11 noviembre, 2009

El acoso del acoso

Voy a meterme en camisa de once varas. A lo mejor salgo escaldado. Echen un vistazo a esta información de El País de hoy. Resumo muy sucintamente el caso. Una mujer que estaba en serios apuros económicos y familiares acude a un influyente hombre de su ciudad para pedirle ayuda. Al cabo de un tiempo, el hombre dimite de su puesto, dice que por razones personales, y en los periódicos se empieza a hablar de la posible existencia de un vídeo de contenido sexual en el que él aparece. Unos diez días más tarde, la mujer presenta denuncia en comisaría por acoso sexual. Cuenta que en cada visita que ella le hacía él la sobaba y le proponía relaciones sexuales, mientras le prometía que le iba a conseguir un trabajo y una vivienda. Ella se harta y narra su situación a un amigo guardia civil, quien le dice que el otro está abusando de su ingenuidad. Aconsejada por este amigo y por un periodista, acude a la próxima cita con el hombre y lleva su móvil preparado para grabar lo que acontezca. Graba ese encuentro y dice que en tal grabación "se ve cómo me da la mano y me lleva a una parte del despacho. Me dice cosas sucias. Me obliga a hacerle una felación". Explica que el amigo y el periodista le piden el móvil para hacer una copia de la película en CD y para enseñársela al superior del tipo, que andaba en pugnas con él, y que cuando le devuelven a ella el teléfono ha sido borrada la película y ella nunca vuelve a saber del amigo guardia ni del periodista. Poco después se produce la mencionada dimisión “por razones personales”.
Para la reflexión que quiero hacer me da exactamente igual que el hombre fuera un alto cargo del PP –era de ese partido y vicepresidente del Gobierno de Ceuta y Consejero de la Presidencia- o de cualquier otro partido, o cura o astronauta. Tampoco importaría que se desempeñara empresario o profesor de universidad, pongamos por caso. Se trata de ir al problema general. Es perfectamente posible que sea absoluta verdad todo lo que cuenta la mujer, todo; es cierto también que este mundo del poder y las influencias está lleno de cerdos con y sin tirantes, de abusones, obsesos y aprovechados de todo tipo. Pero sigue habiendo, a mayores, algunos problemas de otro género sobre los que no está de más meditar un rato.
Primero, a ver cuándo acabamos con la imagen de inferioridad y debilidad de las mujeres por ser mujeres, imagen que se propala so pretexto de protegerlas. Mujeres y hombres son absolutamente iguales en todo lo que socialmente importa y va siendo hora de superar este parternalismo con tufo de machismo encubierto. Imaginemos meramente que el acosador, real o supuesto, fuera hombre y homosexual y que fuera también hombre el acosado. ¿Se presentaría la noticia del mismo modo? Seguramente no, pues en ese caso lo que asomaría no sería el machismo disfrazado de protección femenina, sino la homofobia. ¿Acaso una mujer acosada por un varón heterosexual es más débil o está más indefensa que un hombre homo, hétero o bisexual presionado sexualmente por otro hombre? ¿Se aceptaría con facilidad la afirmación de que ese señor acosado se veía obligado a aceptar los requiebros del otro o a hacerle al otro una felación? ¿Una felación a cambio de promesa es una felación obligada? Si, como creo, la reacción ante los hechos sería distinta según el “género” de los protagonistas, ¿en qué se basa esa diferencia de trato? Seguramente en la presuposición machista de una mayor vulnerabilidad y debilidad de las mujeres. Porque no quiero pensar que pesara la otra alternativa, la opinión de que un acoso por obra de un varón heterosexual es más grave o reprobable que el que provenga de un homosexual. Podríamos jugar con los supuestos y preguntarnos también qué ocurriría si a esa dama la hubiera acometido así una mujer lesbiana en la posición de superioridad en que se hallaba el hombre de este caso, pero creo que basta con lo expuesto.
Segundo, va siendo hora de desmitificar el sexo de una dichosa vez. El sexo obligado por la fuerza o procurado mediante chantaje o falsas promesas es reprobable, reprobable en el grado correspondiente en cada caso. Mas en el asunto comentado no se está hablando, por lo que parece, de violación, sino de acoso con promesas que se hacían verosímiles por la posición del acosador. ¿Dónde está el fundamento mayor de ese reproche? En mi opinión, seguramente equivocada, no en la parte del sexo, sino en el del engaño basado en el poder del acosador. Pero, si fuera así, ¿habría una diferencia sustancial si lo solicitado a cambio de lo falsamente prometido hubiera sido que la mujer le limpiara a ese sujeto la casa gratis durante un año o le paseara al perro todas las noches? No digo que no pueda merecer crítica y hasta castigo la acción de ese hombre, sino que planteo si es adecuado poner en la cuestión sexual tanto énfasis.
