30 noviembre, 2009

El Estado no es el rastro

Este texto de más abajo lo he enviado ahora mismo para mi columnilla del jueves en El Mundo de León. Es más de lo del post de ayer. Más vueltas al callejón sin salida en que andamos metidos. El problema no está tanto en los jugadores como en las reglas del juego, y mientras éstas no se cambien, no hay solución posible. Si, por ejemplo, en el reglamento del fútbol estuviera permitido o fuera usual que los árbitros pitaran en función de las broncas del público o de los jugadores, no podríamos propiamente culpar ni a los espectadores ni a los futbolistas ni al árbitro, sino a la estúpida regla. Este país se parece a uno de esos cócteles con canapés gratuitos que el personal se disputa a codazo limpio, y apelar al buen juicio y la solidaridad es como poner en tales reuniones un cartel que diga "coma usted moderadamente y no sea glotón". El más rápido y peor educado siempre se lleva los langostinos y la tortilla, no hay tutía. Lo que hay que hacer es suprimir los canapés o repartirlos con otro criterio.
Cuando acababa de escribir esa líneas que vienen a continuación -palabra- me llegó el comentario de "un amigo" y veo, complacido, que utiliza la misma comparación del matrimonio y el divorcio.
Pues ahí va el texto:
Las separaciones y los divorcios resultan emocionalmente costosos y económicamente complicados, pero no por eso hemos de imponer la indisolubilidad del vínculo matrimonial al que quiere irse con la música a otra parte, y más si se dedica a hacerle la vida imposible al cónyuge o al resto de la familia. El chantaje constante es intolerable en cualesquiera relaciones humanas y se sabe que no se arregla pagando lo exigido una vez ni dos. Ni siquiera hay por qué soportar el chantaje moral continuo, esa cantinela de o me haces lo que te pido o me marcho y te dejo para siempre. Pues adiós, muy buenas, otro vendrá que bueno me hará. Tampoco conviene plegarse al maltrato psicológico y, sin comerlo ni beberlo, pasar todo el tiempo por culpable de las desdichas reales o supuestas del otro: que si por tu causa estoy así, que si no me comprendes, que si me oprimes y me atosigas. Aire, y que se arregle lo tuyo como mereces.
Va por turno y ahora les toca dar la matraca a los partidos catalanes, con las excepciones que sean del caso. Leoneses, extremeños o andaluces del montón, como usted o como yo, ni tenemos conciencia de estar aprovechándonos de nadie ni queremos oprimir a ninguno, por lo que tampoco hay razón para que carguemos con reproches genéricos y berrinches ajenos. Quienes descreemos de naciones, espíritus del pueblo al germánico modo o unidades de destino en lo universal y somos poco inclinados a los sacrificios humanos por las patrias, nos vemos abocados esta temporada a callar ante los nacionalismos para que no nos llamen nacionalistas del otro lado. No puede ser.
Urge refundar el Estado y revivir la Constitución o hacer una nueva, partiendo de que el Estado se basa en la asociación de ciudadanos libres que buscan el beneficio propio junto con el beneficio mutuo, con reglas de juego claras e iguales para todos, con lealtad a las normas de convivencia que nos damos de consuno y con respeto a las instituciones comunes. El Estado no puede ser ni una familia mal avenida ni un matrimonio a la fuerza ni un mercado persa en el que sólo medren los expertos en llantos y regateos. Vale más un Estado serio de esa manera, aunque sea más pequeño, que esta ruidosa y reaccionaria jaula de grillos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Suscribo su propuesta; y ya de paso que se exija responsabilidad a los causantes del estropicio; pero nada de responsabilidad política, sino civil, como la que se exige a los administradores de cualquier sociedad anónima en los arts. 133 a 135 de la LSA; ya que nos han arruinado, que no obtengan beneficios de sus fechorías o negligencias y resarzan al daño causado.

un amigo dijo...

Celebro yo también la convergencia.

Llevando adelante el análisis, se puede poner en perspectiva histórica el marrón que tenemos entre manos: los chantajistas chantajean a quien saben débil. Y del polvo mentiroso de la "una grande y libre" que no era ninguna de las tres cosas vienen estos lodos.

Pero, ¿qué digo a estas horas de la noche? , si sabemos todos que la transición era admirable, queridos contertulios, un ejemplo mundial de convivencia y concordia, y que urgía pasar página para crear una nueva prosperidad. Prosperidad bendecida bajo la égida firme y renovadora de una Jefatura del Estado lúcida y valiente ...

¡Ja, ja, ja, ja!

Quizás sirva recordar, ayudados por la nitidez cabreada de Fernandito Vallejo, que hay otras formas menos salivosas de interpretar nuestra historia reciente ...

Salud,