25 octubre, 2010

Nuestro hombre en Helsinki (7). Por Fernando Losada

¡A los buenos días!

Supongo que tengo que disculparme de nuevo por la desconexión de las últimas semanas. Lo cierto es que estoy en plena temporada alta de trabajo y se me acumulan las tareas, así que me he dado un plazo de media horita para describiros algunas estampas de estas tierras que me han llamado la atención. Treinta minutos y de vuelta al curro, así que me pongo a ello, aunque no sin antes abordar la primera polémica. Sí, porque a la vista del título, muchos os preguntaréis dónde están los archivos .jpg (las "fotos", mamá) que parece prometer. Y pese a que algunos me habéis sugerido completar (¿adornar?) con imágenes estos reports, yo prefiero mantenerme aferrado a la palabra y, por tanto, a vuestra imaginación de lectores. Creo que por lo que a relatos de viajes se refiere, no hay imagen más poderosa que la que nos creamos nosotros mismos leyendo, así que de momento toca clavar la vista en la pantalla del ordenador y dejar volar lamente hasta el norte de Europa, donde de momento los días de cielo claro y despejado son, pese al frío, de lo más disfrutables. ¿Estáis ubicados? Entonces empecemos...

Estampa # 1: Cochecitos de bebé

La primera imagen que os quiero describir es la que veo cada vez que subo las escaleras de mi edificio. En la entrada hay tres cochecitos, y en cada piso por el que uno va subiendo se topa con más a la puerta de cada casa. Y en los descansillos entre los distintos tramos de escalera. Y no sólo eso, sino que también hay algún patinete que otro. A los sureños esto nos llama la atención por múltiples motivos. En primer lugar, por la tasa de natalidad que parece implicar tanto cochecito. La percepción que hasta ahora tengo es que aquí la gente se casa muy joven (en torno a los 25) y a esa edad tienen ya sus hijos. Siempre hay excepciones, y en el mundo de la universidad más, pero lo cierto es que incluso entre la gente de mi todavía reducido entorno helsinkiano pululan ya las criaturas menudas con mucha más frecuencia que en España. También se ven muchas mujeres embarazadas en la calle, en la universidad, en el supermercado... su presencia cotidiana me ha resultado a la vez chocante, por lo novedoso que resulta para mí, y revitalizante, porque supone dejar de aparcar una parte esencial de nuestra naturaleza humana, algo que creo que hacemos los "jóvenes" en España (¿o acaso sólo lo hago yo?).

La segunda reflexión acerca de tanto carricoche a la puerta de cada casa es que aquí no se roba. Algunos de vosotros, iniciados en el mundo de la paternidad, sabéis que estos cochecitos no son como los de Guisval, sino que cuestan lo suyo (a veces verdaderas fortunas). Pero aquí la gente no se preocupa de meterlos en casa (donde son un verdadero incordio, sí) y los dejan, con plena confianza, en la entrada. Cualquier repartidor de publicidad de esos que (aquí también) nos atormentan con tanta oferta de muebles y demás podría llevarse uno. Pero, ¿para qué? Pues para lo mismo que lo harían en España: para hacer la gracia a sus amigos (porque a nadie más se la puede hacer). Pero aquí ni se les pasa por la cabeza, seguramente porque tienen un sentido del humor más refinado, porque se respeta al otro en toda circunstancia o, importante, porque no hay desigualdades que inviten a apropiarse de lo ajeno. Cambio de estampa, que el reloj, tic-tac, tic-tac, no para de correr...

Estampa # 2: Eficiencia nórdica

Ahora os voy a hablar de un agujero en el asfalto. Resulta que una noche de septiembre, al llegar a casa y proceder a mi ritual de asomarme a la ventana para disfrutar de la tranquilidad finlandesa, observo que hay algo extraño cinco pisos más abajo, allá en el asfalto. Se trata de un pequeño conducto, como un tubito de salida de humos en mitad de la calle. Pero claro, no creo que bajo el asfalto se realice ningún tipo de actividad industrial que precise de tal conducto, así que me paso un buen par de minutos pensando qué narices es aquello.

Al día siguiente, al proceder de nuevo al ritual nocturno, observo que el conducto está ahora rodeado por una esfera de spray rosa que lo identifica en mitad de la calzada. Alguien se ha fijado, como yo, en el artilugio y se ha esmerado en dejar bien clarita su ubicación. Por lo demás sigo sin respuestas.