Tercero, me da la impresión de que va siendo hora de acotar un poco el concepto de víctima y la consideración de las víctimas. No discuto que el Derecho penal, la moral o la opinión social deban tomar en la cuenta debida a las víctimas de los delitos y abusos sociales en general, no es eso. Pero ni todas las víctimas son iguales ni merecen el mismo trato. La víctima de una estafa mediante el llamado timo de la estampita o el del tocomocho es víctima, sin duda, pero no de la misma manera o con merecimiento del mismo grado de consideración o compasión que la víctima de una violación o unas lesiones dolosas, pues aquella víctima, la del tocomocho o la estampita, lo fue por la conjunción de la mala fe del estafador y de la condición de listillo y aprovechado del que padeció el ilícito. Lo que en el caso de autos interesa que nos preguntemos es lo siguiente: ¿qué habría pasado si el abusador hubiera cumplido alguna de sus promesas a la mujer? ¿Habría sido denunciado? Si resultara que no, tendríamos que lo que a ella la mueve no es tanto la vulneración de su libertad sexual como el haber sido engañada: que no se le haya pagado el precio pactado.
Voy a hacer una comparación arriesgada, pero tómese sólo en lo que sirva. A mí o a muchos compañeros profesores de universidad distintos rectores nos han prometido el oro y el moro a cambio del voto en las elecciones o el apoyo en no sé qué ocasión y, con ese señuelo, no sólo nos han llevado a las urnas con la papeleta en la boca, sino que nos han movido para firmar papeles, asistir a reuniones o enfrentarnos con este o aquel compañero. Lamentable, ya sé, pero esas cosas pasan y uno no es de piedra. Es más, nos han llamado cuarenta veces con ese fin, nos han visitado en casa, nos han perseguido inmisericordemente, con perseverancia y toda una lista de promesas en ristre. Y luego nada, si te vi no me acuerdo. Yo quisiera denunciarlos por acoso, pero me parece que para eso tendrían que haberme pedido un besito o un buen manoseo en lugar de lo que, con idéntico ánimo de engaño en sus promesas, nos pidieron. Pero, en verdad, ni acoso ni gaitas, que cada palo aguante su vela y de sobra tenía uno que haber pensado que lo estaban engañando y que el magnífico de turno podía salirnos rana. O sea, que cuando por la ilusión de una promesa alguien dice que sí, estando en su sano juicio, soñando con la ventaja y arriesgando, actúa auf eigene Gefahr, que dicen los alemanes, asumiendo el riesgo de que vengan mal dadas.
Cuarto, urge poner en su sitio a los medios de comunicación. Aquí, con la inestimable complicidad del TC, el honor, la intimidad y la propia imagen están quedando en nada, todo en nombre de una libertad de informar y del interés de una opinión pública que válganme los dioses. Que se informe a los cuatro vientos sobre delitos, procesos y condenas, pero nada de poner el carro antes de los bueyes y de desmelenarse en primeras páginas al grito de hay una persona que dice que usted la achuchó a media luz y para mí que va a ser verdad. Sólo tiene cada uno de nosotros que ponerse en el lugar del “acusado”. Lo haré desde mi situación, pero que cada cual se aplique el cuento como corresponda.
Imaginemos que una alumna –o alumno, caray- viene una y otra vez a mi despacho a consultarme sus dudas sobre la materia que explico y a expresarme su interés y su preocupación por aprobar la asignatura. Luego suspende, vuelve y le digo que no hay nada que hacer, después de revisar su examen como es debido. Se va a un periodista y le cuenta que yo la estuve acosando con peticiones sexuales y toqueteos y que ella hasta hizo una grabación con su móvil de un día que me hizo una felación para que quedara grabado que me hacía una felación, aunque la grabación se le ha borrado, mecachis. El periodista va al rector, éste me llama para decirme que ya me tiene bien agarrado por salva sea la parte y el periódico publica la historia y me presenta como acosador y obseso. Mi reputación ya no hay quien la salve y a ver cómo pruebo ante la sociedad y en casa que no hice lo que no hice. Es posible que ante los tribunales –en medio de presiones y manifestaciones para que se me condene- logre salir absuelto por falta de pruebas, pero la condena social sobre mi buen nombre ya ha caído sin vuelta de hoja. Quedo para siempre como acosador, y todo por no haber aprobado a esa (o ese) estudiante. Si pienso que el daño a mi honor puede ser resarcido con una indemnización que le he de sacar al periódico, es porque he leído poca jurisprudencia constitucional. Sí ya sé, ciertas visitas hay que recibirlas con las puertas abiertas y con otra gente en las inmediaciones. Es lo que hemos aprendido sobre seguridad jurídica en estos tiempos. Una pena.
Quinto, y último. Todo lo anterior no excluye, para nada, que pueda ser verdad todo lo que la mujer cuenta y que sea un cabronazo con pintas ese tal Pedro Gordillo, del PP de Ceuta. Uno más. Que actúe la justicia como tenga que actuar y que considere todo lo que haya de ser considerado. Pero que no olviden los jueces y fiscales que, si todo es como se dice, ha habido personas –políticos, periodistas y guardias “amigos”- que han destruido una prueba decisiva y han colaborado para un cierto chantaje, aunque sea un chantaje político y eso, de tan común, no sea estrictamente delito ni falta.
CODA.- Hay algo aún peor que el el que un sujeto con poder consiga sexo con falsas promesas: que cumpla las promesas, eso es aún peor, aunque se denuncie menos. Por eso la mejor manera de luchar también contra el acoso sexual en esos ámbitos es combatir a brazo partido la corrupción. Ay, cuántas felaciones habrá detrás de tanto concurso restringido, tanta oposición amañada, tanto cargo de confianza, tanta extraña valoración del mérito y la capacidad y tanto mamoneo. Y si sólo fueran felaciones...

