidad, parecen intrascendentes, pero que si te quedas muy quieto en plan zen de armar tú mismo, adquieren su relevancia. Cuando el tiempo no pasa permaneces tú colgado de un detalle, aquel. Se hace importante para ti el detalle eterno, que si mira el torero, que si fíjate en la actriz, que si tengo un agujero en el calcetín o yo qué sé. Yo no lo sé porque no tengo tiempo, no vivo tanto como ellos, no le saco punta al momento único, a mí no me da de sí.
Al rato volví, por mi reloj habían transcurrido dos horas. Por el suyo no. Estaban allí y sus culos ya se habían hecho a la forma del asiento. Les sentaba muy bien la postura, sería por eso y por el tiempo que llevaban ensayándola. A Heráclito le habría dado un síncope al comprobar que él no tenía razón. Será porque en su tiempo no había tele y porque no se había inventado la salita de estar burguesa para los proletarios, que es como un túnel del tiempo pero para no moverse a ninguna época más incómoda que el ahora mismo y conservarse así, idéntico y como que por ti no pasan los años a no ser que se vaya la luz y haga falta levantarse a mover la clavija para que la tele te vuelva a congelar en aquella postura, antes de que el sillón te eche de menos y de que alguna pelandusca de la farándula intemporal salga de la pantalla a decirte que se siente sola y que dónde te has ido, bribón, que te haces viejo si te mueves y que estate quieto, no vayas a madurar.
Llegará un día en que las estatuas de las avenidas grandes se bajen de los pedestales y los bustos de los parques se busquen unas ruedecitas para ponerse a andar y que, aburridos y curiosos, se asomen a las ventanas y trepen pesadamente por las terrazas y vean a los ciudadanos sincrónicos atados a los sofás igual que se quedan los perros pegados cuando copulan. Y se irán las estatuas a navegar, ellas solas, y se tornarán mayores y morirán dichosas.
La existencia, en efecto, es una lucha contra el tiempo. Todo fluye, pero hacia el sofá, abismo terminal, non plus ultra. Los que andan con prisa y tocados por el estrés viven un tiempo maravilloso, sin peso, tiempo sin peso porque pasa. Lo duro es lo de los otros, los del tiempo lento. Sein und Zeit seguro que era una marca de sofás en la Selva Negra antes de que Martin se hiciera rector. A lo mejor hasta tuvo en uno de ellos algún encuentro con la Hannah. Luego le llegaría el muermo y se quedaría a verlas venir, a estar pasando el tiempo. Como éstos. El tiempo les pasa gota a gota, todo el rato. Monótono, largo. Están por estar, haciendo tiempo hasta que no estén. La galvana existencial, sobre eso habría escrito Martin cosas bien difíciles si hubiera sido de Huelva, pongamos por caso.
Menos mal que está la tele, Sein es estado puro, reines Sein. Así tenemos con quien hablar. No sé, hace un rato me asomé y estaban allí y dialogaban con una pantalla donde aparecía una que se llamaba Carmen Lomana y un diseñador que me parece que respondía por Gabino. Apunté los nombres para que no se me fueran, pues muchas veces se me pasa el tiempo y con él los datos que, así, a velocidad, parecen intrascendentes, pero que si te quedas muy quieto en plan zen de armar tú mismo, adquieren su relevancia. Cuando el tiempo no pasa permaneces tú colgado de un detalle, aquel. Se hace importante para ti el detalle eterno, que si mira el torero, que si fíjate en la actriz, que si tengo un agujero en el calcetín o yo qué sé. Yo no lo sé porque no tengo tiempo, no vivo tanto como ellos, no le saco punta al momento único, a mí no me da de sí.
Al rato volví, por mi reloj habían transcurrido dos horas. Por el suyo no. Estaban allí y sus culos ya se habían hecho a la forma del asiento. Les sentaba muy bien la postura, sería por eso y por el tiempo que llevaban ensayándola. A Heráclito le habría dado un síncope al comprobar que él no tenía razón. Será porque en su tiempo no había tele y porque no se había inventado la salita de estar burguesa para los proletarios, que es como un túnel del tiempo pero para no moverse a ninguna época más incómoda que el ahora mismo y conservarse así, idéntico y como que por ti no pasan los años a no ser que se vaya la luz y haga falta levantarse a mover la clavija para que la tele te vuelva a congelar en aquella postura, antes de que el sillón te eche de menos y de que alguna pelandusca de la farándula intemporal salga de la pantalla a decirte que se siente sola y que dónde te has ido, bribón, que te haces viejo si te mueves y que estate quieto, no vayas a madurar.
Llegará un día en que las estatuas de las avenidas grandes se bajen de los pedestales y los bustos de los parques se busquen unas ruedecitas para ponerse a andar y que, aburridos y curiosos, se asomen a las ventanas y trepen pesadamente por las terrazas y vean a los ciudadanos sincrónicos atados a los sofás igual que se quedan los perros pegados cuando copulan. Y se irán las estatuas a navegar, ellas solas, y se tornarán mayores y morirán dichosas.
2 comentarios:
El tiempo pasa a velocidad de vértigo, yo ni me doy cuenta. Y no siento que pase por mi, mi edad real no es la que refleja mi dni.Quisiera poder controlar el paso del tiempo, que fuese más despacio.Pero no, pasa deprisa y muchos estamos tan atareados sin darnos cuenta de que el tiempo se va y de que no vuelve. No volverá jamás. Un día estaba en un restaurante con mi padre y había unas parejas de viejillos en la mesa de al lado. Estaban alegres y animados. Y por no se que historia comenzamos a hablar. Una de las "viejas" decía si volviese a ser más joven, le gustaría volver a tener 35. A mi 35 me pareció un montón, por que no ya que la elección era ficticia no elegía 20? Pero ella prefería 35. Así que luego cuando se dio la ocasión que saliese el tema con otras personas mayores les pregunté y tampoco volverían a los 20. Entre los 30 y 40 es la edad en la que se plantarían. Y todos añoraban.Y la mayoría andamos deprisa, haciendo un montón de cosas para el futuro,un futuro que a veces llega y otras se queda en nada; y mientras el tiempo pasa. Pasa sin piedad.Así que tu teoría solo vale para los pensionistas, amas de casa o vete tú a saber..Pero para tu entorno no vale tu teoría y para el mío tampoco. Tiempo fugaz a velocidad de vértigo, sin piedad y sin posibilidad de vuelta atrás.
BUENÍSIMO, querido Toño.
Abrazos zombis,
J.
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