Al tercer día, volviendo de la universidad en bici me topo con que mi calle está cortada. Hay unas obras de impresión que cortan la mitad de la calzada. Subo a casa, miro por la ventana, como siempre, y veo un socavón de, fácilmente, seis metros en el que unos tipos están trabajando. Parecen conductos del gas, de telecomunicaciones y demás cosas. Me resigno y me hago a la idea de que voy a tener martillos neumáticos taladrándome el cerebro durante un par de semanas. Cierro la ventana, corro las cortinas e intento sustraerme de la frenética actividad leyendo mientras ceno.

Cuarto día, vuelvo a casa en bici, subo las escaleras, me asomo a la ventana y, en ese momento, me doy cuenta de que algo está mal. Mejor dicho, de que algo no está... ¡No sabéis qué impresión me causó encontrar todo bien cerradito y asfaltado! De verdad que no tenía ni idea de que en veinticuatro horas se pudiesen resolver por completo las averías callejeras... Y no es un caso puntual: he visto aceras levantadas solo cuarenta y ocho horas, carriles bici repintados en un día, reparaciones de vías del tranvía en apenas cinco (y sin cortar el paso, aunque sí ralentizándolo). Definitivamente, tenemos que permitir que las empresas finlandesas pujen por la ejecución de las obras públicas españolas, donde las aceras pueden estar abiertas en canal durante meses sin que a nadie llegue ni a extrañarle.

Estampa # 3: Ludópatas

Una de las cosas más desasosegantes que uno se encuentra en Helsinki son unas omnipresentes máquinas tragaperras. A mí me llama especialmente la atención topármelas en el supermercado, donde no sólo gente ya curtidita, sino la muchachada en general, se pasa un buen rato gastándose los cuartos con el afán de conseguir tres sandías (o el equivalente iconográfico de aquí, que desconozco cual será). Comentándolo me he enterado de que hay un grave problema de ludopatía en el país. Y yo me digo... ¡y lo que les queda! Porque cuando esta generación crezca no habrá flota de máquinas tragaperras que dé abasto.

Estampa # 4: Paanti

"Paanti". Bajo esta palabreja se esconde una filosofía ecologista y de tecnología punta de impresión. Ecologista porque se refiere a la recogida de las botellas y latas de bebidas una vez utilizadas. Hay un precio preestablecido e indicado en el propio envase para la devolución de cada modalidad. Así, las botellas de litro y medio de Coca-cola dan derecho a40 céntimos, las latas a 15, las botellitas de medio litro a 20... Y la gente por lo general devuelve los envases, claro. Lo de la tecnología punta es de impresión, porque tienen unas máquinas en el supermercado (al fondo, siempre al fondo) en las que uno retorna los envases. La maquinita los identifica, los succiona e imprime un vale por el importe correspondiente. Al parecer, este tipo de aparatejo también está presente en Alemania. A mí aun me asombra...

Estampa # 5: Los gitanos

Creo recordar que ya mencionaba en el primer report que en las calles del centro uno puede encontrarse con gente pidiendo, casi siempre gitanos. Evidentemente, este es un país civilizado y aquí lo de las expulsiones generalizadas no se plantea bajo ninguna circunstancia (¡cómo han cambiado las cosas en Europa en los últimos quince años!). Pero vistas las posibilidades que ofrece este país, uno se pregunta, como hacía El Roto hace unas semanas, si se trata de un pueblo perseguido por nómada o nómada por perseguido... De veras creo que aquí podrían vivir haciendo cualquier otra cosa, pero la sensación que tengo (y recalco esto, porque no he hablado con ellos para preguntarles) es que prefieren ganarse el pan tocando el saxofón en la calle o pidiendo en una acera. A mí mismo, y más de una vez, me dan ganas de apartarme del camino marcado por la sociedad y fantaseo con vivir un poco del aire y retornar a ese estado idílico de contacto con la naturaleza en el que las preocupaciones se limitarían a procurarse el alimento recolectándolo del bosque y abrigarse del frío cuando... pero ¡flop! No es más que eso, una fantasía... ¿Por qué esta gente prefiere (creo) esta forma de afrontar la vida? No lo sé. Creo que trasladan esa misma fantasía que yo tengo al entorno urbano.

En efecto, aquí tienen la posibilidad de recolectar para alimentarse; en este caso lo que recolectan son envases que convenientemente llevan a los supermercados, en donde la maquinita de marras se los troca por un vale con el que comprar comida. Y es que los finlandeses son muy respetuosos con el medio ambiente, pero cuando alcanzan el punto en el que se ponen bolingas y pierden el conocimiento (deporte nacional por estos lares) las latas de cerveza se quedan por la calle, y es entonces cuando los cazadores de "paanti" se apresuran a recogerlas. No es algo generalizado, no penséis que aquí hay tribus de cazadores luchando por la misma presa (si eso sucede, mis ojos lo han visto, se comportan con el mayor respeto -"usted llegó antes", "no, si yo ya tengo suficientes"), pero sí se puede ver con cierta asiduidad. El caso es que me sigue desconcertando toparme con gitanos pidiendo por las calles de Helsinki...