3 comentarios:

ABP dijo...

De todos modos, y a riesgo de decir una barbaridad, porque no soy un experto, ¿el caso que relatas no sería más bien prostitución pura y dura? Una tía, libremente, decide ir a un tío poderoso a pedirle un favor. Él le dice que vale, pero que a cambio una felación aquí y otra allá. Ella acepta.

A mí me parece todo bastante libre y consentido. Si luego él no cumple es un impresentable, pero hasta ese momento, ¿qué problema hay?

Obviamente, ninguno respecto de la mujer. El problema es que el pago no sea en metálico sino en especies y favores que afectan a los intereses públicos. Ahí radica el problema. Pero no en lo demás. Si le hubiera prometido 1 millón de euros a cambio de la felación, ¿hablaría alguien de acoso? ¿Por qué sí se cree, en cambio, que aquí lo hay? ¿Sólo porque el pago es a cuenta de los impuestos de todos?

Otra cosa, entiendo yo, es castigar con algo si no hay sexo. Pero en regalar algo a cambio de sexo no veo problema alguno. Siempre y cuando lo que regales sea tuyo.

Trasladado a mi ámbito académico:
- el profesor que plantea a una alumna que o follan o la suspende es un acosador;
- el profesor que plantea a una alumna que si follan le pone matrícula, en cambio, no.

Ambos pueden parecernos repugnantes. Y en ambos casos hay un empleo torcido y sancionable de la condición de profesor. Pero en relación a los intereses públicos. En relación a la situación de la chica, hay acoso en el primer caso, pero no en el segundo.

Probablemente sea ésta la razón de que la conducta 2 sea mucho más frecuente que la conducta 1. Al menos, en lo que he vivido a mi alrededor en la Universidad.

Carmen dijo...

Veamos, una mujer en esa situación no está más indefensa ni menos que un hombre,está igual. Ambos pueden quedarse con un trocito de miembro viril, como recuerdo,vaya.
Me parece importante destacar que la señora fué recibida en el despacho del tipo en varias ocasiones.
Una persona con niños,sin trabajo y esperando un desahucio, es claramente vulnerable y también me parece destacable este dato.
A mí me parece incumplimiento de "contrato oral", taclaro.

En cuanto a la discriminación positiva, es que no acabo de verlo,oiga.Me sigue pareciendo discriminación y el cuento de nunca acabar, no se.

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Ahora hazte la siguiente pregunta, ABP:
Si el catedrático de tu departamento te dice que por hacerle una felación te hace a ti catedrático ¿te parecería acoso? ¿Habiéndote hecho esa oferta, creerías que por méritos propios lo conseguirías? Vamos majito un poco de seriedad...