¡Y hasta aquí llega mi tiempo hoy! Espero poder escribir de nuevo muy pronto, porque tengo aún muchas aventuras dignas de mención. ¡Un abrazo fuerte a todo el mundo!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy didáctica la entrada. En España dejar los cochecitos de bebé en la entrada, visto y no visto.Puede que sea por lo que dice de que haya menor desigualdad social o no le rian la gracia a los "gamberos". Lo de la eficiencia creo que es por contraste: aqui le dan largas a todo..Y ya tenemos dos vicios de los filandeses:borrachos y ludópatas...jajaja. Lo de los envases está chulo, te pagan por reciclar...guay, ¿y quién paga, el estado o alguna empresa de reciclaje? En España ya es raro quien no recicle, por lo menos entre la gente que yo no conozco. Y lo de los gitanos es verdad, yo estudiaba en sociología de la marginación lo de la "economía de recolección". Y en realidad, perciben e interpretan en esa clave.

Anónimo dijo...

Lo de darte dinero por devolver el envase lo tuvimos en este país hace muchos años. Yo ya he cumplido los 40, pero recuerdo que siendo niño me mandaba mi madre a hacer recados y, entre otras cosas, al comprar coca-cola, gaseosa, etc, si devolvías el envase utilizado te descontaban una cantidad con la nueva compra. Lo que no sé es por qué se dejó esa práctica.
En cuanto a la serie de escritos "helsinkinianos", excelente y amena

Anónimo dijo...

Voy a publicar un comentario anecdótico que si pudiera encajar en alguna entrada sería en esta. Hoy en la parada de la línea 20 (conecta el centro con el campus universitario Teatinos y con el hospital clínico) de la capital malagueña encontré una mujer superexcitada que hablaba muy seguido y que no respetaba la distancia de seguridad. Mi reacción normal era evitarla, hasta que menciono que había vivido en León. Entonces, intenté obviar que no respetaba la distancia de seguridad e intenté escucharla. Decía que había trabajado largo tiempo en un hospital de León , familiares suyos trabajaban en la diputación y el ayuntamiento de León. En su juventud había viajado con la sección femenina por toda Europa. Me miró y me dijo, antes de que tu nacieras. Tengo 63 años. Había vivido en latinoamerica y nombraba sitios concretos de Argentina.Decía que nunca le había faltado el trabajo porque tenía infinidad de titulaciones y tenía algo de obstreticia, ginecología; pero residia ahora en Marbella donde daba clases de arte escénico o algo así. Vamos que era de lo más versatil. Antes de que me lo dijese vi claramente que luchaba contra un cancer, llevaba un pañuelo verde en la cabeza y pensé en atribuir su sobreexcitación y el no respeto de la distancia de seguridad a alguna medicación de lucha contra el cancer, dicese algún antidepresivo contra el abatimiento y demás. Me dijo, no me gusta la gente de León, ¿ por qué? ni te saluda, no habla como aqui la gente...yo hacía esfuerzos por guardar mi distancia de seguridad intentando descifrar por qué deseo tanto poder vivir en otros continentes y por qué me complico tanto la vida. Soy de una población pequeña y podría hacer vida aqui, con mi titulaciones, que todo el mundo me conoce, que la vida aqui es tranquila y que tb es relativamente asequible. ¿ por qué? no entiendo que me pasa, y aunque sé no pasa al todo el mundo sé que no estoy sola...Ella me preguntó, la parada del clinico. Señora, la última. La misma que mia, bajese conmigo. Ella al clínico, yo a la universidad. Y me sentí identificada,de una manera remota pero sentí vértigo..¿qué podrá hacerme feliz a mi ahora?

Carmen dijo...

El hombre de Helsinki se tendría que plantear editar un libro con sus andanzas.
En serio, ya me gustaría que los libros que leo ultimamente fueran la mitad de entretenidos.
Con el último, me estoy planteando denunciar a la autora, a la editorial e incluso a la librera que me lo recomendó.
Y no, quemarlo no sería suficiente.

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

más que en otros continentes,es en otros países,creo.
Carmen, lo te dejes embaucar con las listas de más leidos y libros comerciales. Hay un monton de buena literatura, pero se impone la selección. Y rescatar a los clásicos tantos españoles como internacionales tb es una buena opción. Es imposible que hayas leido toda la buena literatura que hay como para que tengas que leer la comercial.